viernes, 24 de enero de 2014

Corazones latiendo, capitulo uno

PRologo
La muerte está en todos lados. No puedes escapar de ella. No
puedes esconderte. Y para mí, en el instante que decidí
aceptarla como algo inevitable, los planes de mi universo
cambiaron, dejándome más confusa y rota de lo que jamás había
estado.
Para mí, la muerte era la última traición. Para algunos, la forma fácil
de escapar. No tenía forma de saber que mi vida cambiaría tanto en
dos cortos meses. Quizás no estaba preparada para él.
Era feliz en mi oscuridad, o al menos eso era lo que me decía. Porque
la vida es cruel, es tan jodidamente cruel por darme lo que tenía y
luego arrebatármelo. Es cruel, porque en el momento en que estuve
finalmente bien con ser nada para el mundo, él apareció.
Mi corazón no estaba listo para ser reconstruido. Él lo reconstruyó de
todas formas.
Mi alma no estaba preparada para ser rota. Él la rompió de todas
formas.
Mi vida no estaba lista para dársela a una alma gemela. Él la robo de
todas formas.
Todo ha cambiado… incluso la muerte. Y todo por un chico, que se
enamoró de una chica.

Me siento en el frio asfalto y lloro. Lloro por mí. Lloro por él. Pero, sobre
todo, lloro por todos esos minutos que pude respirar, cuando merecía
no hacerlo. ¿Cómo le agradeces a alguien que salvó tu vida?
¿Cómo haces luto por ellos al mismo tiempo?
Luché contra el policía y luego, debí haber muerto, porque la misma
persona que creí que había perdido estaba parada frente a mí.
—¿Gaston? —jadeé.
1
Gaston
Siete semanas antes
Suspiré por décima vez, con la esperanza de ganar alguna chispa
de simpatía de Eugenia… Pero ella estaba inmóvil. Como una piedra
muy caliente que se negaba a romperse.
Le di un golpe con mi pie.
Lo que hizo empeorar las cosas.
Siento que eso es todo lo que hago en estos días. Hacer las cosas mal
y luego cosechar los impresionantes beneficios de ser una total y
completa metedura de pata.
Tal vez sea porque no tengo ni idea. Soy el hombre que persigue a la
chica cuando ella realmente quiere a alguien más.
Carajo. Soy el patético número dos.
—¿Eugenia? —Si ella no iba a ceder, al menos podría preguntarle
sinceramente. Ella nunca fue el tipo de chica que me ignoraba por
completo cuando le hacía una pregunta.
Después de mi experiencia cercana a la muerte, que juro vi mi vida
pasar delante de mis ojos, Eugenia había mejorado mucho las cosas
entre mi hermano, ella y yo.
El ménage a'raro.
—¿Qué, Gaston? Solo has estado suspirando como una adolescente
enamorada durante la última hora. ¿Qué quieres?
Ahora que me sentía completamente estúpido, no quise preguntarle
más. Sabía que le diría a mi hermano, Nicolas, o se reiría en mi cara.
—¿Prométeme que no se lo dirás a Nicolas?
—Él es mi novio. Lo amo. Le digo todo.
Mierda.
—¿Todo?
Eugenia rodó sus ojos en blanco y sacudió su cabello largo y
rubio a un lado. No tenía idea de lo hermosa que era. Tal vez era
algo bueno, porque tenía todo para ser una mocosa, en vez de eso
estaba convencida que era normal.
—Sí, Gaston, todo. Incluyendo la vez que mamá y yo te ayudamos a
ir a la ducha después del accidente, y fingiste caer, solo para que
me cayera encima de ti.
Como un idiota, sonreí. No pude evitarlo.
—Supongo que a Nicolas no le hizo gracia.
—¿Eso crees? —Ella me empujó y cambió el canal.
La maravilla de las maravillas, era mi hermano, cantando en alguna
entrega de premios.
Eugenia suspiró.
—Me gustaría poder haber ido con él.
—Eugenia. —Le di un golpe con mi pierna—. Sabes que él quiere que
estés allí también. Estará de vuelta en unos días para ir a la
universidad, para que ambos puedan seguir adelante con sus vidas y
me dejen aquí en el infierno. Gracias por eso, por cierto.
—Eh. Tu elección, no la mía. —Levantó las manos en el aire y
suspiró—. Además, ¿no hay muy buenos lugares de rehabilitación
? Todos podríamos estar cerca y…
Sacudí la cabeza y me las arreglé para interrumpirle agitando la
mano violentamente en el aire.
—No va a suceder.
—¿Por qué? —Parecía realmente molesta, lo que me hizo querer
pegarme un tiro… de una manera no-suicida, por supuesto.
—Ustedes necesitan un tiempo lejos de todo, lejos de esto. —Me
señalé y conseguí una sonrisa tensa, incluso cuando me estaba
matando por dentro incluso estar hablando de eso.
El año pasado Eugenia se había enamorado de mí y de mi hermano.
Siendo el verdadero idiota que era, sabía que solo tenía ojos para él,
pero me metí y trate de robársela de todos modos. Aun no estaba
lidiando con la mierda del pasado que casi arruinó mi vida. Culpaba
a Nicolas por eso, y por una vez solo quise ser el primero para la chica,
así podría frotar eso en su cara.
Con el tiempo estalló en mi cara.
Literalmente me explotó en la cara en forma de un accidente de
auto mortal del que apenas logré escapar con todos mis miembros
intactos.
Después de todo eso, era evidente que aunque Eugenia me quería, no
era el tipo de amor por el que vendería su alma, o moriría. No, era
más como el tipo de amor que sientes por tu prima caliente o tal vez
tu abuela. Los quieres. Esperas que les vaya bien en la vida, y sí,
quizás sean hermosas (para ser claros, estamos hablando de la prima
aquí, no la abuela), pero eso es todo.
¿El amor que ella sentía por Nicolas?
Bueno, era del tipo de amor de Crepúsculo. Lo siento, pero es la
única comparación que se me ocurrió en el momento, sobre todo
teniendo en cuenta que Eugenia me hizo leer todos los libros. Era la clase
de amor en la que literalmente dejan de respirar si no pueden
tenerse.
Un amor que solo experimenté una vez en mi vida. Un amor así no
sucede dos veces. Es imposible.
—¿Eugenia?
—¿Qué? —Parecía irritada conmigo. ¿Qué había de nuevo?
Me di la vuelta y volví a sentarme.
—¿Crees…? —Oh hombre, realmente necesitaba encontrar un
sustituto para todo el alcohol y la marihuana, porque en este
momento lo único que quería hacer era drogarme, emborracharme
o saltar de un acantilado. Desde que dejé de salir de fiesta, me
sentía como una total y completa niña. La publicidad sobre los perros
hizo que se me pusieran los ojos llorosos, y la semana pasada,
cuando vi a un anciano cruzar la calle con su pequeña esposa y lo vi
acariciar su mano, sonreí como un tonto y silbe todo el camino a
casa. Gaston Dalmau no silba.
—Dilo de una vez, Gaston.
—Bien. —Me quejé y aparté la mirada de ella. No podía mirarla si
tenía que hacer esto—. ¿Crees que el amor verdadero, del tipo que
tienes con Nicolas, podría suceder dos veces en toda la vida?
Eugenia apagó el televisor.
Oh, mierda. Ella solo lo hacía cuando tenía que concentrarse.
—Gaston, si se trata de nosotros...
—¡No! ¡Diablos, no! —Eugenia frunció el ceño—. No, no es así. No quiero
decirlo como eso. Lo que quería decir era que no se trata de
nosotros. Sé cómo suena. Lo siento. Es que... no sé. Lo que supongo
que estoy preguntando es, ¿crees que podría tener la suerte
suficiente para tener esa atracción que tienes con Nicolas otra vez en
mi vida?
—¿Por qué no podrías?
La miré. Es decir, realmente la miré. Carajo, la chica era demasiado
adorable. ¿Hablaba en serio?
—Eugenia, soy un drogadicto y alcohólico en recuperación de
diecinueve años. Casi me muero. Porque soy una estrella de rock solo
tengo un verdadero amigo, dos si cuentas a mi hermano. Y, oh
cierto, estoy atrapado, por el próximo año,
mientras ustedes salen y se divierten como nunca.
Añade eso a toda la intensa psicoterapia en la que estoy desde
hace dos años cuando mi novia no solo me engañó con mi
hermano, sino que también murió en un trágico accidente de auto
con su hijo, y sí... creo que estoy siendo un poco pesimista. Tal vez un
poco deprimente, pero, ¡vamos, Eugenia! ¡Mierda, mírame!
El labio de Eugenia comenzó a temblar.
Carajo. La hice llorar.
Nicolas iba a tenerme por las pelotas.
—Eugenia, no era mi intención... —Extendí la mano para tocar su brazo.
Ella negó con la cabeza, una lágrima corrió por su mejilla.
—Gaston, lo siento tanto.
Odiaba cuando Eugenia lloraba. Hacía que me doliera el pecho, y sabía
que Nicolas se molestaría porque yo lo había causado. Siempre lo
causaba. Me sentía como un idiota total. Tiré de ella hacia mis brazos
y la hice callar.
—Eugenia, sabes que no quise decirlo así. Supongo que solo quiero saber
que más hay ahí para mí, ¿sabes? Más que esperar de una vida llena
de doce pasos y la fama vacía.
Eugenia sollozó y se alejó.
—¿De verdad piensas tan mal de ti? ¿Que sería imposible que
alguien se enamore de ti?
Negué con la cabeza.
—No es tan fácil, Eugenia. Todos me aman.
Ella me dio un puñetazo y se rio mientras se limpiaba unas lágrimas.
—Eugenia —gemí—. Es cierto, y lo sabes. Pero, ¿alguna vez alguien me
verá y se enamorará de mí? El verdadero yo. —Quería golpearme.
De todas formas, ¿por qué era tan importante encontrar lo que Eugenia y
Nicolas tenían? Mi corazón se encogió un poco en mi pecho. Traté de
ignorar el dolor. Quiero decir, podría ser la acidez estomacal o algo
así, ¿verdad? Y, honestamente, después de que todos los paparazzi
dejaron de acechar todos mis movimientos, y después de que Nicolas
se fue a Los Angeles... estaba un poco solo. Mierda. Era una jodida
niña.
Eugenia guardó silencio. Se mordió el labio, sollozando todavía.
—Gaston, nadie se enamorará de ti.
Mi corazón latió con fuerza en mi pecho cuando la verdad de sus
palabras dio en el blanco. Abrí la boca para hablar, pero ella siguió
hablando.
—No hasta que aprendas a amarte a ti mismo. No hasta que
aprendas a perdonar. No puedes pedirle a alguien que te ame
cuando ni siquiera te amas a ti mismo.
Eugenia, señoras y señores. La mujer más sabia del mundo.
—¿Estás segura que solo tienes dieciocho?
—Para noventa —bromeó, y me dio un puñetazo en el brazo—. En
serio, Gaston. Puede que tengas razón. Tal vez sea bueno que te
quedes aquí de nuevo este verano. Creo que va a ser bueno para
que lleves un perfil bajo. Además, mamá dijo que todavía tenía
algunas cosas para trabajar con tu programa de rehabilitación.
La madre de Eugenia era una de las mejores asesoras en adicciones
. Qué suerte para mí que ella viviera en el lugar más
aburrido del mundo. También conocido como la capital del
caramelo del universo.
Gemí.
—Me aburriré hasta la muerte.
—¡Tienes a Camilo! —dijo con entusiasmo, señalando mi guardia de
seguridad y, por desgracia, uno de mis únicos amigos, si no contabas
a Eugenia o Nicolas. Y de nuevo, la soledad mostrando su lado oscuro.
—Él es calvo y mira American Idol para llenar el vacío que matar a
mucha gente ha puesto en su vida.
—Lo he oído —murmuró Camilo desde la esquina.
—¡No estaba susurrando! —grité.
Camilo se aclaró la garganta.
—Lo siento, Camilo —dijimos al unísono.
Desde el accidente, los medios de comunicación habían sido
implacables, así que Camilo era la única relación que tenía. Por
desgracia, tenía ganas de ver su fea cara todos los días. Por
supuesto, puede tener que ver con el hecho de que él hiciera el café
cada mañana.
Uno pensaría que después del accidente las cosas se habrían
apagado. En cambio, no pasaba un día que no viera una nueva
historia acerca de mí en las noticias. Eso siempre es divertido, ver
fotos feas de mi con los títulos por encima de ellos diciendo que estoy
en las drogas.
Es un verdadero refuerzo de la autoestima. Me quejé contra mis
manos.
—Estarás bien, Gaston. Lo prometo.
—¿Qué voy a hacer? —Me quejé.
Eugenia rio.
—¿Por qué no trabajas?
—Yo trabajo.
—Has estado sentado sobre tu trasero desde el accidente. Ni siquiera
has escrito una canción, ni siquiera un jingle. ¿Por qué no te buscas
un trabajo?
Camilo rio desde la esquina.
Entrecerré los ojos y lo miré duramente antes de volver a Eugenia.
—Lo siento, nena, no conozco el significado de la palabra.
—Se pone en horas, ganas dinero, pagas las cuentas.
—Este, suena horriblemente como prostitución, y no quiero regalar los
productos de forma gratuita, si me entiendes.
Eugenia gimió y puso su rostro entre las manos.
Sonreí, gustándome nuestro pequeño intercambio. No hay forma en
el infierno que me consiga un trabajo.
—¡Lo tengo! —Eugenia saltó de su asiento—. ¡Sígueme!
Subió corriendo las escaleras.
Decidí no seguirla.
¡Eh, casi muero! ¿El esfuerzo físico? No es lo mío. Yo era el tipo de
persona que tenía los abdominales sin siquiera intentarlo.
Estoy bastante seguro de que era otra de las razones por las que
tengo cartas de odio.
Eugenia regresó abajo y pasó por delante de mí.
—Cierra los ojos. —La miré—. ¡Solo hazlo!
—Está bien. —Cerré los ojos y esperé, mientras ella ponía algo en mi
cabeza.
—De acuerdo, ¡ábrelos!
Abrí los ojos y lentamente caminé hacia el espejo de la cocina. Miré
mi reflejo y solté una palabrota. Eugenia saltaba frenéticamente detrás
de mí. Camilo estaba haciendo todo lo posible para no reír.
—Infiernos. No. —Extendí la mano hacia la visera en mi cabeza que
decía Seaside Taffy, pero Eugenia me dio un manotazo.
—¡Será perfecto! ¡Ya lo veras!
—No, no lo veré, porque no haré esto. No. —Sacudí la cabeza y
crucé mis brazos—. Nunca.
Eugenia sonrió y sacó su teléfono.
—Ya lo veremos.
—¿A quién llamas? —Traté de no mostrar el pánico en mi voz.
—A tu hermano.
—¿Por qué?
—Le diré que trataste de hacer que yo te bañe con una esponja.
Solté una palabrota.
—No lo harías.
—Lo haría. —Sostuvo el teléfono—. Toma el trabajo, Gaston. Haz
amigos. Consigue una vida.
—A veces me gustaría que no fuéramos amigos.
Ella echó la cabeza atrás y se rio.
—No, no es así. Me quieres, y yo te quiero.
—Eso es lo que me metió en esta estúpida situación en primer lugar.
—Me quejé, manteniendo la visera, caí en la silla más cercana.
—Piénsalo… —Eugenia se inclinó sobre mí susurrando—. ¡Podrás probar
todos los sabores de caramelo! Camilo va por el número doscientos ya.
—Genial. —Qué tan triste es que el haber probado casi todos los
sabores de caramelo sea una ventaja.
—Ah, y, ¿Gaston? ¡El Sr. Smith dice que un madrugador es un

trabajador feliz!                                                                                                   rachel Van Dyken

1 comentario:

  1. AME EL CAPITULO!! ya quiero el proximo!! y ya quiero q se enamore de ro y todo!!! ya estoy amando esta nove - te mando saludos desde Uruguay! aaa me olvidaba, queria pedirte si podes hacer segunda temporada de hermoso desastre amo esa nove, es la mejor!!

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