viernes, 21 de febrero de 2014

Corazones latiendo, capitulo 7

7
Rochi
Pasé el trapo por el mostrador por enésima vez, tratando de no
mirar por la ventana a Gaston.
—Creo que está limpio —dijo una voz detrás de mí. Casi salté
fuera de mi piel. Con un leve suspiro, me aparté de la mesa y miré a
mi padre. Su expresión era una mezcla de preocupación y diversión.
Por lo menos no se veía asustado que yo iba a estar fuera mí en
medio de la noche. ¿Era eso un progreso?
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté un poco sin aliento.
El rostro de papá estalló en una sonrisa.
—Soy el propietario del lugar, y tuve de buena fuente, de tu madre,
que parecías agotada, por lo que iba a darte un par de horas para
ti.
Odiaba las horas para mí. Odiaba cualquier momento para mí,
porque eso significaba que mi atención se centraba en mí, y cuando
mi atención se centraba en mí, estaba en Pablo. Y cuando mi
atención estaba en Pablo... yo solo quería llorar.
—Este... —Mis ojos viajaron a la ventana que daba a
Seaside Taffy, nuestros competidores. Unas pocas personas se reunían
alrededor de la esquina, y sabía que Gaston probablemente había
llegado para trabajar.
—¿Estás bien? —preguntó papá, aunque su voz sonaba muy lejos.
Mantuve mis ojos fijos en Gaston mientras daba una inclinación a la
creciente multitud y comenzaba a volverse acaramelado. Idiota.
Nuestro negocio no lo estaba haciendo horrible, pero no es como si
estuviera ayudando a nuestras ventas para nada.
Si la gente tuviera la opción entre Gaston Dalmau o una chica
deprimida con una mueca permanente, elegirían a Gaston cada
vez.
Como si pudiera oír todos mis pensamientos, la cabeza de Gaston
giró y nuestros ojos se encontraron. Al menos así es como se sintió. Su
mirada era tan pensativa, mis manos empezaron a sudar. Poco a
poco, me hundí detrás del mostrador hasta que solo mis ojos miraban
a escondidas sobre el borde.
Mi papá se rio entre dientes.
—¿Qué estamos haciendo? —Se unió a mí en el mostrador y parecía
estar más curioso que alarmado. Genial.
Ahora me veía como una persona loca.
—Uh... —Lamí mis labios y frenéticamente trataba de buscar una
excusa—. Se me cayó el trapo. —Mis dedos liberan el trapo en el
suelo. Ofrecí una pequeña sonrisa.
—¿Estás segura de que estás bien? —Papá sintió mi frente—. Te
sientes caliente.
—Ella tiene un aspecto caliente, ¿no es así? —Conocía esa voz
irritante, hermosa, ridícula. Cerré los ojos y recé porque estuviera
imaginando cosas.
Mi padre disparó sobre sus pies y se echó a reír.
—No serías la persona que mi hija ha estado mirando en los últimos
minutos, ¿no?
—Probablemente no —dijo la voz de Gaston. Abrí los ojos para mirar.
Él me miraba, y luego guiñó un ojo. Mierda—. No le gustan las
estrellas de rock. De hecho, me agredió verbalmente ayer acerca de
su rincón de trabajo.
—¡Rochi! —regañó Papá.
—Papá —dije con una voz en alerta mientras me ponía de pie.
—¿Necesitas algo, Gaston?
Sus ojos se arrugaron cuando me atacó con una de las sonrisas más
hermosas que había visto en la vida real.
—Lo necesitaba… lo necesito.
Insertó una pausa larga y difícil aquí, donde mi padre veía entre
nosotros dos, se rio entre dientes, y se alejó. Bueno, al menos se
estaba riendo. No había oído su risa en lo que parecían años.
—¿Qué? —espeté.
Gaston se encogió de hombros.
—Te vi mirándome.
—¡No lo hice! —Mi nariz se dilató—. No hay manera de que pudieras
ver a través de las ventanas desde tan lejos.
—Así que estabas mirando. —Gaston cruzó los musculosos brazos
sobre el pecho.
—No. —Tragué saliva y miré al suelo. Mirar a cualquier lugar menos a
él parecía una buena idea.
—Lo sentí. —Él puso sus manos sobre el mostrador y se inclinó hacia
adelante para que nuestros rostros estuvieran a pocos centímetros de
distancia—. No es que me importe. Solo pensé en venir y decir hola,
ya que parecías estar llamándome con tus miradas lujuriosas.
—¿Miradas lujuriosas? —Mi cabeza se sacudió. Estaba medio tentada
a golpear su cabeza contra el mostrador, pero había pasado toda la
mañana limpiando ese punto exacto en el que estaba apoyado.
Maldito sea.
—Sí, se veía así. —Sus ojos entrecerrados ardían un rastro caliente de
arriba hacia abajo por mi cuerpo mientras me miraba de manera
exhaustiva, y luego, sin decir una palabra, metió un mechón de
cabello caído detrás de mí oreja, y se fue.
Todavía estaba congelada en el mismo lugar cuando mi madre
entró corriendo.
—¿Todavía está aquí? ¿Adónde se fue? ¿Habló contigo? ¿Cómo era
él?
—Mamá. —Levanté mis manos—. Solo... no lo hagas.
Suspiró como una adolescente y se rio. Había enloquecido.
—Me encanta Gaston Dalmau, y no creo una palabra de lo que
dicen acerca de su rehabilitación o drogas. No es más que un lindo
chico quien…
—…está haciendo un servicio comunitario. —Señalé al cruzar la calle
y suspiré—. Él es... —No podía pensar en la palabra correcta, por lo
que solo me encogí de hombros y dije—: Presumido.
Mamá claramente, sin importarle que me estuviera haciendo
cicatrices de por vida, suspiró y miró a Gaston cruzar la calle y tomar
el cubo de un tipo grande, con la cabeza rapada. Guardaespaldas.
Tenía que ser.
Gaston continuó cantando la canción chiclosa estúpida y bailando
alrededor de la esquina como un pollo borracho. Y tomé el trapo de
nuevo y fingí seguir limpiando, mientras que por el rabillo del ojo
miraba. Odiaba que me hiciera sentir cálida por dentro. No había
tenido esa sensación en dos años, y no iba a dejar ir lo mejor de mí
otra vez. Todo era culpa suya. Si Gaston no me hubiera hablado el
primer día, si hubiera dejado todo como estaba, entonces no estaría
desnudándolo con los ojos. No estaría deseando tocar ese rostro
perfectamente esculpido. Frustrada, tiré el trapo contra el mostrador

y lo pisé fuerte, dejando a mi madre viéndolo sola.

1 comentario:

  1. aaayy me mueroo rochi se esta enamorando de gas!! seguilaa y porfaa segui la nove vecinos que me encantaa!!

    ResponderEliminar