domingo, 27 de octubre de 2013

Casi capitulo 32

Capítulo 32
::Rochi::
la montaña ruge al pasar por nuestro lugar en la fila y vemos a
las personas gritar cuando caen hacia abajo por un conjunto
de cuestas y descensos.
—Chica, alguna vez vas a recuperar el tiempo perdido. Tras este
último paseo, no voy a estar para nada animado en subirme de nuevo.
Me río por la expresión de dolor de Gaston.
—Última vez. Lo juro. Luego haré el Bote Pirata, aunque es un
columpio grande, extravagante y para bebés. ¿Trato?
—Hecho. Pero deja de burlarte de mi paseo favorito. —Se acerca
desde atrás y me agarra por la cintura suavemente.
Sonrío y me recuesto contra él, amando la manera en que se siente
tan fuerte y sólido.
Nos habíamos montado en todos los paseos grandes del parque y en
cada montaña al menos dos veces. ThunderRoad, en el que estamos
haciendo fila ahora, es el mejor debido al sonido chirriante que la
estructura de madera hace cuando los coches vuelan hacia abajo por las
pistas.
Mi paseo menos favorito hasta ahora es el Chicken Drop. Un corral
rectangular de metal de tres plantas que arrastra aproximadamente
veinticinco jugadores más y más arriba en una jaula de metal.
Arriba significa sesenta metros por encima. Todo eso mientras
pollos cloquean en los altavoces junto a tus oídos a cada segundo.
En la cima, la voz de un granjero quejoso chilla: —¡Todos saben que
los pollos no pueden volar! ¡Buena suerte cloqueadores! —Luego todo el
corral es liberado en una caída libre que atrapa a todos los infartados
pollos medio muertos gritando de regreso hacia abajo al fondo. Pero no es
hasta que te haya puesto de cabeza y haya dejado caer heno encima.
Gaston, quien conocía perfectamente lo terrible que era ese paseo, se
reía de mi pálido rostro, incapaz de caminar después. Pero también me
había llevado a un banco y sujetado, envuelto en sus brazos hasta que dejé
de amenazar con asesinarlo.
El paseo había sido un desastre, pero el momento del banco
probablemente fue uno de los mejores veinte minutos de mi vida. Hasta
que los próximos veinte minutos pasaron, es decir.
Y los veinte luego de ese.
Y este mismo momento.
Porque sólo me acercó más y susurró: —Rochi, ¿sabes lo increíble que
hueles? —usando esa voz.
También había gastado más de cuarenta dólares lanzando
decididamente pelotas en los contenedores de metal de leche hasta que
ganó para mi, ¡un gigante orangután de un brillante azul! Nos
encontramos con Lali y Peter en el Burrito Barn para el almuerzo.
Lali había estado cargando felizmente la misma versión de mi
orangután sólo que verde. Su sonrisa había sido tan ancha como la mía.
Debe amar los juegos del paseo marítimo. Qué gracioso.
Después de comer, Gaston había transportado los animales de peluche
a la minivan para que no tuviéramos que llevarlos a cuesta. Y, tras unos
cuantos paseos con Peter y Lali, nos dividimos nuevamente,
prometiendo encontrarnos en la puerta a las ocho para ir a casa.
Gaston me estaba siguiendo la corriente sobre esta montaña porque le
dije que quería intentarlo en los asientos delanteros y estuvo de acuerdo
que debería tener esa oportunidad. Nunca me había sentido tan mimada y
feliz.
Elijo esta cita como mejor que el senderismo, o la cita de patinaje.
Sobre todo porque, durante el día, me creí la idea de que lo de Gaston y yo
realmente podría ser amor.
El hecho de que ambos lo dijimos ha hecho a este día simplemente
perfecto.
Por hoy. Sólo por hoy. Lo había dicho también. Esperaba que él
escuchara.
Me recuerdo que todo esto es temporal, un evento con un sello y un
precio, mantenía el cheque de cuatro mil dólares en el pequeño bolso
verde que estoy usando. Intento mirar el cheque luego de cada paseo. Para
mantener las cosas en perspectiva. El chico está recibiendo un pago. Voy a
pagarle a este chico. Eso es lo que está pasando aquí el día de hoy. Y eso es
todo.
Es nuestro turno. Después de unas cuantas vueltas, se nos permite
entrar en los asientos de la primer fila. Gaston baja la barra de seguridad
sobre nuestras rodillas. Toma mi mano y la aprieta junto a su pecho,
actuando como si estuviera sosteniéndola para salvarme la vida.
—¿Por qué tienes que adorar el paseo más aterrador del este
parque?
Río, disfrutando del hecho de que su rostro se está tornando
lentamente pálido y ni siquiera hemos empezado a movernos.
—No es la mitad de terrible que la montaña boca abajo —digo.
Sin embargo, en lo que realmente estoy pensando es que este paseo
no es la mitad de aterrador que mirar fijamente en sus ojos ahora mismo.
Porque, por la mirada en su cara, cuando este día acabe, probablemente
voy a herirlo. Mucho. Nunca había pretendido acercarme lo suficiente a
este muchacho para hacerlo.
—Esta montaña es muuuuuucho peor —argumenta, sin saber de mi
torbellino emocional—. La montaña boca abajo está hecha de metal puro,
fuerte y silencioso. ThunderRoad me aterra, porque me recuerda cada
segundo que fue construido en 1936 de madera suave, rompible,
inflamable, comida de insectos, y desvencijada. ¿Sabes que en cualquier
segundo, una parte podría romperse? ¿Qué podría enviarnos a nuestras
muertes desplomándose? Por no mencionar, fue construida antes de que
haya cualquier tipo de códigos de seguridad apropiados.
—Estoy segura de que tienen esos códigos en el lugar ahora —digo,
frunciendo el ceño un poco.
Miramos fijamente el tramo de la pista vacía que hay por delante
nuestro.
Pista oxidada.
—Oh, Dios. Odio la primer fila. Vas a pagármelas. —Traga saliva a la
vez que se reproduce el anuncio en el altavoz de ―permanecer en nuestros
asientos todo el tiempo‖.
Suena un largo timbre, seguido de un extraño ruido sordo sonando
como de ¡1936!
Los carros de la montaña son liberados y cliquean lentamente
alrededor de la primera esquina. El frente se conecta a un antiguo
mecanismo de poleas que lanza el peso de la montaña hacia arriba a la
primera y más grande colina. Ahí es cuando yo, la defensora intrépida de
montañas, empiezo a perder los estribos.
—Este artilugio de poleas parece haber sido hecho hace más de cien
años, no en 1936 —digo—. ¿Qué piensas?
Puedo decir por cara de Gaston que piensa que estoy bromeando.
—¡Mierda! ¿Tenías que decirlo ahora? ¡Novia cruel y despiadada!
Cada uno alcanzó la mano del otro como si fuera nuestro último
momento sobre la tierra.
La vieja cadena tiró, chasqueó empujándonos en dirección a la cima
de la primera y enorme caída. Gaston puso su cabeza sobre mi hombro y
cerró los ojos y dijo: —Quiero que sepas que si morimos ahora, no seré
capaz de distinguir si he llegado al cielo o no, porque ya estoy sentado
junto a ti. Igual que esto.
Antes de poder acusarlo de encontrar esa línea por internet,
volamos hacia abajo la enorme colina. Todos estaban gritando,
incluyéndome. Volamos el siguiente conjunto de colinas y giros.
Gaston apunta a la luna de aspecto enorme elevándose por encima del
mar de las casas suburbanas en la distancia. Muy pronto, el paseo nos
lanza en largo hueco del túnel que marca el final.
Gaston finalmente relaja el agarre firme que ha tenido en mi mano. Me
encanta cuando no se suelta completamente en cuanto hemos salido del
paseo. Cuando pasamos la salida, el parque de diversiones brillaba en el
crepúsculo. Y aun así, sigue sosteniendo mi mano.
Cada árbol, arbusto y estructura de juegos ha sido adornada con
millones de pequeñas luces. Me siento extraña. Estoy contenta, por
dentro y por fuera. Es un sentimiento que no he tenido en mucho tiempo.
Y es real, cada poquito de ella. Si sólo pudiera mantenerlo por siempre.
Miro a Gaston a través de mis pestañas a medida que caminamos a lo largo
del camino iluminado.
Cómo hace que todo parezca tan fácil. ¿Tan posible?
Vacilo en mi plan de romper con él, imaginando que realmente
podría estar con este chico. Como su novia. ¿Él estaría realmente bien con
mis azarosos ataques de pánico? ¿Sería paciente y me esperaría cuando
duermo en mi coche durante y después de la escuela? ¿Se aburriría o
molestaría si nunca puedo cambiar eso? ¿Las parejas no se supone que
almuerzan juntas, salen juntas y ambos son conscientes? ¿Sus amigos se
darían cuenta, lo notarían, se burlarían de mí? ¿Me importaría algo de
todo eso si Gaston estuviera a mi lado? ¿Defendiéndome? ¿Amándome? ¿Y si
estoy equivocada? ¿Y me estoy dando por vencida demasiado pronto,
fallándole a ambos, sin siquiera intentarlo, como dijo Lali?
—¿Quieres descansar? —pregunta él—. Sé que te estás quedando
sin ímpetu. ¿Quizás deberíamos llamar a Lali y Peter y encontrarnos
más temprano? Hicimos todo lo que hay que hacer.
—No todo —digo, arrastrándolo, analizando las señales que marcan
el camino alrededor del parque—. Todavía no he visto los Jardines de las
Hadas.
Se patina y me detiene. Su expresión es tensa, y no puede sostener
mi mirada.
—Rochi. Yo… tenemos que hablar.
—Lo haremos. Pero primero, creo… quiero, un, sí. —Me muerdo el
labio inferior y asiento con la cabeza—. Definitivamente tengo que
besarte. Pronto. En el Jardín de las Hadas.
Determinada a no dejarlo echarse atrás, lo arrastro a través de
entrada bordeada de árboles.

—¿Tú quieres? ¿Ya sabes? ¿Besarme?

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