sábado, 5 de octubre de 2013

Lazos capitulo veinticuatro

Capitulo
Mi casa estaba a siete millas y caminar muy lejos en la oscuridad no hubiera sido
muy inteligente. Además, Gaston inmediatamente me hubiera encontrado y
manejado al lado mío tratando de que me metiera en su estúpida camioneta. Giré y
corrí abajo por el estrecho camino pavimentado que guiaba hacia la escuela. Las
luces de la calle iluminaban el camino bordeado de árboles lo suficiente para evitar
que fuera espeluznante. Estaba a menos de una milla de Hanks, podía ir a
sentarme en las gradas del campo de fútbol y hacer que Pablo me pasara a buscar
cuando hubiera terminado.
Mi teléfono sonó y observé el mensaje.
Rochi l siento. X favor dime dnd estás.
Cliqueé ignorar y seguí caminando por el campo de fútbol.
Justo antes de llegar a la puerta de entrada, los faros delanteros de un auto
iluminaron la oscuridad detrás de mí. No paré de caminar. Si era Gaston y estaba
bastante segura de que lo era, necesitaba alejarme de él. Quería llorar y no quería
hacerlo con él cerca, mirando. La puerta de su camioneta se cerró de un golpe y
escuché sus pies corriendo por el suelo. Nunca sería capaz de superar su velocidad
pero podía intentarlo.
—Rochi lo siento.
Sus brazos me rodearon antes de que pudiera echarme a correr.
—Gaston, déjame ir. Quiero estar sola. Llamaré a Pablo. Él puede buscarme luego y
llevarme a casa.
—No —contestó.
—No era una pregunta a la que le pudieras decir sí o no. Era una demanda. Ahora
vete.
—Rochi, tienes que escucharme. No quería decir nada de lo que dije. Sólo estaba
tratando de ver el fuego detrás de tus ojos. Lo extrañaba y egoístamente te azoté,
sabiendo que te enojarías. Estaba equivocado y lo siento muchísimo. Por favor.
Él enterró su cabeza en el recodo de mi cuello e inspiró profundamente. Si hubiera
tenido alguna intención de seguir enojada con él esta salió volando por la ventana
cuando hizo algo tan vulnerable como acariciar mi cuello con su nariz.
—¿Así que no consideras esto como un trabajo de niñera en el cual Pablo te debe
una? —le pregunté, en un tono mucho más suave del que había estado usando.
—Dios no, ya lo sabes —me respondió sin dejar de acariciar mi cuello con su nariz.
Él enredó sus dedos con los míos.
—¿Y pedirme como tu chica con espíritu no fue un gran favor que le hiciste a
Pablo? Porque puedo negarme a hacerlo y puedes pedírselo a alguien más.
Se quedó quieto y luego hizo un camino de besos desde mi cuello hasta mi oreja.
—El pensar en ti haciendo cosas por Pablo el día del juego es lo suficientemente
malo. No puedo imaginarte haciendo galletitas para otro chico, decorando su
casillero ni dándole un beso en la mejilla durante un encuentro de motivación. La
única chica con espíritu que quiero es a ti.
Me di la vuelta en sus brazos y lo miré fijamente.
—Ahora mismo no estoy muy fuerte emocionalmente. Con todo lo que está
pasando en casa y luego el ir a la escuela y verte. —Paré mi explicación.
Decirle lo mucho que había odiado ver a Eugenia en sus brazos y colgándose de él
no era justo.
Él acunó mi cara en sus manos.
—Soy el imbécil más grande del mundo por no pensar acerca de eso antes de
tratarte como lo hice. Lo siento Rochi, por favor, perdóname.
Me puse de puntillas y lo besé.
—Estás perdonado —susurré y di un paso atrás con reluctancia—. Deberíamos
irnos —le dije, luego me giré para ir hacia la camioneta.
No me apuré por sentarme a su lado mientras salía del estacionamiento. Bajé la
vista hacia su mano y me di cuenta del fuerte agarre que había puesto en el
manubrio. Así no era como se suponía que esta iba a ser esta noche. Estaba de
nuevo en la camioneta de Gaston. Estábamos solos y Pablo estaba de acuerdo con
ello. Suspiré y volteé la cabeza para mirar a través de la ventana y observar los
árboles pasar mientras Gaston manejaba de vuelta a Hanks.
—Estamos aquí. Ya vuelvo —dijo él antes de saltar fuera de la camioneta y entrar.
Volvió unos minutos después con una bolsa de comida para llevar en su mano.
Observé como volvía a subirse a la camioneta y me daba su sonrisa torcida.
—Hamburguesa de queso con tocino entre pan tostado —explicó mientras me la
daba.
—Gracias —respondí, sintiendo que mi corazón se hinchaba por el simple hecho
de que recordaba qué me gustaba comer aquí.
—No podía dejar que fueras a casa esta noche sin haberte alimentado.
Especialmente luego de asegurarme de que fuéramos a comer a algún lugar que de
verdad te gustara. No te salvé de Shrimp Shack por nada.
Así que esa era la razón por la que Pablo había cambiado de lugar. Sonreí y abrí
la bolsa.
—Bueno, todavía me debes tu compañía mientras como.
El arqueó las cejas.
—Realmente… ¿piensas eso?
—Definitivamente. Me siento defraudada si me obligan a comer sola.
Él asintió y volteó su camioneta hacia las afueras de la ciudad, parecía que íbamos
a terminar nuestra noche con un juego de billar.
—Con Pablo de vuelta en la ciudad no esperaba verte otra vez entrando aquí con
ella —dijo Silvia Dalmau cuando Gaston y yo entramos en el bar.
—La estoy entreteniendo por Pablo, mamá. Déjanos en paz.
Sus cejas se elevaron y me miro.
—Así que Pablo está de acuerdo con que salgas con Gaston ¿no? Bueno, caramba.
Estaba segura de que tendría un arrebato de los infiernos una vez que se enterara
de que ustedes dos andan por la ciudad juntos.
—Gaston y yo hemos sido amigos por tanto tiempo como lo he sido de Pablo.
Pablo está contento de que hayamos retomado nuestra amistad —expliqué antes
de que Gaston pudiera decir algo sarcástico.
—Apuesto a que no tiene idea de que estás en un bar con Gaston. Si supiera que
Gaston te trae aquí no estaría muy feliz de que estuvieran paseando.
—Quédate fuera de esto, mamá. Estamos aquí para jugar billar.
Deje que Gaston me llevara lejos de Silvia antes de que comenzaran a pelear sobre si
Pablo aprobaría o no que yo estuviera aquí. Estaba casi segura de que estaría en
contra pero esto se había convertido en algo de Gaston y mío. No estaba dispuesta a
dejar esto también. Volví a mirar a Silvia mientras Gaston me guiaba hacia la mesa
de billar. La desaprobación en sus ojos era obvia. Me estudió por unos momentos
antes de sacudir la cabeza y voltearse para caminar de vuelta al bar.
—Discúlpame por ella. Se había acostumbrado a ti, pero todavía no le agrada la
familia de Pablo y que seas su novia te hace parte de ella.
Entendí las palabras no dichas. Porque me había quedado con Pablo y no había
elegido a Gaston sobre él, tenía una marca en mi contra. A sus ojos los estaba
traicionando a Gaston y a ella.
—Está bien, lo entiendo —le aseguré y agarré mi palo de billar.
—Está bien, Rochi, es tiempo de que pateé tu caliente traserito.
—En tus sueños compañero —respondí, conociendo lo suficientemente bien que
me ganaría. Había mejorado, pero no lo suficiente para ganarle a Gaston.
Dos juegos después recibí un mensaje de texto de Pablo.
“¿Estas en casa?”
Levanté la mirada lentamente para encontrarme con la de Gaston.
—Es Pablo y pregunta si estoy en casa.
Gaston puso su palo arriba y estiró la mano por el mío.
—Dile que te estoy llevando ahora.
No quería ir a casa ahora mismo pero no había otra explicación que le pudiera dar
a Pablo.
Le respondí el mensaje.
“Gaston me está llevando a casa ahora.”
Gaston asintió hacia la puerta.
—Vamos, tenemos que irnos.
Él no extendió su mano para agarrar la mía ni tocó mi espalda de la forma que
acostumbraba hacer cuando salíamos de aquí. En cambio, caminó a mi lado sin
tocarme ni mirarme.
Recibí otro mensaje de texto.
“Dile que te lleve a mi casa. Todos están acostados y estoy en la casa de la piscina. Ven a
verme. Yo te llevaré a casa.”
Eso no era algo que pudiera pedirle a Gaston. Había sido maravilloso conmigo esta
noche después de nuestra pelea. Pedirle que me dejara en casa de Pablo era
demasiado.
Una vez que estuvimos en la camioneta jugueteé con mi teléfono tratando de
decidir qué le iba a decir a Pablo.
—¿Qué pasa Rochi? ¿Qué te ha dicho para que comiences a morderte el labio
inferior? —suspiré y mantuve mis ojos en el teléfono.
—Quiere que me lleves a su casa de la piscina. No quiero que lo hagas.
Gaston detuvo su camioneta en el lado de la ruta y luego se giró para mirarme.
—¿Por qué?
Lo miré.
—Porque sí. —respondí.
Gaston soltó un gruñido y golpeó sus palmas contra el volante haciéndome saltar.

—No puedo hacer esto, Rochi. Me está matando. Tenerte tan cerca y no poder
tocarte me está volviendo loco. Eres su Rochi. Eres de él. Tomaste tu decisión y
entiendo que lo eligieras. No lo tengo en tu contra pero maldición Rochi, me duele.
Sentía como si mi pecho hubiera sido abierto de un rasguño de nuevo.
—Lo siento tanto, Gaston. Siento haberte hecho esto. Perdón por todo. Lamento no
poder hacerlo mejor. Perdón.
—Detente Rochi. No tienes porque sentirte arrepentida. Comencé esto y soy el que
debe terminarlo. Simplemente no puedo separarme de ti.
Me deslicé, aplasté la palanca de cambios y descansé mi cabeza en su hombro.
Él puso su brazo a mi alrededor y me presionó contra él. Cerré mis ojos mientras
besaba la cima de mi cabeza. Ninguno de nosotros sabía que decir. Nos sentamos
en silencio sosteniendo al otro hasta que mi teléfono nos advirtió de que había
llegado otro mensaje de texto. Comencé a separarme pero Gaston me sostuvo contra
su lado e hizo girar la camioneta.
—Sólo déjame sostenerte un poquito más —susurró con voz ronca mientras volvía
a meterse en la ruta.
Cuando estacionamos en la calle de Pablo, Gaston besó mi cabeza una vez más.

—Es mejor que te muevas ahora.

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