capitulo
La alerta de mensaje de texto me despertó. Me froté los ojos y
traté de enfocar antes
de alcanzar mi teléfono. El mensaje era de Gaston.
“Buenos días”.
El shock de ver su nombre en mi teléfono tan temprano, me hizo
sentarme
rápidamente y después me dejé caer contra la almohada en cuanto lo
sucedido la
noche anterior vino a mi mente. Casi podía sentir los labios de Gaston
en mi hombro
y sentí un escalofrío bajo las sabanas.
“Cuando despiertes, llámame”, apareció en mi pantalla.
Debí haberlo ignorado. Debí ignorar el mensaje y pretender que
anoche no había
pasado nada, pero el recuerdo de su aliento en mi oído y sus manos
acariciando
mis brazos tiraron todas mis buenas intenciones por la ventana.
“Ya estoy despierta”, contesté al mensaje.
En menos de un minuto mi teléfono sonó, tenía que tomar una
decisión rápido.
Podía ignorar su llamada y salvarnos a ambos de futuros problemas
o contestar y
olvidarme de las consecuencias.
—Hola.
—Hey.
Su voz me alegró y al instante contesté.
—Oye, sobre anoche —comencé.
—Quiero verte hoy —me interrumpió.
Mi corazón saltó y sonreí hacia el techo. Él quería verme.
—Está bien —respondí rápidamente.
—¿Te importaría venir aquí?
—¿A tu casa? —pregunté.
—Sí, necesito hacer algunas cosas que mi mamá quiere ¿Por qué no
vienes a
hacerme algo de compañía?
Me senté en la cama sonriendo como una idiota.
—Estaré ahí en 30 minutos ¿ya desayunaste?
—No, todavía no.
—Yo llevo el desayuno entonces —contesté.
—Suena bien.
—Bueno, nos vemos.
Él dudó un minuto y luego dijo:
—Nos vemos pronto.
Mi corazón iba a toda velocidad y con un salto me dirigí a la
cocina a hacer
algunos bizcochos antes de bañarme.
GASTON
Tomé mi teléfono por décima vez para llamar y cancelar, cuando vi
el Jetta de
Rocio girar por el sendero de grava, genial. Exitosamente luché
contra todas mis
buenas intenciones lo suficiente para que ella llegara aquí. Esto
estaba mal.
Lastimar personas no es algo con lo que tenga problemas ¿pero
lastimar a Pablo?
Eso no estaba en discusión.
Rocio salió de su coche, usando otro pequeño vestido y cargando un
plato de
comida. Observé el balanceo de su Cadera bajo la delgada tela
hasta que llegó a mí,
las comisuras de su boca formaron una pequeña y tímida sonrisa,
decidí que no me
importaba si yo estaba jugando sucio. Pablo no estaba aquí y yo no
veía como me
podía ayudar, el debió de haber mantenido su trasero en casa.
—Hice bocadillos de salchicha —dijo ella mientras se acercaba a la
puerta.
—Yum, me muero de hambre —contesté, manteniendo la puerta abierta
para que
pasara, una brisa alborotó su cabello mientras pasaba junto a mí,
¿Por qué tiene
que oler tan bien? Cerré la puerta y me giré para beberme el
aroma.
Anoche cuando la dejé había ido derechito con Eugenia.
Recordándome a mí mismo
quien era, había sido muy importante, Eugenia se había mostrado
bastante dispuesta
pero mi cuerpo parecía no olvidar lo bien que se sentía el cuerpo
de Rocio
acurrucado contra mí.
—No creí que me fueras a llamar —dijo ella suavemente, mientras
estudiaba el
plato de bocadillos que ella sostenía. Debí de haber tenido un
momento de
debilidad esta mañana cuando desperté de un sueño increíblemente
bueno, que
ella protagonizó. Todo en lo que pensaba, era en estar cerca de
ella de nuevo.
—Detesto la manera en la que las cosas se dieron ayer.
Ella se sonrojó y me miró.
—Siento mucho la manera en la que actúe.
Demonios, demonios, demonios, no me iba a ser posible resistirme a
ella y
empujando a Pablo al oscuro y profundo olvido de mi mente caminé
hacia ella,
tomé el plato de bocadillos y los dejé sobre el mostrador.
—Te dije anoche que yo lo empecé, debería ser yo quien se
disculpara.
Ella dejó salir una pequeña risa y se quedó mirando sus pies.
—No, recuerdo claramente que fue mi pierna la que se subió en tu regazo
y mi
mano la que estaba sobre tu camiseta. Tú me habías dejado de tocar
por completo.
Gracias por tratar de quitarme la culpa, pero yo estaba allí Gaston.
Puse mis brazos alrededor de su cintura y la traje hacia mí. Ahora
mismo, no me
importa a quien le pertenece. Yo la deseaba y no podía ver más
allá de mi
necesidad.
—Mírame —le susurré y mi dedo se deslizó debajo de su barbilla,
inclinando su
cara para que pudiera ver sus ojos.
—La única razón por la que no te agarré y te puse sobre mí anoche
fue porque por
primera vez en mi vida quiero algo que pertenece a la única
persona que amo.
Empecé a tocarte anoche porque no podía mantener las manos
apartadas de ti.
Pensé que si podía tocarte un poco, sería capaz de manejarlo. Pero
entonces no
reaccionaste de la manera que yo esperaba. —Me detuve y cerré los
ojos. Dejar la
mirada fija en ella mientras hablaba de su reacción a mi contacto,
era difícil.
Esos enormes e inocentes ojos absorbiendo cada palabra que salía
de mi
boca ¡Dios! ella era perfecta.
—Y mis buenas intenciones fueron desvaneciéndose rápidamente, si
hubieras
seguido tocándome sólo unos pocos segundos, me hubiera perdido. Yo
estaba
colgando de un hilo, un hilo muy delgado.
Ella dio un paso atrás de mi abrazo e hizo una pequeña mueca.
—Bueno, gracias por decir eso. —Ella se dio la vuelta, caminó
hacia el mostrador y
comenzó a quitar el plástico de la charola.
—Ambos lo amamos, ninguno quiere lastimarlo, pero… nos atraemos.
Tenemos
una historia entre los tres. Los últimos años sólo hemos sido Pablo
y yo. No
quería que fuera del modo que pasó y creo que todos podemos ser
amigos,
prometo mantener mis manos en su lugar y tu prometerás lo mismo.
Me miró por encima del hombro y se movió para poner los bocadillos
en unos
platos que encontró en el escurridor. Diciéndole que haría
cualquier cosa que
pidiera, no era mi mejor movimiento. Asentí y fui a sacar vasos y
jugo de naranja
para que pudiéramos desayunar juntos, tal como solíamos hacer.
—¡DETENTE, GASTON! —chilló Rocio mientras corría a un lado de la
camioneta
lejos de la manguera de agua que había dirigido en su dirección.
—Pero tienes jabón en los brazos, sólo estoy tratando de
quitártelo —repliqué, su
risa apretó algo dentro de mi y me forcé a no pensar en ello.
—Seguro que sí, empapándome, prefiero mis brazos jabonosos, muchas
gracias.
—Vamos Rochi sólo estaba tratando de ayudar, prometo no hacerlo de
nuevo,
además ni siquiera estas usando una blusa blanca, no tengo razón
para mojarte.
Ella caminó al frente de mi camioneta con cautela, no se fiaba de
mí, solté la
manguera y levanté ambas manos.
—Ves, lo prometo —le aseguré.
Ella hizo de lado la cabeza y se mordió el labio inferior
—Hmmm, de acuerdo.
La miré acercarse lentamente a la cubeta de agua jabonosa para
tomar la esponja
que se le había caído. Antes de que pudiera responder me lanzó una
húmeda y
jabonosa esponja a la cara y se rió antes de dar la vuelta y
correr de vuelta al otro
lado de la camioneta.
—Tú lo pediste —le grité y me fui por el lado opuesto para
atraparla.
—Lo siento —gritó entre risas.
—Muy tarde para disculparte cariño, te atraparé.
—Gaston ¡lo prometo! Por favor, no me la lances. —Se agachó en la
parte trasera de
la camioneta.
—Bueno ¿acaso no es dulce? —La voz de Eugenia me tomó por
sorpresa, dejé de
perseguir a Rocio y tiré la esponja mojada en la cubeta antes de
girarme a mirar a
Eugenia, apoyada contra el Camaro rojo manzana de su mamá. Su
mirada furiosa se
dirigió hacia Rocio, giré a verla, parada junto a la cabina de mi
camioneta,
sosteniendo una esponja húmeda mientras estudiaba nerviosamente a Eugenia.
La comparación entre ellas era como el día y la noche. Donde Eugenia
encajaba en
este descuidado aparcadero, Rocio se veía totalmente fuera de
lugar. El viejo
Macklery salía por su puerta frontal con una cerveza en la mano,
gritándole a su
esposa antes de azotar la puerta. Todo a mi alrededor dejaba de
existir cuando
estaba con Rocio, no era de sorprender que no me hubiera dado
cuenta de la
llegada de Eugenia, cuando volví a ella le di una mirada de
advertencia.
—No te escuché llegar.
Ella levantó las cejas y dirigió la furiosa mirada hacia mí. Ya
sabia por qué había
venido, la pequeña apretada minifalda y la blusa de cuello halter
que apenas
cubría sus pechos, significaba que ella venia en busca de acción.
—Te diviertes demasiado como para darte cuenta de algo más que no
sea ella.
¡Demonios! Esto no era bueno, Rocio era la únicaa persona por la
que Eugenia se
sentía amenazada, no importaba lo linda que siempre se había
portado Rocio,
Eugenia la odiaba y encontrarla mojada en agua jabonosa con un
pequeño y delgado
vestido, lavando mi camioneta no se veía muy inocente que digamos.
Rocio se
veía endemoniadamente sexy, toda mojada y jabonosa, un hecho que
sabía no
pasaría desapercibido por Eugenia, le hubiera encantado ver a
Rocio estrellarse y
después quemarse, necesitaba decir algo pero no podía pensar qué.
—Hola Eugenia, se me ha hecho tarde para irme, me alegra que hayas
llegado para
tomar mi lugar —dijo Rocio rompiendo el tenso silencio.
Vi la preocupación en sus labios fruncidos, si empujar a Eugenia
en el Camaro y
forzarla a irse la hiciera sonreír y reír de nuevo, lo haría. Sus
ojos se encontraron
con los míos y me regaló una brillante sonrisa, de esas que ella
suele regalarme, del
tipo forzado, no a las que me había acostumbrado estos últimos
días.
—Pablo se enterará que vine a ver como estabas y te entretuve en
su ausencia tal
como pidió. Parece que tienes a alguien que no dudará mucho en
acelerarte —dijo
mirándome, luego volvió su atención hacia Eugenia y le regaló la
misma sonrisa
forzada.
—Diviértanse ustedes dos —se despidió de Eugenia—. Nos vemos
luego.
Miré como Rochi caminaba hacia su auto y se metía en él toda
mojada, quería correr
tras ella y rogarle que no se fuera pero sabía que era el modo de
salvar nuestros
traseros con Pablo. No había sido capaz de pensar qué decir y le
había dejado
toda la explicación a ella.
—Me parece difícil de creer que Pablo le haya pedido que viniera a
tener una
pelea de agua jabonosa contigo —dijo Eugenia caminando hacia mí.
— ¡Cállate! —le contesté y fui a levantar la manguera para
terminar de enjuagar mi
camioneta.
—La odio Gaston, lo sabes y si necesita ser niñera de alguien más
que lo sea pero ella
no es de tu interés.
—No me digas con quien puedo y no puedo pasar tiempo Eugenia.
—¡Demonios! Claro que lo haré, la última vez que supe las cosas
estaban en su
lugar, tú eres mío. No te quiero cerca de ella, mantente de una
puta vez lejos de
ella o le diré a Pablo lo amigables que estaban cuando llegué ¡No
soy ciega Gaston!
Vi el modo en que la mirabas, ella bien podría haber estado
desnuda.
Levanté mi cabeza y la miré.
—Nadie me amenaza Eugenia, lo sabes muy bien, no te equivoques.
—Así que tú puedes manosear a la novia de tu primo y yo me tengo
que sentar y
verlo.
—¡No la estaba manoseando! Estábamos lavando mi camioneta, somos
amigos
Eugenia, ella siempre ha sido mi mejor amiga, nuestra amistad no
es un problema y
Pablo está bien con eso. Rocio es muy buena para mí, ella lo sabe,
yo lo sé,
Pablo lo sabe y tú deberías saberlo.
Eugenia no dijo nada, comencé a enjuagar la camioneta esperando
que la
conversación terminara.
—Pero te gusta.
No sonó como pregunta, era más bien una declaración.
—Sí Eugenia, ella es la novia de mi primo, es linda y amable, todo
lo que nosotros no
somos, a todo el mundo le agrada, a todos menos a ti.
—Me refiero a que te agrada, de que te gusta. La manera en que la
miras, tú la
quieres.
Había un millón de cosas que yo quería decir pero decir cualquiera
de ellas
hubiera sido mi peor movimiento, mantener la boca de Eugenia
cerrada era lo mas
importante.
—Ella es la chica de Pablo.
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