viernes, 13 de diciembre de 2013

Mi Nombre Es Valery Cap 55




Capitulo 55


Cuando Ramiro retomó su rutina, constituyó un alivio para todos. El lunes por la mañana, Ramiro se presentó en la casa con un aspecto tan saludable que Pedro, en un alarde de buen humor, lo acusó de simular su enfermedad.

Yo no mencioné que me había quedado con él la noche del sábado, pues decidí que era mejor dejar que todos supusieran que había salido con mis amigas, como había planeado en un principio. Y me di cuenta de que Ramiro tampoco había explicado nada al respecto, de lo contrario, Pedro me habría comentado alguna cosa. Sin embargo, aunque no pasó nada, aquel pequeño secreto que guardábamos entre nosotros me hacía sentir incómoda.

En cualquier caso, algo había cambiado, pues en lugar de tratarme con su habitual reserva, Ramiro hacía lo posible por ayudarme: arreglaba mi ordenador portátil cuando se bloqueaba, retiraba la bandeja del desayuno de Pedro antes de que yo pudiera hacerlo... También me dio la impresión de que acudía a la casa con más frecuencia y de que aparecía en momentos insospechados, siempre con la excusa de comprobar cómo se encontraba su padre.

Yo intenté no darles mucha importancia a sus visitas, pero no podía negar el hecho de que, cuando él estaba en la casa, el tiempo transcurría con mayor rapidez y todo parecía más interesante. Ramiro no era un hombre que pudiera encasillarse de una forma clara. Su familia, que sentía el típico rechazo texano hacia las actitudes intelectuales, se burlaba de una forma afectuosa de él por ser el más intelectual de todos ellos.

Jack y Joe eran mucho más encantadores y de trato más fácil y ambos conservaban un aire juvenil del que su hermano mayor carecía por completo. Y después estaba Rochi, la hermana, a quien conocí cuando acudió a la casa durante unas vacaciones universitarias. Rochi era una muchacha rubia  y delgada, con los ojos claros de Pedro y la sutileza de un barril de pólvora. 

Lo comunicó a su padre y a todo el que la escuchara que se había convertido en una feminista, que había cambiado las asignaturas principales de sus estudios por otras de temática feminista y que no pensaba tolerar la cultura texana de represión patriarcal. Rochi hablaba tan deprisa que me costaba bastante seguir sus diatribas,

Ramiro era distinto a sus hermanos. Trabajaba con ahínco, se ponía a prueba a sí mismo de una forma compulsiva y parecía mantener a distancia a todo el que no fuera miembro de la familia. Sin embargo, a mí había empezado a tratarme con una prudente simpatía a la que no pude evitar responder del mismo modo. Y también empezó a mostrarse cada vez más amable con mi hermana. Todo empezó con pequeños detalles, como cuando arregló la cadena de la bicicleta rosa de Aleli, que se había roto, o la acompañó en coche al colegio una mañana que llegábamos tarde.

Y también estaba el detalle del proyecto escolar de los bichos. Después de estudiar los insectos, Aleli y sus compañeros de clase tuvieron que redactar un trabajo y confeccionar un modelo en tres dimensiones del insecto que eligieran. Aleli se decidió por una luciérnaga, mi competitiva hermana estaba decidida a realizar el mejor bicho de la clase y yo pensaba hacer todo lo que fuera preciso para ayudarla.

Confeccionamos el cuerpo de la luciérnaga, lo cubrimos con tiras húmedas de tejido enyesado y, cuando se secó, lo pintamos de negro, rojo y amarillo. Durante el proceso, la cocina se había convertido en una zona de desastre. El insecto estaba bien hecho, pero Aleli se sintió decepcionada porque la pintura fosforescente que habíamos utilizado en la parte inferior del bicho no era tan efectiva como esperábamos. Aleli declaró con desánimo que apenas brillaba y yo le prometí que intentaría encontrar una pintura de mejor calidad para que aplicara otra capa.

Después de pasarme la tarde mecanografiando un capítulo del libro de Pedro, me sorprendió descubrir que Ramiro estaba sentado con mi hermana a la mesa de la cocina, que estaba llena de herramientas, cables, tacos de madera, pilas, cola y una regla. Ramiro sostenía la luciérnaga en una mano mientras realizaba cortes en la parte inferior con un cúter.
¿Qué estáis haciendo?
Las dos cabezas se levantaron, una morena y la otra rubia.
Realizando una pequeña intervención quirúrgica —respondió Ramiro mientras extraía con destreza un trozo rectangular de espuma.
La mirada de Aleli brillaba de excitación.
¡Está poniendo una luz de verdad en el interior del insecto, Valeria Estamos haciendo un circuito eléctrico con cables y un interruptor y cuando lo pulse la luciérnaga brillará de verdad.
¡Oh!

Desconcertada, me senté a la mesa. Siempre agradecía cualquier ayuda cuando se nos ofrecía, pero nunca imaginé que, entre todas las personas que conocía, Ramiro se involucrara en nuestro proyecto. No sabía si Aleli le había pedido que la ayudara o si él se había ofrecido por iniciativa propia y no estaba segura de por qué me inquietaba verlos juntos en una actitud tan amigable.

Ramiro le enseñó a Aleli, con paciencia, a conectar el circuito eléctrico y a utilizar el destornillador y mantuvo los elementos del interruptor juntos mientras ella los pegaba. Aleli resplandecía gracias a las silenciosas alabanzas de Ramiro y su pequeño rostro irradiaba entusiasmo mientras trabajaban juntos. Por desgracia, el peso de la bombilla y de los cables provocó que las piernas de la luciérnaga, formadas con los desatascadores, cedieran. Yo tuve que ocultar una sonrisa repentina mientras Ramiro y Aleli contemplaban al postrado insecto.

Se trata de una luciérnaga con inercia de sueño —declaró Aleli, y los tres nos echamos a reír.

Ramiro tardó otra media hora en reforzar las piernas del insecto con unas perchas de alambre. Al final, colocó la luciérnaga terminada en el centro de la mesa y apagó las luces de la cocina.

Muy bien, Aleli —declaró—. Vamos a probarlo.

Aleli cogió con nerviosismo la caja del interruptor y lo accionó. La luciérnaga empezó a brillar a intervalos regulares y Aleli soltó una exclamación de triunfo.

¡Oh, es tan guai! ¡Mira, mira mi insecto, Valeria
¡Es fantástico! —contesté yo sonriente al ver lo emocionada que ella estaba.
¡Choca esos cinco! —le dijo Ramiro a Aleli mientras levantaba la mano.

Para su sorpresa y la mía, Aleli ignoró su gesto y se lanzó sobre él rodeando su cintura con los brazos.

¡Eres el mejor! —declaró ella con el rostro pegado a la camisa de Ramiro—. ¡Gracias, Ramiro!

Durante unos segundos, Ramiro no se movió, sólo contempló la pequeña cabeza morena de Aleli y, después, la rodeó con los brazos. Ella, sin dejar de abrazarlo, lo miró con una amplia sonrisa y él le acarició con dulzura el cabello.

Tú has realizado la mayor parte del trabajo, pequeña. Yo sólo te he ayudado un poco.

Yo me mantuve fuera del momento, maravillada por la facilidad con que se había establecido la conexión entre ellos. Aleli siempre se había llevado bien con los hombres de cierta edad, como el señor Ferguson o Pedro, pero se había mostrado distante con aquellos con los que yo salía y yo no entendía la razón de que hubiera aceptado tan bien a Ramiro.

Sin embargo, no resultaba conveniente que se encariñara con él, pues sin duda Ramiro no formaría parte de su vida de una forma permanente y esto sólo le produciría decepción e incluso sufrimiento, y el corazón de Aleli era demasiado valioso para mí como para permitir que algo así sucediera.


Cuando Ramiro me miró con una sonrisa, yo no pude devolvérsela, me di la vuelta con la excusa de limpiar la cocina y me puse a recoger los trozos de cable sobrantes con unos dedos tan tensos que las yemas perdieron su color.

Continuara...

*Mafe*
@gastochi_a_mil

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