sábado, 8 de marzo de 2014

UN AMOR PELIGROSO 2, CAPITULO 2

2
Por qué no me dices a dónde vamos? —le pregunté, presionándome
con tanta fuerza contra Gaston en el asiento de su vieja camioneta que
cada centímetro de mi empujaba cada pulgada de él.
Sonrió en el oscuro camino por el que nos encontrábamos. Donde quiera
que fuéramos, yo dudaba que hubiera comodidades modernas como el agua
caliente y la recepción de teléfono celular.
—Porque estoy disfrutando de tus intentos de empujarme lejos —contestó
él, mirando por encima de mí. Sus ojos destilaron alegría perversa.
Mi corazón cambió de saltar a detenerse.
Justo antes de que se reiniciara, como si estuviera tratando de tomar vuelo.
—¿Es así?
Hizo un ruido de acuerdo, mojando sus labios.
Contra todo instinto que había sido derrocado por el deseo, me saqué el
cinturón y me deslicé por el asiento hasta que estuve presionada de nuevo contra
la ventana del lado del pasajero. —¿Sigues disfrutando?
Me miró, su cara llena de contemplación, justo antes de que llegara al otro
lado de la silla para mí. —¿Dónde crees que vas? —preguntó, deslizando mi
espalda en el asiento, pero no se detuvo ahí. Agarrando mi muslo derecho, lo
levantó, moviendo mis caderas hasta que tuvo éxito girándome a la derecha,
sobre su regazo. El camión no se detuvo, aceleró, haciendo a mi cuerpo vibrar
encima de Gaston.
—Creo que no voy a ninguna parte —susurré, entrelazando mis dedos
detrás de su cuello, sintiendo la presión del volante contra mi espalda, sintiendo la
firmeza de su cuerpo en todas partes.
Manteniendo un ojo en la carretera y el otro en el volante, le dio al resto de
su cuerpo atención a mí. —Maldita sea, no lo harás —dijo, su boca curvada en
una sonrisa que desapareció cuando mi boca cubrió la suya.
No fue exactamente un gemido, fue más profundo que eso, pero el sonido
que salió de su pecho cuando mis labios se separaron de él y mi lengua se deslizó
en su boca fue todo Gaston. No le prestaba mucha atención al camión, pero pensé
que podría haber detectado otro aumento de velocidad.
Gaston me devolvió el beso, igualando todos los movimientos de mi lengua y
labios con uno de los suyos. Su mano libre se deslizó bajo mi suéter, alisando el
plano de mi espalda. Su mano era cálida, ligeramente áspera de días pasados
trabajando en el garaje y en el campo de futbol, y eran capaces.
El camión golpeó un bache particularmente desagradable, golpeando mis
piernas con fuerza contra las suyas. Calor propagándose en el área entre mis
piernas, y esta vez fui yo la que hizo un ruido que aún no había sido nombrado. La
realidad de nosotros conduciendo por una oscura, carretera de grava de treinta
a cuarenta kilómetros por hora no se registró conmigo cuando mis manos dejaron
su cuello para tirar del dobladillo de mi suéter. Si él no iba a hacerlo, yo lo haría.
Lanzando el suéter por encima de mi cabeza, lo tiré al otro lado del asiento.
—Rochi —dijo Gaston, su voz esforzándose para hacerme saber que hacía
algo muy bien—. Estoy tratando de conducir aquí.
Él ponía un freno aquí muchas veces antes, metafóricamente hablando, no
lo dejaría esta vez. Estaba plantando mi pie debajo de ese freno antes de que él
pudiera golpear hacia abajo.
Moviendo mi boca justo en las afueras de su oreja, le susurré—: Yo también.
—Justo antes de tomar el lóbulo de su oreja en mi boca, succionándolo
suavemente.
Otro sonido se deslizó por su garganta, tan fuerte que hizo vibrar mi pecho.
—El infierno con esto —dijo, no había vacilación o incertidumbre en su voz. Era tan
firme y decidida como su cuerpo zumbando debajo del mío.
Con un simple movimiento de sus dedos, mi sostén chasqueó libre de mi
espalda, deslizándose por mis brazos hasta que aterrizó en el suelo al lado del pie
de Gaston. Su boca cubrió la mía de nuevo, caliente e inflexible. Yo no podía
respirar. No quería, si significaba no poder besar a Gaston como me besaba ahora
mismo. Como me podía hacer sentir su pasión, su amor, y su posesión en un beso
era inexplicable. Pero pudo. El cuerpo de Gaston expresaba sus sentimientos, la
mayoría de veces, mejor que sus palabras.
—¿Un poco de ayuda? —sopló en el espacio de nuestras bocas. Su mano
agarro la mía y la llevó hasta el botón superior de su camisa—. A menos que
quieras que esto termine en el hospital, tengo que mantener una mano en el
volante. —Sus palabras eran tensas, como si supiera como serían las mías si yo
pudiera hablar en estos momentos—. Quiero sentirte contra mí, Rochi —dijo,
cuando mis dedos olvidaron en lo que se suponía que trabajaban.
Incluso con ambas manos torpemente sobre él, me tomó un largo beso
para desprender el primer botón. Era agraciada en todos lados menos en la
intimidad con Gaston. Aquí, me convertía en una torpe, lío de nervios y
extremidades. Decidiendo que iba a estar al otro lado de la línea de estado antes
de que terminara el trabajo, dejé de besarlo para concentrarme. Concentrarme
un poco más.
La forma en que me miraba me hizo casi inútil. Las emociones que podía
transmitir con sus ojos me confundieron, no importaba lo que yo trataba de hacer
en ese momento.
—¿Estás seguro de que esto es seguro? —pregunte, forzándome a tomar
una respiración controlada. Tuve que poner en mis pulmones tanto oxigeno como
era posible antes de eso—. No es que realmente me importe, pero estoy segura
de que estamos rompiendo casi todas las leyes de tránsito puestas en
movimiento, y te hice hacer una especie de promesa para mantenerte por el
buen camino. —Dos botones más libres, algunos más para irse.
Sonreí, eran las pequeñas cosas que me hacían feliz.
La sonrisa de Gaston se igualó a la mía cuando nuestros ojos se encontraron
por un instante. —Por supuesto que estás segura, Rochi —prometió, un ojo
volviendo a ponerse en la carretera—. Nunca te pondría en peligro. Nunca
dejaría que nada te suceda —dijo, como si fuera un mantra—. Lo sabes. ¿Cierto?
—Dale a Gaston una simple pregunta y mira como la tuerce en algo que no es.
—Por supuesto que sí —dije, mirándolo antes de concentrarme en el
siguiente botón. No dejaba que la dirección en la conversación me detuviera—.
Sólo quería asegurarme. A horcajadas entre un conductor mientras se intentan
desnudarse el uno al otro a cuarenta kilómetros por hora es la primera vez para
mí. Solo quería obtener el sello de seguridad de aprobación antes de proceder.
—Espero que sea la primera vez —dijo, las graves líneas de su cara
desvaneciéndose—. Y consideré tu seguridad con sello estampado
. Puedo controlar un vehículo mejor de lo que puedo
controlarme a mí mismo.
—Cariño —dije, liberando el último botón derecho antes de tirar la camisa
libre de sus pantalones—, tus palabras nunca fallan para hacerme querer
desmayarme y retorcerme al mismo tiempo. —Sacando la camiseta de su
cuerpo, deslicé mi pecho contra el suyo. Las partes blandas de mi cuerpo
forjadas contra sus partes duras. La más ligera capa de sudor cubría su pecho,
intercambiando con el brillo de la mía. Otro aumento de velocidad.
—No quiero decepcionarte, Rochi —dijo, su mano libre apretándose
alrededor de mi espalda, ajustando mi cuerpo contra el suyo como una llave
deslizándose en una cerradura.
Esto fue lo más lejos que habíamos llegado desde la primavera pasada,
justo antes de que nos graduáramos y descubriéramos nuestras familias y el
pasado trágico tejido por ambas. Mi cuerpo olvidó como respirar, tuve que
recordarme a mí misma como hacerlo.
—Nunca lo haces —le susurre a través de una sonrisa mientras mis manos se
movían bajo los planos cortes de su estómago, instalándose en la costura de sus
vaqueros.
Ahora este botón, mis dedos lo lograron tirar libre en el espacio de una
inhalación de sorpresa.
—Rochi. —Hubo advertencia en su voz, pero también bienvenida.
Decidí escuchar la última.
Pellizcando la cremallera entre mi pulgar y mi dedo, la deslicé hacia abajo,
dividiéndome entre el deseo de saborear el momento y esperando para dejar
que me devore por completo. Listo con la cremallera, doblé el material de sus
jeans hacia abajo y me deslicé sobre él, moviéndome por su cuerpo hasta que
pude sentir su calor entre mis piernas.
Él gruñó, moviéndose por debajo de mí, haciéndome jadear en voz alta.
—Maldita sea —murmuró mientras ambos brazos se apretaban alrededor
de la herida antes de que golpeara los frenos. Sus brazos me sostenían más firme
de lo que cualquier cinturón de seguridad podría hacer.
—Pensé que podías manejarlo —dije sin aliento, sonriendo con la mirada.
Su pecho subía y bajaba con fuerza contra el mío, encontró mi sonrisa con
una suya. —Me equivoqué.
Y luego su boca cubrió la mía, sus manos moldeando mi cara. Su cuerpo
presionando el mío, inclinando mi espalda sobre el volante.
—¿Si? —modulé contra su boca inflexible. Era una pregunta formulada que
no necesitaba ninguna explicación. Era una que yo había estado preguntando
hace tiempo. Una que él nunca había acordado hasta esta noche.
Sentí su sonrisa contra mi boca mientras su lengua burlaba la mía por otro
momento. Tomando mi cara tan firmemente como se podría y aun así sería
considerado suavemente, su boca abandonó la mía, sus ojos tomando su lugar.
—Infierno, sí —respondió, su sonrisa una dicotomía de paz y conflictos.
Todos los músculos en mi cuerpo se tensaron con anticipación. Esto era
todo. Finalmente. El hombre que se había acostado con más mujeres de las que
quería saber finalmente se permitía dormir con su novia.
—¿Estás segura? —preguntó, mirando como si él fuera a reventar algo si
respondía negativamente.
—He estado tan segura que he tomado la píldora la semana después de
que volviéramos juntos —dije, deslizándome arriba y abajo sobre su regazo. El
gimió otra vez, su cabeza cayendo hacia atrás contra el asiento—. ¿Estás seguro?
—pregunte, moviéndome un poco más rápido para influir en su respuesta.
—Rochi, he estado tan seguro que fui a hacerme pruebas y he estado
teniendo esta goma en mi bolsillo desde el día que volvimos juntos —dijo, con una
sonrisa del tipo que me torturaba.
Moldeando mis manos alrededor de su rostro, trazando la cicatriz que corría
a lo largo de su mejilla con mi pulgar. Este hombre era todo lo que quería —en
todas las maneras que una mujer podía querer a un hombre— y por fin, podía
tenerlo en la última forma que no lo tenía.
—Te amo, Gaston —dije. Porque eso era todo lo que quedaba por decir.
Las líneas de su frente subsanándose.
 —Y eso me hace el bastardo más
afortunado en el mundo.
Le sonreí. —Ven aquí —le dije, sosteniendo su rostro mientras bajaba mi
boca a la suya.
—Quiero saber cómo el bastardo más afortunado del mundo hace el amor.
—Sí señora —dijo, antes de colocar sus labios sobre los míos.
Sus manos acababan de encontrar el botón de mis jeans cuando un
conjunto de deslumbrantes luces explotó en la cabina.
Gemí, cubriendo mis ojos con mi antebrazo cuando el conductor encendió
las luces del camión.
—Mierda —maldijo Gaston, mirando por encima de su hombro.
La puerta del camión explotó abierta, seguido de algunos hombres
aullando y gritando.
—¿Esperando compañía? —suspiré, cubriéndome con mi otro brazo
mientras hacía mi camino fuera de su regazo. Fue doloroso, separarme de lo-quepodría-
haber-sido.
—No exactamente —respondió, doblándose a sí mismo por encima de mi
regazo y agarrando mi suéter. Elevándolo sobre mi cabeza, me lo puso, tomando
cada brazo por mí mientras metía cada brazo dentro. El suéter marcando lo que
había pasado hace cinco minutos.
Gaston acababa de levantar su cremallera cuando alguien se abalanzó
contra la puerta del lado del conductor.
—¡Dalmau, hombre! —gritó uno de los compañeros de Gaston a través del
cristal, evaluándonos—. ¿Conseguiste a esta hermosura? —Mirándome, el
compañero de Gaston movió las cejas—. Eres un bastardo con suerte.
Buscando mi camino, Gaston me sonrió.
—Te lo dije.
***
Un fuego crepitaba en mis pies, las estrellas parpadearon por encima de mí,
los brazos de Gaston me abrazaron fuertemente contra él, y el sonido de un equipo
de futbol de la universidad entera vomitando su camino a través de “Hey Gaston”
haciéndome de serenata.
—No puedo creer que esta gran noche que pensé que habías planeado
para nosotros involucrara a más de cincuenta jugadores de futbol —le dije,
inclinando mi cabeza hacia atrás contra el pecho de Gaston para que pudiera ver
mi expresión.
—Lo siento, cariño —dijo, besando las líneas de mi frente—. Pensé que
tendríamos un par de horas para nosotros antes de que estos animales vinieran.
¿Un par de horas? Me habría conformado con, oh, unos quince minutos.
Un coro de eructos llegó a un final concluyente, el silencio temporal sólo se
vio interrumpido por un coro de flatulencias. Gemí, cerrando mis ojos y
apretándome la nariz.
—Hombre, esto es estúpido, Dalmau. —Peter, el receptor abierto número uno
de Gaston, su voz inconfundible gritó al lado de la fogata—. Si yo tratara de ganar
una chica de nuevo, no hay manera de que pusiera todo el esfuerzo para
sobornar a su compañera de cuarto para llevarla a una fiesta para que pudiera
darle una serenata de DJ con algunas tontas y viejas canciones acerca de
profesarle mi amor eterno.
Abrí mis ojos para ofrecerle una mirada a través del fuego a Peter. Me
encantaba el chico, su carácter infeccioso hacía imposible no hacerlo, la
mayoría de los días. Este no era uno de esos días.
—Yo acabaría de subir a ella y estaría como “Oye, bebé. ¿Cómo va todo?”
Ya sabes, ¿algo realmente suave como eso? —Peter me sonrió como el demonio.
—Peter —habló Gaston, doblando su barbilla sobre mi hombro—, ¿Cuándo fue
la última vez que tuviste a alguna de tus antiguas novias para tomar tu
lamentable culo de nuevo?
La cara de Peter se arrugó en contemplación.
Encogiéndose de hombros, respondió—: Nunca.
—Exacto —dijo Gaston, levantando su dedo medio a él.
Mis brazos estaban metidos y apretados en la manta en la que Gaston me
había envuelto antes, así que cuando bajó su dedo, le di un codazo. —Uno más
por mí.
Peter recibió el dedo medio de Gaston nuevamente, esta vez cortesía de rochi
igarzabal
—Vamos, Lucy —dijo Peter mientras el resto de los jugadores se mecían en la
risa, algunos pocos bañándolo en malvaviscos—. Tú sabes que pienso que eres la
mierda. Sólo estoy celoso porque estás cerca de ser cinco veces demasiado
buena para Dalmau y quiero entrar en esos cinco-veces-demasiado-bueno-para-mí
para beneficiarme, también.
—Tal vez si pararas de dejar caer la pelota y empezaras a conseguir entrar
en la zona de anotación, podrías conseguir encontrar una chica que quiera
hacer más que correr sus manos por tus veinte pulgadas de bíceps —dije,
inclinando mi cabeza.
Gaston ahogó su risa en la manta. El resto del equipo, no tanto.
Elevando sus cejas hacia mí, Peter deslizó la manga de su camiseta hacia
arriba, besando su grotescamente grande bíceps, y luego lo repitió en el otro.
—Deja de odiarme, rochi. Gaston va a agarrarnos si no dejas de ser tan obvia
—dijo, agachando su cabeza cuando la botella de bebida deportiva de Gaston
pasó junto a él—. Y no hay necesidad de preocuparse de la zona de anotación
mañana, nena. Haré a la zona de anotación mi perra.
—No voy a aguantar la respiración —contesté, incapaz de contener mi
sonrisa cuando Peter continuo con su teatro. En un momento determinado, fue
como ver a un hombre de circo de tres pistas. Y, toda broma a un lado, Peter era
un infierno de receptor abierto. Juntos, él y Gaston habían estado estableciendo
récords que probablemente nunca podrían ser competidos.
—Esto es lo que no entiendo —dijo Peter, empujando al tipo al lado de él. El
pateador número uno del equipo. Creo que su nombre era Augusto. O tal vez era Agustin.
Bueno, K algo—. En el departamento de apariencia, Dalmau es un siete, tal
vez un ocho —dijo, entrecerrando los ojos mientras inspeccionaba a Gaston. augusto o
Agustin valoraba a Gaston, frotándose la barbilla.
—Entonces eres un dos negativo, Peter —murmuré, realmente maldiciendo
mi suerte por haberme quedado atrapada bromeando con un par de
compañeros de Gaston mientras que el resto hablaba y realizaba todo lo masculino
que nunca debe ser conocido por las mujeres.
—Su personalidad es tan “no me importa” —continuó Peter, empujando al
pateador cuyo nombre comenzaba con A—. ¿Por qué en todas las cosas injustas
y poco razonables él siempre consigue que las buenas hagan cola frente a su
puerta?
Gaston se inclinó hacia delante. —Te puedo dar una explicación en ocho
pasos.
Peter y el pateador miraron a Gaston, y luego el uno al otro, justo antes de que
echen sus cabezas hacia atrás y estallen en carcajadas.
Gaston se unió a ellos justo a la mitad.
Pero lo que dijo Peter necesitaba una pequeña aclaración. —¿Qué buenas
hacen cola frente a la puerta de Gaston? —pregunté, tratando de mantener
serena mi voz.
La risa se Peter desapareció, sus ojos oscuros se alejaron tan pronto como
aterrizaron en mí. El cuerpo de Gaston se puso lo suficiente tenso a mí alrededor
como para dar señales de que algo estaba fuera de lugar.
—Tú —dijo Peter, empujando sus manos hacia mí—. Tú eres una de las
 “buenas” haciendo cola frente a su puerta
No, no me lo creo. Yo había visto a Peter cerca de las lágrimas la noche de
su último año de escuela secundaria cuando su trofeo VIP se rompió a la mitad
cuando un chico lo usó como bate de béisbol en una de las legendarias fiestas
en su casa, e incluso entonces su sonrisa estaba casi presente. No había ni rastro
de ella ahora, lo que significaba que Peter trabajaba para cubrir algo.
—Tú —repitió otra vez, cuando yo seguía reteniéndolo preso con mi mirada.
—Y Mery —agregó otro de los compañeros de equipo de Gaston que
se encontraba detrás de nosotros, sonando como si se conformaría con hacer el
amor sólo con el nombre.
Ahora mi cuerpo se tensó, ya no estaba colocada alrededor de Gaston. Me
giré en mi asiento entre sus piernas, encontrándome con sus ojos.
Nada en ellos me dijo algo. Esa era, quizás, la peor manera en la que
podían estar.
—¿Quién es Mery? —le pregunté, mi voz es la mezcla perfecta de
ansiedad y enfado.
Las manos de Gaston se colocaron en torno a mi cara, mirándome fijamente
a los ojos. Era difícil respirar cuando me miraba así. —Nadie respondió, sin alejar
sus manos o dejar de mirarme a mí.
—¿Nadie? —gritó el chico desde atrás, tomando asiento junto a nosotros—.
Tu definición de “nadie” debe ser chicas por las que un hombre se amputaría la
mitad de su miembro para estar con ellas. Para estar con una —continúo el
jugador cuyo nombre no recordaba, pero sabía que calentaba mucho el
banquillo. Iba a seguir permaneciendo en el banquillo si no se metía la adoración
por Mery donde el sol no brillara.
—Vicco —advirtió Gaston, finalmente dejando mi cara, pero sólo para
envolverme entre sus brazos—. Cierra el pico.
—Tu chica fue la que preguntó —contestó levantando las manos—. Estaba
respondiendo a una pregunta.
—Bueno, deja de exagerar —dijo Gaston, aumentando su tono de voz, pero
yo podía sentir que temblaba. Estaba a punto de desbordarse—. De hecho, ¿Por
qué no dejas de hablar por el resto de la noche?
Vicco asintió encogiéndose de hombros, tomando un trago de su cerveza. Si
no fuera por el límite de cerveza del equipo durante las dos noches antes de un
partido, podría descartar la adoración de Vicco por “Mery” como las
divagaciones de un borracho. Vicco estaba sobrio cuando llegaron, lo que
significaba que Mery estaba tan caliente como insinuaba.
Girándome para así poder apoyar la espalda en el lado donde estaba la
pierna doblada de Gaston, encontré su mirada de nuevo. Llevaba su viejo gorro gris
esta noche, pero sólo porque hacía frío. Ya no se escondía tras él.
—¿A ella le gustas? —Un gran punto por hacer la pregunta con la menor
emoción posible.
Se encogió de hombros. —Tal vez un poco —respondió, sus ojos nunca
dejando los míos.
—¿Un poco? —gritó Peter a través de la hoguera donde sólo había unas
pocas personas los cuales nos sonreían—. Gracias a el la población masculina ha podido disfrutar aún más del gran busto de Mery en la
pantalla. Pensé que estaban a punto de salirse de ese pequeño vestido con el
que ella apareció ayer. —Peter silbó entre dientes, sus ojos se nublaron con
ensoñación—. Esa cosa magnifica está al acecho. Y tiene su vista puesta en tu
chico, amor —dijo mirándome con un poco de lastima. Como si yo hubiese
perdido el juego de Gaston por defecto. Por defecto en mi apariencia.
—Dilo de nuevo Peter —advirtió Gaston con la mandíbula apretada—, y lo
único que voy a estar lanzando a tu cabeza de alfiler va a ser mi bota.
—¿Qué? —dijo Peter—. ¿Por estar diciendo la verdad sobre Mery
jadeando de calor para ti?
—No, imbécil —dijo Gaston, notas de ira se deslizaban entre sus dientes—. Por
llamar “amor” a mi chica. Ella es mía. Sólo yo la llamo así. No un insignificante
pajero con una boca muy grande.
No se había ido. El territorial Rottweiler que Gaston era cuando llegó a mí.
Normalmente, me molestaba cuando él hablaba de mí como si yo fuera algo
que pudiera ser de propiedad, pero ahora, después de oír hablar de la diosa y sus
tetas, yo estaba bien con que él estuviera siendo territorial conmigo como él
quería.
—Mi error —dijo Peter, levantándose y sacudiéndose el pantalón—. Dado
que me parece que no puedo mantener mi boca cerrada, será mejor que me
vaya a la cama antes de comerme un sándwich de nudillos en mi cara. —Me
sonrió, pero sus ojos no se encontraron con los míos. En ellos había un poco de
lastima hacia mí. Como si yo hubiera tenido ya mi tiempo y ahora éste llegaba a
su fin. Iba a ser derrocada por Mery—. Lleven sus feos y peludos culos a la
cama —gritó Peter a los rezagados que todavía miraban con los ojos
entrecerrados en el fuego—. Tenemos unos cuantos culos que patear mañana.
Un coro de gruñidos y seguidos de chillidos ya que la mayoría de los chicos
se levantaron y siguieron a Peter a sus respectivas tiendas o se lanzaron a través de
las puertas traseras de sus camionetas. Esta noche no fue como me había
imaginado que sería.
Gaston y yo nos sentamos acurrucados en silencio durante un minuto, los dos
mirando como el fuego se consumía, esperando a que el otro dijera algo primero.
—¿Te gusta ella? —susurré antes de que realmente lo hubiera pensado.
El suspiro de Gaston fue largo e irritado. Era la primera vez que yo recordara
que estuviera tranquila de que él estuviera irritado conmigo. Me giré así que
quedé frente a él, pero todavía me encontraba entre sus piernas, él me niveló a
mí con sus ojos oscuros.
—No —respondió—. No en la forma en que tu mente loca está pensando.
Él solo había previsto la forma en que la palabra loca llegaría a mi mente.
—¿Y qué hay de la otra forma?
Vi las últimas sombras de las llamas del fuego que se consumían en el lado
de la mejilla de Gaston. —Ella está bien —respondió, levantando las cejas y
esperando. Porque sabía lo suficiente sobre mí para saber lo que venía.
—¿Ella está bien? —repetí, con mi voz en aumento—. ¿Está bien como que
me gustaría follar con ella en dos segundos en el piso si fuera soltero, o está bien
ya que ella es sólo una chica?
Gaston me había advertido meses atrás de no hacer preguntas si no quería
respuestas honestas. Al instante me gustaría poder hacer mi pregunta de nuevo.
—Rochi —dijo Gaston, desplegando la manta ceñida a mí alrededor,
agarrando mis manos cuando las dejó libres—, Eres mi chica. La chica. —Para
unirse a las otras emociones de su rostro, un rastro de dolor también se reflejó en
él—. Cuando veo a Mery, o a cualquier otra chica, eso es todo lo que veo.
Otra chica que no es mi chica. No las miro a ellas, Rochi. Te miro a ti —continuó,
con el ceño fruncido—. Sólo te he mirado a ti.
La preocupación que apretaba mi estómago comenzaba a desaparecer.
—¿Podrías por favor, por el amor de Dios, parar tu acto de chica
paranoica?
Con Gaston, cuando él estaba así, lo mejor que podías hacer era cesar y
desistir. Yo lo sabía, pero nunca fue un consejo que seguí y no me gustaría
empezar ahora.
—¿Algo así como cuando tú te comportaste como un chico paranoico con
Pablo y yo hace un rato? —Si mis palabras no señalaron con hipocresía sus
palabras, mi mirada ciertamente lo hizo.
Las palabras de Gaston no salieron de su boca. Manteniéndola cerrada, con
líneas en su frente mientras recostaba su espalda en un tronco. Sus ojos
arrugados, con los ojos entrecerrados y sus dientes en el lado derecho de su
mejilla. Esta era una de las nuevas expresiones de Gaston que se había convertido
cada vez más familiar últimamente. Era su mirada de contemplación, y que él
había trabajado mucho en sustituir cuando su reacción inmediata era la ira.
Esperé dándole todo el tiempo y el espacio que necesitaba.
—Rochi —dijo al fin con voz suave—, ¿Qué quieres que haga? —Hizo una
pausa, esperando mi respuesta, pero no estaba segura de lo que hacía, así que
no hubo respuesta.
—Por favor, dime algo —continuó—. Dime lo que quieres que te diga, y lo
haré, cuando se trata de Mery o de cualquier otra chica que se meta en el
camino, y lo voy a hacer. ¿Quieres que les dispare una bola de saliva entre sus
ojos? Que así sea. ¿Quieres que les saque el dedo en cualquier momento en el
cual se paren en mi camino? Ya lo tienes. ¿Quieres que me saque los ojos así no
podré ver otra de sus sonrisas sugerentes de nuevo? —Se arrastró, la mitad de su
cara aplastándonos juntos—. Bueno, eso sería un asco, pero me gustaría hacerlo.
Para ti. —Acunando mi rostro entre sus manos de nuevo, se inclinó hacia adelante
para que sus ojos miren a los míos desde medio metro de distancia—. Dime, nena.
¿Qué quieres que haga?
Yo no lo podía expresar con palabras porque cuando se lo pregunté a
quemarropa, ni siquiera sabía lo que quería hacer ni que decir cuando se trataba
de otras mujeres agitando sus tetas en el camino de Gaston. Hombres como Gaston
no podían caminar por un cementerio sin ser golpeados sucesivamente.
Entonces, ¿Qué quiero que haga cuándo llegue a la fuente interminable de
chicas listas y dispuestas a tirarse en su cama en la primera oportunidad que
tengan? ¿Quería que él fuera mezquino con ellas? Bueno, sí, algo así, pero mi
parte salvadora del mundo se dio cuenta que esa no era la respuesta. Entonces,
¿cuál era?
Esa pregunta tendría que seguir sin respuesta porque no tenía otra cosa en
mi mente.
Enlacé mis dedos con los suyos en donde calentaba mi rostro, me acerqué
más hasta que no había el espacio de medio metro que nos mantenía
separados. —Quiero que me lleves a la cama.
Estaba segura de que nunca había visto las arrugas de la cara de Gaston
desaparecer tan rápido. —Ahora eso, no sólo puedo hacerlo —respondió,
agarrándome entre sus brazos antes de levantarse—, puedo hacerlo con una
sonrisa.
Podría haberme reído si me lo hubiese permitido, pero un nombre todavía
colgaba entre nosotros. No estaba preparada o en condiciones de presionar el
botón de borrado en Mery tratando de poner sus garras en mi hombre.
—Espera hasta que eches un vistazo a la instalación que he hecho para
nosotros —dijo Gaston con voz suave mientras me cargaba a través de todo el
campamento improvisado hacia su camioneta oxidada. Era tan oxidada que no
se podía decir si había sido originalmente de color negro o gris o algún color entre
ambos. Había conseguido el camión por casi nada a algún viejo campesino y
había utilizado parte de sus ahorros que consiguió trabajando en el garaje para
comprar las piezas que necesitaba. El interior del coche se hallaba en muy buen
estado, pero a juzgar por el exterior, el camión parecía que necesitaba ser
desechado.
Me encantaba que a Gaston no le importara lo que los demás pensaban
pero sí lo que yo pensaba. Amé cuando dijo que lo que contaba era el interior.
Yo sabía que había hablado de autos, de la camioneta específicamente,
cuando lo había dicho, pero todavía consiguió ablandar mis rodillas.
Pasando a través de algunos de sus nuevos compañeros de equipo,
equipando sus camionetas. Gaston se detuvo en la parte posterior de la suya. Bajó
la compuerta trasera con una mano, que chirrió al abrirse. —Su habitación para
esta noche, señorita —dijo con voz cantarina, señalando el colchón de
aire y el montón de mantas y almohadas que recubrían la parte trasera de la
camioneta. Incluso había puesto una chocolatina en mi almohada, al lado de
una rosa blanca.
En la escuela secundaria había aprendido lo que los colores de las rosas
querían decir, y como podías descifrar las intenciones del individuo, basándote en
la que te había dado. Rosa quería decir que estaba enamorado de ti, amarillo
quería decir que quería que fuésemos amigos, no podía contar el número de
rosas amarillas abandonadas que había visto decorando el interior de los cubos
de basura en la escuela secundaria, los pasillos de color rojo significaban que
estaba enamorado y el blanco representaba pureza.
Es decir que sus intenciones eran puras.
Lo que significaba que no quería hacer todas las cosas que una chica
imaginaba hacer en la parte trasera de una camioneta por la noche.
Malditas rosas blancas, todas a la mierda.
Pero incluso en mi momento de odio a las rosas blancas, creo que también
me encantó. Tan pronto como pensé que tenía a Gaston descubierto, él
había ido y dejado una rosa blanca sobre mi almohada. En la cama que íbamos
a compartir un par de horas después de que él hubiese accedido a tener
relaciones sexuales conmigo en la cabina de su camioneta, pegada a su volante.
—Puedes ser bastante romántico cuando te lo propones —le dije
mirándolo.
—No se lo digas a nadie —dijo, sentado conmigo en la puerta trasera. Se
quejó por lo bajo de mí—. Sería arruinar mi reputación de cojonudo. Además,
creo que las chicas se están poniendo en fila ahora… —Dio a entender y me dio
una sonrisa de niño.
Le di un empujón en su pecho, esta reacción hizo que se riera.
Así que decidí hacer algo que no esperaba. Agarré con mis puños su
chaqueta térmica y lo atraje hacia mí.
—Ven aquí —dije en voz baja, bajando mis ojos a su boca—. Déjame poner
a las chicas en su lugar.
Sus labios se habían separado sólo con su inhalación de sorpresa cuando mi
boca los cubrió, trabajando en ellos para separarlos. Sus manos se apoderaron de
la carne por debajo de mis caderas, deslizándome hasta el borde de la puerta
del maletero, así que me moví a la derecha en su contra. En este punto de vista,
nos quedamos ajustados perfectamente. El darme cuenta de esto me hizo darle
un beso más, uniendo mis manos al juego de ser capaz de explorar rápido o lo
suficientemente firme.
Podía oír el latido acelerado del corazón de Gaston, Podía sentir como cada
parte de él me quería. Pude ver la incertidumbre eclipsar sus ojos cuando mis
piernas terminaron apretadas alrededor de su torso, frotándome en él. Podía
sentir el conflicto tratando de apoderarse de su descuido, y yo quería pararlo en
seco.
Agarrando el borde de su camiseta, se la rompí en su espalda al tratar de
sacarla por encima de su cabeza.
Sólo para ser detenida antes de que yo la hubiese subido por su pecho.
—¿Sí? —le pregunté de nuevo, esta vez sabiendo la respuesta.
No se detuvo. —No —dijo con firmeza—. No así.
Gemí en voz tan alta que podría haber despertado a un par de chicos que
se encontraban más cerca de nosotros. ¿No así como qué? ¿Caliente,
apasionado, una noche ardiente aparte del sexo?
Gaston sonrió tan ampliamente que la cicatriz de su mejilla se arrugó.
Agarrando el portón trasero, trabajó en la regulación de su respiración.
—Eso suena bien —dijo, con la respiración casi normal. La mía no sería
normal hasta por lo menos otros diez minutos—. Pero realmente no soy de la clase
de persona que motiva a su chica a tener relaciones sexuales a causa de los
celos por otra chica. Al menos no en nuestra primera vez —dijo, dándome un
beso en la sien—. Después de eso, con mucho gusto me entretendré y soportaré
cualquiera o todos los episodios de sexo duro, celoso o enfadado que quieras
echar en mi camino.
Lo empujé de nuevo, resolviendo lo de esta noche en un giro casto. Pateé
las botas, me deslicé de nuevo en el colchón de aire, colocando las mantas a mí
alrededor.
Sin dejar de sonreírme, Gaston se quitó sus botas y saltó dentro. El colchón de
aire me pareció bien para recuperarme. Se colocó detrás de mí, con un brazo
enrollado debajo de mí y el otro extendido por encima de mí, sosteniendo una
rosa blanca.
Gaston se rió en la parte de atrás de mi cuello.

Tomé la rosa y la tiré fuera de la camioneta.

1 comentario:

  1. Jajajaja pobre Rochi ni sobria ni borracha le resulta :/...Gas es más tierno, lástima que no se dé cuenta que hace rato cambió

    ResponderEliminar