Volvo perdón la desaparición repentina, estos últimos meses tuvo muchos cambios a los que me estoy acostumbrando, prometo avanzar esta historia quiero q aparezca pronto Rama ;)
bueno como ya saben no se la pierdan lunes, miércoles y viernes, sin más....
Capitulo 37
Poco después de que Aleli
cumpliera cuatro años, comprendí lo que podía suponer para mí
volver a salir con chicos, y no me gustó. Una de mis compañeras de
la peluquería, Angie Keeney, me organizó una cita a ciegas con su
hermano Agustín Él acaba de divorciarse de su amor de la
universidad, con quien había estado casado durante dos años. Según
me contó Angie, Agustín quería conocer a alguien completamente
distinto de su anterior esposa.
—¿A qué se
dedica tu hermano? —le pregunté yo.
—¡Oh, le va muy
bien! Es jefe de ventas del departamento de electrodomésticos de
Price Paradise. —Angie me lanzó una mirada significativa—.
Agustín es proveedor.
Yo anoté mi teléfono en
un papel para que Angie se lo entregara a su hermano. Agustín me
telefoneó al día siguiente. A mí me gustaron su voz agradable y su
risa fácil. Acordamos salir a cenar a un restaurante japonés, pues
yo no había estado en ninguno.
—Lo probaré todo
menos el pescado crudo —declaré yo.
—Te gustará cómo
lo cocinan.
—De acuerdo.
—Pensé que, si millones de personas comían sushi y sobrevivían a
la experiencia, yo bien podía probarlo—. ¿A qué hora pasarás a
recogerme?
—A las ocho.
Me pregunté si
encontraría a una canguro que pudiera quedarse hasta medianoche.
Tampoco sabía cuánto me cobraría. ¿Cómo reaccionaría Aleli
cuando la dejara sola con una desconocida? Y también me pregunté
cómo reaccionaría yo. Aleli a merced de una desconocida..
—Estupendo
—respondí—. Buscaré una canguro y, si no la encuentro, te
telefon...
—¿Una canguro?
—me interrumpió él con aspereza—. ¿Una canguro para qué?
—Para mi hermana
pequeña.
—¡Ah! ¿Esta
noche se queda contigo?
Yo titubeé.
—Sí.
No le había contado
mi vida personal a nadie en Salón One y nadie, ni siquiera Angie,
sabía que yo era la tutora de una niña de
cuatro años. Aunque sabía que debería habérselo contado a Agustín
desde el primer momento, la verdad es que tenía muchas ganas de
salir a cenar fuera. Me parecía que llevaba viviendo como una monja
desde hacía una eternidad, y Angie me había advertido que su
hermano no quería salir con nadie que llevara equipaje, pues quería
empezar desde cero.
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Técnicamente, yo no había
mentido, sin embargo, retener información es, con frecuencia, lo
mismo que mentir, y la mayoría de las personas afirmarían sin
titubear que Aleli era un «equipaje». Aunque, en mi opinión, todas
esas personas estarían totalmente equivocadas. Aleli no era un
equipaje y no se merecía que la echaran en el mismo saco que los
delitos o las enfermedades incurables. Además, si yo no pensaba
recriminarle a Agustín que se hubiera divorciado, él no debería
recriminarme que estuviera criando a una hermana pequeña.
La primera parte de la cita fue bien. Agustín era un hombre guapo, con una melena rubia y espesa y una bonita sonrisa. Comimos en un restaurante japonés cuyo nombre yo no conseguí pronunciar. Para mi sorpresa, la camarera nos condujo a una mesa que apenas me llegaba a las rodillas y nos sentamos sobre unos cojines en el suelo. Aunque el sushi estaba muy bien preparado, si cerraba los ojos podría haber jurado que estaba comiendo cebo para pescar crudo. Con todo, me pareció fantástico salir a cenar un sábado por la noche a un restaurante elegante .
Aunque Agustín ya tenía veintitantos años, todavía había algo en él que resultaba inmaduro. No me refiero a algo físico, pues Agustín estaba bien formado y parecía estar en buena forma, pero apenas cinco minutos después de conocerlo, supe que todavía estaba atrapado en la experiencia del divorcio, aunque éste era definitivo.
Según me contó, había sido un divorcio muy desagradable, aunque él le había metido un gol porque le había hecho creer a su ex que le dejaba quedarse con el perro como una concesión, cuando a él aquel animal nunca le había gustado. Agustín también me contó cómo habían dividido sus pertenencias hasta llegar al punto de separar unas lámparas que iban a juego para lograr una igualdad estricta.
Cuando terminamos de cenar, le pregunté a Agustín si quería ir a ver una película a mi apartamento y él respondió que sí. Yo me sentí muy aliviada cuando llegamos a casa. Como era la primera vez que dejaba a Aleli sola con una canguro en Houston, había estado preocupada por ella durante toda la cena.
Brittany, la canguro, tenía doce años y vivía con su familia en el mismo edificio que nosotras. Brittany me aseguró que había realizado canguros para muchos niños del edificio y que, si surgía algún problema, su madre sólo vivía dos pisos más abajo.
Yo le pagué y le pregunté cómo había ido todo y ella me respondió que Aleli y ella se llevaban de maravilla, que habían cocinado palomitas de maíz, habían visto una película de Disney y que la había bañado. El único problema había consistido en conseguir que Aleli se quedara en la cama
—No para de levantarse —me explicó Brittany mientras se encogía de hombros en señal de impotencia—. No hay manera de que se duerma. Lo siento, señora..., señorita...
—Valeria —le aclaré yo—. Está bien, Brittany. Lo has hecho muy bien. Espero que puedas volver a ayudarnos otra vez.
—Seguro.
Britanny guardó en su bolsillo los quince dólares que yo le había pagado y salió del apartamento mientras realizaba, un leve saludo por encima del hombro.
En aquel mismo instante, la puerta del dormitorio se abrió de golpe y Aleli, vestida con el pijama, entró corriendo en el salón.
Britanny guardó en su bolsillo los quince dólares que yo le había pagado y salió del apartamento mientras realizaba, un leve saludo por encima del hombro.
En aquel mismo instante, la puerta del dormitorio se abrió de golpe y Aleli, vestida con el pijama, entró corriendo en el salón.
Continuara...
*Mafe*

Espero el proximo !!!! :-)
ResponderEliminarQue bueno q volviste a subir!!
ResponderEliminarQuiero q aparezca rama !!! :-D