jueves, 27 de febrero de 2014

Corazones latiendo, capitulo 9

9
Rochi
me desperté con alguien golpeando a mi puerta. Con un
gruñido aparté las mantas, salí de mi cama, y me dirigí
tambaleándome a la puerta de mi habitación y la abrí con
irritación.
—Hola, amiga. —Sonrió Gaston. Le cerré la puerta en sus narices—.
¿Esa es la forma en que tratas a tus amigos? —Se rio desde el otro
lado.
Cerré los ojos y eso no hizo desaparecer el problema. Yo todavía
estaba en mi camiseta y unos viejos shorts. Me
veía como una niña pequeña. Eché un vistazo al espejo y me
avergoncé. Mi cabello estaba apuntando en todas
direcciones, haciéndome parecer poseída, y tenía grandes bolsas
bajo mis ojos.
—¡Lárgate! —grité.
Silencio y luego:
—No
—Gaston.
—Rochi.
Carajo, yo nunca debía haberle dicho mi nombre.
—¿Cómo sabes dónde vivo?
—Te seguí.
—¿En serio?
Su risa me dio ganas de estrangularlo.
—Estoy bromeando. Es mi día libre, así que fui a la tienda a tomar mis
tres caramelos y...
Rodé los ojos.
—Eh, ¿puedo terminar de decir por qué estoy aquí en tu cara? Es
raro hablar con una puerta, aún más extraño cuando la puerta tiene
un cartel de Justin Bieber mirándome.
Mierda. Me había olvidado de ese cartel estúpido. Pablo lo había
puesto ahí como una broma cuando le conté que me encantaba
Justin Bieber.
Después de lo que pasó, no tenía el corazón para quitarlo.
Lentamente, abrí la puerta. Debería haber sabido que Gaston me
empujaría y haría como si estuviera en su casa.
—No, en serio, entra. No estaba durmiendo o algo en mi día libre.
—Bueno. —Se quitó su chaqueta de cuero, revelando una camiseta
ajustada que dejaba ver los tatuajes de su brazo derecho y
clavícula. Traté de hacer alejar mis ojos, pero estaba cansada y
claramente necesitaba más oxígeno o algo en mi habitación.
—No son más que tatuajes rochi.
—Guau. —Me reí pasando las manos por mi cabello enredado—. Ya
tengo un apodo, ¿eh?
—Me gusta. —Se cruzó de brazos, mostrando sus músculos.
Me mordí el labio y miré hacia otro lado.
—Así que, la razón por la que me despertaste.
—Oh, nena. —Se rio entre dientes—. Ni siquiera has visto el comienzo
de mis llamadas como despertador.
—No voy siquiera a preguntar. —Me puse una camiseta y me senté
en la cama con las piernas cruzadas—. Por lo tanto, ¿la razón de que
estas aquí?
—¿Eres animadora? —Gaston señaló la sudadera de la escuela. La
misma que tenía el viejo número de fútbol de Pablo
escrito en la parte delantera. Solo otro pedazo de él que no podía
regalar. Como todo lo demás en mi habitación que tenía su olor o su
tacto.
—Este, era una animadora. Sip. —Hablar con Gaston era imposible.
Un minuto estaba en un tema, y en segundos estaba cambiando a
otros como si fuera completamente normal hablar de caramelos y
tatuajes en la misma frase.
Sus ojos recorrieron la sudadera. Me di cuenta que estaba tratando
de juntar las piezas de un rompecabezas. Pero yo no quería juntarlas.
Me gustaban las piezas del rompecabezas dispersas, por lo que hice
mi mejor esfuerzo para darle una sonrisa coqueta y le toqué el brazo.
—¿Qué decías? —insistí.
Sus ojos se dirigieron de inmediato al lugar donde mi mano lo tocó y
luego de vuelta a mí.
—Caramelos. Tenía tres.
—¿Qué sabor?
Sonrió y sacó las tres envolturas para que las oliera. Con una sonrisa
las tomé en mis manos y olí cada una. Si yo no supiera que estaba en
rehabilitación, hubiera pensado que estaba muy borracho o
drogado la mayor parte del tiempo.
—¿Kahlua, piña, y ponche de ron?
Gaston aulló de risa y comenzó a aplaudir.
—En serio. Es el mejor truco para una fiesta.
—Es evidente que has estado en las fiestas equivocadas si piensas
que oliendo envolturas de caramelos es la manera a seguir. —Rodé
los ojos.
—O solo las fiestas equivocadas en general. —Se encogió de
hombros, su sonrisa desapareció. Yo quería que regresara y odiaba
que me hiciera preocuparme por él.
—Así que... —Me recosté en las almohadas—. ¿Hiciste todo el
camino a mi casa para hablarme de tus tres sabores de caramelo?
—Más o menos. —Se acostó a mi lado, fue casi demasiado íntimo. La
última vez que me acosté con un hombre en la cama... me sacudí y
comencé a caminar delante de él. Levantó las cejas confuso, pero
siguió hablando de todos modos—. Vi a tus padres y les pregunté
dónde estabas. Extraño, pero tu madre sabía exactamente quién era
yo.
Asentí.
—Estrellas. Ella tiene una ligera obsesión por el canal Entertainment
Tonight.
Se encogió.
—Podrías pensar que yo haría que ella quisiera dispararme.
—A ella le gusta el chico malo. —Sonreí—. ¿Y? ¿Le preguntaste
donde estaba nuestra casa para poder torturarme?
—¿Tortura? —Sus hoyuelos me mataron—. ¿Es eso lo que está
pasando entre nosotros?
El pánico se extendió a través de mí por como sentía calor en mi
cara por su sonrisa seductora. Era el diablo. ¿Por qué no iba a
molestar a alguien más? ¿Estaba realmente tan desesperado? ¿No
pueden las estrellas del rock pagar a alguien para que pase el rato
con ellos? Al menos tiene el lujo de dinero y la opción de hacer lo
que quiera con él.
—Claro, se siente cerca. —Resoplé, soplando mis capas cortas de
cabello lejos de mi cara—. De todos modos, gracias por pasar, ahora
sí solo pudieras... —Señalé la puerta.
Gaston no se movió.
Por supuesto que no.
—No, vine a buscarte por una razón, y no era tortura. Aunque nada
me gustaría más que darte tanto placer que te haga gritar mi
nombre.
Sentí que me sonrojaba mientras miraba lejos.
—Quiero que seamos amigos.
—¿Perdón? —Yo estaba en proceso de sacar mi sudadera, así podría
saltar en la ducha, solo que quedó atrapada en mi cabeza,
haciéndome correr al vestidor
—Amigos. —Podía sentir su cálido cuerpo a centímetros del mío, sus
manos se acercaron y tiró de la sudadera por mí, haciéndome sentir
desnuda mientras sus ojos escaneaban audazmente mi cuerpo—.
Quiero ser tu amigo.
La forma en que dijo amigo me recordó la forma en que el tiburón en
Buscando a Nemo persiguió a Marlin, con la esperanza de ser
amigos, no comida.
—Amigos —repetí.
—Amigos. —Él se inclinó más cerca, finalmente descansando su
antebrazo en la pared por encima de mi cabeza.
—Yo tengo amigos.
—Tú dijiste que se alejaron.
—Aun así tengo un amigo.
—¿En serio? —Miró intrigado.
Mierda. Yo era la peor mentirosa del mundo.
—Sí, tengo un amigo.
—¿Cómo se llama tu amigo?
Mis ojos se clavaron en el suelo. Él incluso tenía lindos Converse que
parecían caros, aunque sabía que no lo eran.
¡Puf!
—Sally.
—Sally. —Se rio—. ¿Tiene ochenta?
Levante la cabeza.
—No, y tenemos planes hoy.
—¿En serio? —No me estaba creyendo. Su sonrisa parecía
ensancharse mientras mi mentira se hizo más grande.
—Sí, por lo que si me disculpas. Voy a llegar tarde.
Con una sonrisa, se retiró y fue a la puerta.
—Muy bien, te voy a dar esto. Ya sabes dónde encontrarme, si
necesitas un amigo...
—No, no lo necesito. —Joder. Las palabras salieron antes de que
pudiera detenerlas.
—Oh. —Guiñó un ojo—. Que grosero de mi parte. Toma. —Puso un
trozo de papel en mi mano y besó mis nudillos—. Diviértete con Patty.
—¡Es Sally! —grité.
—De acuerdo. —Su risa resonó por toda la casa al salir.
Mi mano se apretó con fuerza alrededor del papel que me dio.
Incapaz de reprimir mi curiosidad, la abrí y me reí. Tenía su número
celular, número de casa, el número de su agente, su correo
electrónico, su perfil de Facebook y LinkedIn, así como su dirección.
Ahora era interesante. La Sra. Murray era su vecina. Yo siempre había
tenido curiosidad sobre a quién pertenecía la hermosa casa de
playa al lado de la de ella. Ahora sabía. Por lo menos vivía a unos
pocos kilómetros de distancia. Era bastante difícil saber que
habíamos estado viendo el mismo psiquiatra.
Tiré la hoja a la basura. Imposible. No podía hacerlo. No podía ser su
amiga. Cuando eres amiga de hombres, nunca funciona. Siempre se
convierte en algo más, y luego, cuando son muy cercanos, a la
única persona a la que juras que le vas a dar todo de ti, se va. Es
evidente que todavía estaba luchando con demonios del pasado.
Las emociones brotaban en mi garganta. Ellos te dejan con nada,
solo con las piezas de los afilados recuerdos juntos. Cada vez que me
ponía la sudadera, era otro corte. Cada vez que vi el cartel de Justin
Bieber, el corte se hacía más profundo.
Pero al menos me estaba cortando emocionalmente y no
físicamente... Al menos sentía dolor. Al menos sabía que era real.
Una lágrima escapó de mis ojos y cayó al suelo antes de que pudiera
quitármela.
Miré hacia el bote de basura.
Murmurando una maldición, saqué el papel. Por si acaso.
***
Solo mentí un poco. Quiero decir, estaba visitando a un amigo. Es
decir, si un amigo es una increíblemente antigua foca que vive en el
Acuario.
El personal me conocía por mi nombre y siempre tenía un poco
pescado esperándome, así podría alimentar a las focas. Eso fue lo
que hice en mi día libre, otra de mis maneras de recordar el dolor.
Pablo amaba las focas. Siempre pensé que eran estúpidas. Quiero
decir, ¿quién aplaude cuando come?
Pero un día, Pablo me mostro que yo haría exactamente eso.
Si comía algo que era muy bueno o que me hacía feliz, me gustaría
aplaudir. Él había muerto de risa. Por lo tanto, mi nuevo apodo se
volvió Pequeña foca.
Era típico para nosotros visitar el acuario los días de la semana
cuando no estaba tan lleno, y después, unos pocos meses antes del
accidente, consiguió un trabajo allí.
Yo estaba allí todos los días.
Los viejos hábitos tardan en morir.
—¡Hola, Rochi! —Vicco ya estaba de pie junto a las focas,
arrojándoles su comida de la mañana. Se graduó unos años antes
que yo y era muy cercano a Pablo, del tipo de muy cercanos, eran
hermanos. Fue uno de los pocos que se quedaron después de la
graduación.
En consecuencia, sanó muy bien después del accidente.
Al parecer, los hombres no son tan emocionales como las mujeres. Él
puso todo en sus estudios y deportes, y después de un tiempo,
simplemente dejamos de hablar, a menos que me detuviera para
alimentar a las focas. Sinceramente, era demasiado difícil estar
cerca de él. Me recordaba todo lo que perdí ese día.
Recientemente habíamos caído en una especie de rutina. Creo que
se sentía responsable de mí de alguna manera, era ridículo. Me daba
el pescado, alimentaba con el pez a la foca, teníamos una pequeña
charla, y luego me daba un abrazo.
Así que, por desgracia hablábamos una vez al día sobre cosas que
ni siquiera importan, y nunca sobre Pablo. Decir su nombre en voz
alta era algo que nunca hice. Dolía demasiado.
—¿Cómo va el trabajo? —Vicco lanzó otro pez y amablemente me
entregó la cuchara para que pudiera unirme.
Me encogí de hombros.
—Bueno, me imagino que estoy a unos caramelos lejos de curar el
hambre del mundo, así que eso es bueno.
—Increíble. —Se rio entre dientes—. Sé que has estado trabajando en
eso como toda tu vida. Gran logro.
—Sí, espero curar el cáncer luego.
—Vaya, vaya, está encaminada.
Me reí y le tiré otro pez a mi foca favorita.
Sally nadó a mi lado y echó agua cerca de mi cara.
—Por lo tanto, corre el rumor de que uno de los famosos miembros de
AD2 tiene algo por ti.
—Los rumores apestan —me quejé, acariciando el agua junto con
Sally.
—Él es malas noticias, Rochi.
Me quedé inmóvil por un momento y luego sacudí la cabeza
negando.
—Nada está pasando.
—Está bien. —Vicco levantó las manos—. Solo quería advertirte, eso es
todo. Sé que probablemente no sabes lo que pasó el año pasado,
desde que estabas básicamente perdida en acción durante todo el
año y cosas así... —Solo hizo un gesto con la mano en el aire—. Pero
él estuvo saliendo con esa chica Eugenia por unos pocos meses,
el hermano empezó a salir con ella. Todavía no sé lo que pasó, pero
estuvo a punto de morir de una sobredosis de drogas.
Bueno, no esperaba eso, pero me dio otra buena razón para
rechazar la amistad de Gaston. Tener alrededor de mí un tipo como
él no haría nada más que meterme en problemas.
—No estoy seguro que me acostumbraré a la gente hablando de mí.
Quiero decir, soy famoso, pero aún así... —dijo una voz profunda
detrás de nosotros.
Me tragué la sequedad en la garganta. Mis ojos parpadearon entre
Vicco y Gaston.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Me gustan los peces.
—Son focas.
—Carajo, el folleto dice acuario. Entiendes mi confusión. —Guiñó un
ojo.
Vicco se paró frente a mí.
—Debes ser Sally. —Gaston le tendió la mano.
La risa burbujeó fuera de mí antes de que pudiera detenerla. Puse mi
mano sobre mi boca, olía a pescado, pero no me importaba. La
mirada en el rostro de Vicco no tenía precio.
—No. —Vicco tragó saliva y dio un paso más delante de mí.
—Ese es Sally. —Señaló la foca, que eligió ese momento exacto para
salpicarnos a los tres.
La ropa de Gaston estaba empapada. Su camiseta fue
repentinamente moldeada por sus perfectos abdominales. Luché por
no dejar que mi mandíbula cayera. Un chico recién salido de la
escuela secundaria no debía tener ese bonito cuerpo. Todo me
decía que debía apartar los ojos, pero como una idiota, yo seguía
mirando.
—Creo que Sally está molesta —dijo Gaston finalmente, secándose
la cara.
—Debe ser la compañía. —Se burló Vicco
Gaston sonrió.
—Me gustan tus amigos.
—No somos… —dejé de hablar, porque decir que no era amiga de
Vicco sería hiriente. Pero los amigos no se rendían contigo, y Vicco lo
había hecho. Sally, sin embargo, era una historia completamente
diferente.
—Para que quede claro, me refiero a la foca —dijo Gaston,
salvándome—. ¿Puedo darle de comer?
—Por supuesto. —Agarré el cubo de los dedos apretados de Vicco y se
la entregué a Gaston—. Eso sí, no dejes que te muerda.
Agarró unos pocos peces y los arrojó hacia Sally. La rica risa de
Gaston era como el agua para un corredor de maratón. Era
intoxicante, hermosa, profunda. Di un paso lejos de él.
—Por lo tanto, todavía me acechas como veo.
—No, en absoluto. —Negó con la cabeza y tomó otro pez.
Vicco estaba al otro lado de él, meditando.
—Estaba aburrido, y como mi amiga no vendría a pasar el rato
conmigo, me decidí a hacer la única cosa turística que pude
encontrar en esta ciudad.
—Taffy. ¿Por qué no pruebas en Taffy? —Vicco ofreció, obviamente,
tratando de deshacerse de él.
—Ah, ahora hay una historia divertida. Yo trabajo en Seaside Taffy.
Gaston se encogió de hombros.
—Así que, no es muy turístico para mí.
—¿Tú? —balbuceó Vicco—. ¿Trabajas?
—Yo canto la canción. ¿Quieres oírla? —Gaston miró serio. Me reí de
nuevo. ¿Por qué diablos estaba siendo amable con Vicco, cuando
Vicco estaba siendo un verdadero imbécil?
Vicco asintió.
—Si hace que te vayas, te escucho.
—No tienes esa suerte, amigo. —Saltó del concreto y fue a lavarse las
manos—. Me iré yo solo. No necesito cantar con el fin de obtener el
permiso para hacerlo. —Él me guiñó un ojo—. Un placer verte de
nuevoy Vicco, un placer conocerte. Deberías pasar el rato en
algún momento. Voy a ir al acuario. Tú sabes ya que pagué para ver
los peces y todo eso. —Se fue con una sonrisa.
Vicco y yo nos quedamos en silencio.
—Él es, uhh... —Vicco se rascó la cabeza.
—No es tan hostil como tú —señalé.
—Yo estaba siendo protector. —Los ojos de Vicco brillaron mientras
tomaba mi mano y me atrajo hacia su cuerpo. Él nunca había
actuado así antes, y no me gustaba. ¿Qué diablos le pasaba?
—¿Desde cuándo te nombre como mi protector? —Me aparté.
Me miró.
—No lo hiciste. Pero estoy seguro de que es lo que Pablo hubiera
querido. Después de todo, estuve protegiéndolos a los dos desde
hace años. ¿Y ahora él entra en escena? —Traté de alejarme, pero
el agarre de Vicco se apretó—. ¿Qué pensaría Pablo?
—Me tengo que ir. —Tire el cubo en el suelo y corrí hacia el acuario.
No estaba segura de por qué yo estaba corriendo hacia Gaston,

pero estaba desesperada.

2 comentarios:

  1. ahiiii nooooo seguilaa porfaa no me dejeess asiiii!! ah

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  2. ayy seguila rapido que quiero gastochi yaa!! y SEGUI CON LA NOVE VECINOS PORFAA!!

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