miércoles, 17 de julio de 2013

Lazos capitulo cuatro

capitulo
ROCIO
Observé como la minivan de mis padres salía de la calzada antes de levantar el
teléfono y enviarle un mensaje a Gaston.
“¿Te gustaría venir a ver una película en mi casa?”
Mi corazón empezó a latir fuertemente en mi pecho.
“¿Y tus padres?” Respondió inmediatamente.
Estarán fuera por dos noches
Mi padre llevaba a mamá a fuera  por su aniversario.
Mi celular sonó asustándome, tanto que lo tiré. Luché por recogerlo, estaba
preocupada de que quizá fuera Pablo. Nunca sería capaz de ocultar el
sentimiento de culpa en mi voz si tuviera que hablar con él. Era Gaston.
―Hola ―dije al teléfono.
―Dejaré mi camioneta en el parque y caminare a tu casa a través del bosque. Deja
la puerta trasera abierta.
Él no quería que nadie viera su camioneta aquí. Sabía que era por mi beneficio.
Probablemente lo mejor era que él no se estacionara frente a mi casa. Él sólo era mi
amigo pero… seguía siendo un chico. Un chico malo. Rocio no traería
chicos a casa mientras sus padres están fuera de la ciudad.
―Está bien, si es lo que quieres hacer.
―Así es. ―Su profunda voz me hizo temblar por dentro.
―Entonces, nos vemos pronto ―respondí.
―Sí ―dijo antes de colgar.
Me quedé viendo mi celular en la palma de mi mano intentando averiguar por qué
lo había invitado a venir. Esta no podría ser una buena idea. Tiré mi celular en la
cama y me dirigí a la ducha. No quería pensar en la regla que estaba rompiendo.
Eso no podía ser malo. Tan sólo era una pequeña regla, comparándola con las
reglas en general. Me refiero que había reglas más grandes que podría romper.
Además necesitaba romper alguna regla antes de volverme loca.
Una luz iluminó la puerta trasera lo cual provocó que mariposas revolotearan
frenéticamente en mi estomago. Escuché como se abría y cerraba el pestillo de la
puerta. Rápidamente me deslicé en un vestido blanco de verano después de probar
varios conjuntos informales, tenía que decidir por el que me hiciera lucir mejor. El
vestido era corto con tirantes por lo que parecía lo suficientemente casual para una
noche de películas, creo… daba igual. Estudié mis pies descalzos. Acababa de
pintar mis uñas de los pies con un esmalte rosa caramelo y decidí quedarme sin
zapatos. Incluso era más casual.
Me dirigí a la sala para saludar a mi invitado. Dejé de respirar cuando vi a Gaston
parado en la cocina. El color negro siempre lucía bien en él, pero verlo parado en
mi cocina en una ajustada camiseta negra y unos pantalones para montar me hizo
marearme. Me di cuenta de que había dejado de respirar.
―Hey. ―Me las arreglé mentalmente para que sonara lo más casual posible.
El asintió con la cabeza y me dirigió una pequeña sonrisa antes de caminar hacia la
nevera y abrirla.
―Tengo sed. ¿Puedo tomar una coca? ―preguntó sin voltear a verme.
―Um claro, seguro. También ordené pizza. Debería llegar en unos minutos. Por si
tienes hambre.
Cerró la puerta del refrigerador y abrió la lata de coca-cola que tenía en la mano,
luego tomó un trago.
―Siempre tengo hambre ―respondió.
―Bien. ―No sabía que mas decir.
Yo había invitado a Gaston a ver una película en mi casa. Ahora él estaba aquí, todo
lo que decía sonaba a gloria y yo no sabía que decir. Caminó hacía mi sonriendo.
―Relájate Rochi, sólo soy yo. ―Señaló con la cabeza en dirección a la sala de estar―.
Ahora vamos a ver qué tipo de películas tienes.
Tragué nerviosamente, di media vuelta y lo seguí al salón. Esta era una mala idea.
Estaba actuando como una idiota. Así no es como actúan los amigos. Si quería ser
su amiga tenía que empezar a actuar como tal, no como una loca enamorada.
―Alquilé dos películas. Si no te gusta ninguna puedes tomar alguna de
las que tengo en mi habitación, pero te advierto que la mayoría son comedias
románticas. Las que alquilé probablemente sean más de tu estilo.
Me mantuve alejada de él porque mis mejillas estaban calientes y odiaba la idea de
que él me viera sonrojarme. Estaba siendo muy tonta. Alcancé las películas de
acción que había alquilado y me giré para sentarme, cuando él se movió detrás de
mí, me congelé. Mi cuerpo se puso en alerta máxima y tomé grandes bocanadas de
aire.
―Déjame ver ―susurró en mi oído.
Colocó sus brazos a mi alrededor y me quito las películas de las manos. Cuando
nuestras manos se rozaron, contuve la respiración. Por un segundo se detuvo en
esa posición, luego se alejó rápidamente. Mi alocado comportamiento lo hizo sentir
incomodo.
―Buena elección. He estado esperando para verlas, pero Eugenia y yo no
acostumbramos ver películas.
El nombre de Eugenia sonó como una advertencia para mí.
Me giré sobre la punta de mis pies.
―Bien, elige una y ponla. Voy a buscar el dinero antes de que llegue la pizza.
Pero primero iría a echarme agua en la cara y calmarme. No esperé por su
respuesta y abandoné la habitación.
El timbré sonó mientras sacaba dinero de mi cartera. El repartidor probablemente
sea alguien de la escuela. Gaston atendiendo la puerta no parecía ser la mejor idea.
Corrí fuera de mi habitación y me topé cara a cara con Gaston. Para ser más exactos,
cara con pecho. Un pecho que olía realmente bien. Cerré mis ojos y respire
profundamente.
―Esperaré aquí mientras tú pagas ―dijo en un susurro.
Asentí con la cabeza y pasé alrededor de él. En el momento en que abrí la puerta
me sentí aliviada de que Gaston se escondiera. Era Jimmy un jugador del
equipo de fútbol.
―¿Qué tal todo, Rocio? ―preguntó Jimmy con una gran sonrisa.
―Um, bien, gracias.
―Yo creo que extrañas a Pablo.
―Sí, lo hago ―respondí asintiendo y depositando el dinero en su mano―. Gracias,
quédate con el cambio.
Su sonrisa se hizo más grande.
―Genial, gracias Rocio. Nos vemos.
Le devolví la sonrisa y cerré la puerta. Gaston dio un paso y entró al recibidor.
―Eso huele bien.
Yo pensaba lo mismo, pero no creía poder comer nada. Gaston tomó la caja de mis
manos, se acercó al sofá y colocó la caja en la mesa para el café.
―Traeré algunos platos desechables.
El comenzó a abrir la caja.
―No es necesario que traigas uno para mí, aunque una servilleta no me vendría
mal.
Gaston se las arreglo para comerse la mayor parte de la pizza antes de que yo lograra
tragar un pedazo. Estaba contenta de que él no se sintiera incómodo por mi tonto
comportamiento. Se reclinó en el sofá con los ojos en la película, después de frotar
sus manos con la servilleta.
―Te dejé dos pedazos más de piza. No puedes estar llena.
Volteé a verlo.
―Quieres decir que no has dejado de comer porque estabas lleno.
―No, sólo estaba siendo considerado. Nunca me lleno ―dijo, negando con la
cabeza.
Me recosté en el sofá.
―Come todo lo que quieras, yo estoy llena.
En lugar de inclinarse para tomar otra rebanada, como yo creí que haría, puso toda
su atención en mí.
―¿Por qué me invitaste esta noche, Rochi?
Mi cara palideció. ¿Por qué lo había invitado? Responder esa pregunta no era algo
fácil.
Desde que él atravesó la puerta, he estado actuando ridículamente. Con Pablo
nunca me faltaban las palabras. Gaston me afectaba. Ahora, él se estaba aburriendo a
muerte con la hija del pastor mientras podría estar gastando su tiempo con su
sensual y ardiente novia haciendo cosas de las que ni siquiera he oído hablar. Yo le
estaba privando de una noche emocionante. La idea de que él probablemente vino
a mi casa para hacerme compañía en lo que su primo estaba fuera del pueblo, me
hizo sentir fatal. Él estaba haciendo una obra de caridad y yo no podía hablar de
algo más interesante. Bueno, al menos le di de comer.
―Lo siento. Creo que no quería estar sola. Puedes irte. Sé que esto debe ser
aburrido comparado con lo que acostumbras a hacer. ―Me las arreglé para
mostrarle una pequeña sonrisa.
Frunció el ceño y apoyó los codos sobre sus rodillas, pero no aparto su mirada de
mí.
―Estar contigo no es aburrido. Es sólo que luces incómoda. Si quieres que me vaya,
lo haré. Tengo la sensación de que estas pensando que tengo otras cosas que hacer.
Suspiré y le dirigí una pequeña sonrisa.
―No, quiero que te quedes. Nunca he traído a casa otro chico aparte de Pablo y
eso sólo cuando mis padres están aquí. Estoy nerviosa. No es que yo no te quiera
aquí.
―¿Por qué te hago sentir nerviosa? ―preguntó mirándome.
―No lo sé ―respondí honestamente.
―Mmm, creo que te equivocas ―me contradijo sonriendo.
―¿Qué?
―Tú has tenido otros chicos aquí. Yo venía aquí muy seguido. Tu habitación luce
igual.
Sonreí. Tenía razón. Sólo necesitaba recordar que éste era el mismo muchacho que
solía tirarse en la cama conmigo y ver películas.
Cerró el espacio que había entre nosotros y se relajó recargando su brazo en el
respaldo del sofá.
―No muerdo, sólo soy yo Rochi. Lo prometo. Ven aquí y veamos la película.
Estudié el espacio entre sus brazos y la idea de acurrucarse contra él era muy
tentadora. Pero no creí que él tuviera eso en mente. Así que en lugar de eso, me
recosté en el sofá con cuidado de no tocarlo. Su mano no vino y me atrajo contra él.
Se mantuvo en su lado del sofá y me sentí decepcionada.
―Relájate y ve la película ―dijo, con una voz suave que nunca había escuchado en
él. Eso me hizo sentir segura.
El brazo de Gaston terminó por caer en mis hombros. Distraídamente comenzó a
trazar pequeños círculos en la parte superior de mi brazo. Era como si pequeñas
cargas eléctricas fueran zumbando a través de mi cuerpo. Tenía la esperanza de
que no se diera cuenta que respiraba con dificultad. Cerré los ojos y fantaseé acerca
de meter mis manos bajo su camiseta y tocar su suave piel y cubrir sus firmes
abdominales. Lo miré a través de mis pestañas y vi que toda su atención estaba
puesta en la película. No tenía idea de lo loca que me ponía. Poco a poco me
acerqué a él, hasta que mi cabeza estuvo en el hueco de sus brazos. El olor a jabón
y aire libre llenó mis sentidos. Pablo siempre olía a colina. Me gusta
el jabón. Giré la cabeza lo suficiente para poder olerlo mejor. Su brazo ligeramente
apretado a mi alrededor. Él no insinuó nada con eso, pero me sentí tan bien. Giré
mi cuerpo hacía él y cerré los ojos. Dejé volar mi imaginación y me pregunté cómo
se sentiría sin esa molesta camiseta cubriéndole el torso.
―Rochi. ―La voz de Gaston interrumpió mis fantasías.
―Hmm… ―Me las arreglé para responder sin que mi mano tocara sus
abdominales.
―¿Qué estés haciendo? ―Su voz no sonaba bien. Había un tono de pánico que me
trajo de vuelta a la realidad. Ahogué un grito cuando me di cuenta de que había
subido la pierna sobre el muslo de Gaston. El dobladillo de mi vestido de verano
apenas cubría mis bragas. Para empeorarlo más, mi mano se había hundido bajo su
camiseta negra y sentía su piel suave y cálida. El horror se apoderó de mí
haciéndome quitar la mano de su camiseta y sentarme.
―¡Oh Dios mío! ―exclamé―. Lo siento… yo no estaba… lo siento. ―No podía
mirarlo a los ojos. ¡No después de haber estado sobre él! En cambio, hice lo único
que podía pensar: corrí a mi habitación.
Empujé la puerta lo suficientemente fuerte para que se cerrara de un golpe, pero el
fuerte crujido nunca llegó.
―Rochi, espera. ―La voz de Gaston hizo que me encogiera. ¡OH DIOS! ¿Por qué tuvo
que seguirme? ¿No pudo sólo haberse ido? No podía voltear a verlo.
―Lo siento… sólo vete, está bien.
Me crucé de brazos y miré fijamente por la ventana esperando a que él se fuera.
Sus brazos me abrazaron por detrás y yo gemí por la humillación, eso sólo
empeoró las cosas. Él sólo trataba de reconfortarme.
―No sé qué está pasando en esa cabeza tuya, pero por la forma en que actuaste me
imagino que es bastante malo. ―El recargó su cabeza en mi hombro―. Tú quieres
que me vaya y lo haré. Pero antes quiero que entiendas algo.
Tenía un gran nudo en la garganta y contenía las lágrimas en mis ojos. Responder
me era imposible
―Yo inicié lo que sucedió allí. No tú. No estaba preparado para esa reacción. Pensé
que tú me empujarías lejos, no… acercarte más. ―Paró de hablar y su respiración
era cálida en mi cuello, sus labios tocaron mis hombros desnudos. Me estremecí y
sus manos recorrieron mis brazos hasta cubrirlos―. No debería tocarte, pero no
puedo detenerme ―murmuró de nuevo en mi oído.
Yo quería contradecirlo. No era su culpa. Quería decirle que yo fui la que se dejó
llevar. Pero no podía manejar nada más que un leve lloriqueo.
―No puedo hacer esto Rochi. Dios lo sabe, quiero pero no puedo. ―Y después se fue.
Me giré para verlo atravesar la puerta. Quería llamarlo para que regresara más que

nada en el mundo, pero no lo hice.

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