Capítulo
1
me senté en la encimera de la cocina,
observando a mi mamá hacer pasta
al horno;
ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando
al reloj a
cada minuto. Sabía por qué lo hacía, mi papá debía estar en casa en
exactamente
en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa
tan pronto
como entrara.
Nicolas se
acercó, jugando con sus figuras del Hombre Araña.
—Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Gaston? —preguntó, lanzándole una mirada de
cachorrito.
Ella miró
el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente.
—No ahora. La cena no tardará mucho y necesitamos comer como una
familia. —Se estremeció ligeramente mientras hablaba.
Era mi
hermano mayor, y
como los
hermanos mayores, era el mejor. Siempre me cuidaba en casa y en la
escuela,
se aseguraba de que nadie me molestara. El único que tenía permitido
molestarme,
según su opinión, era él, y en una menor medida su mejor amigo
Gaston,
que resultaba que vivía en la casa de al lado.
Mi mamá
tenía esa
mirada es su cara, como de miedo o preocupación, y empezaba a correr
de aquí
para allá ahuecando los cojines sobre el sofá. Yo siempre me quedaba allí y
deseaba
silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir.
Nicolas y
yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic
de la
puerta señalara que él estaba en casa. Podía sentir mi estómago
revoloteando,
mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él
hubiera
tenido un buen día y estuviera normal esta noche.
Un par de
minutos después, él entró. Nicolas me lanzó una mirada que me decía que
me
comportara y sostuvo mi mano bajo la mesa. Mi padre tenía cabello rubio, del
mismo
color del de Nicolas. Tenía ojos marrones, y siempre tenía el ceño fruncido.
—Hola, niños —dijo en su
ruidosa y profunda voz. Un estremecimiento se deslizó
por mi
columna cuando habló
Siempre
parecía que era yo la que metía a todos en
problemas
o hacía algo mal.
Siempre
parecía que era la que empeoraba las cosas para todos. No solía ser así,
solía ser
la niñita de papá, pero desde que empezó su trabajo, hace tres años,
cambió.
Nuestra relación con él cambió por completo. Él todavía me favorecía por
encima de
Nicolas, pero cuando venía del trabajo, era como si quisiera pretender que
Nicolas y
yo no estábamos allí. La forma en que miraba a Nicolas algunas veces era como
si
estuviera deseando que no existiera, hacía que me doliera el estómago verlo
mirar a mi
hermano de esa forma.
—Hola, papá —respondimos ambos
al mismo tiempo. Justo entonces, mi mamá
vino
cargando la pasta y un plato de pan con ajo.
—Esto se ve bien, Adriana —dijo él, dándole una sonrisa. Todos empezamos a
comer en
silencio e intenté no moverme incómodamente en mi lugar—. Entonces,
¿cómo
estuvo la escuela, Nicolas? —le preguntó a mi
hermano.
Nicolas
levantó la mirada nerviosamente.
—Estuvo bien,
gracias. Intenté entrar al equipo de
hockey sobre hielo y Gaston y yo…
—empezó a decir, pero mi papá asintió, sin escuchar.
—Eso es genial, hijo —interrumpió él—. ¿Qué hay de ti, Rocio? —preguntó,
volviendo
su mirada hacia mí.
¡Oh, Dios!
De acuerdo, sé cortés, no divagues.
—Bien, gracias —respondí
calladamente.
—¡Habla más alto, niña! —gritó.
Me
estremecí con su tono, preguntándome si iba a pegarme, o quizá me enviaría a la
cama sin cenar.
—Estuvo bien, gracias —repetí un poco
más fuerte.
Él frunció
el ceño y luego se volvió hacia mi mamá, que estaba estrujándose las
manos
nerviosamente.
—Entonces, Adriana , ¿qué has estado haciendo hoy? —preguntó, comiendo su
cena.
—Bueno, fui al supermercado y conseguí ese shampoo que te gusta, y
luego
planché un
poco —respondió mi mamá rápidamente. Sonaba como una respuesta
preparada,
siempre hacía eso, tenía sus respuestas listas de modo que no fuera a
decir nada
inapropiado que lo hiciera enojar.
Extendí la
mano por mi bebida, pero no estaba observando apropiadamente y la
volqué,
derramando el contenido sobre la mesa. Los ojos de todos volaron hacia
mi padre,
que se levantó de un salto de su silla.
—¡Mierda! ¡Rocio, estúpida pequeña perra! —gruñó, agarrándome del brazo y
empujándome
bruscamente de la mesa. De repente mi espalda golpeó la pared, el
dolor me
atravesó y me mordí el labio para dejar de llorar. Llorar lo empeoraba
todo, él
odiaba que llorara, decía que solo los débiles lloraban. Lo vi apartar su
mano; iba
a golpearme. Sostuve el aliento esperando el golpe, sabiendo que no
había nada
que pudiera hacer más que soportarlo, igual que siempre.
Mi hermano
se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo
con fuerza
sus brazos a mí alrededor, cubriéndome. La suya estaba hacia mi padre
mientras
me protegía.
—¡Suéltala, Nicolas! ¡Necesita aprender a ser más cuidadosa! —gritó mi padre,
agarrando
a Nicolas de su ropa y lanzándolo al piso. Me abofeteó, enviándome al
piso,
luego se volvió hacia Nicolas y lo pateó en la pierna, haciéndolo gemir—. ¡No te
metas en
mi camino de nuevo, pequeño pedazo de mierda! —le gritó a Nicolas,
mientras
estaba acurrucado en una bola en el piso.
Lágrimas
silenciosas corrían por mi cara. No podía soportar ver herido a mi
hermano;
él sólo estaba intentando protegerme. Nicolas siempre hacía eso.
Cuando me
metía en problemas, él provocaba a mi padre de modo que la tomara
contra él
en su lugar.
Mi padre
levantó su plato y su bebida, caminó a zancadas hacía la sala para
terminar su comida, murmurando algo sobre
nosotros siendo “los peores niños en
el mundo” y “cómo infiernos se pudo
quedar atrapado en esta vida”.
Me
arrastré hasta mi hermano y envolví mis brazos alrededor suyo con fuerza,
aferrándome
a él como si mi vida dependiera de ello. Él gimió y se levanto para
sentarse,
abrazándome de vuelta, frotando su mano por mi mejilla punzante.
—Lo siento, Nicolas. Lo siento —murmuré en voz baja, llorando sobre su hombro.
Él negó
con la cabeza.
—Está bien,. No es culpa tuya —dijo con voz ronca, me dio una pequeña
sonrisa y
tratando de ponerse en pie, gimiendo. Me puse de pie con un salto y le
ayudé a
levantarse. Podía oír movimiento así que levanté la mirada para ver que mi
madre
estaba limpiando la mesa frenéticamente.
—Lleven sus cenas a sus cuartos y coman, ¿bien? —ordenó, besándonos a los dos
en la
mejilla. Ella tenía que ir a donde mi padre y hacer control de daños, él
estaría
de mal
humor por mi error y ella tenía que calmarlo antes de que pasase algo
más—. Los veré a la mañana. Los quiero a los dos. Por favor estén
callados, y pase
lo que
pase, quédense en sus habitaciones —ordenó,
rápidamente besándonos
otra vez y
entregándonos nuestras cenas a medio comer, antes de empujarnos
hacia el
vestíbulo trasero.
volvi
corriendo
a mi cama y me tiré sobre ella, llorando silenciosamente. No podía parar,
estaba
sollozando y sollozando. ¡Había sido estúpida esta noche e hice que hiriera
a mi
hermano otra vez! Y probablemente a mi madre también, por el sonido de los
ruidos en
el salón.
De
repente, se produjo un rasguño, un ruido golpeando en mi ventana. Abrí mis
ojos de
golpe para ver a Gaston fuera, mirándome con tristeza. Me levanté y corrí
hacia mi
ventana la abrí y la deslicé hacia arriba silenciosamente preguntándome
qué demonios
estaba haciendo aquí. ¿No debería estar en su casa?
—¿Gaston, qué estás haciendo aquí? ¡Tienes que irte, ahora! —le grité susurrando,
sacudiendo
mi cabeza con fuerza. Pero el chico estúpido solo trepó a mi habitación
por la
ventana, cerrándolo silenciosamente detrás de él.
Contuve la
respiración, mirando a mi puerta con los ojos muy abiertos. Si mi padre
lo
atrapaba aquí se iba a volver loco, no le gustaba que Gaston viniera y jugara
en
nuestra
casa, siempre decía que era muy ruidoso.
—¡Gaston, sal! —susurré,
desesperadamente intentando empujarlo devuelta hacia la
ventana.
Me estremecí, preguntándome que haría mi padre si hubiera escuchado
abrirse la
ventana y supiera que Gaston estaba aquí. Gaston no se movió; simplemente
envolvió
sus brazos alrededor mio con fuerza y me atrajo contra su pecho. Traté de
empujarlo,
pero él solo me sostuvo con más fuerza.
—Está bien —susurró,
acariciando mi pelo. Empecé a llorar otra vez en su pecho;
pensamientos
de Nicolas siendo herido antes inundaron mi cabeza.
Gaston era
alto para su edad; tenía diez años, igual que Nicolas. Ellos eran mejores
amigos, y
lo habían sido desde que nos mudamos hace cuatro años. Tenía el pelo
rubio, el
cual normalmente ponía en punta con demasiado gel, y ojos
verdes
claros que eran como ventanas a su alma. Cuando Gaston te miraba te hacia
sentir
como si pudieras volar. Era muy lindo; todas mis amigas estaban coladas por
el por
alguna razón. Gaston y yo, sin embargo, no nos llevábamos del todo bien. Él se
burlaba de
mí todo el tiempo, me pone la zancadilla, me tira del pelo, y tiene esta
molesta
costumbre de llamarme Ángel por alguna razón, me llamó así desde el
momento en
que me conoció y realmente me pone furiosa.
¿Qué
demonios estaba haciendo aquí ahora? ¿Y por qué estaba abrazándome? Tal
vez pensó
que esta era la habitación de Nicolas, tal vez se acercó a la ventana
equivocada
—pero no podía estar en lo cierto
porque la habitación de Nicolas estaba
en la otra
parte del vestíbulo, su ventana daba al patio trasero.
Me eché
hacia atrás para mirarlo. Por alguna razón él se veía tan triste; tenía
lágrimas
en sus ojos mientras se limitaba a seguir abrazándome. Él sabía sobre mi
padre,
Nicolas había sido cubierto por moratones una vez y le soltó la verdad a él.
Nicolas y
yo le rogamos que no dijera nada, sin embargo, nunca lo ha hecho.
—¿Qué estás haciendo aquí, Gaston? —susurré, limpiándome la cara, pero las
lágrimas
siguieron cayendo.
Me tiró
sobre la cama, meciéndome suavemente, igual que Nicolas siempre hacia
cuando
lloraba. Miré su pecho y me di cuenta que estaba usando shorts y camiseta
de los
Power Rangers. Fruncí el ceño, un poco confundida en cuanto ha por qué
tendría
puesto eso, hacía mucho frío fuera. Entonces me di cuenta de que estaba
usando su
pijama. Miré al reloj para ver que eran casi las ocho y media. Había
estado
llorando durante más de una hora.
—Te vi a través de la ventana. Solo quería venir y asegurarme de
que estabas bien
—susurró a su vez, todavía abrazándome con fuerza.
Volvía
mirar a la ventana. La habitación de Gaston estaba directamente en frente de
la mía y
podía ver en su habitación, lo que significaba que él podía ver en la mía.
Me mordí
el labio, oh Dios me había visto llorando, tengo que verme tan débil para
él. Las
únicas personas ante las que alguna vez había llorado eran mi madre y Nicolas.
—Estoy bien. Tienes que irte —susurré empujándole otra vez, tratando de sacarlo
de la
cama.
Se limitó
a negar con su cabeza.
—No me voy hasta que dejes de llorar —declaró, tirándome hacia abajo de manera
que ahora
estábamos tumbados en mi cama, uno enfrente del otro. Tenía sus
brazos
envueltos alrededor mío tan fuerte que ni siquiera podía retorcerme. Me
sentí
segura y caliente. Me deslicé aún más cerca de él, presionando todo mi
cuerpo con
el suyo y sollocé en su pecho.
Me
desperté a la mañana, todavía fuertemente envuelta en sus brazos; di un grito
ahogado y
miré al reloj 6:20 a.m.
—¡Gaston! —susurré,
sacudiéndolo.
—Ahh, ¿qué, Mamá? —preguntó con sus
ojos cerrados.
—¡Shhh! —siseé, rápidamente cubriendo su boca
antes de que hablase otra vez.
No puedo
creer que nos quedásemos dormidos, esto está tan mal.
Sus ojos
se abrieron de golpe y me miró, sorprendido, luego miró alrededor de mi
habitación.
—Oh no, ¿me quedé dormido? —susurró, sentándose y pasándose la mano por su
pelo, que
estaba levantado por todas partes pero en realidad se veía mejor que
cuando
tenía ese asqueroso gel en él.
—Tienes que ir a casa, Gaston. ¡Rápido! —siseé, empujándolo hacía la ventana. La
abrió y
empezó a trepar fuera pero agarré su mano haciendo que se detuviera.
Levantó la
vista hacia mí una expresión confundida en su cara.
—Gracias —susurré,
sonriéndole agradecidamente. Realmente necesitaba ese
abrazo la
otra noche, esa fue probablemente la cosa más bonita que Gaston alguna
vez había
hecho por mí.
Él me
devolvió la sonrisa.
—De nada, Ángel —respondió,
sonriendo y saliendo.
Vi como
pasaba por el agujero en la valla y volvió a subir a su propia ventana. La
cerró y me
saludó, le devolví el saludo y luego fui a vestirme. El pensamiento de
Gaston viniendo
a escondidas aquí y estando en la casa sin permiso, hizo que mi
estómago
doliera. Tuvimos mucha suerte de no ser atrapados. Me aterraba pensar
que habría
sucedido si sus padres hubieran ido a su habitación a la noche y
hubieran
visto su cama vacía, o que habría pasado si no me hubiera despertado
temprano.
Me estremecí al pensar en lo que mi padre haría si hubiera entrado aquí
para
encontrar a Gaston en la casa durante la noche.
adaptacion.

masssssss!!! :)
ResponderEliminaresta buenisima quiero mas capitulo no me quiero ni imaginar que aran estos dos cuando sean mayores jajaja
ResponderEliminarOhhhh me encantó.... Quiero massssss ;)
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