miércoles, 2 de octubre de 2013

Casi capitulo 22

Capítulo 22
::Gaston::
estoy muerta. Estamos muertos. No puedo creer
que bajé la guardia así.
Rochi está gimiendo como si estuviera
dolorida y se frota los ojos
—No creo que fue tan grave como lo estás diciendo. Tu hermana no
podría haberse imaginado nada. Creo que salió bastante bien si no te fijas
en la parte donde Lali casi sopla todo el asunto encubierto por mí. —
Él ríe.
—Eso no es tan gracioso. ¿Qué hay sobre la parte donde mi no-novio
Peter iba de la mano con tu no-novia Lali? Eso fue difícil de pasar
por alto. Peor, me pregunto cuánto tiempo Kika estaba viéndome patinar
así… toda envuelta acurrucada y feliz en tus brazos.
—¿Lo estabas? ¿Feliz? —Mi garganta se contrae al arrepentirme de
preguntar eso.
Trato de encontrar su mirada pero sólo puedo capturar su reflejo
oscuro en la ventana polarizada de pasajeros. No hay suficiente luz como
para leer lo que está pensando.
—¿Por qué? —pregunta. Su tono ha tomado un acento escéptico—.
Te pagaré incluso si no soy feliz, ya sabes. Mi felicidad nunca fue puesta
en el contrato, ¿de acuerdo? ¿A dónde me estás llevando? Todavía tenemos
dos horas antes de mi toque de queda. Es malo estar en casa antes que mi
hermana pequeña.
—Necesito curitas. —Levanto mis dedos.
Ella jadea. —¿Tienes ampollas como esas en las dos manos?
—Sí. Aquellos ganchos de amarre del último lote de mariquitas no
se habrían enganchado sin un poco de fuerza bruta mezclada con piel.
—¿Por qué no me lo dijiste? Yo sólo pensé que tenías realmente
manos ásperas de hombre. Estaba tan oscuro en la pista que no pensé… he
estado sosteniendo tus manos todas las noches. Probablemente yo las hice
peor.
—Tengo manos de hombre ásperas, fuertes y varoniles. Me alegro
de que lo notaras. —Trato de bromear pero mi voz suena forzada.
Ella ríe, aparentemente sin darse cuenta de que estoy actuando
como un bicho raro.
—Te estoy llevando a casa. —Muevo mis dedos—. Mi abuela estará
todavía despierta. Me encantaría que la conocieras.
—No. ¡No a tu casa! ¡De ninguna manera! —Se agarra de los lados de
su asiento.
—¿Por qué?
—No creo que tenga eso en mí… ya sabes… fingir otro segundo. Me
toma mucha energía. Ver a Kika en la pista tomó todo de mí. No puedo
posiblemente engañar a una dulce anciana después de eso.
—Ya estamos aquí. No te preocupes. No tendrás que fingir nada
alrededor de ella.
—¿Ella sabe? ¿Le contaste sobre el contrato? ¿Sobre mí?
—Le he dicho que tengo un enamoramiento por una chica que estoy
tratando duro para conseguir. Te mostraré mi casa, arreglaré mis dedos y
entonces será tiempo para que te lleve a tu casa. Sin problemas. —Muevo
a Bessie en nuestro largo camino de entrada y lo estaciono en frente de un
garaje de coches. Mi casa no puede competir con la de ella pero sé que Rochi
no registra ningún tipo de cosas materiales como importantes. Otra razón
por la que ella me gusta mucho.
—No quiero entrar —susurra y se encuentra con mi mirada. La luz
del frente se está transmitiendo en la cabina de mi auto. Reconocí la
expresión de Rochi. Tenía la misma tensión, su aún mirada vulnerable de la
primera vez que había ido a conocerme al complejo deportivo.
Hermosa. Aterrorizada. Y exhausta.
Si sólo pudiera borrar las dos últimas cosas. Busco consuelo en el
hecho de que ella me estaba dejando ver que solía trabajar muy duro para
ocultar.
—Mantendremos esto bajo llave. Abue es genial. La amarás.
—¿Y si no le gusto?
—Imposible. —Le guiño, tratando de sacarle una sonrisa, pero en
lugar, apoya su cabeza contra el asiento y cierra sus ojos como si quisiera
bloquearme. Era tan tentador no mirar cuando estoy así de cerca. Y
cuando ella no está mirando—. Eres la clase de chica que siempre esperé
traer a casa —agrego. Mi corazón captura cuando sonríe con los ojos
todavía cerrados.
—Apuesto a que has usado esa línea con todas las chicas que has
tenido sentadas en este mismo lugar. —Abre sus ojos y encuentra mi
mirada. La brisa cálida de la noche está soplando a través de la ventana,
agitando suavemente los rizos que enmarcan su cara.
Mierda, amo a esos rizos tenues… a esos ojos. A ella.
Deseo poder decirle. Sin embargo, le devuelvo la sonrisa. Mi mirada
recorre a lo largo de la curva de su mejilla y sigo bajando hasta su cuello. Si
sólo tuviera el derecho de besarla.
O por lo menos, el coraje.
Tal vez lo tengo.
Me inclino ligeramente hacia adelante. Sus ojos son profundos
mirando mis labios. Ella se mueve un poco más cerca y contengo el aliento.
Fue entonces cuando detecto el flash detrás de sus hombros.
—¡Mierda! —Me siento de nuevo completamente asustado—. ¡Y
más mierda!
—¿Qué? —Ella mira alrededor. Sus mejillas se han inundado de un
rojo brillante. Estoy seguro de que las míos están en un estado similar.
Ahora mismo, cada centímetro de mi cuerpo arde en deseo.
Ella está mirando hacia adelante en su asiento con su espalda
derecha presionada contra él. Y no me mirará.
¿Casi besé a Rochi Igarzabal?
¿Ella casi me dejó?
—Mierda —murmuro de nuevo. Hablo lo más rápido que puedo,
pretendiendo que el momento nunca ocurrió—. Abue ha estado
mirándonos por la ventana todo este tiempo. Estate tranquila. —Abro la
puerta y salto fuera—. Ella nunca me perdonará si no hago esto bien. —Si
no estuviera tan estresado, me reiría de la ironía de esa declaración. Nunca
he sido capaz de hacer una cosa bien en lo que a Rochi Igarzabal se refiere. Mi
intento fallido de besarla es un claro ejemplo.
—¿Hacer qué? —pregunta—. ¿Qué?
Le hablo a través de su ventana abierta porque todavía ella esta tan
agarrada, que temo que me derribe o grite. No la culparía por cualquiera
de las dos cosas. —En presencia de una chica debo actuar como un
caballero si mi abuela está mirando. —Por el momento, tengo miedo de
mirar a los ojos de Rochi, así que abro la puerta con un ademán,
extendiendo mi mano para que ella la tome—. Sígueme el juego y trata de
verte feliz. Si lo estropeo, Abue me asará en la parrilla por semanas. Pero
no te acostumbres a esto —bromeo.
Ella toma mi mano y me dispara una mirada de echarse para atrás.
—Si intentas esto de nuevo, nunca delante de nadie bajo la edad de
setenta, tendrás que acostumbrarte a mí, lastimándote. Esto es
completamente vergonzoso, ¿sabías?
—Y súper incómodo. Se te olvidó eso. —Sonrío, relajándome un
poco cuando se ríe. Cierro la puerta detrás de ella.
—¿Qué hay sobre la parte donde no quiero entrar?
—Muy tarde para eso. Apúrate. Abue es una purista de la
propiedad. Cualquier segundo que pase de las 9:00 p.m. será usado en mi
contra.
Abue está abriendo la puerta y hablando a través de la reja mientras
hacemos nuestro camino hacia los escalones de entrada.
—Jovencito, es mejor que tengas una excusa para aparecer acá a esta
hora y con una invitada. Deberías haberme llamado de ese teléfono celular
tuyo.
—Perdón Abue. Era una emergencia. Además me dijiste que no te
llame cuando estoy manejando. Necesito algunos primeros auxilios —digo
levantando mis dedos para que Abue pueda ver las ampollas.
—Oh mi. Bueno. Vamos entonces ustedes dos. Tengo una olla de té
haciéndose. —Arrastra a Rochi hacia la cocina y las sigo—. He esperado
mucho tiempo para que Gaston traiga a casa a una chica. Eres la primera —
dice mientras se mueve alrededor, vertiendo unas veinte galletas de
miniatura en un plato y lo cierne delante de la cara de Rochi—. Por favor,
toma una y siéntate. —Apunta a una de las sillas.
Rochi se ruboriza, agarra una de las galletas y se sienta con los ojos
muy abiertos.
Ella todavía sigue luciendo unas mejillas muy rojas. No dejo pasar el
hecho de que es muy linda con polvo de azúcar recubriendo sus dedos.
También está sentada en mi lugar de nuestra antigua ligeramente
maltratada mesa de la cocina.
Me encanta ella en mi lugar.
—Vaya, pero si eres una bella joven dama —sonríe Abue.
—Gracias —dice Rochi y come la galleta.
—Ahora, ¿dónde vive tu familia? ¿Por acá cerca? —Comienza Abue
recogiendo su propia galleta y moviendo una silla cerca de Rochi. Mi
estómago se contrae. ¿Por qué demonios he traído a Rochi acá? ¡Abue va a
conectar los puntos y echarnos!
Peor aún, va a soplar mi tapadera.
Toso y me aclaro la garganta. —Uh… Abue, odio pedir ayuda y sonar
como un debilucho en frente de mi chica, pero, ¿crees que podrías darme
un poco de ayuda? —Bajo la luz de la cocina, mis dos ampollas parecen
insignificantes. Es bastante obvio que lo podría manejar solo pero fue la
única distracción que tengo para que Abue no se vaya a chismear.
Parpadeo sin poder hacer nada y pruebo mis ojos de cachorro. Abue
ama eso cuando la necesito.
—No puedo abrir los gabinetes y buscar alrededor... ¿Por favor?
—Oh, mi pobre chico. —Abue se lo compra como un colibrí en el
objetivo—. Rochi, vigila la tetera y sácala cuando esté lista. Estaremos de

vuelta.

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