sábado, 20 de julio de 2013

Mi Última Cita a Ciegas... (Capitulo 3)







Ramiro. Mi corazón se aceleró. No era raro que Ramiro pasara por mi cubículo y charlara antes de salir del trabajo, pero no tener una cita el Día de San Valentín, me había dejado fuera de quicio.
  Pensé que eras Jazmín.
       Él sonrió, dejando al descubierto sus rectos dientes, de color blanco debajo de sus perfectos labios.
  Cerca, pero soy un poco más alto.
      
Y mucho más guapo. Pensé, en cambio dije: —Sí, lo eres.
      
Cuando se recostó en mi escritorio, puso todo por debajo de la hebilla del cinturón, en mi línea visual directa.
  ¿Qué era de lo que Jazmín trataba de convencerte?
  Una cita a ciegas—, solté.
Con gran esfuerzo, obligué a mis ojos guiarse de su pecho esculpido, hacia su espectacular rostro.
       Sus cejas se levantaron como si le sorprendiera.
  No tienes cita en ésta falsa festividad, ¿eh?
       Acaso él acababa de...
  Pensé que era la única que lo llamaba así.
  No se lo digas a nadie, pero...—, tendió la mano al lado de su boca y susurró: —Creo que el Día de San Valentín es parte de un plan de publicidad enorme, creado por las empresas de flores y chocolates. Ahora bien, si tan sólo pudiéramos hacer un día festivo para ayudar a vender programas de software, sería un éxito.
  Buena idea. Es el siglo XXI, después de todo. ¿Qué tal: Feliz día de la computadora? — Oh, cómo me gustaría celebrar ese día de fiesta con él, sin trabajar. Correr mis dedos por encima de su... teclado. Sonreí ante la idea.
      
Todo se sentía mejor cuando estaba con Ramiro. La forma en que me miraba, nuestra facilidad para bromear, las chispas entre nosotros que yo estaba, obviamente, imaginando.
       Mi estado de ánimo eufórico, pasó a desinflarse en cuestión de segundos.
Esa es la realidad para ti.
  Anotaré el día de la computadora en mi calendario—.
Miró de repente su reloj.
  Casi la hora de terminar el día. Así que, eh, ¿irás a esa cita a ciegas?
     
 Hice una pausa, preguntándome por qué parecía tan interesado. Probablemente sólo era amable.
  ¿Yo? ¿Haciendo conversaciones triviales con alguien a quien nunca he conocido, probablemente sin tener nada en común y todo por la remota posibilidad de que funcionará? No lo he decidido.
       Inclinó la cabeza y me dio una mirada de reojo.
  Haces sonar las citas, peor que cuando vas al dentista.
       Evitaba su mirada, con ganas de patearme a mí misma por dejar que se me deslizara.
  He escuchado que tienes grandes planes.
       Arqueó las cejas y miró hacia su oficina.
  ¿Escuchaste lo que le dije a Francisca?
       Oh, sí, y todavía tenía el dolor del cuello para probarlo.
  No pude evitarlo, por la encuesta que anda dando vueltas por e-mail.
  ¿Encuesta en el correo electrónico?
  Sobre si tú deseas o no, invitarla a salir.
       Estudió mi rostro, y parecía que no podía decidir si creerme o no.
  ¿Y cuál fue tu voto?
  Ella es bonita. Divertida—. Me encogí de hombros. —Cualquier hombre tendría un buen rato con ella.
        Frunció el ceño y tocó el archivo con la palma de su mano opuesta.
  ¿Así que piensas que todo lo que necesito es una cara bonita?
      
 Grandioso. Ahora, yo le había insultado. Levanté las manos en señal de rendición.
  Es sólo una broma. No hubo tal encuesta. Te lo juro.
  Val, yo...— la cabeza de Jazmín apareció sobre nuestra pared del cubículo compartido y se quedó boquiabierta cuando vio a Ramiro. —Yo, eh, sólo estaba comprobando si reconsideraste lo que hablábamos antes.
  
     Dudé. Ramiro tenía grandes planes, mientras que yo tenía las palomitas de maíz y una película con mi amado beagle. Mi orgullo hizo una pausa para reconsiderar su decisión.
  Bueno, tengo que terminar una cosa o dos antes de salir—. Ramiro escribió una nota rápida, y luego me la entregó. Le dio también un papel a Jazmín.
  Dejaré que ambas conversen. Espero que tengan un gran fin de semana. Feliz Día de San Valentín.
  Feliz Día de San Valentín—. Me dolía decirlo. Yo no quería tener un feliz Día de San Valentín, a menos que él estuviese conmigo.
        Jazmín escaneó el papel.
  Claro, Ramiro. Tú también.
Le hice un gesto a la hoja amarilla que Jazmín estaba sosteniendo.
  ¿Qué te dio?
        Ella se encogió de hombros.
  Las actualizaciones del software. ¿Y a ti?
        Miré hacia abajo en la mía. De seguro, actualizaciones de software. En la esquina superior derecha, sin embargo, había dejado un mensaje con su puño y letra sin problemas:
“Toma una oportunidad. Una visita al dentista puede corregir algunos molestos dolores. ”
        Mi corazón se hundió. Si él me estaba dando consejos de citas, era evidente que habíamos entrado en la Zona de Amigos. Obviamente, él no iba a darse una oportunidad con la chica que no podía darse el lujo de pagar las luces en el pelo.
  ¿Y?— Brillaban los ojos de Jazmín. — ¿Qué harás? ¿TV con Chester o una cita a ciegas con un tipo del cual tu mejor amiga tiene plena confianza que adorarás?
        Me quedé viendo la nota de Ramiro.
       
¿Tomar una oportunidad? Había tomado muchas. ¿Mi novio de la escuela secundaria? Resultaba ser en su mayoría hormonas. Mis numerosas citas en la universidad no me enseñaron nada de nada sobre el romance y mucho acerca de los pros y los contras de la bebida. Ah, sí, y no nos olvidemos de mis fracasos recientes.
        En serio, ¿por qué una chica inteligente pondría su corazón en la tabla de picar de nuevo? El mío había sido picado lo suficiente ya, muchas gracias.
        Tal vez valdría la pena el riesgo con Ramiro, pero tenía grandes planes. El pensar en él con otra chica me daba náuseas. Él podría estar en una relación o  comprometido.
  Estoy esperando—. Jazmín entró a mi cubículo, llenando el espacio vacío que Ramiro había dejado. — ¿Qué vas a hacer?
       Jaz tenía su cita romántica con Tacho, Francisca tenía su noche caliente con el señor crema y nata, y yo tendría otro maratón de TV con mi perro fiel. Si no tomaba la propuesta de Jazmín, probablemente me obsesionarían durante toda la noche los grandes planes de falsa festividad de Ramiro.
       Quizá él estaba en lo cierto.
Tal vez debería tener una última oportunidad. Por lo menos, podría ser una distracción...
       —Está bien, está bien—. Giré en mi silla para hacer frente a Jaz. —Puedes dejar que Cupido me dispare con su flecha una última vez.
       Su rostro se iluminó. Ella chilló, y luego aplaudió.
  Estoy en ello. Te llamaré con los detalles. No te arrepentirás.
  Famosas últimas palabras—, murmuré mientras Jazmín se alejaba a toda prisa para preparar mi última cita a ciegas.

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