Capítulo 22
me senté rápidamente.
—¿Qué demonios?
Gaston puso su mano en mi hombro.
—No te levantes —dijo severamente. Jesús, ¿el
condenado chico estaba siendo
arrestado y todavía estaba preocupado
por mí?
—¡Esto es estúpido! ¡No pueden
arrestarlo, no fue su culpa! —grité
desesperadamente, mirando a los dos
hombres que estaban observando a Gaston
ponerse sus zapatos.
¿Por qué demonios está tan calmado
con esto? ¿Esperaba que algo así sucediera?
—Ha habido un serio reclamo, Señorita.
Necesitamos investigarlo —declaró el
hombre, sin siquiera molestarse en
mirarme.
—Ángel, todo está bien. No te
preocupes —me aseguró Gaston. ¿Bien? ¿Cómo esto
está bien? Se giró para mirar al
hombre que sostenía su brazo—. ¿Puedo besar a
mi novia? Acaba de tener un aborto
espontáneo —rogó. El rostro del hombre se
suavizó levemente y soltó su brazo.
Gaston se inclinó y me besó suavemente en los
labios—. Te amo, Ángel. No empieces a
estresarte por mí. Necesitas descansar —
ordenó, acariciando suavemente mi
rostro.
Mientras se alejaba, entré en pánico.
No podía dejarlo ir, lo necesitaba. Lancé mis
brazos alrededor de su cuello y me
negué a soltarlo.
—Por favor no se lo lleven, ¿por
favor? Esto no fue su culpa, todo fue mi culpa.
Debería sólo haberme quedado en su
casa. No debería haber ido a casa, ¿por
favor? —rogué, agarrando mis manos en el
cabello de Gaston, sollozando en su
hombro.
—Señorita, tiene que dejarlo ir ahora —declaró el mismo hombre. Tensé mi
agarre
en Gaston, probablemente lastimándolo
pero él no se quejó—. ¡Señorita! —ladró el
hombre.
Gaston frotó sus manos por mis brazos
suavemente, desenganchando mis manos de
su cabello. Cuando estuvo libre de
mis brazos, se alejó para mirarme.
Estaba estresado y preocupado, podía
decirlo por sus ojos.
—Te amo —prometió, besándome suavemente en los
labios de nuevo.
—También te amo —susurré, no confiando en mi voz para
hablar de nuevo.
Gaston se puso de pie y el hombre
inmediatamente llevó sus manos detrás de su
espalda, esposándolo. Los ojos de
Gaston no dejaron los míos mientras sentía mi
corazón rompiéndose de nuevo. Pensé
que después de perder al bebé que nada
podría ser más doloroso. Estaba
equivocada.
Observé mientras lo llevaban hacia
afuera de la habitación dejándome sola. Me
sentí enferma. No podía dejarlos
hacer esto, esto no era su culpa. Podría presentar
cargos también, entonces verían que
mi padre me golpeó primero, y luego Gaston
sería liberado porque estaba
defendiéndome. Pero no lo dejarían libre por eso,
¿no? Defenderme es una cosa, pero él
se volvió loco, nunca creerían que lo que
hizo fue en defensa propia.
Pongo mis manos sobre mi rostro,
intentando pensar en algo. En cualquier manera,
Gaston se metería en problemas por
esto porque mi padre había presentado cargos,
aún si presentaba cargos contra mi
padre, los cargos de Gaston seguirían en pie.
Autodefensa o no, aún sería acusado
porque lo hizo a pesar de que fue
provocado. No puedo tomar el riesgo
de que fuera liberado. ¿Y si no lo era? ¿Y si
era enviado a la cárcel por esto y lo
perdía?
En la única cosa que podía pensar era
en conseguir que mi padre quitara los
cargos. Tomé mi teléfono y llamé a
Nicolas. Contestó en el segundo tono.
—Nicolas, Gaston fue arrestado —dije simplemente.
—¿Qué demonios? ¡No hay manera! —gritó, haciéndome encogerme lejos del
teléfono levemente.
—Nicolas, mira me dejarán salir esta
tarde, ¿así que puedes traerme algo de ropa
limpia para ese momento? —pregunté, intentando mantener la
calma.
—Sí, estaré allí en como veinte
minutos —accedió. Podía escucharlo haciendo un
estrépito en el fondo, probablemente
lanzando todas mis cosas en un bolso o algo.
—Gracias. —Cerré mi teléfono, presionándolo
contra mi frente, pensando. ¿Había
otra manera? Sólo no podía ver otra
opción.
Mis manos estaban temblando, estaba
asustada como el infierno, pero marqué el
número de teléfono de la casa de mi
padre. Sonó por un largo tiempo. Justo
cuando me iba a rendir, contestó. Su
voz estaba gruesa de sueño; envió un
estremecimiento por mi columna. Cerré
mis ojos con fuerza.
—¿Hola? —De alguna manera se las arregló para
sonar aterrador con una palabra.
—Soy Rocio —dije, tragando el nudo en mi
garganta.
Él rió.
—¿Y qué puedo hacer por ti, Rocio?
—Quiero que quites los cargos contra
Gaston —contesté, intentando sonar segura.
Rió de nuevo.
—No voy a quitar los cargos, ¡ese
cabrón rompió mi nariz! Deberías ver lo que le
hizo a mi rostro —gritó, haciéndome estremecer. ¿Cómo
es que aún me asusta, y
tan sólo estaba al teléfono?
—Por favor, por favor no hagas esto, ¿por
favor? —rogué, intentando no llorar.
Él suspiró.
—¿Quieres que quité los cargos?
—Sí —contesté, secando las lágrimas de mi
rostro.
—Ven a mi casa y hablaremos sobre eso —declaró, sonando entretenido.
¿Ir a su casa? Oh Dios mío, ¿está
bromeando?
—Por favor quita los cargos. Sabes que
me golpeaste primero, ¿por favor? —
rogué, sintiendo la bilis subir por
mi garganta, le encantaba mantener esto en mi
cabeza podía notarlo.
—Ven a mi casa y hablaremos sobre eso —repitió.
Levanté la mirada al reloj; Nicolas
estaría aquí en como diez minutos.
—¿Puedo llevar a Nicolas? —pregunté, sabiendo que era la
pregunta más estúpida
que había preguntado en mi vida. ¿Por
qué en la tierra podría llevar a Nicolas? Si
estaba algún lugar cerca de él
entonces no tendríamos que preocuparnos por
cargos, porque estaría enterrado a un
lado de una carretera en algún lugar.
—No. ¡Deja a ese cabrón fuera de esto!
—gruñó.
Oh Dios, ¿puedo hacer esto?
¿Realmente puedo ir allí y hablar con él? ¿Era lo
suficientemente fuerte? Sabía la respuesta
a esa pregunta. Haría cualquier cosa por
Gaston, aún si tenía que matar a mi
padre yo misma para detenerlo de presentar
cargos. Sin víctima, no hay crimen.
Me tragué mi miedo.
—Bien, estaré allí en una hora —dije silenciosamente mientras cerraba
mi teléfono,
desesperadamente intentando no tener
un ataque de pánico. Necesitaba ser fuerte
ahora.
Me recosté en la cama e intenté
calmarme. No podía demasiado alterada cuando
Nicolas viniera, de otro modo no
querría dejarme sola. Yací allí, contando las losas de
espuma en el techo, intentando no
pensar en algo más. Llegué a 867 antes de que
Nicolas entrara corriendo a la
habitación. Lucía realmente cansado y estresado.
Apostaría mi último centavo que no
había dormido muy bien anoche. Me atrajo a
un abrazo suavemente e intenté no
estremecerme mientras lastimaba mi estómago
y caderas.
—Mierda, Rochi, esto es malo. —Sacudió su cabeza, luciendo ambos
enojado y
preocupado al mismo tiempo.
Asentí; necesitaba sacarlo de aquí
rápido.
—Nicolas, necesito que vayas a la
estación de policía y veas si hay algo que puedas
hacer por Gaston. No me dejarán salir
hasta esta tarde, así que no puedo ir —ordené,
presionando su mano.
Él asintió, luciendo preocupado.
—¿Estás segura de que no quieres que
me quedé aquí contigo por un rato? ¿Estás
bien?
Asentí y sonreí débilmente.
—Sólo necesito que Gaston esté bien.
Así que si puedes hacer eso por mí, Nicolas —
pedí, asintiendo hacia la puerta.
Me abrazó de nuevo.
—Bien. Te llamaré si escucho algo. —Besó la parte superior de mi cabeza y
puso un
bolso con mi ropa en el suelo junto a
mi cama—. Si te dejan salir, llámame y vendré
a buscarte y te llevaré a casa —dijo severamente.
Asentí y lo atraje a otro abrazo para
no tener que mentirle a la cara.
—Bien. Por favor anda a ver si puedes
hacer algo —rogué.
—Cierto. Te veré en un rato. —Sonrió de modo tranquilizador antes
de girarse y
correr fuera de la habitación.
Le di un minuto para irse antes de
que apretara el botón de llamada en la muralla.
Una enfermera entró en un minuto.
—Hola, ¿cómo te estás sintiendo hoy?
¿Necesitas más analgésicos? —preguntó,
sonriendo amablemente.
Sacudí mi cabeza.
—No, necesito darme de alta. Mi
hermano fue a buscar el auto. Mi mamá ha tenido
un accidente. Necesito irme —mentí, balanceando mis piernas fuera
de la cama.
—Rocio, no puedes sólo irte, tuviste
una cirugía ayer —frunció el ceño.
—El doctor dijo que podía irme a casa
esta tarde. Son sólo unas pocas horas antes
—repliqué, agarrando el bolso que
Nicolas trajo y comenzando a ponerme mi ropa,
estremeciéndome levemente mientras me
movía.
—¡Rocio, no deberías salir de la cama
todavía! Aún si eres dada de alta esta tarde
sería para estar en cama por un par
de días —explicó, frunciéndome el ceño.
—Mira, aprecio tu preocupación, pero
me iré de este hospital ahora. No puedes
mantenerme aquí en contra de mi
voluntad. Conozco mis derechos. Puedo darme
de alta temprano siempre que firme
una forma diciendo que me voy contra las
órdenes del doctor para que no pueda
demandarlos después —dije severamente.
Ella comenzaba a molestarme; no tenía
tiempo para esto.
Me miró un poco sorprendida antes de
asentir.
—Iré a buscar un doctor —murmuró, dirigiéndose a la puerta.
—Dígale que traiga las formas con él,
no tengo tiempo para esperar —solicité,
mordiendo mi labio. Estaba ansiosa
para terminar con esto; necesitaba a Gaston fuera
de problemas, ahora. Terminé de
vestirme y guardé mis cosas y me senté en la
cama, impacientemente observando la
segunda manilla del reloj avanzando.
Finalmente, luego de lo que se sintió
por siempre pero probablemente como tres
minutos, un doctor entró mirándome
severamente.
—Rocio, no recomiendo que dejes el
hospital todavía —declaró.
Sacudí mi cabeza.
—Mi mamá ha tenido un accidente;
necesito ir con mi hermano. Está en el auto
esperándome, necesito irme ahora.
Sólo muéstreme dónde firmar. —Asentí hacia el
sujetapapeles en su mano.
Él suspiró y me pasó la forma
apuntando el final.
—Básicamente es un permiso, diciendo
que te he recomendado quedarte en el
hospital y te estás yendo en contra
de mis órdenes —explicó mientras firmaba mi
nombre en los tres lugares que
apuntó. Asentí y se lo devolví, agarrando mi
bolso—. Necesitas tomarlo con calma, Rocio.
Si comienzas a sentirme mareada o
débil, regresa. Si comienzas a
sangrar mucho o tienes dolores fuertes, más fuertes
que los normales calambres
menstruales, tendrás que volver inmediatamente —
ordenó, mirándome preocupado.
Asentí confirmando.
—Lo haré. Necesito irme. Gracias por
cuidarme —repliqué, ya haciendo mi camino
hacia la puerta. No me detuve para
mirar atrás; caminé lo más rápido que pude
hacia la parada de taxis y salté en
el primer taxi disponible, dándole la dirección de
mi padre.
Tomé mi teléfono y revisé la batería,
haciendo un nuevo grupo familiar con Nicolas,
Gaston, Johnny, Ruby, y el teléfono
de mi mamá en él.
Escribí un mensaje para Nicolas,
listo para enviarlo cuando llegara allá. Adiviné que
serían como quince minutos de manejar
rápido de la estación de policía a la casa
de mi padre, lo que sería lo
suficiente para hacer que mi padre quitase los cargos y
que Nicolas llegase antes que algo
sucediera. Al menos, esperaba que lo fuera.
Cuando el taxi se detuvo afuera de su
casa estaba tan nerviosa que mis manos
estaban temblando.
—¿Estás bien allí, cariño? —preguntó el conductor, mirándome
preocupado.
—Sí, estoy bien. Gracias —murmuré, pasándole el dinero, tomando
profundas
respiraciones para intentar y
calmarme.
Cierro la puerta del taxi y le envío
a Nicolas el mensaje que tenía ya escrito:
“Estoy en
lo de papá. Por favor ven a buscarme, ahora.
NO ME REGRESES LA
LLAMADA.
Rocio x”

No hay comentarios:
Publicar un comentario