6
Gaston
Sonreí como un idiota el resto del camino a casa. No pude
evitarlo. Rochi. Riendo, entré en la casa y fui a la nevera por
otro refresco. Por lo general tendría una cerveza alrededor, y yo
estaba emocionado por tener que hablar con alguien de mi edad
que no fuera mi hermano, la novia de mi hermano, o un loco fan. De
hecho, ni siquiera tartamudeé cuando hablé con ella.
No estaba seguro de sí debería estar preocupado o excitado.
La televisión estaba encendida en el fondo. Abrí la lata de
refresco y
bebí la mitad de ello antes de saltar al sofá.
Camilo estaba sentado allí, con los ojos fijos en el televisor
como un
hombre muerto de hambre. Pobre hombre, a causa de su trabajo
apenas tiene tiempo de ver televisión en cualquier momento, y
sabía que estaba tan aburrido como yo, teniendo en cuenta que
tuvo que esperar básicamente alrededor mientras yo trabajaba en la
tienda de dulces.
—¿Trataste con panqueques de arándanos ya? —Tomé otro sorbo
de refresco.
—Así es.
—¿Refresco de cereza?
—Así es.
Demonios.
—¿Maíz del caramelo salado?
Camilo se quedó en silencio y luego me miró.
—No.
Jugábamos esto cada noche. Estaba hasta ahora delante en la
prueba del chicloso que era patético. Era mí único objetivo para
pegarle y comer una pieza de chicloso que no había comido aún.
Sus ojos se estrecharon.
—Seaside Taffy no tiene ese sabor.
—Lo sé. —Le sonreí triunfante—. Yo estaba coqueteando con la
competencia.
—¿Prostituyéndote de nuevo?
—Muy gracioso, Camilo.
Él se encogió de hombros.
—Ya me lo imaginaba.
—Admítelo, quieres probar algo ahora.
—Tal vez. —Se levantó de su asiento y me dio el control remoto.
Negué con la cabeza.
—Es todo tuyo esta noche, hombre. Yo voy a ir a escribir.
—¿En vacaciones escolares? —Se inclinó como si fuera a ver si
estaba drogado.
Me dio una palmada en la mano.
—No estoy drogado, no estoy borracho, y sé que estoy de
vacaciones. Canciones. Voy a ir a escribir algunas canciones.
—No has escrito desde que tú y Eugenia...
—Gracias por ser tan perspicaz. —Lo palmeé en la espalda—. Estaré
arriba escribiendo y derramando mis sentimientos. Diviértete
viendo
el partido.
Asintió con la cabeza y volvió a sentarse.
***
Mi guitarra estaba acumulando polvo en un rincón. No la había
recogido desde ese día el otoño pasado cuando me encontré a
Eugenia
de regreso a casa y toqué la canción que escribí para ella. No lo
sabía en ese momento, pero ella y mi hermano ya estaban
enamorados. Más tarde esa noche, traté de conseguirla desnuda y
dentro de mi cama antes que mi hermano se me adelantara.
Golpeé la pared.
Era como si, no pudiera escribir más.
Eso también era parte de la razón por la que no me siento mal que
Nicolas estuviera haciendo toda nuestra promoción. Se suponía que
íbamos a ir de gira después de mi temporada de rehabilitación este
verano, y de alguna manera teníamos que grabar nuestro álbum en
los próximos cuatro meses para hacer algunas giras en el otoño.
Fue a principios de junio, y yo seguía girando los pulgares sobre
escribir alguna cosa.
Antes, todas mis canciones habían sido sobre conseguir lo perdido
y
la fiesta en los clubs. Entonces escribí una canción para Eugenia.
Era mi
canción favorita que había escrito jamás. Era un sonido diferente
al
de antes y que iba en nuestro próximo álbum.
Yo quería más canciones como esa, más canciones que hablaban
de cosas importantes, no solo ir a fiestas y pasarla en grande.
Yo rasgueé algunos acordes y suspiré.
La vista desde mi habitación era legítima. Puse la guitarra abajo
y
abrí la ventana. La brisa del mar flotaba en el ambiente.
Volviendo a sentarme, agarré mi lápiz y papel y rasgueé algunos
acordes de nuevo.
—Buen caramelo, fuerte caramelo —canté, me eché a reír. Guau, a
los fans les encantaría eso—. El maíz del caramelo salado me hace
querer besarla... —Tarareé y resoplé con disgusto—. Rochi —digo su
nombre en voz baja y luego un poco más fuerte.
Algo estaba pasando con esa chica. ¿Por qué ella no tendría
amigos? No voy a comprar ni por un segundo esa mierda de todos
ellos alejándose. Además, era hermosa. Quiero decir, no se vestía
de
lo mejor, pero aun así, ¿esos ojos, esos labios? Ese rostro.
Conocía a
una chica caliente cuando la miraba. Al menos la chica debe tener
un novio.
—Mujer bonita. —Suspiré, y luego como si hubiese sucedido miles de
veces antes, y mis dedos se deslizaron a través de la guitarra, y
comencé a cantar.
Eres mala. Eres mala para mí, mala para
mí, mala conmigo. Yo sé que
cuando veo tu cara, la forma en que tu
sonrisa se inclina así. Pero no
puedo, no puedo detenerme de mirar, no
puedo dejar de maldecir.
Nunca seré de esa manera, contigo.
Lentamente, me sorprendo
cayendo, más rápido. Quiero estar
contigo ahora, no después, después
de sanar de ese dolor. Nunca seré el
mismo.
Confía. La palabra cae fácilmente de mis
labios. Confía en mí,
necesítame, úsame. Llámame. Tus ojos
esconden secretos que quiero
saber. Sin embargo, me abstengo de
preguntar, temiendo que las
respuestas estén demasiado cerca de
casa.
Poco a poco, me sorprendo cayendo, más
rápido. Quiero estar contigo
ahora, no después, después de sanar de
ese dolor. Nunca seré el
mismo.
La toqué en un tono menor, dándole un toque rustico. Pensé que si
añadiera algunos efectos de sonido electrónicos, sería increíble.
Miré por encima de las palabras y me encogí. Había olvidado cómo
era la escritura emocional, cómo parecía reflejar exactamente lo
que estaba en mi mente y condenar las consecuencias. Las palabras
se burlaban de mi cuando puse el papel abajo y terminé la canción.
Instalé el programa y grabé, entonces lo adjunté a un
correo electrónico para Nicolas.
Mi teléfono sonó cinco minutos más tarde.
—Amigo —dijo Nicolas en el otro extremo—. ¿Qué fue eso?
—¿Una canción? —Tragué saliva. Mierda, pensé que le gustaría.
—Hiciste llorar a Eugenia.
—¡No se trataba de ella! —discutí—. Solo la escribí y…
—Relájate. —Nicolas rio—. Lloró porque es tan hermosa, y porque se
emociona cuando está orgullosa. ¿Correcto, nena?
Oí a Eugenia. Dijo una mala palabra y me reí.
—Está enojada conmigo por decirte. —Nicolas se rio en el
teléfono—.
¿Podemos grabarla para el álbum?
Pensé en ello durante un minuto. Era algo personal, y ni siquiera
era
sobre mí, sino sobre ella. Pero no era como si ella nos escuchara
de
todos modos.
—Por supuesto. Sí, vamos a hacerlo.
—Genial, ahora a escribir veinte más.
—¿Mientras tú haces qué?
Nicolas se rio en el receptor y habló en voz baja.
—Creo que tendré a Eugenia manteniéndome ocupado.
—Y esta conversación terminó. —Rodé los ojos—. Hasta más tarde,
hermano.
—Adiós.
Eran las tres de la mañana antes de encontrar mi cama, y también
la
primera vez en el último año que no se me antojaba algo para
adormecer mis sentimientos.
Me sentí crudo. Expuesto. Había olvidado lo mucho que me gustaba.
Me gustaba que en realidad se siente, tan mal como me dolía. Era
real, era la vida. Y finalmente estaba viviendo.

ayy amo este nove! quiero gastochi yaa!! seguilaa
ResponderEliminarahiiii mee encantaaa demasiadoo esta novee seguilaaaaa porfiiiis!!!
ResponderEliminar