sábado, 15 de febrero de 2014

Walking Disaster, CAPITULO CUATRO

CAPITULO CUATRO
Distracción
La decisión fue una locura, pero era algo liberador. Al día siguiente entré en la cafetería, y sin
pensarlo dos veces, me senté en el asiento vacío frente a Rochi. Estar cerca de ella era natural
y fácil, y aparte de tener que soportar la mirada persistente de la población estudiantil en
general, e incluso algunos profesores, parecía que le gustaba tenerme a su alrededor.
— ¿Estudiamos hoy o qué?
— Estudiamos— dijo, sin inmutarse.
El único aspecto negativo de salir con ella como amigos era que entre más tiempo pasaba
con ella, más me gustaba. Era más difícil de olvidar el color y la forma de sus ojos, y la forma
en que la loción olía en su piel. También conocí un poco más de ella, como
sus piernas, y los colores que usaba con más frecuencia. Incluso me las ingenie bien para
darme cuenta en que días no debía agobiarla, que por suerte para Peter, eran en la misma
semana de no sexo con Lali. De esta manera, hemos tenido tres semanas para no estar
en guardia en lugar de dos, y podíamos darnos una advertencia razonable.
Incluso en su peor momento, Rochi no era exigente como la mayoría de las chicas. Lo único
que parecía afectar la un poco eran las preguntas ocasionales acerca de nuestra relación,
pero siempre y cuando me ocupara de eso, ella lo superaba bastante rápido.
A medida que pasaba más tiempo, la gente especuló menos. Comíamos juntos casi todos los
días, y en las noches en las que estudiamos, la llevaba a cenar. Peter y Lali nos
invitaron a ver una película una vez. Nunca fue difícil la convivencia y ni se cuestionó de si
éramos más que amigos. No estaba seguro de cómo me sentía al respecto, sobre todo
porque mi decisión de no seguir persuadirla de esa manera no me impidió fantasear con
hacerla gemir en mi sofá, hasta que una noche la estaba mirando a ella y Lali
empujándose y haciéndose cosquillas una ala otra en el apartamento y me imaginaba Rochi
en mi cama.
Necesitaba sacarla de mi cabeza.
La única solución era dejar de pensar en ella el tiempo suficiente para encontrar mi próxima
conquista.
Unos días más tarde, un rostro familiar me llamó la atención. La había visto antes, con Janet
. Lucy era bastante ardiente, nunca perdía una oportunidad de mostrar su escote, y
era muy vocal acerca de odiar mis entrañas. Afortunadamente me tomó solo treinta minutos
y una tentativa invitación al club Red para tenerla en casa. Apenas había cerrado la puerta
antes de que ella me estuviera quitando la ropa. Hasta aquí llego el profundo pozo de odio
que había albergado hacia mí desde el año pasado. Se fue con una sonrisa en su rostro y
decepción en sus ojos.
Todavía tenía Rochi en mi mente.
Ni siquiera la fatiga post-orgasmo me iba a curar, y sentí algo nuevo: la culpa.
Al día siguiente, me apresuré a clase de historia y me deslicé en el escritorio junto a Rochi.
Ella ya tenía su computadora portátil y el libro, apenas reconoció mi presencia cuando me
senté.
El aula estaba más oscura de lo habitual, las nubes nublaban la habitación de la luz natural
que normalmente entraba por las ventanas. Le di un golpecito en el codo, pero ella no estaba
tan receptiva como de costumbre, así que cogí el lápiz de su mano y empecé a garabatear en
los márgenes. Tatuajes, en su mayoría, pero también garabatee su nombre en letras
originales. Ella miró hacia mí con una sonrisa agradecida.
Me incliné y le susurré al oído.
— ¿Quieres almorzar fuera de la escuela hoy?
No puedo, me dijo haciendo señas con sus labios.
Yo escribí en su libro.
¿Por qué?
Porque tengo que hacer uso de mi plan de comidas.
Mentira
En serio
Quería discutir, pero se estaba quedando sin espacio en la página.
Bien. Otra comida misteriosa. No puedo esperar.
Ella se rió, y me gustó la sensación de tocar el cielo con las manos que me daba cada vez que
la hacia sonreír. Unos cuantos garabatos y un dibujo de un dragón, después terminó
la clase.
Tiré el lápiz de Rochi en su mochila mientras guardaba el resto de sus cosas, y luego
caminamos a la cafetería.
No nos dieron tantas miradas como teníamos en el pasado. La población estudiantil se había
acostumbrado a ver juntos sobre una base regular. Mientras estábamos en la fila, tuvimos
una pequeña charla sobre el nuevo trabajo de historia que había asignado. Rochi
pasó la tarjeta de comida y luego se dirigió a la mesa. Inmediatamente me di cuenta de una
cosa que faltaba en su bandeja: la caja de jugo de naranja que recogía todos los días.
Escaneé la línea de los oscos servidores que estaban detrás del buffet. Una vez que la mujer
de aspecto severo tras el registro quedó a la vista, supe que había encontrado mi objetivo.
—Hola, señorita. . . uh. . . Señorita. . .
La señora de la cafetería me observo de una vez antes de decidir que iba a causarle
problemas, como la mayoría de las mujeres hacia justo antes de que hiciera que sus piernas
se estremecieran.
Intenté dominar mi disgusto mientras el pensamiento de sus muslos aparecía en los oscuros
rincones de mi mente.
Puse mi sonrisa más encantadora.
— Eso es precioso. Me preguntaba, porque usted parece como el jefe aquí. . . ¿No hay jugo
de naranja hoy?
— Hay algo en la bodega. He estado demasiado ocupada para traer más al frente.
Asentí con la cabeza.
— Siempre se están matando en ese trabajo. Deberían darle un aumento. Nadie trabaja tan
duro como usted lo hace. Todos nosotros nos damos cuenta.
Levantó la barbilla, minimizando los pliegues en el cuello.
—Gracias. Al fin alguien lo noto. Entonces… ¿Necesitas un jugo de naranja?
—Sólo una caja. . . si no le importa, por supuesto— y le guiñé un ojo.
— No, en absoluto. Ya vuelvo.
Llevé el jugo a la mesa y lo puse en la bandeja de Rochi.
— No tenías que hacer eso. Iba a agarrar uno— Se quitó la chaqueta y la puso sobre su
regazo, dejando al descubierto sus hombros. Todavía estaban bronceados por el verano, y un
poco brillantes, rogándome que los tocara.
Una docena de cosas sucias brillaron en mi mente.
— Bueno, pues ahora no tienes que hacerlo— Le dije. Le ofrecí una de mis mejores sonrisas,
pero esta vez era una genuina. Era otro de esos momentos felices de Rochi que yo estaba
deseado para estos días.
Brasil resopló.
— ¿Ella te convirtió en su sirviente, Gaston? ¿Qué sigue, abanicarla con una hoja de palmera
mientras llevas un Speedo2?
Estiré el cuello para ver a Brasil con mohín de sabelotodo. Él no quiso decir nada con eso,
pero arruinó mi momento, y eso me molestó. Probablemente si me veía como un pollerudo
trayéndole un bebida.
Rochi se inclinó hacia delante.
— Tú no podrías llenar un Speedo, Brasil. Así que cierra la boca.
— Tranquila, Rochi! Estaba bromeando— dijo Brasil, levantando las manos.
— Sólo. . . no hables así de él— dijo ella, frunciendo el ceño.
Me quedé por un momento, mirando desaparecer su ira poco a poco y luego volvió su
atención hacia mí. Eso fue sin duda una primera vez.
— Ahora lo he visto todo. Fui defendido por una chica.
Le ofrecí una pequeña sonrisa y me puse de pie, mirando a Brasil por última vez antes de salir
para tirar mi bandeja. No tenía hambre, de todos modos.
Las pesadas puertas de metal fácilmente cedieron cuando me metí a través de ellas. Saqué
mis cigarrillos de mi bolsillo.
Acababa de ridiculizarme a mí mismo por una chica, y fue particularmente satisfactorio para
mis hermanos de fraternidad, porque yo había sido él que se burló de ellos durante dos años
por siquiera mencionar que quisieran hacer algo más que solo tirarse a mujer. Era mi turno
ahora, y no podía hacer ni una maldita cosas al respecto, porque no podía. Y lo que era aun
peor: yo no quería hacerlo.
Cuando los otros fumadores que me rodeaban se echaron a reír, yo hice lo mismo, a pesar de
que no tenía ni idea de lo que estaban hablando. Por dentro estaba enojado y humillado o
enojado por sentirme humillado. Cualquiera que fuera la razón daba igual. Las chicas me
miraban y se tomaban turnos tratando de hacer conversación. Asentí y sonreí para ser
agradable, pero realmente sólo quería salir de allí y golpear algo. Una rabieta pública
mostraría debilidad, y no iba a tener esa mierda.
Rochi pasó, y corte a una de las chicas en la mitad de una frase para alcanzarla.
— Espera, Pajarita. Te acompaño
— No tienes que ir andando conmigo a todas las clases, Gaston. Yo sé cómo llegar allí por mi
cuenta.
Lo admito: Eso dolió un poco. Ni siquiera me miró cuando lo dijo, completamente
indiferente.
En ese momento, una chica con una falda corta y una milla de piernas largas pasó. Su pelo
negro brillante se balanceaba contra su espalda mientras caminaba. Fue entonces cuando me
di cuenta: tenía que renunciar. Tirarme a una chica caliente al azar era lo que mejor sabía
hacer, y Rochi no quería nada más que ser mi amiga. Planeé hacer lo correcto y mantener las
cosas platónicamente, pero si yo no hacía algo drástico, el plan fracasaría y se perdería entre
los conflictivos pensamientos y emociones que giraban en mi interior.
Era el momento para finalmente trazar una línea. Yo no merezco a Rochi, de todos modos.
¿Cuál era el punto? Tiré el cigarrillo al suelo.
—Te alcanzo luego, Pajarita.
Me puse en modo de juego, pero no hacia mucha falta. Ella se había cruzado en mi camino a
propósito, esperando que su falda corta y tacones de puta llamaran mi atención. Llegue por
detrás de ella y la rodeé, metiendo las manos en los bolsillos.
— ¿Tienes prisa?
Ella sonrió. Yo ya la tenía.
— Voy a clase.
— ¿Ah, sí? ¿Qué clase?
Ella se detuvo, uno de los lados de su boca se contrajo, en una mueca torcida.
—Gaston Dalmau, ¿no?
— Cierto. ¿Mi reputación me precede?
— Así es.
— Culpable
Ella negó con la cabeza.
—Tengo que ir a clase.
Suspiré, fingiendo decepción.
— Eso es una pena, yo quería pedirte solo un poco de ayuda.
— ¿Con qué?—su tono era dudoso, pero ella seguía sonriendo. Le podría haber pedido que
me siguiera a casa para un polvo rápido y probablemente habría ido tras de mí, pero una
cierta cantidad de encanto siempre venia por delante.
— Llegar a mi casa. Tengo un terrible sentido de la orientación.
— ¿Es así?—preguntó ella, asintiendo con la cabeza, frunciendo el ceño, y luego sonriendo.
Ella estaba tratando de no sentirse halagada. Sus dos primeros botones estaban sueltos,
dejando la curva superior de sus pechos y unos pocos centímetros de su sujetador visibles.
Sentí una hinchazón familiar en mis jeans y cambié mi peso de un pie al otro.
— Terrible—le sonreí, mirando como observaba hacia el hoyuelo en mi mejilla. No sé por
qué, pero el hoyuelo siempre parecía sellar el trato.
Ella se encogió de hombros, tratando de mantener la calma.
— Muéstrame el camino. Si veo que te desvías de tu ruta, toco bocina.
— Voy por este lado— le dije, asintiendo con la cabeza en dirección a la playa de
estacionamiento.
Ella tenía su lengua en mi garganta antes de llegar hasta el final de las escaleras del
apartamento y estaba tirando de la chaqueta antes de que pudiera meter la llave correcta.
Éramos torpes, pero fue divertido. Yo tenía un montón de práctica para abrir la cerradura de
la puerta del apartamento con mis labios en los de otra persona. Ella me empujó en la sala de
estar al segundo de que se abrió la cerradura y yo me apoderé de sus labios y la presioné
contra la puerta para cerrarla. Ella enredo sus piernas en mi cintura, yo la levanté un poco
presionando mi pelvis contra la suya.
Me besó como si se hubiera estado muriendo de hambre y supiera que iba a encontrar
comida en mi boca. No sé, eso me parecía. Mordió mi labio inferior, y yo di un paso atrás,
perdiendo mi equilibrio y estrellándonos en la mesita al lado del sillón reclinable. Varios
artículos cayeron al suelo.
— Oops— dijo ella, riéndose.
Sonreí y miré mientras caminaba hacia el sofá y se inclinaba sobre el respaldo para que los
cachetes de su culo se hicieran visibles, junto con el más delgado rastro de una fina tira de
encaje blanco.
Me desabroché el cinturón y di un paso. Ella iba a hacer esto fácil. Ella arqueó su cuello y
volteó su pelo largo hacia la espalda. Ella estaba caliente como el infierno. Mi
cremallera apenas podía contener lo que había debajo.
Ella se volvió hacia mí y me incliné encima, plantando mis labios sobre los de ella.
— Tal vez debería decirte mi nombre—suspiró ella.
— ¿Por qué?—jadeé—Me gusta así como esta.
Ella sonrió, enganchó los pulgares en cada lado de sus bragas y luego las bajó hasta que
cayeron en sus tobillos. Sus ojos se encontraron con los míos, refrescantes y malvados.
Los ojos de desaprobación de Rochi destellaron en mi mente.
— ¿Qué estás esperando?—preguntó ella, excitada e impaciente.
— Absolutamente nada—dije, sacudiendo la cabeza. Traté de concentrarme en su trasero
desnudo contra mis muslos. Tener que concentrarme para mantener mi erección fue sin
duda algo nuevo y diferente, y todo por culpa de Rochi.
Se dio la vuelta y tiró de la camisa por encima de mi cabeza, y luego terminó de desbrochar
mis pantalones vaqueros. Demonios. Yo estaba trabajando a paso de tortuga, o esta mujer
era la versión femenina de mí. Me quité las botas y luego salí de los jeans, pateando todo a
un lado.
Una de sus piernas se elevó, y su rodilla se enganchó alrededor de mi cadera.
— He deseado esto durante mucho tiempo— susurró en mi oído. —Desde que te vi en la
orientación de estudiantes de primer año el año pasado.
Le pasé la mano por el muslo, tratando de pensar si había hablado con ella antes. Cuando mis
dedos llegaron al final de la línea, estaban empapados. Ella no estaba bromeando. Un año de
juego previo mental hacia mi trabajo mucho más fácil.
Ella gimió a penas la punta de mis dedos tocaron su delicada piel. Ella estaba tan húmeda
que mis dedos no obtuvieron mucha fricción, Yo sólo
había follado dos mujeres en todas estas semanas. Esta chica, y la amiga de Janet, Lucy. Oh,
espera. Con Eugenia ya eran tres. La mañana siguiente en la que conocí a Rochi. Rochi. La culpa
me invadió, y tenía un efecto negativo en mi erección.
— No te muevas— le dije, corriendo en boxers hacia mi dormitorio. Saqué un paquete
cuadrado de mi mesita de noche, y luego corrí hacia donde la asombrosa morena estaba
esperando, exactamente como yo la había dejado. Tomó el paquete de mi mano, y luego se
puso de rodillas. Después de un poco de creatividad y trucos más sorprendentes con la
lengua, yo ya tenía la luz verde para tomarla en el sofá.

Así que lo hice. Boca abajo, y le encantó cada minuto.

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