capitulo
Antes de que pudiera cerrar la puerta de mi coche, Pablo ya estaba
frente a mí.
Lucía como si no hubiera dormido en toda la noche y tenía un corte
en la nariz y
un moretón bajo el ojo.
—¿Qué pasó?
—¿Dónde está él? —ordenó Pablo interrumpiendo mi pregunta.
Negué con la cabeza, mirándolo fijamente, tratando de averiguar
por qué
estaba tan decidido a encontrar a Gaston.
—Te lo dije, no lo sé. Salí de la Iglesia y fui a ver a Candela.
Pasé la noche en su
habitación y volví esta mañana.
Pablo murmuró algo que sonó como una maldición y mis ojos se
abrieron en
shock. El sol caía sobre su rostro y podía ver la hinchazón en su
pómulo derecho
bajo el moretón. Al parecer, había encontrado a Gaston ayer, en
algún momento.
—¿Sabía Gaston…? —me alcé para tocar su cara pero él apartó mi
mano
bruscamente con una mueca de disgusto.
—No me toques. Hiciste tu cama, Rocio, ahora puedes dormir en
ella. Yo no soy
tuyo para que me toques.
Tenía razón, por supuesto. Me limité a asentir. La ira iluminó sus
ojos.
—Tú hiciste esto ¿sabes? Se ha ido por tu culpa. Arruinaste su
vida. Espero que
haya valido la pena. —La voz de Pablo se mezcló con la ira que
brillaba en sus
ojos. Una cosa era segura. Él me odiaba.
No asentí esta vez. Simplemente lo rodeé y me alejé. Me dolía
demasiado ver el
odio en sus ojos dirigido a mí. Necesitaba encontrar a Gaston. No
llamarlo el día
anterior había sido un error, pero me negaba a creer que hubiera
salido
huyendo. Él había estado dispuesto a luchar por mí.
Por la maltrecha apariencia de la cara de Pablo, podía saber que
lo había
hecho. Estaba lista para elegirle en lugar de cualquiera. Había
llegado el
momento de tirar la precaución por la borda e ir tras lo que
quería. Y yo
quería Gaston.
Ocho horas más tarde, me encontraba fuera del bar donde trabajaba Silvia
Dalmau, mirando a la puerta. Nunca había estado aquí bajo la luz
del día. La
pintura desconchada y la puerta salida de sus goznes no eran
visibles en la
oscuridad. Gaston no había ido hoy a la escuela.
Todos aquellos con los que había hablado alguna vez se comportaban
como si no
existiera. Me habría importado si no hubiera estado tan preocupada
por Gaston. Le
había enviado mensajes de texto varias veces, pero no hubo
respuesta.
Pablo sólo me había dirigido su furiosa mirada una vez, cuando se
dirigía a la
casa de campo después de la escuela. Caminó hacia mi casillero y
movió la cabeza
como si me culpara por la ausencia de su primo.
El temor de que tenía razón se había vuelto más fuerte durante el
día. Debería
haber llamado a Gaston ayer. No, debería haber permanecido a su
lado. En
cambio, ante el primer signo de lucha, mentí y corrí, dejándolo en
la
estacada. Soy una persona horrible.
La puerta del bar se abrió y Silvia se quedó allí con la mano
sobre su
Cadera mirando directamente hacia mí. Su cabello largo estaba
colocado
en un lado de su cabeza, en una coleta baja y llevaba un par de
ajustados jeans y
una sudadera holgada. Era la primera vez que había visto su cuerpo
tan bien
cubierto.
—Bueno, entra de una vez por el amor de Dios, ¿Cuánto tiempo vas a
estar aquí y
estudiar la puerta? Él no está aquí así que no puedes esperar que
escape.
Gaston no estaba aquí tampoco, pero tal vez ella supiera dónde
estaba. Me apresuré
a seguirla mientras se daba la vuelta y se dirigía al interior.
El bar era diferente a las tres de la tarde. Las cortinas estaban
separadas, dejando
que la luz solar ingresara al lugar y las ventanas estaban
abiertas permitiendo que
una fresca brisa flotara por el lugar. Casi quitando el olor a
cerveza rancia y
cigarrillos... casi.
—Se fue ayer. No ha regresado a la casa tampoco. Has arruinado
todo entre esos
chicos, niña buena.
Silvia negó con la cabeza mientras tomaba los vasos para limpiarlos
y los ponía
sobre la barra.
—Lo sé. Tengo que arreglarlo.
Ella sacudió la cabeza y dejó escapar una risa amarga.
—Creo que sería bueno, pero el daño está hecho. Esos muchachos
estuvieron cerca
de darse una paliza el uno al otro ayer. Los has vuelto locos a
ambos. Nunca pensé
que vería a una chica interponerse entre ellos, pero también es
cierto que nunca me
imaginé que alguna vez verías a Gaston de otra forma. Una vez que
empezaste a
mostrar algún interés supe que todo se iba a ir al infierno en una
canasta
rápidamente. Tú siempre has sido la debilidad de mi hijo.
Me hundí en un taburete en la barra, cerca de ella. Mi estómago
estaba revuelto
por la culpa. ¿Qué le había hecho a Gaston? ¿Cómo podía decir que
lo amaba y
hacerle tanto daño? El amor no era egoísta.
—Soy una persona horrible. Volvería hacia atrás, si pudiera. No
puedo creer que le
haya hecho esto a él.
Silvia se detuvo y levantó una ceja artísticamente esculpida.
—¿Él, quién?
—Gaston —le contesté frunciendo el ceño.
Una triste sonrisa tocó sus labios y negó con la cabeza.
—Bueno, supongo que no es tan tonto como yo creía. Pensé que el
chico lo había
tirado todo por una chica que sólo buscaba pasar un buen rato. No
creía que
realmente te preocuparas también por él.
Yo quería enojarme pero ¿cómo podía? No había hecho nada para
demostrar que
él realmente me importaba. El amor no arruina tu vida.
—¿Sabe dónde está? Sólo quiero hablar con él. Tengo que arreglar
esto.
Silvia suspiró y deslizó el vaso de su mano al estante encima de
su cabeza antes
de encontrarse con mi mirada.
—No Rocio no lo sé. Se marchó de aquí después de golpear la cara
de su primo.
Estaba herido y enojado. Me imagino que necesita un poco de tiempo
y entonces
saldrá de su escondite. Por ahora sólo preocúpate de arreglar tus
problemas con
Pablo.
Negué con la cabeza.
—No se puede arreglar mis problemas con Pablo. Él me odia. Todo lo
que puedo
esperar es que un día entienda, pero no tengo tiempo para tratar
con él.
Silvia apoyó sus codos en la barra y me observó por un momento.
—¿Estás intentando decirme que no volverás con Pablo en absoluto?
¿Ni siquiera
estás preocupada por perder el hermoso futuro que él planeaba
darte?
—Nunca hubo un futuro con Pablo. Lo he sabido todo el tiempo. quiero
a Pablo,
pero no estoy enamorada de él. Nunca tuve la intención de tener un
“felices para
siempre” con Pablo. Sólo necesito ver a Gaston. Las únicas
negociaciones que
quiero tener con Pablo son acerca de perdonar a Gaston.
Silvia asintió. Extendió la mano y me dio unas palmaditas en el
brazo.
—Creo que podrías llegar a gustarme, chica. Ve tú a saber. Que me
agrade la hija
del predicador. Ha sucedido mierda más loca.
Una sonrisa tiró de mis labios por primera vez durante todo el
día. En ese
momento, me recordaba a Gaston. La expresión divertida y los mismos
—Necesito hablar con él. Por favor, tan pronto como lo vea, dígale
que me llame.
Silvia asintió nuevamente y volvió a limpiar los vasos. Me puse de
pie y me dirigí
hacia la puerta. La carta que le había escrito durante Literatura,
disculpándome y
rogándole que por favor me hablara estaba en mi bolsillo. El plan
había sido
dejarla caer en su casillero, pero nunca se presentó a la escuela.
Lo saqué, me volví
y caminé de vuelta hacia Silvia.
—¿Podría darle esto cuando lo vea? —le pregunté, deslizando por la
barra el papel
doblado. Alargó la mano y la levantó sin desviar la vista de mis
ojos.
—Claro cariño. Me aseguraré de que la reciba.
Los coches de mis padres estaban en el porche cuando finalmente
decidí regresar,
después de las cinco. Era hora de enfrentar las cosas. Nadie me
recibió en la puerta,
lo que era una buena señal.
Di un paso dentro y fui detenida por la mirada penetrante de mi
padre. Estaba
sentado en el sillón con la Biblia abierta en su regazo mientras
me miraba por
encima de sus gafas de lectura. Estaba enojado, dolido y
decepcionado. Pude ver
todo eso en sus ojos. Dejé caer mi bolso sobre la mesa y me hundí
en el sillón frente
a él.
—Me alegro de que finalmente pudiste llegar a casa. Tu breve
mensaje de
texto diciéndome que estabas bien y que pasarías la noche con Candela
no era
exactamente reconfortante. Tu madre se ha ido a la cama con un
dolor de
cabeza por la preocupación.
—Lo siento, papá —le contesté. Realmente sentía que se hubieran
molestado. Incluso cuando lo haría de nuevo en un instante.
—Lo siento, ¿eh? Bueno, no pareces sentirlo. Voy a decir que me
alegro de que
hayas llegado a la escuela a tiempo y que incluso encontraste un
momento para ir
a la tumba de tu abue. No estés sorprendida. La visito todos los
días y me di
cuenta de la rosa fresca en su lápida. Sólo tú le llevarías una
sola rosa de
su propio jardín. Nadie más lo habría pensado. Eres una buena
chica, Rocio. Siempre lo has sido, pero este verano te pasa algo y
tenemos que
arreglarlo.
Él le echaría la culpa a Gaston si lo supiera. Quería que fuera
culpa de otra
persona. Ni siquiera podía registrar el hecho de que su hija era
una gran falsa.
—Gaston Dalmau también ha desaparecido. Todo el mundo pensaba que
habían
escapado juntos. Pero entonces me enviaste el mensaje diciendo que
te encontrabas
con Candela y el orientador de su dormitorio verificó la
información cuando llamé y
me registré. Así que no estabas con Gaston, pero es terriblemente
sospechoso que él
esté perdido también y que Pablo tenga un ojo negro. ¿Qué sucedió
en la
iglesia, Rocio?
Él estaba preguntando, pero en realidad no quería saber la verdad.
Ningún
padre quería escuchar este tipo de verdad. Negué con la cabeza.
—Me metí en una discusión con Pablo y nos separamos. Corrí para
ver a Candela y
huir. Eso es todo lo que sé.
Me estaba volviendo una buena mentirosa. No es algo de lo que
estar orgullosa.
Papá asintió con la cabeza y cerró la Biblia en su regazo.
—Bueno. No me gustaría escuchar que estuviste involucrada en algo
peor. Romper con Pablo es probablemente algo bueno. Ustedes dos
iban
demasiado en serio y tienes la universidad el año que viene.
Necesitas estar libre
de un chico para que puedas centrarte en tu futuro.
Se levantó y dejó la Biblia sobre la mesa de café. Sus ojos
encontraron los
míos y me señaló el libro que acababa de dejar.
—La buena compañía corrompe las buenas maneras. Si lees Proverbios
cada día, lo
sabrás.
Lo vi girar y dirigirse a su dormitorio. Yo realmente deseaba que
no me hiciera
odiar leer la Biblia. Tenerla tan presente toda mi vida me había
hecho un poco
reticente a leerla. Creía en ella. Pero mi papá la había utilizado
para su beneficio
muchas veces, haciendo caso omiso de las partes en que se señalaba
sus
errores. Como juzgar a Gaston aún sin conocerlo. Eso estaba en
Proverbios también.

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