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¿¡Sí!?
Las manos de Gastón exploraron por debajo de la delgada blusa de Rocio y las manos de ella se movieron hasta jalar el cordón que sujetaba el pantalón del modelo. Sus dedos se enroscaron en el cordón y se entretuvieron un rato ahí ya que el nudo no era fácil de deshacer y menos con la cabeza confundida y deseosa de ella.
Gastón sentía los labios de Rocio con el doble de grosor de lo que los había sentido la noche anterior, sonrió mientras la besaba, lo que le resultaba difícil. Con ambos brazos la atrajo más a él, sus brazos estaban debajo de la tela de su blusa acariciando sus omóplatos y deslizando uno de sus dedos por el borde del sostén, quería arrancárselo y… y… hacerle el amor.
Gruñó y se abalanzó hacia enfrente provocando que Rocio quedara con su espalda sobre la cama y él encima de ella. Separaron sus labios y Gastón juntó sus frentes, cerró los ojos intentando recuperar un poco de aire y se alejó apenas unos centímetros de ella para poder ver su rostro.
Rocio tímidamente le asintió al modelo, estaba segura de querer… de quererlo con él.
Tragó y con sus pequeñas manos tomó el rostro de Gastón para que regresara a sus labios.
Se besaron nuevamente, lenguas enredándose y acariciándose. Por fin el cordón del pantalón los apoyó y se deshizo. Estaban tan cerca…
Un sonido de algo extraño los hizo sobresaltarse, no era ningún celular, o timbre. Ambos voltearon buscando el origen de aquel sonido y cuando sus miradas cayeron en la computadora
de Gastón comprendieron. Gastón había dejado el chat abierto y al perecer decenas de
notificaciones le estaban llegando, una tras otra.
—Disculpa —dijo apoyando su frente de nuevo sobre la de Rocio.
Ella rió y lo besó rápidamente antes de moverse para poder salir debajo de él y sentarse en el borde de la cama.
Gastón se maldijo interiormente y se levantó para caminar hasta la computadora, sus manos sujetaban el pantalón e intentaba hacer el maldito nudo de nuevo. Apoyó sus manos en el escritorio y observó la pantalla. Había links y mensajes con muchos signos de interrogación pero los ignoró y abrió un solo link.
En cuanto se abrió la ventanilla nueva retrocedió chocando con la silla que estaba a un lado llamando la atención de Rocio quien volteó rápidamente hacia Gastón y vio lo que lo había sorprendido.
Una enorme fotografía en donde ambos se besaban apasionadamente, sus rostros eran iluminados por luces violetas y sus manos se aferraban en ellos mismos para lograr mantenerse en pie.
—Pero…
—Woow —dijo Rocio, observando atentamente la pantalla de la computadora desde la cama, no era difícil, la computadora no se encontraba a más de un par de metros de ella—. ¿Así nos veíamos? —preguntó y Gastón volteó la cabeza hacia ella como si no la conociera.
El modelo regresó la vista a la pantalla y vio lo que la rubia estaba viendo, no era una foto de un simple beso, era una foto de ellos dos en un gran beso, un beso lleno de amor, un beso que quería compartir toda su vida con ella.
Rocio se levantó de la cama y observó la habitación buscando algo que ponerse, sus ojos cayeron en una camiseta azul con el logo de la compañía de los padres de Gastón que estaba sobre una silla en una esquina de la enorme habitación. Caminó hasta la silla y tomó la camiseta para pasársela sobre la cabeza y cubrirse, cuando se vio se acordó de Brenda, ella siempre vestía así para dormir, ropa interior y una camiseta de hombre que le había robado a Victorio.
—¿Qué es todo eso? —preguntó Rocio detrás de Gastón.
Él se sobresaltó al escucharla detrás de él, volteó un poco hacia ella y le sonrió.
—Nos tomaron estas fotos anoche —los ojos de la rubia se agrandaron.
—Eso significa que estamos por todo internet ¿no?
—Sí, y seguramente en las revistas de chismes y los estúpidos programas también —suspiró y se volteó a ella completamente dándole la espalda a la pantalla, no es que no quisiera ver aquellas fotos que le traían agradables recuerdos, pero esas fotos le iban a traer problemas a él y desde luego a Rocio.
Al instante de verla le sonrió pícaramente.
—¿Por qué esa sonrisa? —preguntó la rubia.
—Traes puesta mi camiseta de la suerte —sus manos buscaron las caderas de ella y la atrajo hasta él pegándola a su pecho. Le susurró al oído—. Me pregunto si me traerá más suerte por el hecho de que tú la tengas puesta.
Ambos rieron.
—Rocio —suspiró en su oído y luego se alejó para poder verla a los ojos—. No sé sí es el momento correcto o no pero no puedo pensarlo más sin decirlo —los ojos castaños de la muchacha lo observaban fijamente esperando escucharlo—. Te amo. Te amo y no lo quiero callar. No quiero quedarme de brazos cruzados y perderte por segunda vez. No sé si suena cursi y honestamente no me importa, pero estoy feliz porque te tengo aquí, en este momento, porque te puedo decir lo que siento y sé que tu sabes que es verdad. Y porque te amo te prometo que arreglaré cualquier malentendido.
Los ojos de Rocio se empañaron e inclinó su cabeza para que Gastón no la viera a punto del llanto, reposó su frente en el pecho desnudo de él y envolvió sus brazos alrededor del muchacho que aun seguía queriendo como la primera vez.
—Sólo dime que me aceptas —le susurró Gastón en tono suplicante—. Por favor.
—Te acepto —musitó contra su pecho.
***
Brenda estaba sobre una rama de árbol que no se veía nada segura, Nico estaba seguro que en cualquier momento se podía quebrar y dejarla caer a casi dos metros de altura. Pero ella sabía lo que hacía, cientos de veces lo había hecho antes y sólo un par de veces se había caído, pero no le había pasado nada grave.
Su cámara fotográfica estaba lista para disparar y obtener la foto que necesitaba para que los “chismosos” no tuvieran la atención en su hermana y Gastón. Se iba a sentir mal por hacer pública esa noticia sin que aquellos chicos pudieran anunciarlo formalmente. Pero todo era para salvar a su hermana, si pensaba en ella entonces se sentía mejor.
Dos jóvenes de no más de 18 años estaban charlando en una terraza mientras tomaban algún tipo de bebida verde que parecía ser un té. Brenda los había estado vigilando desde que llegaron a la ciudad, unas semanas atrás, para dar unos conciertos y había notado un comportamiento extraño en dos integrantes del grupo. Pasaban demasiado tiempo juntos.
Después de un par de días de observarlos se dio cuenta de sus preferencias sexuales, había querido tomarles fotografías desde antes pero no se había atrevido. Pero ahora lo necesitaba.
Ella no estaba en contra de los homosexuales, alguien muy cercano a ella lo era también…
Uno de los chicos se puso de pie y sacudió sus brazos para después frotar sus manos intentando calentarlas.
Hacía un frio que congelaba hasta los huesos.
El otro chico que era más alto lo siguió y después lo abrazó, como se abraza a alguien de quien se está enamorado.
Brenda hizo una toma perfecta.
Después se sonrieron, se besaron y entraron dentro de cuarto de hotel.
Todos y cada uno de sus movimientos ella los había capturado. Se sintió orgullosa de las fotografías. Cuando por fin logró bajar del árbol su pantalón estaba rasgado de una de las rodillas y bastante mugriento en casi todos lados, su chamarra no se había salvado tampoco, hizo una mueca a su ropa y negó antes de salir, sin ser descubierta, en busca del auto de Nico que estaba escondido al otro lado de la carretera detrás de unos arbustos.
Brenda jamás había entendido el hecho de que cerca de los hoteles en donde se hospedaban los más grandes famosos hubiera árboles y arbustos y cientos de cosas en donde cualquier paparazi se podía esconder con toda la comodidad del mundo.
Cuando llegó al auto y entró sus dientes castañeaban y sus manos se habían puesto completamente heladas, por suerte Nico tenía encendida la calefacción.
—¿Todo bien? —le preguntó el muchacho viendo raspones en las manos de la chica.
—Vámonos antes de que alguien venga —sugirió la muchacha mientras frotaba sus manos.
El viento empezaba a soplar más fuerte lo que anunciaba que la tormenta de nieve estaba más cerca, Nico sabía que no alcanzaría a dejar a Brenda en su casa, apenas si lograría llegar a su casa pero al parecer la rubia parecía perdida en otro mundo observando las fotografías que había tomado y ni siquiera prestaba atención a las palabras que el moreno le decía.
Nico metió el auto en la chochera y fue entonces cuando Brenda levantó la mirada para notar que no estaba en la entrada de su casa.
—Esta no es mi casa —dijo la rubia apoyando la cámara en su regazo.
—No. Es mi casa. Si me hubieras escuchado habrías notado que no alcanzaríamos a llegar a tu casa por la tormenta que ya empezó —la muchacha asintió y tomó la cámara en sus manos para salir del auto.
—¿Por qué una cochera tan grande si antes tenías una motocicleta? —preguntó observando todo a su alrededor, era una cochera bastante espaciosa, podrían caber 3 autos. Era una cochera normal, para su mala suerte.
—Cuando mi madre vivía aquí tenía un par de autos —se encogió de hombros—. Necesitaba una cochera grande.
A Brenda se le formó un nudo en la garganta, sabía muy poco sobre Nico, pero cuando Rocio le había hablado sobre él le había mencionado la vida tan horrible que había llevado con su padre y como su madre lo abandonó con aquel abusador. Tragó y lo siguió dentro de la casa en completo silencio.
—Puedes subir a mi habitación a limpiarte o algo —dijo Nico girándose hacia ella—. En realidad necesitas limpiarte esas manos.
Brenda apretó sus manos en puños a sus costados y empezó a caminar hacia la escalera que se encontraban a un par de metros de donde ella estaba, subió los primeros escalones y se volvió hacia el muchacho que se estaba quitando la chaqueta.
—¿Cuál es tu habitación? —le preguntó levantando una ceja.
—O cierto —musito, por un momento la confundió con Rocio, quien ya sabía dónde estaba la habitación.
Caminó hasta ella y juntos subieron al segundo piso hasta llegar a la habitación del rubio, mientras él abría la puerta la curiosidad de Brenda se avivó ¿Cómo sería su habitación?
La puerta se abrió y ambos entraron. Brenda tenía que decir lo que en su mente rondaba.
—Creí que tu habitación tendría calaveras, alguna persona o animal muerto con las tripas de fuera, un foco rojo colgando de un cable, una cama hecha con caparazones de tortugas y una cobija de dientes de cocodrilo —dijo Brenda observando la habitación sin perder de vista ningún detalle. Suspiró entre decepcionada y aliviada, estaba segura de que la habitación de Gastón era más "terrorífica" que la de Nico. Sonrió, al menos su hermana ya sabía cómo era la habitación de Gastón.
—Sí, gracias por la visión que tienes de mí.
—De nada —le contestó sonriendo—. Te puedes retirar —agitó su mano hacia la puerta corriéndolo de la habitación.
Nico rodó los ojos y se dio media vuelta para marcharse del lugar, cuando estaba cerrando la puerta detrás de él la escuchó decir:
—Gracias por amar tanto a mi hermana.
—De nada —le contestó aunque ya había cerrado la puerta.
***
Maria estaba asustada, la tormenta ya había empezado y estaba perdida en algún lugar de la ciudad, su auto apenas si podía andar y el parabrisas estaba totalmente lleno de nieve. Bajó el vidrio y sacó casi medio cuerpo por la ventana para limpiar la nieve del parabrisas con la manga de su abrigo de lana que quedó completamente mojada.
Apagó su auto y salió, quitó el agua que le quedó en la manga y volteó alrededor. Detestaba tener tan pésimo sentido de la orientación.
Vio una casa de dos plantas color chocolate a unos cuantos metros de ahí y se decidió a ir a pedir ayuda antes de morir congelada. El viento la golpeó fuertemente mientras caminaba a la casa, cuando por fin llegó a la puerta su ropa estaba mojada y sus piernas estaban temblando, sus dientes castañeaban y se sentía patética.
Tomó aire sintiendo el frio pasar por su garganta y tocó la puerta.
***
Nico tomó su chaqueta y se la puso de nuevo, su casa no tenía calefacción ni nada y la chimenea aun no prendía completamente. Estaba caminando hacia la cocina para preparar café cuando escuchó unos débiles golpes en la puerta principal. Frunció el ceño ya que estaba completamente seguro que no había invitado a nadie a su casa sin embargo aun así fue a abrir la puerta.
Una cabellera rubia cubierta de nieve y agua fue lo primero que vio, bajó sus ojos apenas unos milímetros para ver a la chica que estaba en su puerta.
Maria casi se tambaleó hacia atrás, los ojos azules de Nico chocaron con los de ella al momento en que la puerta se abrió, sintió el aire escapar de sus pulmones y el piso tembló debajo de ella. Le dolió el pecho.
—E… ¿Estás bien? —le preguntó el muchacho y ella apretó sus labios. La piel se le había erizado debajo de la ropa, se sacudió por los escalofríos que le causó y en un parpadeo de ojos la chaqueta de Nico reposaba en sus hombros—. Ven entra.
Le pasó un brazo por los hombros y la condujo dentro de su casa, cerró la puerta con un pie y la acercó a la chimenea.
—Gracias —logró decir Maria en voz baja.
—De nada. ¿Cómo llegaste aquí? —le preguntó dudando si era o no de su incumbencia.
—Salí esta mañana de mi casa y un paparazzi me estaba siguiendo, conduje sin rumbo hasta perderlo y terminé aquí —explicó, su voz aun era baja por los nervios y el frio.
—¿Vienes en auto? —ella asintió—. ¿En dónde está?
—Afuera, a unos metros de tu casa…
—Dame las llaves, intentaré meterlo a la cochera —los ojos de Maria se abrieron. ¿Iba a dejar que se quedara en su casa?
Con las manos temblando metió su mano en una de las bolsas del abrigo y le entregó las llaves.
—Sube arriba, la tercera habitación es la mía, probablemente te encuentres a Brenda ahí, busca ropa en los cajones de mi armario y cámbiate antes de que te enfermes. Yo vuelvo en unos minutos —se giró hacia la puerta principal—, si necesitas bañarte puedes hacerlo —la vio sobre su hombro—, en el mueble del baño hay toallas limpias. Te recomiendo que lo hagas, estás
completamente mojada y te puedes resfriar gravemente —no entendía porque estaba hablando tanto—. Hazlo.
Salió por la puerta y dejó a la rubia totalmente aturdida.
Haciéndole caso subió las escaleras y a la tercera habitación tocó.
Brenda escuchó unos golpes fuera de la puerta y rodó los ojos, tomó una última fotografía a la elegante colección de aviones en miniatura que tenía Nico en una repisa junto a la ventana y enseguida caminó a la puerta.
—No estaba hacien… —dejó sin terminar la oración al ver a Maria frente a ella. La recordaba perfectamente, era la amiga de Gastón además que también la había fotografiado un par de veces en una ocasión.
—Hola —dijo la rubia tímidamente—. Nico me dijo que subiera…
La rubia la observó y notó que estaba completamente mojada, la chaqueta de Nico le colgaba de los hombros pero su abrigo de lana tenía un poco de nieve que en su mayoría ya se había derretido.
—Pasa rápido —dijo haciéndose a un lado—. Ahí está el baño —apuntó a una puerta en la habitación—. Desvístete, buscaré algo de ropa para ti.
—Nico dijo que en los cajones de su armario tenía ropa o algo así.
—Bien, deja la puerta sin seguro, te dejaré la ropa. Quítate eso antes de que te enfermes —la rubia asintió y entró al baño sin decir nada más.
Brenda la siguió con la mirada hasta verla desaparecer dentro del baño y se giró para buscar ropa en donde ella le había indicado. En los cajones había puros pants y camisetas, seguramente eran las ropas que él utilizaba para dormir.
—Deberías tomar una ducha —gritó Brenda sacando un pants y una camiseta—, así tu cuerpo tendrá la misma temperatura y no te enfermarás.
—Está bien —contestó Maria desde dentro del baño.
Después de un par de minutos Brenda bajó a la sala en donde vio a Nico entrar con el cabello mojado y la camiseta húmeda, sin darse cuenta de que ella estaba en la sala se sacó la camiseta y caminó hasta las escaleras para subir corriendo.
No fue extraño que no la hubiera visto, ella estaba segura que la mente del rubio estaba ocupada pensando en la rubia que estaba en su baño.
Ellos hacían bonita pareja, se veían bien juntos. Un chico con apariencia ruda y una chica con apariencia delicada, simplemente se veían lindos juntos.
***
—Estoy bien, mamá —dijo Rocio con el teléfono celular pegado a su oído—. No tienes de que preocuparte, regresaré en cuanto la tormenta termine —compartió unas palabras más con su mamá mientras su mirada permanecía en Gastón que estaba en la cocina preparando el desayuno de ambos—. Les avisaré cuando salga de aquí. Sí. Gastón me llevará. Adiós.
Dejó su celular en la mesta de centro de la sala y se puso de pie para caminar hasta la cocina y detenerse junto a Gastón.
—Mamá dijo que la tormenta se ha puesto bastante fea —dijo Rocio.
Gastón volteó a verla y le sonrió.
—Eso significa que tendremos que pasar toooda la tarde juntos ¿no? —dejó a un lado el tazón en donde tenía una mezcla para hacer crepas y concentró toda su atención en la rubia.
—Sí, aunque si eso te molesta puedo salir ahí afuera e ir a mi casa en medio de esta terrible tormenta —dijo dramáticamente.
—Aunque no hubiera tormenta —bajó sus manos hasta las caderas de Rocio y la apegó a él—. Ten por seguro que no te hubiera dejado salir hoy.
Ella sonrió y sus labios se unieron en un corto beso. El corazón de Gastón estaba agitado cuando se separaron y definitivamente no era por el beso, era por la pregunta que estaba a punto de hacer a continuación.
Acunó el rostro de Rocio entre sus manos y fijó sus ojos en los de ella, a continuación sus labios se movieron dejando salir un:
—¿Quieres ser mi novia? —sabía que iba demasiado rápido, apenas una horas que le había dicho que la amaba y además Nico y ella no llevaban mucho de haber terminado pero sentía que ese día los estaba juntando para algo como eso. Los estaba reuniendo para una decisión a futuro.
El corazón de Rocio golpeó fuerte y rápidamente en su pecho sacándole todo el aire que tenía. Su mente y corazón no estaban en otro lugar que no fuese ahí, no tuvo que pensar absolutamente nada. El hecho de que Nico y ella llevaran apenas una semana de haber terminado o que las fotografías que había por todo internet dejaran caer sobre ella una ola de rumores no le importaba.
Suspiró.
—¡Sí! —contestó con una sonrisa en el rostro.

hay que lindo estan de novios me encanta tu nove *-*
ResponderEliminarawww ame el capitulo!! al fin de novios! y presiento que maria y nico no tardaran mucho en ser novios!! seguilaa
ResponderEliminarM-E E-N-C-A-N-T-O!!! Gracias por los Cap! Amarlos! :3 Seguilaa!!!
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