capitulo
GASTON
Querido Gaston:
Te extraño. Extraño tu
sonrisa. Extraño tu risa. Extraño la manera en que te ves con jeans.
Extraño el destello
perverso en tus ojos cuando tramas algo malo. Te extraño. Por favor,
vuelve a casa. Pienso
en ti todo el día y toda la noche. Sabes, realmente esto está
estropeando mi sueño.
Anoche me acosté en el techo y pensé en todas las noches que
nosotros nos habíamos
recostado y mirado las mismas estrellas. Antes de que la vida se
estropeara. Antes de
que escogiera al chico Dalmau equivocado.
Pablo te perdonará.
Pienso que él comienza a entender que lo que nosotros teníamos no
era amor. No verdadero
amor. Él no conoce a la verdadera yo y yo he descubierto que no
conozco al verdadero Pablo.
Las cosas que amaba de él ya no se mantienen más. Él no es
tú, nunca lo fue. Pero
sólo puede haber un chico malo y ridículamente sexy en la ciudad.
Creo que es una
cuestión de cupo, estoy bromeando. Tú no eres malo, tienes tantas buenas
cualidades. Te admiro.
Desearía que todos pudieran ver al Gaston que yo veo. Si ellos sólo
supieran lo especial
que eres. Por favor, regresa a casa. No puedo decirlo las veces
suficientes. Te
extraño.
Te amo,
Rocio.
Ella me extraña. Quiero volver y llevármela. Agarrarla rápidamente
y correr.
Enfrentar a mi tío ahora, sabiendo que nunca trató de tener
ninguna relación
conmigo, era algo que todavía no podía hacer, aunque quería a
Rocio. Ella podría
esconderse conmigo. Si le preguntara sé que no dudaría en venir.
Pero yo ya la
había metido en un lio horrible. No podía lastimarla de nuevo.
Ella tiene la
seguridad de su casa. Padres que la aman. No necesita perder eso.
Es importante.
Es un regalo. Uno que nunca tuve y que me condenaría si se lo
arruinaba. En vez
de prender mi celular y ver los mensajes que me había mandado,
apreté la carta
contra mi corazón y cerré los ojos. Por ahora eso tenía que ser
suficiente.
ROCIO
—No dejes que se caigan. Las malditas cosas cuestan demasiado. —Silvia
me
llamó desde la cocina.
Sostuve las copas de cristal y las tazas de cerveza antes de
guardarlas en su sitio
detrás de la barra. Empecé a venir aquí dos días después del
colegio para traerle
una carta a Gaston y ver si Silvia había escuchado algo de él. Mis
visitas frecuentes
habían aumentado tanto que Silvia empezó a ponerme a trabajar.
Yo, con mucho gusto, había aceptado. De este modo podría hablar
con alguien
acerca de Gaston y no tendría que irme a mi dormitorio sola.
—Tank, toma cinco dólares de mi paga cada vez que rompo algún
vaso. Sabiendo
bien que ninguna de esas cosas cuesta cinco dólares cada una.
—Ella se quejó
andando detrás de la barra de la cocina que lleva a otro estante
de tazas y vasos
limpios.
—Estoy siendo cuidadosa —le aseguré, poniendo una taza en el
estante bajo el
mostrador.
—Bueno. Ahora sigue contándome sobre el asunto del casillero —me
dijo mientras
recogía otra copa y la comenzaba a secar a mi lado.
—Ellos sólo están poniendo notas y cartas feas, amenazándome y
cosas así. Es
tonto. Después de que me empujaron contra el casillero y me golpeé
la cabeza no
sufrí otra herida.
—¿Y ese hijo de puta no hace nada para que dejen de tratarse así?
Me encogí de hombros pensando en Pablo mirando silenciosamente
desde la
distancia.
—Él es como su padre, no sé por qué me sorprende. No va a ayudar a
nadie
cuando Gaston regrese. Cuando mi chico averigüe lo que Pablo dejó
que te pasara
se volverá loco. Tenía la esperanza de que hicieran las paces una
vez que Gaston
regresara.
—No tengo la intención de contarle a Gaston sobre esto. No lo
sabrá y tengo
esperanzas de que cuando regrese todo esto habrá disminuido. De
esta manera no
tendrá razón para volverse loco con Pablo.
Silvia resopló y golpeó la barra delante de mí con su paño.
—Niña, creciste con Gaston. Deberías saberlo mejor. Él no es un
maniquí. Además
alguien le dirá y cuando todos lo hagan, el infierno se desatará.
Suspiré y recogí el estante vacío delante de mí para llevarlo de
vuelta a la cocina.
—Sé que lo descubrirá, pero quiero que hagan las paces. No me
perdonaré hasta
que lo hagan.
Silvia cabeceó.
—Sí, bien, mi consejo es que estés lejos de los muchachos. Sé que
piensas que amas
a mi chico pero los chicos Dalmau son el problema. Ambos. Ellos
tienen problemas
que tú no conoces, necesitan tiempo. Lo úEugeniao que conseguirás
es desordenar sus
cabezas. Además ellos corren cuando las cosas se ponen difíciles, Gaston
es el mejor
ejemplo ahora mismo. ¿Dónde está él mientras tú estás siendo
tratada como si
tuvieras tatuada la letra escarlata en la frente? Y Pablo no es
mejor, él está
dejando que una chica pague el pato de todo esto sin decir una
palabra. Amo a mi
muchacho, pero él no es la clase de hombre con la que quieres
planear tú futuro.
Necesitas seguir adelante, chica. Encontrar a alguien cuyo
apellido no sea Dalmau.
Ya que esos días yo no era una persona grata, decidí que lo mejor
sería llevar mi
propio almuerzo y comer escondida en la biblioteca. De esta manera
estaba lo
bastante lejos de Eugenia y de coca, para permanecer seca y
agradable. Nadie
pareció notar mi ausencia o ninguno se preocupó.
Cinco minutos antes de que tocara la campana, guardé la bolsa
vacía de mi
almuerzo en mi bolsillo trasero y me dirigí a al casillero. Las
notas habían
disminuido lo cual era sorprendente. Había hecho un punto para
evitar ir a mi
armario, excepto a primera hora de la mañana y antes de irme a
casa. Sólo cargué
todos mis libros en mi mochila. La espalda me dolía del peso pero
no me
emocionaba la idea de volver a un vestíbulo lleno de gente que me
odiaba. El
morado de mi hombro izquierdo no era nada comparado con ser
empujado contra
un casillero.
—La princesa ha caído muy bajo cuando va a esconderse durante el
almuerzo. —El
tono divertido de Eugenia me saludó cuando me acerqué a mi
casillero. Levanté mis
ojos despacio para encontrar su mirada. No estaba segura de por
qué me odiaba
tanto. ¿Acaso no piensa que ya he pagado suficiente por mi pecado
al ir contra
ella? Ella se paró directamente entre mi casillero y yo. Caminar
alrededor suyo
sería estúpido. En cambio esperé a que dijera lo que vino a decir.
—¿Cómo se siente ser la espuma en la charca?
Tuve que morderme la lengua para no contestarle, no sabría que no
era ella. En
una lucha ella me golpearía en la cara. Además no quise darle la
satisfacción de
que viera que sus palabras me afectaron.
—No me ignores. —Se burló dando un paso hacia mí. Todavía era yo
misma. El
odio que destellaban sus ojos era una advertencia para que pisara
con cuidado.
—Sólo quiero ir a mi armario y después mi iré. No estoy tratando
de causar
problemas.
Eugenia cacareó como una bruja trastornada.
—Ya causas problemas, puta.
Ella estiró su mano y tiró un mechón de mi pelo causándome
lágrimas en los ojos
por el repentino dolor.
—Piensas que eres tan bonita y perfecta que simplemente puedes
tomar lo que
quieres. Bien, tengo noticias para ti muchacha, no puedes tomar lo
que es mío.
Eugenia acortó el espacio entre nosotras y en un rápido movimiento
me envió
volando hacia atrás con un empujón en mi pecho. Genial. Iba a
meterme en una
pelea en el vestíbulo de la escuela sin haber hecho nada. Justo lo
que necesitaba.
Mis padres se pondrían furiosos si me suspendieran.
Levantarme parecía algo inútil. Mantuve mi cabeza baja y esperé a
que algo más
pasara. No tardó mucho tiempo. De un tirón arrancaron mi mochila
de mis
hombros y tiraron los libros sobre mi cabeza. Me encogí y solté un
grito ahogado
cuando mi cabeza fue golpeada con los libros que me vi forzada a
llevar todo el
día.
—Eso fue suficiente. Muévanse. —La voz de Pablo hizo callar todas
las risas y
charlas que llenaban el vestíbulo—. Déjala sola, Eugenia. Tu
problema es con Gaston,
no con Rocio. No quiero verte tocarla de nuevo, eso va para todos
ustedes. Paren.
Aquí nadie sabe lo que pasó y no es asunto de nadie. Dejen de
actuar como un
manojo de estúpidos y déjenla sola.
Los pies se arrastraron a mi alrededor y la risa se había
convertido en susurros
callados mientras la multitud hizo exactamente lo que Pablo había
dicho. El
príncipe actual había hablado. Le había tomado una semana, pero
finalmente
terminó esto. Su mano apareció delante de mi cara y la miré un
momento,
fijamente, antes de ignorarla y levantarme por mi cuenta. No lo miré
a los ojos ni
tampoco le agradecí. Su interferencia había tardado mucho y mi
gratitud expiró.
Comencé a recoger mis libros.
—¿Al menos vas a agradecerme? —me preguntó Pablo mientras recogía
mi
mochila y la abría.
Me encogí y apenas lo miré por encima antes de guardar los libros
en la mochila
que él mantuvo abierta.
—Tú causaste esto sobre ti misma, lo sabes.
Esa fue la gota que desbordó al vaso. Yo había sido la bolsa de
boxeo durante cinco
días, demasiado tiempo. Le quité mi mochila de libros de sus manos
y fulminé con
la mirada aquellos ojos que alguna vez pensé eran hermosos. Ahora
me
parecían pálidos y aburridos.
—Nadie se merece lo que pasé estos días. Podría haber merecido tu
cólera, pero no
la de toda la escuela. No les hice nada. Así que perdóname si veo
que me llevé una
semana de incesante acoso.
Me di la vuelta y comencé a dirigirme hacia la puerta. Había
tenido suficiente.
—Rocio, espera. —Pablo corrió detrás de mí y tomó mi brazo—. Por
favor,
espera. Escucha.
—¿Qué? —espeté sin querer que mi fuga se estropease.
—Tengo algo que necesito decirte. Sólo escucha, por favor.
Cabeceé pero mantuve mi mirada fija en las puertas a través de las
cuales,
desesperadamente, quería escapar.
—Me equivoqué. Dejando que te hicieran todas esas cosas durante
toda la semana
y sin decir nada, fue horrible. Lo siento, de verdad. En mi
defensa, estoy lastimado
Rochi. No sólo te perdí a ti, Rochi, también perdí a mi mejor
amigo, mi primo, mi
hermano. Todo se caía rápidamente y no podía hacer nada. Me dije a
mí mismo
que lo merecías, que podías luchar tus propias batallas. Supongo
que esperaba ver
a la chica ruda que recuerdo de cuando éramos niños. Si pudiera
ver eso, entonces
entendería por qué te fuiste con Gaston. Pero sigues reaccionando
de la manera en
que mi Rochi reaccionaría. Nunca te defendiste ni tomaste
represalias. Sólo lo
aceptaste. Dios, duele tanto. Ellos te estaban lastimando, a la
chica que amé toda
mi vida. Quería saltar y defenderte pero la imagen de Gaston
besándote, tú
mirándolo fijamente como si quisieras comértelo entero se repetía
en mi cabeza y
me ponía furioso de nuevo. —Soltó un suspiró y el apretón de mi
brazo
desapareció.
—Te amo. Sé que a la verdadera tú también. Piensas que no, pero
cuan fácilmente
olvidas que cuando éramos chicos yo siempre te sacaba de los
problemas. No le
pedí a la Rocio perfecta ser mi novia cuando tenía catorce años.
Se lo pregunte a
la única Rochi que conocí. Cambiaste un montón, no voy a mentirte.
Estaba
orgulloso de la chica en la que te habías convertido. Mi mundo
estaba completo.
Tenía la familia perfecta, la chica perfecta, el futuro
perfecto... pero olvidé a la niña
que fuiste una vez. Gaston no la olvidó.
Tragué a pesar del nudo en mi garganta. Esta era la conversación
que deberíamos
haber tenido cuando Pablo vino a casa este verano. En cambio, yo
me escapé de
la verdad.
—Nunca quise lastimarte —contesté mientras apartaba mi vista hacia
mis tenis.
—Pero lo hiciste.

Pobre rochi!!! que gaston vuelva ya
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