Capítulo 23
::Rochi::
espero unos buenos
cinco minutos, vierto el té, tomo el té, y
devoro una
sorprendente cantidad de frágiles galletas.
Sentarme acá con el té
caliente arremolinándose en mi
estómago me ha
empujado a pasar del punto de cansancio a la peligrosa
zona cerca del olvido.
Casi me caí dormida dos veces. No voy a hacer que
vengan y me encuentren
desmayada sobre la mesa.
Esto significa que me
voy a tener que mover.
El reloj en el
microondas marca las 21:30. Reorganizo las galletas que
quedan para llenar el
espacio vacío en el plato y salgo de la cocina.
Sólo otra hora y media
hasta que mi toque de queda termine. Puedo
lograrlo.
Entro al pasillo y me
detengo, mirando las fotos en la pared. Es
como un santuario para
Gaston. Me paro y miro fijamente a cada una de
ellas. Hay años del
pequeño tierno Gaston vestido con trajes nuevos. Otras
con Gaston en tamaño
de niño sosteniendo varias loncheras mientras se está
yendo a sus primeros
días de escuela.
Tan tierno.
Más lejos del pasillo
cerca de las escaleras, me encuentro con fotos
de hockey sobre hielo,
arregladas por edad, desde chiquito a grande. Él
debe haber empezado a
jugar hockey sobre hielo cerca de la de edad de
cinco o seis. Las más
recientes son de Gaston, como un asistente del
entrenador para los
equipos de Hockey de tercer año en el Complejo.
La última foto me
mantiene arraigada en el lugar.
Es Gaston,
probablemente en primer año como un miembro del equipo
de Hockey sobre hielo
de nuestro colegio. No una toma formal, sino más
como una
tonteando-y-haciendo-caras foto sacada por un padre. Gaston
está parado en la
punta de la izquierda. Es mucho más joven que los otros
jugadores, pero tiene
el suéter del equipo. Me imagino que debe haber
sido bueno para
hacerse miembro del equipo, pero es obvio que es el
hombre sobrante... o
debería decir, chico sobrante. El chico era enclenque
antes de crecer
aceleradamente.
Más extraño aún, su
brazo estaba alrededor de los hombros del
entrenador Williams y
ellos estaban riendo.
Me pregunto qué pasó
entre el entrenador Williams y Gaston. ¿Cómo
lo puedo descubrir? No
hay más fotos de hockey sobre hielo después de
eso. Sólo tomas de Gaston
jugando hockey en línea en el complejo de
deporte, y una
realmente dulce de él, Peter y Lali en frente de su
casa.
Mientras me doy la vuelta,
puntos negros corren a través de mi
visión. Me apoyo en la
pared como soporte. Siento como si estuviera a
punto de desmayarme.
Esto pasa usualmente cuando estoy demasiado
exhausta. Mi cuerpo se
convierte en dos millones de libras de plomo y
comienzo a colapsar
desde adentro hacia afuera. Si no puedo tomar una
siesta pronto, podría
perder todo el control. No quiero hacer eso en frente
de Gaston. De nadie.
Escuchando voces en la cima de las escaleras, agarro la
barandilla de madera y
comienzo a subir. Me estoy moviendo lento en
caso de que la
urgencia de desmayarme vuelva, además, no soy fan de
caerme por las
escaleras.
La voz de Abue me
alcanza antes de que llegue al rellano.
—¡Gaston Dalmau, te
has vuelto loco!
—Está bien. Quizás sí.
Sé que no debería estar tomando su dinero,
eso es seguro. Pero no
es una cosa fácil de traer a colación, y quiero traerla.
Lo haré.
Mi garganta se aprieta
cuando me doy cuenta que esta conversación
es acerca de mí.
Él baja su voz a un
susurro.
—Estamos empezando a ser
realmente amigos, y me preocupo por
ella. Voy a descubrir
una manera, pronto.
—Oh, la pobre chica.
¿Qué te hizo meterte con todo esto? Oh, la
pobre, pobre chica.
Ella parece tan dulce. Pobre amorcito.
Mi pecho se aplasta
internamente como si hubiera sido golpeada
con una bolsa de
arena. Arena de lástima.
Mis ojos arden con
lágrimas no derramadas. Vergüenza llena mis
pulmones hasta el
punto de rebosar. Aislando mi cansancio, aclaro mi
garganta y cambio mi
tono a un sarcasmo burlón.
—¿Terminaron con las amputaciones?
Estoy bien
acostumbrada a que las conversaciones mueran así en
frente de mí. Debido a
mí.
La abuela de Gaston
abre completamente la puerta del baño. Su suave,
redonda cara está
ruborizada. Gaston parece completamente enfermo. Les
disparo una mirada
directo a sus caras, desafiándolos a discutir el
contrato y mi falsa
relación con Gaston en frente mío.
Después de que se les
haya dicho a las personas que soy ―diferente‖,
nunca vuelven a actuar
iguales alrededor mío. Y estoy segura que una
chica que tiene que
contratar a un novio para el verano tiene que cruzarse
como ―diferente‖ para
la Abue. No me debería importar... pero lo hace.
—Yo... uh... terminé
mi té. Espero que no les moleste que vine a
buscarlos —dije,
sorprendida con cuán firme y brillante suena mi voz.
Debo estar en piloto
automático.
Abue sale del baño con
Gaston atrás.
—No. No. Perdón. Nos
pusimos a hablar y sólo te abandonamos,
¿no? —La cara de la
mujer está cambiando a un rojo más brillante y puedo
leer que se está
preguntando si los escuché.
Me encuentro con la
mirada dorada-verde y cerrada de Gaston. Se
mueve a mi lado y toma
mi mano como si quisiera disculparse. Si no me
estuviera sintiendo
tan mareada me la habría sacudido porque
principalmente, si su
abuela sabe acerca del contrato, no hay más
necesidad de pretender
que él es mi novio.
Pero me estoy
hundiendo, y el sentimiento de su palma en contra de
la mía es la única
cosa que me mantiene a flote. Desesperada, aprieto
fuerte su mano. Espero
que entienda que estoy en el borde de un abismo.
—Gaston, ¿puedo tener
un tour de tu cuarto? —Mi voz tiembla.
Apunto a la puerta
cerrada al final del pasillo, la que tiene un palo gigante
de hockey pegado—.
Quiero ver tus trofeos y todo eso —alcanzo a decir,
esperando que no lo
saquen a colación otra vez.
—Seguro. ¿Abue? ¿Está
bien eso?
Creo que Abue está
casi aliviada de que la chica loca no está
volviendo a la cocina
con ella.
—Puerta abierta. Y
nada de cosas raras —dice con una sonrisa que
no le llega a los
ojos. Está mirando fijamente a mi mano en la de Gaston.
Puedo sentir que está
preocupada. Quizás por Gaston, o por nuestro
contrato. Quizás se
está preguntando por qué cosa, exactamente, pagué.
—¡Abue! —Gaston
suspira—. Rochi tiene el toque de queda a las once
en punto. Vamos a
escuchar música y a hablar por una hora. Lo prometo.
La puerta abierta no
es un problema. Soy un caballero.
Entramos en su cuarto
y diviso una pared de medallas y trofeos por
el rabillo de mis
ojos, pero mi real atención está remachada a la cama. Su
cama cómodamente y
esmeradamente hecha.
—Tu habitación está
tan limpia —murmuro.
—Fácil de mantener
cuando no estoy nunca en ella.
—La mía es lo opuesto.
Me rehúso a dejarla salvo que sea forzada.
Siempre es un
desastre.
Gaston frunce el ceño.
Me arrepiento del desliz de información. Suelto
su mano y descanso
sobre su colchón.
—¿Te molesta?
—pregunto—. Dijiste que si en algún momento
necesito una siesta
debería decírtelo... y necesito una siesta...
Mis ojos ya están
cerrados. No me podré mover si en realidad le
molesta. Y ya me saqué
los zapatos a patadas. —No me siento muy bien,
perdón.
—¿Escuchaste lo que
hablamos? —pregunta. Lo escucho caminar
alrededor de la
habitación, moviendo cosas. Su almohada huele genial,
como él.
—No me molesta que le
hayas dicho sobre el contrato.
—¿Eso es lo que
piensas que le dije?
—Es bastante obvio que
le dijiste la verdad. ¿Qué otra cosa la
hubiera puesto tan
enojada y asustada? Apuesto que no está feliz de que
seas una compañía
pagada por el verano, ¿no?
—No voy a mentir. Ella
no está exactamente emocionada de que
estemos saliendo. Pero
por otras razones. —Su voz se acerca—. Una
frazada —dice y estoy
envuelta en una suave, lana azul. Me siento segura.
Como si estuviera
envuelta por todos lados en una secreta versión de un
perfumado paraíso de
lima de Gaston Dalmau.
—La verdad es más
fácil. Pero también es un plomazo... ¿no? —
pregunto.
—¿Qué quieres decir?
—Su voz suena apretada como una sobre
estirada banda
elástica.
Abro mis ojos.
El cuarto y él están
ligeramente fuera de foco. Sé que no debería
responderle sin
planear lo que debería decir, pero justo ahora estoy
demasiado cansada como
para ocultar algo.
—Mira. Hasta hace unos
minutos, llegué a ser la primera chica que
Gaston Dalmau trajo a
casa. Fue asombroso llegar a ser esa chica, aunque sea
un momento. No me
gustó decepcionar a tu abuela, eso es todo. Así que...
si me estoy sintiendo
mal porque ella sabe la verdad, tú probablemente
también te estás
sintiendo como la mierda ahora mismo.
Cuando atrapo su
expresión parece aturdido, como si hubiera leído
exactamente su mente.
Y quizás esté preocupado de que me esté sintiendo
como la mierda.
Rápidamente, trato de
retractar la implicación de que esto me haya
dolido de alguna
manera.
—No te preocupes por
eso. Estoy bien. Ahora me puedo imaginar
cómo será cuando
realmente traigas a la primera chica a casa. Abue va a
superar esto. Todos lo
haremos, supongo. Es una situación tan extraña. Y
destinada a volverse
eventualmente incómoda, ¿no? —Añado una
pequeña, descuidada
risa, sólo que de repente quiero llorar tanto que mi
garganta quema.
Eso también pasa
cuando estoy demasiado cansada.
—Rochi… no. Entendiste
completamente mal todo. —Se tira sobre sus
rodillas al lado de la
cama—. No digas eso. Tengo tantas cosas que quiero
decirte. Tú eres…
quiero decir que quiero que sepas… le dije a Abue que
eres… —Mira para otro
lado y pasa sus manos por su pelo—. ¿Cómo
puedo decir esto? No
sé por dónde empezar.
Cierro mis ojos. Su
cara, esa adorable barbilla partida, la intensidad
de sus ojos, todo
junto es demasiado abrumador desde este punto de vista.
—Por favor, para.
Estoy muy cansada como para escuchar. Estoy
bien. No debería
haberte hecho sentir mal por las cosas. Está todo bien. Lo
que sea que le hayas dicho
a Abue acerca de mí estando loca no podría ni
siquiera rasguñar la
superficie de lo que es real acerca de mí. Casi nada me
llega. La gente loca
tiene una piel realmente gruesa.
—Odio que pienses eso
de ti.
—Odio que nunca me
creas. —Me giro a un lado y lo miro—. Pero...
no sientas pena por
mí. No como los otros. Como mis padres, como tu
Abue. No podría
soportar si de pronto me tratas así.
—¿Por qué?
—Porque siempre me
trataste... diferente. Mejor. Como si yo
estuviera bien. Bien
en como soy.
—¡Lo estás! Más que
bien. Y justamente como eres. Rochi, eres
increíble. Hay mucho
que no sabes. Necesito decirte tanto.
—No. Sólo quiero
dormir. Si no me estuviera sintiendo como
positivamente muriendo
justo ahora, sospecharía que estás loco como yo.
Mi cabeza me está
matando. Creo que es tu culpa. Sé que es tu culpa. Con
todo eso de darme
vueltas alrededor de la pista, ¿alimentándome sólo con
Coca-Cola y galletas?
Me destruyó. Para de hacerme pensar y déjame
dormir. Sólo un poco.
Él dejó salir un largo
y pesado suspiro.
—Duerme. Me dará una
oportunidad de descubrir una manera para
decir mejor las cosas.
Se desplaza más
adelante en sus rodillas y corre mi pelo de la frente
y las sienes, dejando
a sus dedos moverse en mi pelo, una y otra vez.
Vuelvo a abrir mis ojos,
pero no digo nada porque tengo miedo de que
pare. Se siente tan
bien.
Él dice: —Pero cuando
te despiertes me vas a tener que dejar hablar.
Acerca de la verdad.
Sacudo mi cabeza,
―no‖, y agarro su antebrazo. Desesperada.
—Gaston... —Tengo
miedo de pedirle esto pero no tengo otra opción.
Mi nivel de cansancio
me está asustando. Encuentro su mirada.
—¿Qué ocurre? —Frunce
el ceño, preocupado.
—Me tienes que
despertar si piensas que estoy teniendo un sueño.
Cualquier sueño. Está
oscuro afuera y yo... ya sabes. Por favor. Es
importante. No me
dejes sola aquí.
Asiente y su cara su
vuelve pálida.
—Por supuesto. No te
preocupes.
—¿Lo prometes?
Toma un profundo
aliento y gentilmente toma mi mano,
apretándola.
—No me iré a ninguna
parte. Porque cuando te despierte, vamos a
hablar. —Su voz ya
suena demasiado lejana. Mis párpados se sienten
como si alguien o algo
estuviera girando una manivela para forzarlos a
cerrarse.
—Sólo no me dejes. Por
favor.
* * *
Para. No
me dejes. Por favor no me dejes aquí.
Una
sábana blanca flota suspendida sobre mí como una nube...como
una
nevada, un velo.
Desciende
sobre mi cuerpo y tengo frío. Miedo. Estoy sola.
Para. No
me dejes. ¡Por favor no me dejes aquí!
Peleo y araño contra
lo blanco pero no puedo mover ni mis brazos ni
mis piernas. El terror
se instala en mí.
No quiero esto. No
quiero estar aquí. No debería haberme dormido.
Creo que la mano de Gaston
todavía está sosteniendo la mía... pero lo blanco
ha ganado y estoy
llorando pero no debo... no debería... necesito mantener
el control.
Gaston, por favor. No
me dejes. ¡Por favor!
Eres una
chica muy afortunada. Afortunada. Chica afortunada.
Vámonos.
Chico. Nada pasó. Vámonos.
Lo
siento. Lo siento tanto. No puedo desatar el nudo.
Lo
siento. Rochi. Lo siento tanto... Rochi...
* * *
—Lo siento. Rochi. Lo
siento tanto. ¿Estás bien?
Alguien está gritando
y llorando. ¿Esa soy yo?
Abro mis ojos. Gaston
está sosteniendo mi mano y sus ojos... su cara...
su voz está dentro y
fuera mío todo al mismo tiempo.
Oh Dios. Su voz. Su
cara. ¿Por qué está él aquí? Se ve tan asustado
como yo me siento. No
entiendo nada aparte de las imágenes pulsando a
través de mí. Una
hebilla de cinturón de plata. Algas de mar en un
cuenco de cristal. La
línea de mi propia sangre filtrándose por mi brazo.
No puedo descubrir qué
es real. Dejo que mi mirada viaje desde la cara de
Gaston hacia la
habitación. Estoy buscando mi reloj, mi lámpara de medusas.
Mis posters. Los
temblores comienzan como si hubiera sido golpeada con
un tren.
De repente los sonidos
de la habitación están demasiado altos
mientras me doy cuenta
de qué está pasando.
Estoy llorando
incontrolablemente. Despierta en la habitación de
Gaston Dalmau. Él está
sosteniendo mi mano y tuve una pesadilla terrible. No
estoy bien.
Trato de ganar control
de mi cuerpo pero es muy tarde. Estoy
llorando tan fuerte
que apenas puedo empezar a contar... uno... dos... tres...
Todo se vuelve negro
mientras las náuseas se instalan y mi estómago
rueda. Muerdo el
interior de mis mejillas tan fuerte como puedo.
Cuatro. Cinco. Seis.
Siete. Ocho.
Respira. Respira.
Respira.
No he vomitado después
de esta estúpida pesadilla por casi dos
años. ¡No hay manera
de que lo haga en la cama de Gaston Dalmau!
Nueve. Respira. Diez.
Respira. Once. Respira. Doce...
Mi enfoque se aclara un
poco cuando llego a 100. Por primera vez
noto que la abuela de Gaston
esta parada en la puerta. Su cara está
distorsionada con
angustia, miedo y posiblemente repulsión.
Todo por mí.
Gaston no se ha ido de
mi lado. Su boca se ha estado moviendo
constantemente. Lucho
para entender sus palabras.
—Estabas durmiendo tan
profundamente, y después... mierda. Rochi.
Háblame. Lo siento
tanto —dice, como si esto fuera de alguna manera su
culpa.
¡Que pare de decir
eso!
Quiero gritar mientras
las imágenes vuelven: El arma del oficial de
policía chasqueó a su
lado, una corbata azul en mi muñeca y blanco.
Mucho blanco.
Frunzo mis labios y
trabajo para tragar la bilis.
Lo siento tanto. Lo
siento tanto.
Eres una
chica muy afortunada.
Me estoy volviendo
loca. Que alguien me ayude a parar mis
pensamientos. Las
imágenes. Paren todo.
Pongo mis manos sobre
mis oídos y aprieto tan fuerte como puedo
hasta que mis orejas
zumban. Cuento y cuento hasta que el único sonido
que escucho es el
rápido zumbido. Hasta que los números flotantes son la
única imagen
parpadeando a través de mi cabeza.
Pienso en la
existencia de lo que puedo sentir que es mayormente un
terrible dolor en mis
huesos por tratar de suprimir mis temblores. Mi
corazón duele también.
También está la mano
de Gaston acariciando-acariciando-acariciando
el pelo contra mi
sien.
Sabiendo que Gaston ya
ha visto lo peor, me encuentro con su mirada
y dejo caer las
lágrimas sin restricción.
—Shh. Shh. Estás bien.
Rochi. Estás bien. Se terminó.
Lloro hasta que la
almohada abajo de mi cabeza está empapada,
hasta que llego al
número 789. Pero el terror todavía no desaparece. Me
pregunto si hay una
posibilidad de que esté en el borde de acordarme, o si
esto soy simplemente
yo, corriendo a través de los últimos jirones de mi
cordura. Si trasporté
a Gaston todo el camino hasta el final de mi pesadilla
entonces me he ido
sobre el borde. Nunca voy a estar bien. Estoy peor.
Mucho peor.
789 es más allá de
cualquier número que he grabado. Quizás he ido
demasiado lejos, no
durmiendo e imaginando cosas que no debería. Como
yo estando con Gaston.
Y ahora, si estoy
dormida o despierta, no puedo descifrar qué es real
y que no.
Lloro más alto. Más
fuerte. Esto es totalmente mi culpa.
—Cariño. ¿Vas a estar
bien? —La abuela de Gaston se mueve más
cerca de la cama.
No. No. Nunca voy a
volver a estar bien. ¡Nunca!
Continúo sollozando y
contando. Estoy en 869, sin final a la vista.
Dios, cuánto quiero a
mi lámpara de medusas justo ahora.
—Rochi. Estoy justo
aquí. Mírame. No estás sola. Estoy aquí. —Su
mano es la única cosa
que se siente bien en todo este lío. Trabajo para
enfocarme en las
pequeñas motas de su iris. Me digo a mí misma que
espere hasta que vea
el dorado aparecer, y después podré ser capaz de
hablar.
—Rochi. ¿Puedes
escucharme? —Agarro su mano y espero que
entienda que lo
escucho.
Está usando la parte
de atrás de su otra mano para gentilmente
limpiar algunas
lágrimas.
—No llores más. Me
estás rompiendo el corazón. ¿Debería llamar a
tus padres? Asiente si
los necesitas aquí.
Sacudo mi cabeza y
miro fijamente a sus ojos. Están ayudando.
—Voy a llamar a una
ambulancia y a sus padres. Creo que está
teniendo algún tipo de
ruptura. Gaston, esto podría ser peligroso. —Abue
camina más cerca y se
inclina hacia mi cara—. Cariño. ¿Me escuchas?
Danos una señal de que
nos escuchas. Por favor.
Jadeo, tratando
demasiado.
—Casi termino.
Esperen. N... no llamen a nadie. —Finalmente
encuentro la fuerza
para meter un aliento completo. Las imágenes se
apagan ligeramente y
los temblores empiezan a disminuir—. Estoy bien
—logro mentir.
Paro en 932. No hay
nada bueno en 932.
—Grité. —Mi garganta
se siente como papel de lija rallado—. Era
yo, ¿no?
—Sí. Pero mayormente
lloraste. No te podía despertar. —La voy de
Gaston también está
temblando. Se ve tan perturbado, me siento mal por él.
Aunque no estoy cerca
de estar lista, me siento, deseando
asegurarles a él y a
Abue que estoy bien.
Es un error. La
habitación y la cama giran en direcciones opuestas.
Los puntos negros vuelven
con una venganza. No me puedo equilibrar.
Gaston se mueve para
sentarse al lado mío, y acomoda su brazo alrededor de
mis hombros y me
acerca a él.
—Jesús. Aguanta —dice,
la voz más baja y aprieto su brazo.
—No te preocupes, sé
cómo hacer esto —miento otra vez, apoyando
todo mi peso en él,
más que agradecida de que esté aquí.
Gaston agarra la
frazada, me cubre con el calor suave y azul, y
descansa su barbilla
en mi cabeza.
—Te tengo.
Abue aparece,
ofreciéndome un paño húmedo. Lo tomo y limpio mi
cara.
—Gracias.
—¿Esto pasa seguido?
—pregunta Abue.
—¡Abue! Ella no tiene
que hablar de esto. No tienes que hablar de
esto si no quieres,
Rochi. —Gaston saca el paño de mi mano inmóvil y limpia
la última inundación
de lágrimas silenciosas.
Me encuentro con la mirada
de Abue.
—Los gritos empezaron
este verano, pero la pesadilla no.
Desafortunadamente la
parte de llorar es una constante, un afortunado
efecto secundario.
Siento que hayan tenido que presenciar esto. —Respiro
entrecortadamente—. He
pasado a través de infinitas variaciones. Cuando
despierto, siempre es
así. Temblores, cero equilibrio, incapaz de hablar o
caminar. Pero no por
mucho tiempo. Ya verán. Casi terminó.
Pongo una sonrisa y
trato de hacer que parezca más leve, pero mi
voz no está del todo
lista para manifestarse en el modo sarcástico. Sueno
como una puerta
oxidada, mientras continúo: —Soy como un CD que
reproduce sólo una
canción. Una con un salto en ella. No es tan malo. En
serio. Mucha gente
tiene pesadillas recurrentes. Sólo soy una en millones,
supongo. Espero que no
los haya asustado mucho.
La respiración de Gaston
mueve el pelo de mi cabeza. Me pregunto
qué piensan realmente
él y su abuela ahora que me vieron así.
—Yo...uh... ¿Tiene
algo que pueda tomar? —Pido, cuando ninguno
parece ser capaz de
responder.
—Oh. Pobre, pobre
querida. Voy a recalentar la taza de té. Gaston,
¿vas a estar bien
solo?
Su voz dice que ella
piensa que todavía hay una posibilidad de que
me vaya a poner a
flotar hacia el techo, dejar que mi cabeza gire, y escupir
cuchillos hacía él, o
algo. Lo siento asentir. Cuando Abue deja la
habitación, apoyo mi
cabeza contra el hombro caliente de Gaston y cierro
mis ojos.
Él me sostiene así
hasta que los temblores paran.
Él me sostiene hasta
que no puedo imaginar afrontar otra pesadilla
sin él sosteniéndome,
así. Me estremezco ante este pensamiento. Es algo
malo para mí que me
quede en sus brazos, sintiéndome bien y segura.
Tengo que parar de
apoyarme en él. ¿Cuándo empecé a confiar tanto en él?
Me está haciendo muy
débil. No puedo encontrar a la chica que solía ser
antes de haberlo
contratado. La que había sido capaz de acarrear mucha
mierda personal sola y
encima manteniendo un 4.0 GPA.
La chica que no está y
nunca estuvo enamorada de Gaston Dalmau.
Este chico siendo mi novio
es ficción, así que mi amor también debe
ser ficticio. ¿No?
Tengo que cerrar el libro y encontrarme otra vez.
Me empujo lejos de él.
Con el terror ido, lo único que queda es mi
vergüenza. Creo que
derramé galones de lágrimas en su almohada y
camisa. Estoy tan
avergonzada de como todavía me siento acerca de un
novio que ni siquiera
es real. Supongo que eso nunca se va a ir. Quiero
decir, todavía amo al
Señor Darcy, y ya pasaron años desde que leí ese
libro.
Me paro, pero me
tropiezo un poco.
—Guau. ¿Estás lo
suficientemente estable? —Su voz suena
diferente... rígida.
Incómoda. Probablemente también está avergonzado.
Esta vez, él no se
mueve para agarrarme.
—Bien. Estoy bien.
—Frío golpea mi espalda. Gaston y yo miramos
fijamente a la piel de
gallina de mis brazos, como si no pudiéramos mirar a
otro lado. Está
haciendo que la humillación de lo que Gaston presenció,
cómo me comporté,
todavía es más difícil de soportar.
Doy un paso lejos de
la cama y trato de leer su expresión a través de
mis pestañas, pero sus
ojos son ilegibles como siempre. ¿Pareció aliviado
cuando me alejé? Lo
voy a hacer fácil para él, para los dos. Cruzo mis
brazos sobre mi
estómago y escojo mi tono más frío.
—Si no te molesta. Me
gustaría irme a casa. Todavía puedo llegar
para el toque de
queda. —Pretendo estudiar el reloj.
—Rochi. Prometiste que
podíamos hablar. Abue está preparando el té.
—Estás delirante si
piensas que vamos a tener alguna habladora
fiesta de té justo
ahora. —Suprimo un estremecimiento y encuentro su
mirada—. Estoy cansada
y absolutamente no quiero hablar. No acerca de
esto, o nosotros, o
cualquier cosa.
—Bueno, ¿y qué pasa si
yo sí? —Está dolido. Lo sé.
—Yo soy la que está a
cargo de esto. —Arrojo mis brazos abiertos—.
De como el nosotros,
progresa. Está en el contrato, ¿recuerdas?
—Sé que acabas de
pasar un infierno, pero eso no te da una excusa
para actuar de repente
como algún tipo de dictadora malvada. —Gaston se
para también, sus ojos
están destellando. Su voz ha perdido su cuidado.
Bien. Esto va a ser
más fácil para los dos si él está enojado.
—La correcta palabra
para mí es: jefa —respondo. Mi propio enojo
se está construyendo y
dándome fuerzas. Gaston no necesita saber que estoy
enojada conmigo, no
con él. Cualquier enojo servirá—. Nuestra amistad, o
lo que sea que
tenemos, está terminada. No lo puedo hacer. No después de
esta noche. Estoy
segura de que vas a estar de acuerdo en que uno de
nosotros no tiene
demasiadas canicas para equilibrar la carga. Los amigos
deberían tomar y dar.
Yo sólo tengo suficiente para tomar.
—Sólo estás alterada.
Por supuesto que vamos a seguir siendo
amigos. Te vas a
calmar y vamos a hablar. Si no es hoy, mañana.
—No. He hablado
demasiado en terapia por tres años. Nunca ayudó.
¿Por qué en el mundo
piensas que tú, hablando conmigo, va a hacerme, o a
lo que pasó en esta
habitación, diferente, o mejor?
—No estoy tratando de
hacerlo mejor yo...
No lo dejo terminar.
—Noticias de último momento. Hago este
mismo show de locos
una o dos veces a la semana. A veces más. Lo siento
si te sorprendió, y lo
siento si estoy lastimando tus sentimientos, pero no
puedo, no seré tu
amiga nunca más.
—Pero...
—Sin peros. Sólo
tenemos que sobrevivir tres semanas más sumado
a trabajar en la
conferencia de DigiToyTech. Después romperé contigo en
frente de todos, como
está escrito. Estoy cortando todas las salidas extras,
incluyendo mi tiempo
en el complejo. Deberías estar feliz de tener algo de
tu vida de vuelta.
—¿Qué le diré a Lali y
a Peter? ¿Qué les dirás a tus padres?
—Qué te parece si les
decimos la verdad. Estoy enferma. Enferma y
cansada. Realmente
cansada. Es la verdad, tratemos de usarla para nuestro
beneficio. Mis padres
van a creerme mientras me sigas mandando
mensajes para
encadenarlos. Me mandaré algunas flores una vez... quizás
dos. Y después, te
veré en los fines de semana. Eso deja sólo dos ―citas‖
hasta la feria.
Mientras tanto, necesito espacio.
—¿Espacio? —Gaston
cruza sus brazos y grita—. ¿Y qué hay acerca de
la pasantía y todos
los días de trabajo por delante? ¿Supuestamente no
vamos a hablar durante
eso? ¿Qué hay acerca del hecho de que vamos a
estar construyendo
juntos los diez millones y millones de LightSticks en
la misma habitación la
semana que viene? Somos un equipo. Se supone que
tenemos que hacer
funcionar el puesto en la feria juntos. Nos divertimos
juntos. Somos amigos,
sin importar lo que acaba de pasar, ¡sin importar lo
que digas! No puedes
sólo apagarme como si hubieras accionado un
interruptor. Esto es
sólo una tapadera. No voy a dejar que te salgas con la
tuya con ella. No es
justo.
No le grito. No tiene
sentido.
—No tienes opción. Se
necesitan dos personas para ser amigos. Fue
un error mío
engañarte. Sólo pensé... —Suspiro y miro hacia otro lado—.
Olvidé que hay algunas
cosas que no puedo manejar. Los amigos son
agotadores. Lo siento.
Tomo la culpa por lastimarte. No debería haberlo
intentado.
—No digas eso. No me
debes una disculpa. Nunca. —Su voz
también ha perdido su
lucha. Camina hacía la ventana y mira fijamente a
través de ella. Cuando
vuelve a hablar está tan tranquilo que no sé si está
hablando conmigo o con
él mismo—. No soy una marioneta, sabes. No sé
si puedo seguir
haciendo lo que quieres. Quizás deberíamos terminar
nuestro contrato ahora
mismo.
—Por favor. —Camino y
lo miro a los ojos—. No vueles todo ahora
porque finalmente
estoy siendo honesta, porque finalmente me crees
acerca de las cosas
locas. Voy a encontrar una manera para que no sea
incómodo en el
trabajo. Si no puedo, entonces voy a abandonar la
pasantía, si eso lo
hace más fácil para ti.
—¿¡Qué!? ¿¡Más fácil
para mí!? —Se vuelve rojo. Puedo leer que está
realmente alterado
pero no sé por qué. Estoy ofreciendo volteretas y una
salida con alfombra
roja. ¿Qué es lo que quiere de mí?—. No abandones.
No hagas esto...
Rochi. —Él ha bajado la voz a esa voz, y se mueve hacía mí.
Mariposas susurran a
través de mi espina e inundan mi cabeza.
Estoy preparada. Con
cada paso que él hace, yo me aseguro de
retroceder uno.
Él para cuando se da
cuenta de lo que hago. Mi próximo paso me va
a tener afuera de la habitación.
Mato a las mariposas. Y capturo de su
mirada verde-dorada
que de repente estoy en guerra con él. Porque lo
estoy. Me apoyo en mi
mirada más fría.
—Aléjate. Lo digo en
serio.
—No vas a querer decir
nada de esto mañana. Todavía estás
envuelta en tu
pesadilla. Podrías tratar. Nosotros... ¿Podríamos tratar?
Vamos. ¿Y qué? Así que
tuviste un mal sueño en frente mío. Rochi somos
amigos...
Me encojo de hombros,
pero su expresión seria casi me desmorona.
Permito a mi mirada
que viaje sobre él, memorizando cada línea de su
cara. Estoy agradecida
de que no pueda ver adentro de mi mente justo
ahora.
Las imágenes terribles
de él en mi pesadilla todavía flotan ahí,
amenazándome con
resurgir. Eso sólo está fortaleciendo mi resolución. Si
él vuelve a estar en mi
pesadilla, me va a destruir completamente. Necesito
que entienda que esto
es de vida o muerte. Si sólo Gaston Dalmau nunca
hubiera vagado en mis
sueños.
Incluyendo los buenos,
de vigilia.
Quiero dejarlo que me
sostenga otra vez, arrojarme a su pecho y
llorar en sus brazos.
Tratar de explicar. Pero nada de eso fue real. Y él lo
sabe también.
Mi corazón duele
cuando una nueva ronda de estremecimientos
vuelve. La piel de
gallina se incrementa y me pregunto si volveré a estar
caliente alguna vez.
—No voy a cambiar de
opinión —digo, tragando finalmente la
gigante masa en el
fondo de mi garganta—. No puedes ver... sí que lo
intenté, y... —Taladro
mi mirada en la de él y le digo la verdad—. Me
duele. Por dentro y
por fuera... por favor. No entiendes cuanto.
Suspira pesadamente, y
me mira como si lo que estaba diciendo
finalmente le haya
penetrado en su mente.
—Yo… sí. Está bien.
Está bien. Lastimarte de cualquier manera, es lo
último que quiero.
—Recorre una mano a través de su pelo y encuentra mi
mirada—. Dime exactamente
qué esperas, y yo te lo entrego. ¿Qué
quieres? Necesitas.
Sólo dilo.
Te quiero a ti.
Quiero que todo sea
real.
Quiero ser alguien
más.
De alguna manera,
respondo con voz estable.
—Quiero completar el
contrato. Sé que eres lo suficientemente
honorable como para no
mandarlo a volar mientras los cheques sigan
viniendo. Quiero que
nosotros, quiero que tú, te quedes lejos de mí salvo
que estemos en
público.
—¿Tú seriamente nunca
vas a dejarme que hable contigo acerca de
esto, acerca de lo que
pasó hoy aquí?
Sacudo mi cabeza. Sus
ojos crecen negros y mira hacia otro lado.
Sigo presionándolo a
casa.
—Esto no es acerca de
ti. Es por mi supervivencia personal. A pesar
de lo que has
presenciado, todavía pienso que me merezco la posibilidad
de seguir mis sueños
para la universidad, y tú también. El contrato nos va
a otorgar lo que
queremos. Mantengámonos enfocados en eso. Todo lo
demás enturbia
nuestras metas. Tienes que admitir que eso es verdad.
—Está bien. Haré lo
que sea. —Parece perdido. Desinflado.
Resignado. Pero parece
que no está más enojado conmigo. Eso es algo, al
menos.
Respondo sincera.
—Si de verdad quieres
decir eso, llévame a casa así no me meto en
problemas con mis
padres por llegar tarde. Si estoy castigada de mi novio,
me perderé más actividades
de adolescentes normales y eso va a retrasar
mi progreso. ¿Está
bien?
—Bien —dice.
—Bien.

No que Rochi no lo aleje de ella :-)
ResponderEliminarque esten juntos de una vez
ResponderEliminarEsta buenísima la nove seguila
ResponderEliminar