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Rochi
Cerré la puerta de la tienda y me apoyé en ella. No había mucho
que limpiar, teniendo en cuenta que no había estado muy
ocupada.
Después de mi cita de terapia, volví a la tienda a trabajar.
Papá y mamá decidieron ir a casa y cenar algo. Pero yo no tenía
hambre, además, alguien tenía que quedarse y cerrar.
Me fui al mostrador y guardé las muestras gratis. Habíamos hecho
un
nuevo sabor. Era un caramelo salado de palomitas de maíz. Había
querido probarlo, pero el olor me mantuvo lejos. Haciendo una
mueca, lo tiré a la basura y recogí las envolturas esparcidas. A
los
pocos minutos el mostrador estaba limpio de nuevo. El sol empezaba
a ponerse. Fui a la ventana para tirar de las persianas, cuando un
auto llamativo me llamó la atención.
¿Qué diablos estaba haciendo Gaston de vuelta en el trabajo?
Conocía su horario. Está bien, me odiaba por conocer su horario.
Pero él solo trabajaba hasta las cuatro cada día. Y eran las seis.
Todavía estaba tratando de decidir lo patético que era, después de
unos pocos días, saber exactamente cuando el hombre llegaba y
dejaba el trabajo. Evidentemente, tenía que encontrar un hobby o
algo así.
Como un resorte, me acerqué a las persianas que están más lejos de
la puerta y me asomé entre ellas. El auto de Gaston estaba
estacionado en la tienda de caramelos, pero no estaba por ningún
lado.
Entrecerré los ojos y abrí las persianas en general.
Raro. ¿Estaba adentro?
Estaba preparándome para abrir la puerta y salir cuando una mano
golpeó la ventana en frente de mí. Con una grosería, caí al suelo
llevando una fila entera de caramelo conmigo.
Por suerte para mí, las persianas de la puerta no estaban
cerradas, es
decir, Gaston, el bastardo, vio todo.
Aunque para ser justos, él parecía un poco sorprendido mientras
corría a la tienda y me ayudaba a ponerme de pie.
—¿Tratas de matarme? —Empujé sus manos, pero él seguía
sosteniéndolas como si fuera una especie de experimento científico
que salió mal, así que lo empujé. Me parecía que era lo correcto.
Y honestamente, me sentí bien al pegarle. Tal vez estaba
acumulando un montón de rabia por la estrella de rock. Pero nadie
debería tenerlo tan fácil como él lo tenía. ¿Atractivo? ¿Rico?
Todo lo
que tenía que hacer era sonreír, y tenía el mundo a sus pies. Tal
vez
era envidia ya que estaba atrapada en la tienda de mis padres,
tenía el mundo entero como su caparazón, pero optó por llegar alto
y casi matarse en vez de hacer algo con su vida.
—Lo siento mucho. —Gaston cayó al suelo y comenzó a poner los
caramelos de nuevo en los cubos.
—¿Lamentas haberme asustado? ¿Sientes casi provocarme un
ataque al corazón? ¿O lamentas haberme causado un moretón en
mi trasero?
Gaston me miró a los ojos con una sonrisa de suficiencia.
—Tu trasero, ¿eh? ¿Quieres que le eche un vistazo? No quisiera
ningún daño permanente.
—No, gracias. —Rodé mis ojos y me arrodillé a su lado.
—Puedes irte. Tengo esto.
—Esto... —Señaló el desorden en nuestras rodillas—. Es todo culpa
mía. Honestamente, solo estaba tratando de asustarte, no matarte o
destruir el caramelo. Eh, ¿qué sabor es esto?
—¿ADD demasiado? —Tomé el caramelo de su mano.
—¿ADD? Eh, eso es como el nombre de nuestra banda, AD2... —
Tomó otro pedazo de chicle del suelo—. ¿Qué tal este? ¿Qué es este
sabor?
—¡Oh, Dios mío! ¡Simplemente vete! —Tomé el caramelo de su mano.
Él se encogió de hombros.
—No tengo a donde ir, y esto va a tomar por lo menos una hora.
Además, es lo menos que puedo hacer después de casi te mato a la
madura edad de... —Su voz se desvaneció mientras él me miraba
con ojos seductores.
Sentí que me ruborizaba mientras miraba lejos.
—Dieciocho. Tengo dieciocho años.
—Yo también.
—Felicitaciones, has encontrado un terreno común. Ahora podemos
casarnos.
—Ah, la otra. —Chasqueó los dedos en el aire y sonrió.
—¿Eh?
Desenvolvió un pedazo de caramelo.
—El otro cliente sarcástico que la Sra. Murray tuvo hoy. Gracias
por
eso, por cierto. Cuando llegué ya había tenido su terraplén de
sarcasmo para el día. Y me comí un plato entero de palomitas de
maíz para evitar derramar todos mis sentimientos.
—¿Un plato entero? —Dividí los caramelos en pilas, para poder
ponerlos en los cubos adecuados—. ¿Y todavía tienes hambre? —
señalé la melcocha que estaba desenvolviendo.
—Oh esto. —Puso la basura en su bolsillo y se metió el caramelo en
la
boca—. Le dije a mi amiga, Eugenia, que me quedaría limpio,
¿verdad?
—Asentí con la cabeza—. Por lo tanto, tengo esta cosa. Cada día
me quedo limpio, pruebo al menos tres nuevos sabores de
caramelos. Me da algo que esperar y todo eso.
—Eso es deprimente.
Él se echó a reír.
—Si supieras. —Sus ojos brillaron un poco antes de que él se
rascara la
frente y se tragara el caramelo—. Entonces, ¿qué sabor es lo que
acabo de comer?
—No sé, me das la envoltura.
La sacó de su bolsillo y la puso en mi mano. Intencionalmente
ignoré
el hecho de que su contacto se quedó más tiempo del necesario y
levanté la envoltura a mi nariz.
—Panqueques de mora azul.
—¡Basta! Taffy súper poderoso. Genial.
Me eché a reír.
—Para ser justos, tienes los caramelos con súper poderes, por lo
que
estamos en algo.
Él me devolvió la sonrisa. Mi corazón casi se detuvo. Sus
profundos
hoyuelos llamaron la atención a su boca, y cuando miré su boca,
sentí cosas que no había sentido desde Pablo. Me aclaré la
garganta
y continué poniendo el caramelo en pilas.
Gaston suspiró.
—Bien, así que te ayudaré con todo esto.
Trabajamos en silencio. Gaston comió dos piezas más de caramelo,
cada vez que me pedía que por favor, oliera la envoltura, porque
era la cosa más excitante que había visto en semanas. Era difícil
no
reírse a su alrededor.
—¿Eso es todo? —Tomó el último cubo y lo metió en el balde.
—Así es. —Miré alrededor de la tienda.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Gaston me miró y entonces a
sus pies. ¿Estaba nervioso?
Divertida, me crucé de brazos.
—Si puedes preguntarme algo, sí.
—¿Prometes no reírte?
—No.
—Prometes no sentir lástima por mí.
A eso reí.
—Fácil. Nunca me sentiría mal por una celebridad que posee un
auto más caro que mi casa, pero ya que parece molestarte, sí, me
siento muy mal por ti.
Sus hombros parecían ceder un poco.
—Bien, por lo menos promete no hacer un blog acerca de lo que te
preguntaré.
—Eso, te lo puedo prometer. —Estuve de acuerdo—. Es decir, si
prometes irte.
Él rodó los ojos e ignoró mi sarcasmo.
—¿Qué se siente el tener amigos? Amigos reales. ¿El tipo al que
les
puedes decir cualquier cosa, con los que haces cosas estúpidas y
permaneces despierto toda la noche con solo quedándose
hablando?
Eso no era lo que yo esperaba que preguntara. Aturdida, solo podía
mirarlo mientras movía mi boca para tratar de formar palabras.
Dijo una palabrota.
—Olvídalo.
—No, espera. —Lo agarré antes de que pudiera salir. Tenía la mano
en su grueso antebrazo musculoso. Me tragué la sequedad en la
garganta al mirarlo a los ojos. Esperaba ver algún tipo de
presunción
o por lo menos la arrogancia familiar, pero lo único que vi fue
dolor.
Un profundo dolor.
Conocía esa mirada.
Era la misma mirada que veía en el espejo todos los días.
Y sabía que por esa mirada, ahora me sentía mal por no prometerlo,
porque en ese momento sentía lástima. Sentí lástima por alguien
que
tenía esa mirada en sus ojos, porque sabía lo que significaba.
Sabía
lo que contenía. Sabía cuál era su futuro, y era muy, muy
solitario.
—¿Honestamente? —Retiré mi mano—. Solía saber cómo era.
Agradable. Pero realmente no tengo amigos ya.
—¿Por qué? —Sus cejas se juntaron en confusión.
Quería decirle todo, decirle lo que me habían abandonado después
del accidente. Que me consideraba rota, y después de un tiempo
mis amigos no podían soportar estar a mí alrededor. Fue muy duro
para ellos, demasiado difícil para mí, y, finalmente, demasiado
duro
para todos en esta tranquila ciudad.
—Se alejaron. —Mentí y le di una sonrisa débil—. Además, tengo una
carrera. —Asentí a todo el caramelo y le ofrecí otra sonrisa.
Él sonrió conmigo.
—Sí, puedo ver eso.
—Bueno. —Le dio un codazo—. De todos modos, gracias por
ayudarme.
—Bueno, fue mi culpa, para empezar, pero a la orden...
Yo sabía que él estaba buscando mi nombre.
Me mordí el labio y suspiré.
—Rochi, mi nombre es Rochi.
¿Acaba de ruborizarse? Gaston miró hacia el suelo y luego se
mordió el labio. Me pregunté si tenía el mismo hábito nervioso.
—Me gusta.
—A mí también.
—¿No quieres saber mi nombre? —Bromeó.
—Sé tu nombre.
Su rostro se puso serio.
—¿Puedo decírtelo de todos modos?
—Por supuesto.
—Gaston. —Él me tendió la mano. La tomé. Su mano envolvió la mía.
Fue como darle la mano a un gigante. Un gigante muy caliente.
—Encantado de conocerte, Gaston. —Su nombre se sentía bien en
mis labios.
No estaba segura de si debía patearlo por ello o simplemente fingir
que no me importaba que tuviese un efecto tan loco en mí.
Me soltó la mano y abrió la puerta, se dio la vuelta.
—¿Así que nos veremos entonces?
—Estaré aquí.
—Y yo estaré allí. —Asintió con la cabeza hacia la esquina—.
Cantando.
—No olvides tu cubo —bromeé.
Él se rio a carcajadas.
—Buenas noches, Rochi.
—Buenas noches.
Mierda. Estaba en un gran, gran problema.

awww ame el capitulo!! rochi esta empezando a sentir cosas por gas y yo se que gas tambien!! seguilaa, me encanta la nove :)
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