Capítulo 32
::Rochi::
la montaña ruge al
pasar por nuestro lugar en la fila y vemos a
las personas gritar
cuando caen hacia abajo por un conjunto
de cuestas y
descensos.
—Chica, alguna vez vas
a recuperar el tiempo perdido. Tras este
último paseo, no voy a
estar para nada animado en subirme de nuevo.
Me río por la
expresión de dolor de Gaston.
—Última vez. Lo juro.
Luego haré el Bote Pirata, aunque es un
columpio grande,
extravagante y para bebés. ¿Trato?
—Hecho. Pero deja de
burlarte de mi paseo favorito. —Se acerca
desde atrás y me
agarra por la cintura suavemente.
Sonrío y me recuesto
contra él, amando la manera en que se siente
tan fuerte y sólido.
Nos habíamos montado
en todos los paseos grandes del parque y en
cada montaña al menos
dos veces. ThunderRoad, en el que estamos
haciendo fila ahora,
es el mejor debido al sonido chirriante que la
estructura de madera
hace cuando los coches vuelan hacia abajo por las
pistas.
Mi paseo menos
favorito hasta ahora es el Chicken Drop. Un corral
rectangular de metal
de tres plantas que arrastra aproximadamente
veinticinco jugadores
más y más arriba en una jaula de metal.
Arriba significa
sesenta metros por encima. Todo eso mientras
pollos cloquean en los
altavoces junto a tus oídos a cada segundo.
En la cima, la voz de
un granjero quejoso chilla: —¡Todos saben que
los pollos no pueden
volar! ¡Buena suerte cloqueadores! —Luego todo el
corral es liberado en
una caída libre que atrapa a todos los infartados
pollos medio muertos
gritando de regreso hacia abajo al fondo. Pero no es
hasta que te haya
puesto de cabeza y haya dejado caer heno encima.
Gaston, quien conocía
perfectamente lo terrible que era ese paseo, se
reía de mi pálido
rostro, incapaz de caminar después. Pero también me
había llevado a un
banco y sujetado, envuelto en sus brazos hasta que dejé
de amenazar con
asesinarlo.
El paseo había sido un
desastre, pero el momento del banco
probablemente fue uno
de los mejores veinte minutos de mi vida. Hasta
que los próximos veinte
minutos pasaron, es decir.
Y los veinte luego de
ese.
Y este mismo momento.
Porque sólo me acercó
más y susurró: —Rochi, ¿sabes lo increíble que
hueles? —usando esa
voz.
También había gastado
más de cuarenta dólares lanzando
decididamente pelotas
en los contenedores de metal de leche hasta que
ganó para mi, ¡un
gigante orangután de un brillante azul! Nos
encontramos con Lali y
Peter en el Burrito Barn para el almuerzo.
Lali había estado
cargando felizmente la misma versión de mi
orangután sólo que
verde. Su sonrisa había sido tan ancha como la mía.
Debe amar los juegos
del paseo marítimo. Qué gracioso.
Después de comer, Gaston
había transportado los animales de peluche
a la minivan para que
no tuviéramos que llevarlos a cuesta. Y, tras unos
cuantos paseos con Peter
y Lali, nos dividimos nuevamente,
prometiendo
encontrarnos en la puerta a las ocho para ir a casa.
Gaston me estaba
siguiendo la corriente sobre esta montaña porque le
dije que quería
intentarlo en los asientos delanteros y estuvo de acuerdo
que debería tener esa
oportunidad. Nunca me había sentido tan mimada y
feliz.
Elijo esta cita como
mejor que el senderismo, o la cita de patinaje.
Sobre todo porque,
durante el día, me creí la idea de que lo de Gaston y yo
realmente podría ser
amor.
El hecho de que ambos
lo dijimos ha hecho a este día simplemente
perfecto.
Por hoy. Sólo por hoy.
Lo había dicho también. Esperaba que él
escuchara.
Me recuerdo que todo
esto es temporal, un evento con un sello y un
precio, mantenía el
cheque de cuatro mil dólares en el pequeño bolso
verde que estoy
usando. Intento mirar el cheque luego de cada paseo. Para
mantener las cosas en
perspectiva. El chico está recibiendo un pago. Voy a
pagarle a este chico.
Eso es lo que está pasando aquí el día de hoy. Y eso es
todo.
Es nuestro turno.
Después de unas cuantas vueltas, se nos permite
entrar en los asientos
de la primer fila. Gaston baja la barra de seguridad
sobre nuestras
rodillas. Toma mi mano y la aprieta junto a su pecho,
actuando como si
estuviera sosteniéndola para salvarme la vida.
—¿Por qué tienes que
adorar el paseo más aterrador del este
parque?
Río, disfrutando del
hecho de que su rostro se está tornando
lentamente pálido y ni
siquiera hemos empezado a movernos.
—No es la mitad de
terrible que la montaña boca abajo —digo.
Sin embargo, en lo que
realmente estoy pensando es que este paseo
no es la mitad de
aterrador que mirar fijamente en sus ojos ahora mismo.
Porque, por la mirada
en su cara, cuando este día acabe, probablemente
voy a herirlo. Mucho.
Nunca había pretendido acercarme lo suficiente a
este muchacho para
hacerlo.
—Esta montaña es
muuuuuucho peor —argumenta, sin saber de mi
torbellino emocional—.
La montaña boca abajo está hecha de metal puro,
fuerte y silencioso.
ThunderRoad me aterra, porque me recuerda cada
segundo que fue
construido en 1936 de madera suave, rompible,
inflamable, comida de
insectos, y desvencijada. ¿Sabes que en cualquier
segundo, una parte
podría romperse? ¿Qué podría enviarnos a nuestras
muertes desplomándose?
Por no mencionar, fue construida antes de que
haya cualquier tipo de
códigos de seguridad apropiados.
—Estoy segura de que
tienen esos códigos en el lugar ahora —digo,
frunciendo el ceño un
poco.
Miramos fijamente el
tramo de la pista vacía que hay por delante
nuestro.
Pista oxidada.
—Oh, Dios. Odio la
primer fila. Vas a pagármelas. —Traga saliva a la
vez que se reproduce
el anuncio en el altavoz de ―permanecer en nuestros
asientos todo el
tiempo‖.
Suena un largo timbre,
seguido de un extraño ruido sordo sonando
como de ¡1936!
Los carros de la
montaña son liberados y cliquean lentamente
alrededor de la
primera esquina. El frente se conecta a un antiguo
mecanismo de poleas
que lanza el peso de la montaña hacia arriba a la
primera y más grande
colina. Ahí es cuando yo, la defensora intrépida de
montañas, empiezo a
perder los estribos.
—Este artilugio de
poleas parece haber sido hecho hace más de cien
años, no en 1936
—digo—. ¿Qué piensas?
Puedo decir por cara
de Gaston que piensa que estoy bromeando.
—¡Mierda! ¿Tenías que
decirlo ahora? ¡Novia cruel y despiadada!
Cada uno alcanzó la
mano del otro como si fuera nuestro último
momento sobre la
tierra.
La vieja cadena tiró,
chasqueó empujándonos en dirección a la cima
de la primera y enorme
caída. Gaston puso su cabeza sobre mi hombro y
cerró los ojos y dijo:
—Quiero que sepas que si morimos ahora, no seré
capaz de distinguir si
he llegado al cielo o no, porque ya estoy sentado
junto a ti. Igual que
esto.
Antes de poder
acusarlo de encontrar esa línea por internet,
volamos hacia abajo la
enorme colina. Todos estaban gritando,
incluyéndome. Volamos
el siguiente conjunto de colinas y giros.
Gaston apunta a la
luna de aspecto enorme elevándose por encima del
mar de las casas
suburbanas en la distancia. Muy pronto, el paseo nos
lanza en largo hueco
del túnel que marca el final.
Gaston finalmente
relaja el agarre firme que ha tenido en mi mano. Me
encanta cuando no se
suelta completamente en cuanto hemos salido del
paseo. Cuando pasamos
la salida, el parque de diversiones brillaba en el
crepúsculo. Y aun así,
sigue sosteniendo mi mano.
Cada árbol, arbusto y
estructura de juegos ha sido adornada con
millones de pequeñas
luces. Me siento extraña. Estoy contenta, por
dentro y por fuera. Es
un sentimiento que no he tenido en mucho tiempo.
Y es real, cada
poquito de ella. Si sólo pudiera mantenerlo por siempre.
Miro a Gaston a través
de mis pestañas a medida que caminamos a lo largo
del camino iluminado.
Cómo hace que todo
parezca tan fácil. ¿Tan posible?
Vacilo en mi plan de
romper con él, imaginando que realmente
podría estar con este
chico. Como su novia. ¿Él estaría realmente bien con
mis azarosos ataques
de pánico? ¿Sería paciente y me esperaría cuando
duermo en mi coche
durante y después de la escuela? ¿Se aburriría o
molestaría si nunca
puedo cambiar eso? ¿Las parejas no se supone que
almuerzan juntas,
salen juntas y ambos son conscientes? ¿Sus amigos se
darían cuenta, lo
notarían, se burlarían de mí? ¿Me importaría algo de
todo eso si Gaston
estuviera a mi lado? ¿Defendiéndome? ¿Amándome? ¿Y si
estoy equivocada? ¿Y
me estoy dando por vencida demasiado pronto,
fallándole a ambos,
sin siquiera intentarlo, como dijo Lali?
—¿Quieres descansar?
—pregunta él—. Sé que te estás quedando
sin ímpetu. ¿Quizás
deberíamos llamar a Lali y Peter y encontrarnos
más temprano? Hicimos
todo lo que hay que hacer.
—No todo —digo,
arrastrándolo, analizando las señales que marcan
el camino alrededor
del parque—. Todavía no he visto los Jardines de las
Hadas.
Se patina y me
detiene. Su expresión es tensa, y no puede sostener
mi mirada.
—Rochi. Yo… tenemos
que hablar.
—Lo haremos. Pero
primero, creo… quiero, un, sí. —Me muerdo el
labio inferior y
asiento con la cabeza—. Definitivamente tengo que
besarte. Pronto. En el
Jardín de las Hadas.
Determinada a no
dejarlo echarse atrás, lo arrastro a través de
entrada bordeada de
árboles.
—¿Tú quieres? ¿Ya
sabes? ¿Besarme?

si si si si, QUIERO ESE BESO YAAAAAAAAA!
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