CAPITULO CINCO
Compañeros de habitación
La sexópata estaba en el baño, vistiéndose y arreglándose
un poco. No dijo mucho después
que terminamos, y se me ocurrió que iba a tener que
conseguir su número para ponerla en la
corta lista de chicas -como Eugenia- que no requería una
relación para tener sexo, y que
también valían la pena repetir.
El teléfono de Peter sonó. Era un ruido de beso, por lo
que debe haber sido Lali. Ella
cambió su tono de texto en su teléfono, y Peter estaba más
que feliz de aceptarlo. Estaban
bien juntos, pero también me daban ganas de vomitar.
Estaba sentado en el sofá cambiando los canales, esperando
que la chica saliera para que
pudiera enviarla a su casa, cuando me di cuenta de que Peter
zumbaba alrededor del
apartamento.
Mi ceño se frunció.
— ¿Qué estás haciendo?
— Deberías recoger tu basura. lali va a venir con Rochi.
Eso me llamó la atención.
– ¿Rochi?
— Sí. La caldera dejó de funcionar de nuevo en su
edificio.
— ¿Y?
— Así que ellas van a estar aquí por unos pocos días.
Me senté.
— ¿Ellas? ¿También Rochi se va a quedar aquí? ¿En nuestro
apartamento?
— Sí, idiota. Quita tu mente del culo de Jenna y escucha lo que estoy diciendo. Ellas
estarán aquí dentro de diez minutos. Con maletas
— No puede ser. Mierda
Peter se detuvo en seco y me miró desde abajo de sus
cejas.
— Levanta tu culo y ayúdame… y tira toda tu basura fuera—
dijo, señalando al cuarto de
baño.
— Oh, mierda— le dije, saltando a mis pies.
Peter asintió con la cabeza, con los ojos muy abiertos.
— Sí
Finalmente lo entendía. Si molestaba a Lali porque todavía
tenia una rezagada aquí
cuando ella llegara con Rochi pondría a Peter en un mal
lugar. Y si Rochi no quería
quedarse aquí por eso, seria su problema… y también el
mío.
Mis ojos se centraron en la puerta del baño. El grifo
había estado abierto desde que se había
metido allí. No sabia si estaba cagando o tomando una
ducha. De ninguna manera iba a
conseguir sacarla de la vivienda antes de que llegaran las
chicas. Se vería peor si me
atrapaban tratando de sacarla, así que decidí a cambiar
las sábanas de mi cama y ordenar un
poco.
— ¿Dónde va a dormir Rochi?—le pregunté, mirando mi sofá.
No iba a dejar que se acueste
sobre catorce meses de fluidos corporales.
— No lo sé. ¿El sillón reclinable?
— Ella no va a dormir en el maldito sillón reclinable,
payaso—me rasqué la cabeza. —
Supongo que dormirá en mi cama
Peter aulló, su risa se escucharía al menos en dos
cuadras. Se agachó y agarró sus rodillas,
su cara se puso roja.
— ¿Qué?
Se puso de pie y señaló, sacudiendo su dedo y la cabeza
hacia mí. Estaba demasiado
divertido para hablar, así que solo se alejó, tratando de
continuar la limpieza mientras su
cuerpo se sacudía.
Once minutos más tarde, Peter estaba corriendo por la
habitación hacia la puerta. Se
abrió camino por las escaleras, y luego nada. El grifo del
cuarto de baño finalmente se cerró,
y todo se volvió muy tranquilo.
Después de unos minutos más, oí la puerta abrirse
fuertemente y a Peter quejándose
entre gruñidos.
— ¡Cielos, nena! ¡Tu maleta pesa veinte kilos más que la
de Rochi!
Entré en la sala, viendo emerger a mi última conquista del
cuarto de baño. Se quedó inmóvil
en el pasillo, echó un vistazo a Rochi y Lali, y luego
terminó de abrocharse la blusa.
Definitivamente no fue a refrescarse allí. Todavía tenía
maquillaje corrido por toda su cara.
Por un momento, estaba completamente distraído con la
sorpresa. ¡Mierda! Supongo que no
era tan sencilla como pensaba.
— Hola— les dijo a las chicas. Miró a su equipaje y su
asombro la llevó a la confusión total.
Lali miró Peter. Él levantó las manos.
— ¡Ella está con Gaston!
Esa fue mi señal. Doblé la esquina y bostezó, palmeé el
culo de mi invitada.
— Mi compañía esta aquí. Será mejor que te vallas.
Ella pareció relajarse un poco y sonrió. Envolvió sus
brazos alrededor de mí, y luego me besó
en el cuello. Sus labios se sentían suaves y cálidos no
como hace una hora. En frente de Rochi,
eran como dos bollos pegajosos alineados con alambre de
púas.
— Voy a dejar mi número en el mostrador.
— Eh. . . no te preocupes por eso— le dije, a propósito
indiferente.
— ¿Qué?—me preguntó, inclinándose hacia atrás. El rechazo
en sus ojos brillaba, buscando
los míos para algo más que lo que realmente quería decir.
Me alegro de que esto sucediera
ahora. Podría haberla llamado otra vez y hecho las cosas
un verdadero lio. Confundirla con
un posible pasajero frecuente fue un poco sorprendente.
Por lo general juzgaba mejor que
eso.
— ¡Siempre lo mismo!— dijo Lali. Mirando
a la mujer— ¿Cómo es que te sorprendes por
esto? ¡Es Gaston Dalmau! Él es famoso por esto mismo, y siempre se muestran
sorprendidas— dijo, volviéndose hacia Peter. Él puso un
brazo alrededor de ella,
haciéndole un gesto para que se calmara.
Los ojos de la mujer se estrecharon, ardiendo de ira y
vergüenza, y luego agarró su bolso en
el camino.
La puerta se cerró de golpe, y los hombros de Peter se
tensaron. Esos momentos le
molestaban. Yo, por otra parte, tenía una musaraña que
domar, por lo que entré en la cocina
y abrí la nevera como si nada hubiera pasado. El infierno
en sus ojos predijo una cólera como
nunca había experimentado (no porque no me había
encontrado con una mujer que quiera
entregar mi culo en una bandeja de plata, sino porque
nunca me había molestado en
quedarme para escucharlo).
Lali negó con la cabeza y caminó por el pasillo. Peter la
siguió, inclinando su cuerpo
para compensar el peso de la maleta mientras la arrastraba
detrás de ella.
Justo cuando pensaba que Rochi atacaría, se desplomó en el
sillón reclinable.
Emm. Sí. . . se
enfadó. Así que bien podría acabar con todo esto de una
vez.
Crucé los brazos, manteniendo una distancia mínima por
seguridad de ella quedándome en
la cocina.
— ¿Qué pasa, Pajarita? ¿Un día difícil?
— No, estoy completamente disgustada.
Fue un comienzo.
— ¿Por mi culpa?— le pregunté con una sonrisa.
— Sí, tú…. ¿Cómo puedes usar a alguien así y tratarla de
esa manera?—y así empezó todo.
— ¿Cómo fue que la trate? Ella ofreció su número y yo me
negué.
Su boca se abrió. Traté de no reír. No sé por qué me
divirtia mucho verla horrorizada por mi
comportamiento, pero lo hizo.
—Vas a tener relaciones sexuales con ella, pero ¿no vas a
tomar su número?
— ¿Por qué iba yo a querer su número si no voy a llamar?
— ¿Por qué dormir con ella si no vas a llamar?
— No prometo nada a nadie, Pajarita. Ella no estipulaba
una relación cuando se abrió de
piernas en mi sofá.
Se quedó mirando el sofá con repugnancia.
—Ella es la hija de alguien, Gaston. ¿Qué pasa si, dando
vuelta los papeles, alguien trata a tu
hija de esa manera?
El pensamiento ya se había cruzado por mi mente, y yo
estaba preparado.
— Pongámoslo de esta manera, mi hija no se bajaría las
bragas por algún imbécil que acabe
de conocer
Esa era la verdad. ¿Las mujeres merecían ser tratadas como
unas putas? No. ¿Las putas
merecían ser tratadas como putas? Sí. Yo era como una
puta. La primera vez que follé a
Eugenia y se fue sin siquiera un abrazo, no lloré por eso
comiéndome un kilo de helado. No
me quejé con mis hermanos de fraternidad por ponerla en la
primera cita y que Eugenia me
haya tratado de acuerdo a la forma en que me comporté. Es
lo que es, no tiene sentido
pretender proteger tu dignidad si estuviste dispuesto a
destruirla. Las chicas son conocidas
por juzgarse entre ellas, de todos modos, y sólo se toman
un descanso suficiente para juzgar
a un hombre por hacérselo. Yo las escucho etiquetar a una
compañera como puta incluso
antes de que el pensamiento se haya cruzado por mi mente.
Sin embargo, si yo traía esa puta
casa, me la tiraba, y luego le soltaba las cadenas, de
pronto yo era el chico malo. No tenia
sentido.
Rochi se cruzó de brazos, notablemente incapaz de
discutir, y eso la puso aún más molesta.
—Así que, además de admitir que eres un imbécil, ¿estás
diciendo que debido a que ella se
acostó contigo, ella merecía ser arrojada fuera como un
gato callejero?
— Estoy diciendo que fui sincero con ella. Ella es una
persona adulta, fue consensual. . . y
estaba demasiado ansiosa en hacerlo, si quieres saber la
verdad. Actúas como si yo hubiese
cometido un crimen.
— Ella no parecía tan convencida acerca de tus
intenciones, Gaston
— Las mujeres por lo general justifican sus acciones con
lo que tienen en sus cabezas. Ella no
me dijo desde el principio que esperaba una relación más
de lo que yo le dije que esperaba
sexo sin compromisos. ¿En qué es diferente?
— Eres un cerdo.
Me encogí de hombros.
— Me han llamado cosas peores— a pesar de mi indiferencia,
al oírle decir que se sentía casi
tan bien como si me empujara una aguja bajo la uña del
pulgar. Incluso aunque fuera cierto.
Se quedó mirando el sofá, y luego retrocedió.
— Creo que dormiré en el sillón reclinable..
— ¿Por qué?
— ¡Yo no dormiré en esa cosa! ¡Sabrá Dios lo que puede
haber allí!
Levanté su bolso del suelo.
— No vas a dormir en el sofá o el sillón reclinable. Te
quedaras en mi cama.
— Qué es más insalubre que el sofá, estoy segura
— Nunca ha habido nadie en mi cama más que yo
Ella puso los ojos en blanco.
— ¡No me tomes el pelo!
— Lo estoy diciendo en serio. Me las tiro en sofá. No las
dejo entrar en mi habitación.
— ¿Entonces por qué me permites a mi quedarme en tu cama?
Yo quería decirle. Jesús, quería sacarme las palabras de
la boca, pero apenas podía
admitírmelo a mí mismo, mucho menos a ella. En el fondo yo
sabía que era un pedazo de
mierda, y ella se merecía algo mejor. Una parte de mí
quería llevarla al dormitorio y
mostrarle por qué ella era diferente, pero esa que también era la
única cosa que me lo
impedía. Ella era mi contrario: inocente en la superficie,
y dañada en su interior. Había algo
en ella que necesitaba en mi vida, y aunque no estaba
seguro de lo que era, no podía sacar a
relucir mis malos hábitos y joderla. Ella era del tipo que
perdona, podía notarlo, pero había
dibujado líneas que yo sabía que no debía cruzar.
Una mejor opción me vino a la cabeza, y sonreí.
— ¿Está pensando en tener sexo conmigo esta noche?
— ¡No!
— Es por eso. Ahora mueve tu trasero malhumorado, toma tu
ducha de agua caliente, y
entonces podemos estudiar un poco de bilogía.
Los ojos de Rochi me miraban, pero obedecieron. Casi me
chocó con el hombro al pasar, y
luego golpeó la puerta del baño. Las tuberías bajo el piso
inmediatamente gimieron en
cuanto abrió el agua.
Ella había empacado ligero: sólo lo esencial. Encontré
unos pantalones cortos y unas
camisetas y bragas de algodón blanco con rayas de color
púrpura. Las sostuve en frente mio,
y luego busqué un poco más. Todos eran de algodón. Ella
realmente no tenía intención de
desnudarse conmigo, ni siquiera para provocarme. Un poco
decepcionante, pero al mismo
tiempo hacia que me gustara aún más. Me pregunté si tenía
alguna tanga si quiera.
¿Era una virgen?
Me eché a reír. Una virgen en la universidad era algo
absurdo en estos días.
Un tubo de pasta de dientes y el cepillo de dientes, y una
pequeña botella de algún tipo de
crema para la cara, también. Los llevé conmigo al final
del pasillo, agarrando una toalla limpia
del armario de camino.
Le llamé una vez, pero ella no contestó, así que entré. De
todos modos ella estaba detrás de
la cortina, y además no tenía nada que yo no había visto
antes.
— ¿Lali?
— No, soy yo— le dije, poniendo sus cosas en la mesa al
lado del fregadero.
— ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Fuera! —Chilló.
Me reí una vez. Que bebé.
—Se te olvidó una toalla, y te traigo tu ropa y el cepillo
de dientes, y la crema facial que
encontré en la maleta.
— ¡Husmeaste mis cosas!—su voz subió una octava.
Una risa repentina se atoró en mi garganta. Trataba de ser
un buen chico, y ella enloquecía.
No es como si me fuera a encontrar algo interesante entre
sus cosas, de todas maneras. Ella
era tan traviesa como una maestra de escuela dominical.
Apreté un poco de su pasta de dientes en mi cepillo de
dientes y abrí el grifo. Rochi estaba
extrañamente tranquila, hasta que su frente y ojos se
asomaron por detrás de la cortina.
Traté de hacer caso omiso de ella, sintiendo sus ojos
haciendo un agujero en mi nuca. Su
irritación era un misterio. Para mí, todo el escenario era
extrañamente relajante. Ese
pensamiento me hizo hacer una pausa, las cosas cotidianas
no eran algo que yo pensaba que
iba a disfrutar.
— ¡Fuera, Gaston!— gruñó.
— No puedo ir a la cama sin cepillarme los dientes.
— Si te acercas a dos pasos mas a esta cortina, te voy a
sacar los ojos mientras duermes.
— No voy a mirar, Pajarita—. En realidad, la idea de que
ella estuviera sobre mí, incluso con
un cuchillo en la mano, era un poco excitante. Más la
parte que era sobre mi que la del
cuchillo.
Terminé de cepillarme los dientes y luego me dirigí a la
habitación, sonriendo todo el camino.
En cuestión de minutos el agua se detuvo, pero paso una
eternidad para que Rochi saliera del
baño.
Impaciente, asomé la cabeza hacia la puerta del baño.
— ¡Vamos, Pajarita! ¡Me estoy poniendo viejo, aquí!
Su aspecto me sorprendió. La había visto sin maquillaje
antes, pero su piel estaba rosada y
brillante, y su pelo largo húmedo y peinado hacia atrás de
su rostro. Yo no podía dejar de
mirarla.
Rochi echó hacia atrás el brazo y tiró el peine hacia mí.
Me agaché, y luego cerré la puerta,
riendo todo el camino por el pasillo.
Podía oír sus pequeños pies pasando por el pasillo hacia
mi habitación, y mi corazón
comenzó a saltar en mi pecho.
—Buenas noches, Rochi— dijo Lali desde la habitación de Peter.
— Buenas noches.
Me tuve que reír. Pesadilla era correcto 3. La novia de Peter me había
presentado a mi
propia droga. No podía conseguir lo suficiente y no quería
dejarlo. A pesar de que no podía
llamarlo otra cosa que una adicción, no me atreví a probar
ni una pizca. Sólo me mantuve
cerca, sintiéndome mejor solo por el hecho de saber que
ella estaba cerca. No había
esperanza para mí.
Dos pequeños golpes me devolvieron a la realidad.
—Entra, Pajarita, tú no tienes que tocar.
Rochi se metió, con el pelo húmedo, en una camiseta gris y
pantaloncillos cortos a
cuadros. Sus ojos bien abiertos vagaron por la habitación
mientras ella decidía diferentes
cosas sobre mí basándose en la desnudez de las paredes de
mi habitación. Era la primera vez
que una mujer había estado allí. Ese momento no era algo
en lo que me había puesto a
pensar, pero que Rochi cambiara la forma en que la
habitación se sentía no era algo que yo
me esperaba.
Antes, sólo era donde dormía. Un lugar en el que nunca
había pasado mucho tiempo en
absoluto. La presencia de Rochi hizo las paredes blancas
obvias, hasta el punto en que sentía
un poco de vergüenza. Estando Rochi en mi habitación era
como sentirse realmente en casa,
y el vacío ya no parecía exactamente correcto.
— Lindos pijamas, Pajarita—dije finalmente, sentándome en
la cama— Bueno, vamos. No
voy a morderte
Su barbilla bajó y levantó las cejas.
—-No te tengo miedo—.Su libro de biología cayó a mi lado
con un ruido sordo, y luego ella se
detuvo. — ¿Tienes un lápiz?
Asentí con la cabeza a la mesa de noche.
—Primer cajón— En el segundo en que lo dije, mi sangre se
volvió fría. Ella iba a encontrar
mis provisiones. Me preparaba para el combate a muerte
inminente que seguiría.
Puso una rodilla en la cama y se estiró, tirando para
abrir el cajón y pescando a la deriva
hasta que su mano se retiró. En el segundo siguiente,
cogió la pluma y luego cerró la gaveta
rápidamente.
— ¿Qué?— le pregunté, fingiendo escanear a través de las
palabras en el libro de biología.
— ¿Robaste una farmacia?
¿Cómo una pajarita sabe dónde conseguir condones?
—No ¿Por qué?
Su cara se retorció.
— Tienes un suministro de por vida de condones.
Aquí viene.
— Más vale prevenir que lamentar ¿no?
Ella no podría discutir con eso.
En lugar de los gritos e insultos que esperaba, ella puso
los ojos en blanco. Pasé las páginas
del libro de biología, tratando de no parecer demasiado
aliviado.
— Está bien, podemos empezar por aquí. Dios. . .
¿fotosíntesis? ¿No aprendiste esto en la
escuela secundaria?
—Algo así— dijo, a la defensiva. —Es Biología para
principiantes, Gas. Yo no elegí el plan de
estudios.
— ¿Y estás en cálculo? ¿Cómo puedes estar tan avanzada en
matemáticas y retrasada en
ciencias?
— No estoy retrasada. La primera mitad siempre es una
revisión
Levanté una ceja.
—En realidad no.
Ella escuchó mientras yo explicaba los conceptos básicos
de la fotosíntesis, y la anatomía de
las células vegetales. No importaba cuánto tiempo hablada,
o lo que había dicho, ella se
aferró a cada palabra. Era fácil fingir que estaba
interesada en mí y no en aprobar la materia.
-Lípidos saponificables. Lípidos insaponificables. Dime de
nuevo cuáles son.
Se quitó las gafas.
— Estoy muerta. No puedo memorizar una macromolécula más.
Mierda ya es la hora de acostarse.
— Muy bien.
Rochi de repente parecía nerviosa, lo que fue curiosamente
un alivio para mí.
La dejé sola con sus nervios para tomar una ducha.
Sabiendo que ella acababa de estar
desnuda en el mismo lugar mis pensamientos se volvieron un
poco locos, así que por cinco
minutos antes de que saliera el agua tuvo que estar bien
helada. Fue incómodo, pero al
menos surtió en mi hinchazón.
Cuando volví a la habitación, Rochi estaba tumbada en su
lado, con los ojos cerrados, y tiesa
como una tabla. Dejé caer mi toalla, me puse mis boxers, y
luego me metí en la cama, y
apagué la luz. Rochi no se movió, pero tampoco estaba
dormida.
Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, pero se apretó aún
más cuando se volteó hacia mí.
— ¿Dormirás aquí, también?
— Bueno, sí. Esta es mi cama.
— Lo sé, pero yo. . . —se fue apagando, sopesando sus
opciones.
— ¿No confías en mí, ahora? Voy a comportarme, lo juro—.
Levanté mi dedo índice, medio y
meñique, conocido cariñosamente por mis hermanos de
fraternidad como la " sorpresa”. Ella
no lo entendía.
Por más que ser bueno sería un asco, no iba a arruinarlo
la primera noche haciendo algo
estúpido.
Rochi era un delicado equilibrio entre lo duro y lo
blando. Empujarla muy rápido a algo me
parecía como acorralar a un animalito. Era divertido
caminar por la cuerda floja que ella me
ponía, en una manera aterradora.
Ella se alejó de mí, y acomodó bien las mantas sobre de
cada curva de su cuerpo. Otra
sonrisa apareció en mi cara, y me incliné hasta su oído.
—Buenas noches, Pajarita

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