Capítulo 1
La
única cosa peor que tener una cita a ciegas el Día de San Valentín, es no tener
ni una cita en absoluto. Bien, esa situación era exactamente donde yo estaba.
Yo, Valeria Gutiérrez, estaba sin citas. A menos que eligiera lo que estaba
detrás de la puerta número dos.
La
opción de cita a ciegas acababa de llegar de mi amiga y compañera de trabajo,
Jazmín Romero. Pasó por mi cubículo en el trabajo y dejó caer la bomba.
¿Sería una excelente oportunidad para conocer al
amor de mi vida?
Dudosamente.
Ya con tres intentos fallidos por cortesía de
Jaz, temía hacer frente a otra desastrosa cita.
¿Sin cita o cita a ciegas? Decisiones, decisiones...
—
¿Y?— Jazmín se acercó a mi escritorio y jugueteó
con la engrapadora, haciendo clic, clic, clic. Ella movió las cejas y me sonrió
esperanzada.
—
¿Hago la llamada?
Una cita real en el Día de San Valentín me
hubiera tentado, pero con la trayectoria de Jazmín, sería más seguro pedir a domicilio.
—
Ni siquiera lo pienses—. Me levanté de mi silla,
me acerqué y le di un abrazo. — Pero, gracias por la oferta.
Mi teléfono sonó y me pregunté quién estaría
llamando sobre las ventas de software a las cuatro y cuarenta y cinco de la tarde,
en ésta falsa festividad.
Tomé el auricular.
—
Valeria Gutiérrez. ¿Aló?
Escuché una jadeante respiración.
Grandioso.
Colgué de golpe el teléfono.
Jazmín hizo un gesto hacia el teléfono.
—
¿Quién era?
—
El universo diciéndome que todos los que no son
psicópatas, ya están tomados—. Giré en mi silla y apagué mi equipo, sabiendo
que no tendría más trabajo que hacer hoy. —No te preocupes por mí, Jaz. Sólo
prométeme que cuando me muera, vieja y sola, me enterrarás en el patio trasero
junto a Chester. Él es el único que realmente me amó.
Jazmín giró los ojos como si yo estuviera
desesperada.
—
Te quiero, nociva muchacha. ¿Cuándo admitirás
que estás utilizando a tu perro como un novio sustituto?
Ella lo hacía sonar como si fuese una mala cosa. Parecía ser una
decisión inteligente para mí. Chester siempre me saludaba en la puerta, le
gustaba abrazar, y me dejaba escoger el lado de la cama. ¿Qué más podía pedir?
Oh,
sí. Romance, matrimonio, hijos...
—
Te digo que escuches a tu mejor amiga y me dejes
planear esta noche. Este hombre podría ser tu Tacho—. Ella sacó su última
tentación.
Jazmín y Tacho
se habían conocido, enamorado y casado, todo, en los últimos seis meses. Ellos
eran asquerosamente dulces, pero apuesto a que si Tacho dejaba sus medias
hechas un ovillo en el sillón reclinable de la sala día tras día, no sería tan
atractivo en su primer aniversario.
—
Mira, Jaz. Agradezco el pensamiento. En serio.
Si en los tres últimos intentos que tú planeaste no hubieran hecho querer
apuñalarme a mí misma en repetidas ocasiones con el abrecartas, estaría
totalmente emocionada.
Miró el
abrecartas de plata en mi portalápices, y luego me lo señaló con el dedo.
—
Sabía que guardabas rencor contra mí por Nacho.
¿Cómo iba yo a saber que no había superado a Caridad?
—
No se trata sólo de Nacho, y lo sabes.
Mis malas citas
a ciegas, revoloteaban a través de mi cerebro:
Cita a ciegas
# 1: lindo, exitoso y encantador. Hasta el
postre, cuando sugirió regresar a su casa para algunas “diversiones con crema
batida”. Afirmaba que su apodo era “Sismo” porque él podría sacudirle el mundo
a una mujer.
Cita a ciegas
# 2: tardío, despeinado y habló de su ex esposa
toda la noche.
Lloró al final, anunciando que no pensaba estar
listo para tener citas. ¿Eh, te parece? Nacho ahora asiste dos veces por semana
a sesiones de terapia, tratando de averiguar cómo hacer que Caridad regrese.
Cita a ciegas
# 3: vendedor, quien pasó una hora explicándome
mi buena fortuna por la cual él, no se había amarrado aún. Dándome sus diez
mejores razones de porqué era un partido espectacular. Para finalizar la cita,
le di mis diez razones para limpiar la caja de arena de mi perro.
Negué con la cabeza. El corazón de Jazmín estaba
en el lugar correcto, pero las tuercas y los tornillos de su proceso de
selección, necesitaban en serio de una buena apretada.
—
Prefiero ver las repeticiones de Sex and The
City con Chester esta noche, que sufrir otra mala cita.
—
Confía en mí, esta vez será diferente. El amigo
de Tacho está en su liga de softbol y suena como un diez. Si no estuviera
casada, iría por él yo misma—.
Jazmín se sentó en el archivador pequeño al lado
de mi mesa, me miró fijamente a los ojos y suavizó su voz.
—
Creo que pasarás un rato divertido con él. La
cuarta es la de suerte Val.
—
La suerte no dura—. Suspiré.

No hay comentarios:
Publicar un comentario