Capítulo 20
estaba consciente de un pitido
molesto; mi cabeza estaba palpitando y
pulsando en un lado. Apreté los ojos
cerrados intentando alejar el dolor.
—¿Ángel? —dijo Gaston cerca de mi cabeza. Gemí
y volví la cabeza hacia su voz. Me
sentía muy mal, como si estuviera en
una especie de burbuja. Por fin abrí mis ojos
para verlo inclinado por encima de
mí, viéndose magnífico como siempre, excepto
que ahora parecía estresado. Tenía el
ceño fruncido, la mandíbula apretada.
—Hola —dije con voz ronca, tratando de
sonreír y de ignorar el dolor en mi
cabeza.
—Gracias a Dios. Me asustaste. —Inclinó la cabeza y me besó
suavemente la frente,
pareciendo respirar un suspiro de
alivio.
—Está bien. Si tan sólo pudiera entrar
y echar un vistazo —dijo una voz femenina
con severidad. Miré a mí alrededor y
no tenía idea de dónde estaba. Yacía sobre
una cama pequeña, todo junto. Era una
pequeña habitación de algún tipo, con
estantes y armarios a lo largo de las
paredes, excepto que se movían, y podía sentir
las vibraciones de la carretera.
Gaston se movió a un lado y una
señora con mono verde se inclinó sobre mí.
—Hola, Rocio. ¿Cómo te estás
sintiendo? —preguntó, haciendo brillar una luz en
mis ojos.
Empujé su mano fuera de mí, en busca
de Gaston.
—¿Dónde estoy? —pregunté, un poco presa del pánico.
¿Cómo diablos llegué
aquí?
Estaba en la cocina, entonces me sentí
un poco mal…
—Estás en una ambulancia, cariño. Te
desmayaste y te golpeaste la cabeza
bastante fuerte contra el mostrador
de la cocina —explicó, tomando mis manos y
colocándolas sobre mi pecho—. Sólo necesito comprobarte. Has
estado
inconsciente durante unos veinte
minutos. —Encendió la luz hacia mis ojos de
nuevo, asintiendo con la cabeza,
pareciendo satisfecha—. ¿Te duele la cabeza? —
preguntó, tocando ligeramente detrás
de mí oreja. El dolor atravesó mi cabeza y
silbé a través de mis dientes—. Creo que vas a necesitar un par de
puntos aquí —
dijo ella, asintiendo hacia el lado
de mi cabeza.
Tendí una mano hacia Gaston.
Inmediatamente la tomó y besó mis dedos, sus ojos
no dejaban mi cara. Se veía muy
estresado. Después de otro par de minutos nos
detuvimos en el hospital y comenzaron
a rodarme en mi pequeña cama.
—Puedo caminar —protesté, sintiéndome estúpida por
ser llevada dentro del
hospital en una cama.
—Lo siento, cariño, es una práctica
habitual. Arribaste con luces, debes ir en una
cama —respondió, guiñándome un ojo. Sonreí
débilmente y Gaston se echó a reír,
pero no era su risa habitual, era
apretada y sin sentido del humor.
Rodamos dentro de un pequeño cubículo
y nos dejaron por nuestra cuenta.
—¿Qué paso, Ángel? —preguntó Gaston, inclinándose sobre
mí y rozando su mano
suavemente por un lado de mi cara.
Me encogí de hombros y luego hice una
mueca cuando el movimiento hizo que mi
cabeza doliera otra vez.
—No lo sé. Me sentía un poco mareada,
entonces me desperté contigo en la
ambulancia —le expliqué. Eso era todo lo que
podía recordar.
—Asustaste la mierda fuera de mí. No vuelvas
a hacerme eso otra vez. Promételo
—indicó, haciéndome reír por cuán
serio estaba. ¿Quería que le prometiera que
nunca me pasaría de nuevo?
—Gaston, no puedo prometer algo de lo
que no tengo control —bromeé, sin dejar
de reír. Suspiró y se inclinó hacia
delante, besándome ligeramente, prendiendo
fuego en mi cuerpo. Se retiró cuando
la cortina se abrió y entró un médico.
—Oops, lo siento. ¿Debo volver más
tarde? —preguntó el doctor, sonriendo. Me
reí, avergonzada de haber sido
sorprendida haciéndolo en un hospital.
—Sí, ¿podría darnos cinco minutos? —bromeó Gaston, haciendo reír al
hombre.
Tomó mi mano con fuerza mientras el
doctor miraba mis ojos y comprobaba mi
cabeza, garabateando en su libreta.
—Entonces, te desmayaste, Rocio, ¿te
has estado sintiendo bien hoy? ¿Has
tomado algo que no deberías? —preguntó, mirándome con un poco de
suspicacia.
—¿Cómo drogas o algo así? —cuestioné, sorprendida. ¿Parezco una
maldita adicta
a las drogas? Asintió con la cabeza,
mirándome expectante—. No, no he tomado
nada. Me estado sintiendo un poco
apagada hoy, un poco mareada —admití.
Escribió de nuevo.
—¿Has comido?
Pensé en ello, ¿había comido? Tenía
algunas tostadas para el desayuno, pero no
comí el almuerzo, porque me sentía
mal.
—Um, no realmente. Me sentía mal durante
el almuerzo.
—Hmm, probablemente ese es tu problema
allí. ¿Estás bajo cualquier tipo de estrés
o cualquier cosa en este momento?
¿Haciendo exámenes, ese tipo de cosas? —
preguntó, escribiendo de nuevo.
Estrés. Guao, eso es un eufemismo. Mi
padre abusivo se mudó de nuevo a la
ciudad, trayendo con él una nueva
familia. Hace una semana que lo vi de nuevo
por primera vez desde que trató de
forzarse sobre mí. Me enteré hace un
momento de que ha estado abusando de
su nueva familia y ellos se van a mudar
con nosotros por un tiempo. En
realidad, ¿cuánto tiempo estarán con nosotros?
¿Alguien mencionó eso? Tendría que
tener a Johnny con Nicolas, y Ruby y Matt
pueden compartir la habitación de mi
madre, entonces cuando mamá venga a casa
yo podría…
—¿Rocio? —dijo el médico, sacándome de mi
pequeño mundo.
—Oh, claro. Um, sí, mi vida ha estado
estresante últimamente —declaré,
mordiéndome el labio de lo mucho que
un eufemismo en realidad era real.
—Bueno, el estrés puede hacer cosas
divertidos por ti. Realmente necesitas comer
adecuadamente. Voy a sacar algunas
muestras de sangre para asegurarme de que
no hay nada más pasando. Conseguiré a
alguien para que venga y haga los puntos
en tu cabeza y te voy a tener un par
de horas sólo para comprobar que todo está
bien después de ese golpe —afirmó, sonriendo amablemente.
Fue al armario y sacó una aguja. Miré
a Gaston, con los ojos muy abiertos. Odiaba las
agujas. Cuando el médico se acercó a
mí, Gaston inclinó la cabeza y me besó.
Cerré los ojos y fundí mis labios
contra los suyos. ¡Por Dios, sabia tan
condenadamente bien!
—Está bien, todo hecho. Iré a mandar
esto, deberían estar de vuelta en una hora o
algo así —anunció el doctor, lanzando la aguja
a la basura y escribiendo en un
pequeño frasco. Eché un vistazo a mi
brazo para ver un pedacito de cinta adhesiva
blanca sosteniendo una pelota de
algodón en el interior de mi codo.
—¿Lo hizo ya? —pregunté, sorprendida. ¡Guao, ni
siquiera lo sentí!
El médico y Gaston sonrieron.
—Sí, todo hecho. Ah, el poder de
distracción —reflexionó el médico, sonriendo
abiertamente. Sonreí a Gaston,
tendría que llevarlo en cada pinchazo que alguna vez
tuviera a partir de ahora.
—Está bien, así que la enfermera
estará haciendo puntos en tu cabeza en pocos
minutos. Probablemente estarás aquí
durante dos o tres horas —dijo, dirigiéndose
a la cortina.
Asentí.
—¿Puede quedarse mi novio conmigo? —le pregunté esperanzadoramente
mientras me aferraba a la mano de
Gaston. No quería estar en este lugar estéril por
mi cuenta.
—Claro, eso está bien. Sólo uno de los
visitantes, sin embargo, porque podría
haber una multitud preguntando por
ti, por tu vuelta a casa —sugirió, riendo entre
dientes mientras se iba y dejaba caer
la cortina.
Multitud, ¿Qué es eso? Miré a Gaston,
él sonrió.
—Todos vinieron. Yo, literalmente,
tuve que empujar a Nicolas cuando dijeron que
sólo una persona podía viajar contigo
—dijo, viéndose un poco culpable de
ello.
Me sonrió y le apreté la mano.
—Bueno, me alegra de despertar contigo
en lugar de Nicolas. Así que gracias.
Inclinó la cabeza y me besó
ligeramente.
—También me alegro. —Suspiró—. Será mejor que vaya y les diga que
estás muy
bien, y que deben ir a casa —dijo, poniéndose de pie.
—Igual date prisa, ¿de acuerdo? —le pedí, dándole mi cara de
mendicidad.
Sonrió.
—Voy a ser tan rápido como sea posible
—prometió, besándome en la frente y
saliendo rápidamente. Cerré los ojos
y escuché el ruido en la sala y esperé a que
regresara.
Gaston estuvo de vuelta en cinco
minutos con un sándwich pre-empacado y una
bebida.
—Oye, no sé si tienes permitido uno de
estos, todavía, por lo que tendrás que
esperar hasta que la enfermera venga
a coserte la cabeza. No me perdí eso,
¿verdad? —preguntó preocupado.
—No, no te lo perdiste. —Sonreí a cuán pensativo era todo el
tiempo.
Se sentó en la sillita y me tomó de
la mano. La enfermera entró unos minutos más
tarde y cosió mi cabeza, al parecer
necesitaba seis puntos de sutura. Hice que Gaston
me distrajera todo el tiempo,
realmente era el mejor analgésico conocido por el
hombre. Tal vez debería tratar de
embotellarlo de alguna manera, y luego venderlo.
¡Sería rica!
Finalmente, después de una hora y
media, el médico regresó.
—Hola, tengo los resultaos de los
análisis de sangre y parece que no fue la falta de
alimentos lo que te hizo perder el
conocimiento —dijo, mirándome con seriedad.
Gaston se puso tenso a mi lado,
apretando mi mano, inclinándose tan adelante en su
silla que no me sorprendería que se
cayera de un momento a otro.
—Ok, así que, ¿qué era? —le pregunté con curiosidad. No podía
ser nada malo.
Sólo tenía dieciséis años, por amor
de Dios, no fumaba, no bebía mucho, no tenía
exceso de peso, hago ejercicio físico
con regularidad. Quiero decir, no debería
enfermar, ¿o sí?
—Estás embarazada —afirmó.
Me eché a reír. Maldita sea, eso fue
divertido, casi me tuvo allí. Negué con la
cabeza, sin dejar de reír.
—En serio, ¿qué es?
Miró de mí a Gaston.
—Estás embarazada —repitió.
Dejé de reír inmediatamente. No podía
estar embarazada. No, esto era un error.
—No puede ser, estoy tomando la
píldora. La he tomado todos los días, no me
perdí ni una sola. Las tomo
exactamente a las ocho de la mañana —protesté,
sacudiendo mi cabeza, tenía que ser
otra cosa. Miré a Gaston, que estaba mirando al
doctor, con la boca abierta.
—Bueno, ¿cuándo fue tu último período?
—preguntó el doctor.
Miré a Gaston de nuevo.
—Hace dos semanas. Estoy tomando la
píldora desde que tenía que dejarla por
una semana, así que definitivamente
hace dos semanas. Estoy por tener la
siguiente consulta después de la
próxima —le dije de manera positiva.
—¿Y, tu período, cómo era? ¿Tan pesado
como lo normal? —preguntó él médico,
garabateando en su libreta de nuevo.
¿Tan pesado como lo normal? Pensé en
ello. En realidad, era muy ligero, pero eso
era porque estaba tomando la píldora,
Mery dijo que hacía sus periodos más
ligeros.
—Era ligero pero sin duda lo tuve,
hace dos semanas. No puedo estar embarazada
—le dije con severidad.
—A veces, puedes tener periodos
ligeros a través del embarazo. Se llama
manchado. ¿Cuánto tiempo has estado
tomando la píldora? —preguntó con
curiosidad.
—Seis semanas —le contesté, en voz baja.
Esto no podía ser cierto. Por favor,
díganme que esto es una especie de inmenso
error, o incluso uno de esos
programas de cámara oculta y la gente saltará y gritará
“caíste” en cualquier
momento.
—Y cuando empezaste a tomarla, ¿la
tomaste el primer día de tu periodo? —
preguntó.
Negué con la cabeza.
—Fue un par de semanas después de mi
periodo. ¿Qué diferencia hace eso? —
cuestioné, empezando a ponerme
nerviosa.
—Bien, bien, cuando empezaste a tomar
la píldora necesitabas comenzar el primer
día de tu periodo y luego se haría
efectiva de inmediato. Si la tomas dentro de
cinco días, será efectiva después de
dos semanas, pero si comienzas cualquier otro
día, entonces necesitas usar tu
segundo paquete antes de que haga efecto —
explicó en voz baja.
Así que eso significa que ni siquiera
empezó a funcionar hasta hace dos semanas
cuando comencé mi segundo paquete y
¡había estado teniendo relaciones sexuales
sin protección todo el tiempo! Gaston
seguía mirándolo fijamente. No había dicho
nada en absoluto, ni siquiera estaba
segura de que estuviera respirando. Estaba
sentado tan quieto que era como una
estatua.
—Voy a traer una máquina portátil de
ultrasonido y echaremos un vistazo, ¿sí? —
sugirió el doctor, sonriendo
amablemente mientras desaparecía por la cortina.
—¿Gaston? —susurré. Estaba sinceramente
asustándome, nunca había visto a nadie
estar tan quieto en mi vida, no era
natural. Él no respondió. El doctor volvió y
observé cómo esparcía un poco de gel
en mi estómago y apretaba lo que parecía
un pequeño micrófono en mi estómago,
rodando a su alrededor.
Oh, mierda, por favor, que esto sea
un error.
Se detuvo, sosteniéndolo todavía, y
asintió.
—Sí, definitivamente embarazada. Diría
que tenemos uno de los grandes aquí,
estás a punto de las cuatro, quizá
cinco semanas. ¿Quieres ver? —ofreció,
sosteniendo el pequeño micrófono
hacia mí.
—No —me negué, empujándolo lejos
rápidamente.
No quería ver, porque entonces no
sería capaz de hacer lo que necesitaba hacer.
No podía tener un bebé, éramos
demasiado jóvenes, arruinaría todo. Apenas
habíamos empezado a salir; no era
mucho. Gaston se iría a la universidad pronto, no
podíamos tener un bebé. No arruinaría
los sueños de Gaston, él siempre había
querido jugar al hockey y no le
quitaría eso. No podía mirar la terminal tampoco,
no podía ver al bebé allí porque
necesitaba estar fuerte.
—¿No quieres ver? —preguntó el doctor, viéndose
confundido.
Negué.
—No, quiero un aborto —dije con severidad.
Gaston se movió. Oh, gracias a Dios,
¡por fin!
—¿Un aborto? ¿Qué? ¿Por qué?! —exclamó, sorprendido.
Lo miré, me estaba mirando,
horrorizado, como si acabara de sugerirle un sello o
algo así.
—Debido a que hay que hacerlo —le dije, mirando a otro lado en vez
de a su
intensa mirara. Me volví hacia el
doctor—. ¿Puedo hacerlo hoy? ¿Qué debo
hacer?
—le pregunté con nerviosismo.
—Bueno, hay dos maneras: un aborto
médico, que es una píldora hoy y mañana,
que básicamente traería un periodo. O
una cirugía que tendrías que hacerte bajo
anestesia general, y que,
básicamente, eliminaría todo —explicó en un tono de
negocios.
Me encogí. Odiaba cómo sonaba eso,
pero tenía que hacer esto. No podía pensar
en él como un bebé, un pequeño
Gaston, porque de lo contrario no sería capaz de
deshacerme de él.
—¿Puede darnos un minuto? —pidió Gaston. El médico asintió y
salió rápidamente—.
Ángel, ¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó Gaston una vez que estábamos
solos. Tomó mis manos, mi miró como
si me hubiera vuelto loca o algo así.
—¡Gaston, no podemos tener un bebé!
Tengo dieciséis años. Irás a la universidad. No
podemos —expliqué, sacudiendo la cabeza.
Negó con la cabeza.
—Ángel, piensa esto, ¿por favor? Te
amo, me amas. Quiero tener niños contigo
algún día. Quiero decir, mierda, esto
es mucho más pronto de lo que pensaba. —
Sopló una bocanada, pasándose una
mano por el pelo, nerviosamente.
—Gaston, no podemos. Vas a ir a una
universidad, por el amor de Dios; no
puedo criar a un bebé por mi cuenta.
¡No seas ridículo! —grité, sacudiendo la
cabeza. Él no estaba pensando
correctamente.
Se subió a la cama, acostándose a mi
lado.
—Ángel, escúchame, ¿está bien? —rogó. Asentí y lo miré, incapaz de
ver qué
podría decir para hacer esto
correcto. No había nada que él pudiera sugerir, no
había otra manera—. Te amo más que a nada en este
mundo. Antes de que esto
sucediera iba a rechazar mi beca e ir
a una universidad aquí en cambio —comenzó.
Abrí la boca para decirle que estaba
siendo estúpido, pero me tapó la boca,
mirándome suplicante—. Quería pedirte que vinieras conmigo.
Pero no
podía pedirte que te alejaras de tu
casa, de Nicolas y de tus amigos, así que decidí
quedarme aquí contigo, en su lugar —dijo, encogiéndose de hombros.
Cristo, es tan adorable, dulce y
considerado. Pero, ¿cómo demonios algo de esto
relacionado con nosotros teniendo un
bebé, significa que él probablemente no iría
a la universidad de todos modos ya
que tendría que abandonar y conseguir un
trabajo? Yo tendría que abandonar la
escuela sin siquiera graduarme.
Él sonrió mientras continuaba
tratando de convencerme.
—Podemos hacer que esto funcione; sé
que mi mamá nos ayudará. Iré a la
universidad y conseguiré un empleo en
las noches y los fines de semana para
ganar algo de dinero. Tú podrías
terminar la escuela por correspondencia, o
podríamos tener una niñera para que
pudieras ir a la escuela. O tal vez incluso mi
mamá lo haría —sugirió, mirándome esperanzadamente—. Este de aquí es nuestro
primer bebé, Ángel. Es un bebé que
hicimos juntos. ¿Puedes pensar en ello, por
favor? Será difícil por cierto tiempo,
pero una vez que firme un contrato con un
equipo, seré capaz de darte cualquier
cosa que quieras. A ustedes dos —arrulló,
frotando ligeramente su mano sobre mi
estómago.
—Gaston, no quiero arruinar tu futuro —susurré.
Él sonrió y me besó suavemente.
—Ángel, tú eres mi futuro —contrarrestó él, deslizando la mano
bajo mi top, y
ubicándola en mi estómago.
Miré su apuesto rostro; sus ojos
estaban centelleando con amor mientras
acariciaba mi estómago con la mano.
—No hice esto para atraparte —dije nerviosamente.
Él se echó a reír y puso los ojos en
blanco.
—Me atrapaste cuando tenías cuatro
años de edad. Estabas usando un vestido azul
oscuro con un lazo en la espalda, y
pequeñas medias blancas. La primera vez que
te vi estuve atrapado. Esto, —Dibujó en mi estómago con un
dedo—, esto es una bendición. Seguro, no
estaba esperando esto hasta dentro de
unos cinco o seis años, pero aun así… es una bendición —dijo, sonriendo.
¿Podíamos realmente hacerlo? ¿Él se
quedaría aquí conmigo?
—¿En realidad te quedarías aquí conmigo
y renunciarías tu beca? —pregunté un
poco conmocionada. Trabajó tan
malditamente duro por esa beca, era una
oportunidad tan increíble, ¿y
renunciaría a eso por mí y un bebé?
Él sonrió.
—Ángel, si quieres deshacerte del bebé
porque no lo quieres, entonces podría
entender, pero no hagas esto por mí. Quiero quedarme aquí contigo. Si no
estuvieses embarazada todavía estaría
rechazando esa oferta —prometió,
acercándose a mí en la cama,
envolviendo sus brazos alrededor de mí.
Enterré mi rostro en su pecho y cerré
los ojos; también quería tener hijos con él un
día. Podía verme a mí misma sujetando
a un pequeño bebé que tuviese los ojos
verdes y el cabello desordenado de
Gaston. Garantizado, cuando me lo imaginaba yo
era mucho más mayor que ahora, pero
todavía podía verlo, y me gustaba. Quizá
podíamos hacer que esto funcionara.
Al bebé no le faltaría amor, y una vez que las
personas superaran la impresión de
esto, entenderían. En mi mente no tenía dudas
de que la mamá de Gaston ayudaría
también. Y Nicolas, una vez que superara la ira
inicial de todo, sería un tío genial.
Gaston se alejó un poco de mí.
—Te juro que seré el mejor papá del
mundo —prometió.
Sonreí; no dudé eso ni por un
segundo. Besé sus labios, envolviendo mis brazos
alrededor de su cuello, acercándolo.
Lo amaba demasiado, más que nada. Sabía
que podíamos hacerlo funcionar, una
pequeña familia. Se alejó del beso y me miró
con una expresión de esperanza en su
rostro.
—Está bien —acepté.
Sonrió y me besó de nuevo, moviéndose
de modo que tenía medio cuerpo sobre
mí. Noté que no puso nada de su peso
sobre mi estómago, estaba siendo súper
tierno. Me besó hacia abajo por mi
cuello, bajando más y más. Levantó mi top y
besó todo mi estómago antes de
levantarse para sonreírme.
—Te amo —susurró.
Lo halé más cerca de mí.
—También te amo, papi bebé —me burlé, haciéndolo reír.
Envolvió sus brazos alrededor de mí,
acostándose cerca de mi lado. Apoyé la
cabeza en su pecho y escuché el
latido de su corazón volando mientras deslizaba
una mano bajando por mi cuerpo, apoyándola
en mi barriguita, frotando la punta
de mis dedos ligeramente sobre ella.
Besé el pecho de Gaston. ¿Cómo
demonios un chico tan adorable, apuesto, dulce,
bondadoso, divertido, talentoso y
responsable podía quererme? ¿Cómo podía
amarme tanto como puedo ver que lo
hace? No pude evitarlo, pero sonreí.
Yaciendo en los brazos de Gaston, en
realidad me sentía como la chica más
afortunada del mundo. Voy a tener un
bebé con el hombre que amo.
Después de un par de horas, me dieron
de alta. Aparentemente, Gaston iba a
despertarme cada hora para asegurarse
de que no tenía una contusión o algo.
Acordamos no decirle a nadie sobre el
bebé todavía. Era tan pronto y nosotros
apenas si estábamos
acostumbrándonos a la idea… que no necesitábamos
ninguna
interferencia de nadie más.
—¿Deberíamos llamar un taxi o algo? —pregunté mientras Gaston me sacaba
caminando del hospital, sosteniéndome
apretadamente a su lado.
Él sonrió. Había estado haciendo eso
un montón el último par de horas; en realidad
creo que estaba verdaderamente
emocionado acerca de ser papá, lo cual nunca
antes había visto en un chico de
dieciocho años.
—No. Nicolas nos dejó su auto. Él fue
a casa con Johnny y me dio sus llaves —explicó,
guiándome hacia el estacionamiento.
Me ayudó a entrar al auto, incluso
poniéndome el cinturón de seguridad
por mí. Su mano permaneció encima de mi
estómago a medida que se alejaba.
Mi cabeza latía con fuerza; los
analgésicos que me dieron estaban comenzando a
desaparecer. Apoyé la cabeza hacia
atrás contra el reposacabezas y cerré los ojos.
Iba a ser difícil mentirle a Nicolas.
Yo odiaba mentir y en realidad era muy mala en eso,
pero necesitaba ser hecho por unas
cuantas semanas. Simplemente necesitábamos
dejar que todo el asunto del padre
abusivo se calmara primero, eso nos daría la
oportunidad de resolver todo en
nuestras propias cabezas. Yo aún tenía el dinero
de la apuesta, no había gastado nada
de eso todavía así que eso ayudaría con
todas las cosas que necesitábamos
comprar para tener al bebé.
Cuando estacionamos en mi casa, ni
siquiera había salido del auto antes de que
Nicolas me atacara con un abrazo.
—¡Mierda, asustaste endemoniadamente a
todo el mundo, Rocio! —reclamó.
Sonreí y le devolví el abrazo.
—Lo siento, Nicolas. No planeé
exactamente desmayarme enfrente de todo el mundo
y golpearme la cabeza, ¿o sí? —respondí sarcásticamente mientras
ponía los ojos
en blanco. ¿Por qué demonios está
furioso conmigo por enfermarme?
Él suspiró y se apartó.
—Así que, ¿qué dijeron? ¿Por qué te
desmayaste en primer lugar? —preguntó,
luciendo preocupado.
Oh, mierda, ¿qué digo?
—Estrés aparentemente. Eso, y que no
había comido en todo el día —intervino
Gaston, viniendo a mi lado.
Silenciosamente le agradecí a Dios que Gaston fuese mejor
mentiroso que yo.
Nicolas me miró, claramente molesto
de nuevo.
—¿Por qué diablos no comiste en todo
el día? —preguntó acusadoramente.
Sonreí y dejé que Gaston me llevara a
la casa.
—Simplemente vamos adentro y déjala
sentarse, Nicolas, luego puedes gritarle todo
lo quieras —sugirió Gaston, sacudiendo la cabeza
con una ligera sonrisa.
Nicolas nos siguió adentro y se sentó
a mi lado en el sofá, Johnny y Ruby vinieron y se
sentaron también. Todo el mundo
estaba mirándome preocupadamente.
—Dejen de preocuparse, chicos.
Aparentemente era falta de comida. Azúcar baja o
algo. Estoy bien ahora, honestamente —les aseguré, asintiendo, tratando de
no
lucir demasiado culpable. Sólo
esperaba que Nicolas no enloqueciera cuando se
enterara, y que no le sacara la
mierda a golpes a Gaston o algo. Tal vez se lo diría por
mi cuenta, calmándolo un poco antes
de que viese a Gaston.
—El golpe en su cabeza necesitó
suturas. Tengo que despertarla cada hora para
asegurarme de que está bien, así que
me quedaré esta noche —declaró Gaston, más
para el beneficio de Ruby que de
alguien más, Nicolas ya sabía que él estaría ahí de
todas formas.
Bostecé. Ya eran casi las nueve y
sólo quería irme a la cama, había sido un largo día
estresante.
—Me voy a la cama, chicos. Oh, y Ruby,
es realmente un placer verte de nuevo.
Lamento que no tuve oportunidad de
conversar contigo apropiadamente más
temprano —dije, sonriendo a modo de disculpa.
Ella se rió un poco entre dientes.
—Hablaremos mañana, cariño, no te
preocupes. Si necesitas cualquier cosa en la
noche entonces házmelo saber. Nicolas
dijo que podíamos dormir en la habitación de
tu mamá, sólo para que sepas dónde
estoy, ¿está bien? —preguntó amablemente.
¡Vaya, ella en realidad es agradable!
—Está bien. Buenas noches, chicos. Y
tú, chico amoroso, ve a conseguir tus cosas si
te vas a quedar aquí —ordené, sonriéndole a Gaston.
Él se levantó rápidamente.
—Está bien. Volveré en un rato
entonces. —Besó mi frente suavemente antes de
dirigirse hacia la puerta principal para
decirle a sus padres que iba “oficialmente” a
quedarse aquí.
Fui a mi dormitorio y me miré en el
espejo. Mi cabello era un desastre, tenía algo
como un esparadrapo pegado detrás de
la oreja sobre las suturas, me veía cansada
pero no pude evitar sonreír. No me
molesté en ponerme pijamas mientras me
deslizaba en la cama; quería sentir
la piel de Gaston contra la mía. Él llegó
aproximadamente después de quince
minutos, viéndose tan apuesto que me hacía
querer llorar. Me froté ligeramente
el estómago con la mano bajo las sábanas.
Esperaba tener un pequeño niño ahí
dentro, y él sería justo como su papi.
Gaston se quitó la ropa hasta quedar
en calzoncillos y se metió en la cama conmigo.
Jadeó repentinamente y se echó hacia
atrás para mirarme.
—¿Estás desnuda? —preguntó, un poco sorprendido.
Sonreí.
—Sip. Pensé que deberías aprovecharme
al máximo antes de que me ponga toda
gorda y fea —me burlé.
Él sonrió y rodó encima de mí,
suspendido, apenas tocándome.
—Ángel, nunca serás fea —susurró, mirándome con adoración—. Y cuanto más
grande te pongas, eso sólo significa
que tengo más de ti para amar —agregó,
deslizando su mano hacia abajo por mi
estómago. Sonreí cuando halé su boca
hacia la mía.
Tener a Johnny, a Ruby y a Matt
quedándose con nosotros fue realmente
impresionante. Ruby hizo panqueques
la mañana del sábado, y pasé el día
conversando con ella y jugando con mi
hermoso hermano pequeño. Ella estaba
planeando quedarse en la ciudad
porque Johnny no quería cambiar de escuela de
nuevo.
Mery vino en la tarde, y Johnny finalmente le pidió que saliera sólo
con él…
lo que
ella obviamente aceptó con entusiasmo.
Ellos eran tan dulces, siendo todos tiernos
y coquetos. Mery decía cosas que
hacían sonrojar a Johnny. Él era demasiado
inocente… pero
conociendo a Mery, él no sería así
por mucho tiempo si ella se salía
con la suya. Gaston seguía lanzándome
pequeñas sonrisas de complicidad y tocaba
mi vientre en cada oportunidad.
El domingo, Ruby, Johnny, Mery y Matt
fueron a pasar el día en el zoológico.
Querían salir y hacer algo que sacara
de la mente de Ruby el hecho de que se
esperaba que hoy mi padre estuviera
en casa de regreso de su viaje de negocios. Él
llegaría a casa para encontrar la
nota que ella le dejó, y que todas las cosas de ellos
habían desaparecido de su casa. Ella
se había librado de sus números telefónicos y
había comprado nuevas tarjetas SIM
para sus teléfonos celulares de modo que él
no tuviera forma de contactarlos o
saber dónde estaban. Pero sentarse por ahí,
preocupándose por eso, no estaba
ayudando a nadie, así que quisieron hacer algo
que los mantuviera ocupados.
Yo estaba sentada en el sofá,
leyendo, con las piernas en el regazo de Gaston
mientras él jugaba al PlayStation con
Nicolas, cuando el teléfono sonó. Me moví para
agarrarlo pero Nicolas lo hizo
primero. Cuando respondió todo su cuerpo se tensó.
—¿Qué diablos quieres? —gruñó, saltando fuera del sofá. Me
senté tan rápido que
eso casi hizo girar mi cabeza—. ¿Estás jodidamente borracho? —Casi le gritó al
teléfono. Lo observé, sintiéndome
enferma, sabiendo que mi padre estaba en el
teléfono—. Sí, ¿y qué? ¿Qué vas a hacer al
respecto, anciano? —espetó Nicolas,
volviéndose rojo de la rabia—. No queremos verte, así que vete a
la mierda. No.
Ella no quiere verte. Te lo juro, si
te acercas por aquí de nuevo te mataré —gruñó
él, dándome la espalda—. En realidad, ¿sabes qué? A la
mierda, ven, ven justo
ahora. Estamos en la casa, así que
ven y hablemos de eso —sugirió Nicolas.
¿Qué demonios está haciendo él?
—¿Nicolas? —chillé, asustada.
—Seguro. Recuerdas dónde está la casa,
¿cierto? Absolutamente. Te veo en un rato
—dijo Nicolas, colgando y lanzando el
teléfono al otro lado de la sala.
Afortunadamente éste aterrizó con un
ruido sordo en el otro sofá y no se rompió.
¿Acababa de decirle que viniera?
—Nicolas, él no va a… —Mi voz se desvaneció, y no fui capaz
de terminar la oración.
Nicolas volteó para mirarme, con el
rostro severo.
—Sí. Ve al lado —ordenó.
Miré a Gaston en busca de ayuda. Él
estaba mirando a Nicolas; tenía la misma expresión
severa en su rostro.
—¡Gaston, dile que esto es estúpido! —susurré, con lágrimas cayendo por mi
rostro.
Gaston no me miró; Nicolas y él
estaban trabados en alguna clase de intercambio
silencioso con sus ojos. Salté fuera
del sofá y agarré el teléfono planeando
devolverle la llamada para
cancelarlo. No podía dejarlo venir aquí, no con estos dos
viéndose así.
Nicolas me arrancó el teléfono de las
manos.
—No va a dejar de acosarte, Rochi. Él
quería verte. También está realmente furioso
de que Ruby lo dejara. Sabe que los
ayudé; un vecino vio mi auto en la entrada.
Está seriamente molesto conmigo, así
que sólo necesito decirle que se vaya a la
mierda —dijo, jalándome a un abrazo.
Sacudí la cabeza, eso no era lo que
él estaba planeando en absoluto, ellos no iban
a decirle nada, Nicolas y Gaston iban a
golpearlo hasta la inconsciencia y mostrarle cómo
irse a la mierda.
—Por favor no lo hagas, te meterás en
problemas. ¿Por favor? —susurré. Mis
entrañas estaban retorciéndose por el
pavor.
—No si él comienza algo primero —respondió Nicolas, resistiendo una
sonrisa.

Esta historia es muy linda, encontré el libro pero prefiero seguir leyéndola adaptada aquí, es mucho mejor con Gaston y Rochi ♥
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