martes, 8 de abril de 2014

Juguemos a Casarnos... Capitulo 13



Perdón por la tardacen del capitulo nuevo, espero que lo disfruten y les aseguro que el Viernes tienen cap nuevo.

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¿Juntos? 


—Tu perrito no ha dejado de llorar en todo el día —dijo la voz adormilada de Victorio, el hermano mayor de Rocio, quien estaba recostado en el sillón de la sala con su bebé en brazos y el perro golden retriever acurrucado en sus pies.

—Mí pequeño —dijo Rocio del otro lado del teléfono—. Debe estar preocupado por la tormenta.

—Y a mí me preocupa que despierte a mi hija —le reclamó a su hermana menor intentado no elevar su voz demasiado.

—Hey —le reprochó la rubia—. Tú fuiste el que me quitó a mi perrito hace dos semanas y aun no me lo ha devuelto. Sí lo hubieras regresado cuando acordamos ahorita estaría con papá y mamá…

—¿Papá y mamá? ¿En dónde estás tú?

—En casa de G… —se detuvo antes de decirle a su celoso y protector hermano mayor que se encontraba en la casa de un chico que además ahora era su novio. No era que a Victorio no le agradara Gastón pero era el hermano mayor y su papel era el de ser ese hombre protector de la familia, claro aunque Rocio ya tenía 21 años y podía mandar al cuerno a su hermano si le llegase a reclamar cualquier cosa… pero aun así no quería preocuparlo.

—¿En casa de quien? —le preguntó Victorio con cierto tono de desconfianza en la voz.

—En casa de Lali, nos quedamos atrapadas en su casa poco después de que empezara la tormenta…

—Lali está hablando en este momento con Candela, hermanita. ¿Qué me estás ocultando?

Rocio abrió su boca pero no se le ocurrió nada que decir para salir de ese aprieto así que hizo lo más tonto que haría cualquier persona sin excusa estando en una tormenta y hablando con su hermano mayor por celular.

—Creo que la llamada… —hizo un sonido extraño con la garganta tratando de imitar una interferencia y siguió hablando—, se está —volvió a repetir el mismo sonido—, cortando —y sin darle tiempo a su hermano de hablar cortó la llamada y arrojó su celular al sillón.

—¿Qué es lo que mi traviesa novia ha hecho? —preguntó Gastón divertido viéndola sentado en su puff.

—Acabo de evitar tu muerte prematura —dijo la rubia corriendo para sentarse sobre el regazo de su novio. Gastón la rodeó por la cintura con ambos brazos y le lanzó una mirada confundida—. Si Victorio se entera de que estoy en tu casa sin duda vendría a asesinarte.

—Creí que le agradaba…

—Le agradabas porque no estabas saliendo conmigo, pero ahora que eres mi novio…

—¡Dios! —dijo Gastón escondiendo su rostro en el cuello de su chica.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—Amo como se escucha esa palabra saliendo de tus labios —Rocio sonrió—. Había estado a punto de creer que eso jamás sucedería.

—¿Qué fuésemos novios? —él asintió—. Tienes razón. Pensé lo mismo —Gastón sacó su rostro del cuello de ella y la vio a los ojos—. Lo digo en serio. Cuando te fuiste creí que no nos volveríamos a ver…

—Pero te dije que volvería…

—Lo sé, pero te fuiste y… —guardó silencio y después de unos segundos decidió continuar—. No… no volviste. Sé que es una tontería pero en algún momento llegué a pensar que tú bajarías del avión y… volverías por mí. Sé que no éramos nada pero estoy segura de que ambos estábamos conscientes de nuestros sentimientos así que simplemente creí eso.

—Pero ahora estamos juntos —le susurró al oído—. Te prometo que no te dejaré.

Rocio cerró sus ojos y dejó de pensar en el pasado o en el futuro, creía más conveniente pensar en el hoy.

***

Maria se había arrepentido de haberse hecho la manicura el día anterior porque ahora que su atención estaba en el televisor sus uñas eran un desastre ¿Cómo podía ser ella la única preocupada por que la tormenta de nieve hubiera dejado las calles completamente bloqueadas? ¿Cómo es que Brenda podía estar cómodamente riendo en la casa de un chico?

—Es tu turno —dijo Nico a Maria quien rápidamente volteó hacia él.

—Ah, sí —dijo la rubia dirigiendo su vista a las cartas que tenía en su mano que no estaba en su boca, había accedido a jugar ese juego de cartas para matar el tiempo pero la verdad era que no entendía ni una pisca de lo que trataba el juego—. Amm ¿Qué debo hacer? —preguntó avergonzada.

Brenda se rió de ella y tomó las fichas verdes que habían estado en medio de los tres.

—Gané —dijo la rubia dividiendo las fichas de dos en dos para poder contarlas mejor—, con lo que está aquí me pueden pagar una cena lujosa.

—No es justo —se quejó Nico dejado sus cartas sobrantes en el suelo—. Seguramente hiciste trampa.

—Admítelo chico malo, yo soy buena y tu malo —se levantó del cojín en donde había pasado aproximadamente una hora ganando a las cartas y estiró sus brazos sobre su cabeza y se sentó en el sillón—. No hay forma de que ninguno de ustedes pueda ganarme en las apuestas.

—Te has aprovechado de Maria que no sabe jugar.

—¡Pero tú si sabes jugar! No tienes excusa, no metas a la pobre de Maria en tus malas jugadas —le remarcó en tono burlón—. Pero tendré piedad por Maria que no sabe jugar y sólo tendrá que pagar la mitad del dinero.

—Uff, que gran persona eres —dijo el muchacho sarcásticamente.

—Desde luego.

El reloj de la sala marcó las 9 de la noche y el televisor anunció lo que Maria no había querido escuchar. Las calles estaban bloqueadas y advertían a los habitantes que no debían salir por el momento y que los caminos se empezarían a limpiar hasta la mañana siguiente.

Los tres observaron en televisor en silencio hasta que las noticias terminaron.

—Bien —dijo Nico poniéndose de pie—. Pueden dormir en mi habitación —Maria se congeló—. Brenda, puedes ponerte alguna de mi ropa para dormir que no uso desde hace años —la rubia asintió como si no tuviera importancia—. ¿Estás bien? —le preguntó a Maria que tenía el rostro pálido.

La rubia asintió en pausas y tragó, su mirada aun seguía fija en la televisión aunque ni siquiera estaba prestando atención a la sección de deportes.

***

Rocio observó a Gastón mientras dormía, le recordó a aquel día antes de que se marchara, cuando juntos se quedaron dormidos en el sillón de la sala, lo observó dormir unos minutos y el sentimiento que la invadió era diferente porque aquella vez Gastón se iba a marchar, pero ahora él se quedaría con ella.

Sonrió abiertamente y besó la frente de su novio para salir de la cama intentando no despertarlo ya que él la tenía entre sus brazos.
Caminó hasta el escritorio que estaba en la habitación de Gastón, tomó su celular y vio la hora, apenas eran la 1 de la madrugada y sentía como si hubiese dormido todo un día. Con un suspiro levantó la tapa del celular y buscó en sus contactos instintivamente el número de Nico que aun tenía esa foto que ella le había tomado mientras estaban en la cafetería de la universidad, sonrió al ver la expresión de sorpresa con la que había salido en la foto.

Su dedo viajó desde la tecla del menú hasta la tecla de llamada y presionó.

Probablemente ya estaba dormido y tendría el celular apagado por lo que no le preocupó haberle marcado pero cuando escuchó un ruido muy leve y enseguida la voz de él se sintió paralizada. ¿Por qué le había marcado? De pronto se sintió confundida, no sabía porque había presionado el botón de la llamada.

—¿Bueno? —contestó Nico del otro lado de la línea—. ¿Rocio? —preguntó sorprendido.

—Amm —dudó en colgar o contestarle. Le contestó—. Sí, soy yo.

—Oh —dijo el muchacho sin saber muy bien que decir—. Este… Hola.

Rocio se soltó a reír y de inmediato se cubrió la boca ya que su novio aun seguía dormido. Se encaminó hasta la puerta, le quitó el seguro y salió al pasillo aun sin cortar la llamada.

—¿Estás bien Rocio?

—Sí —contestó la rubia—. Honestamente no sé porque te marqué pero creo que estoy feliz de que contestaras a pesar de ser de madrugada. ¿No deberías estar dormido?

—Te preguntó lo mismo.

—Yo… creo que ya he dormido suficiente —rió levemente—. ¿Y tú?

—Yo tengo visita aquí en mi casa y mi cama ha sido ocupada por esas “visitas” por lo que me vi obligado a dormir en mi sillón y no es lo más cómodo para pasar la noche, así que como pensarás no he podido dormir.

—Ya veo… —no sabía que decirle, no tenía ningún tema de conversación con él a pesar de que unas semanas antes aun podían hablar normalmente.

—¿Por qué hablas susurrando? —le preguntó extrañado.

Rocio no se había dado cuenta de que había estado hablando así.

—Amm, yo estoy en casa de…

—Gastón —terminó por ella. La rubia asintió lo cual era inútil ya que era más que obvio él que no podía verla.

—Sí.

—Me alegra que estés bien.

—Nico, yo…

—Rocio, si crees que tengo algún problema de que estés con Gastón, debes de saber que no lo tengo en absoluto. Tú y yo terminamos y cada quien es libre de hacer lo que quiera sin temer a lo que piense el otro, no importa si es hoy o mañana o dentro de años, somos libres y lo fuimos aun cuando estuvimos juntos —Rocio asintió a cada palabra que él le decía, quería llorar de felicidad, por haber conocido a un chico como Nico, un chico único que realmente quería—. Por eso estoy feliz de que me hayas llamado y que hablemos como amigos.

Jeanne suspiró y se limpió una lágrima rebelde que se había escapado de sus ojos.

—Te quiero, Nico. Tal vez no de la manera en que se supone que debí quererte pero lo hago, creo que eres una persona maravillosa y estoy feliz de que hayas estado en mi vida… y —dijo con voz entrecortada—, me alegra que quieras que seamos amigos.

Nico rió del otro lado de la línea.

—Claro que lo quiero.

—¿Sabes? Probablemente esto suene estúpido sobre todo porque dije que nunca lo diría pero estoy segura de que encontrarás a alguien que te merezca más que yo y que serás feliz con esa persona.

—Gracias, Rocio. También quiero que seas feliz con Gastón —suspiró—. Lo deseo mucho.

—Gracias —ambos se quedaron en silencio durante unos segundos y Rocio bostezó dándose cuenta de que el sueño le había regresado—. Creo que tengo sueño de nuevo.

—Está bien —contestó riendo—. Buenas noches o madrugadas.

—Igualmente, buenas noches-madrugadas —ambos rieron—. Te quiero, Nico.

—También yo.

—Adiós.

—Adiós.

Y ambos cortaron la llamada, Rocio cerró la tapa de su celular y volvió a la habitación para volver a recostarse junto a Gastón. Lo sentía tan natural, como si toda su vida hubiese dormido junto a aquél hombre. Feliz y tranquila se acurrucó entre las cobijas y su novio.

***

Maria bajó con delicadeza las escaleras para no despertar a Nico que estaba durmiendo en la sala por culpa de ella y Brenda, pero su intento de ser silenciosa no importaba ya que vio que la luz de la cocina estaba encendida por lo que seguramente él ya estaba despierto. Consideró regresar a la habitación pero su boca seca le recordó que debía tomar agua. Con los pies descalzos caminó hasta la cocina, tan tímida como siempre se sentía ante Nico, y entró para verlo con la mitad del cuerpo dentro del refrigerador, no pudo evitar soltar una risita.

Nico levantó la cabeza al escuchar una risa detrás de él pero al hacerlo se golpeó con la parte de arriba del refrigerador y el cartoncito de leche se le cayó de las manos para regarse por todo el suelo. Cuando se alejó de un salto para no mojarse los pies descalzos vio de reojo a la causante de su momento de torpeza. Perfecto.

¿Por qué tenía que ser ella quien lo viera actuar como un idiota?

Ambos vieron en silencio como el líquido blanco se extendía por todo el suelo.

—Creo que se debería limpiar antes de que ensucie todo —sugirió la rubia rompiendo el cómodo silencio.

Nico le dedicó una media sonrisa y desapareció por una de las puertas de la cocina para regresar con un trapeador en su mano, lo pasó sobre la leche derramada y lo llevó al pequeño armario que tenía a un lado de la cocina.

—Sí, tenías razón —dijo el muchacho—. Fue buena idea limpiarlo.

Ella se encogió de hombros.

—Perdona por asustarte —se disculpó. Ambos estaban alejados de puerta a puerta, Maria por la puerta que daba al pasillo de las escaleras para subir a las habitaciones y Nico en la puerta que daba hacia la sala.

—Naa, no me asustaste, tengo un tic que me ataca en la madrugada y me hace tirar cualquier cosa que sostengo en mis manos —bromeó logrando su objetivo, poder ver la sonrisa de Maria—. Por cierto ¿Por qué estás despierta?

—Amm —desvió su mirada hacia un lado de la cocina y de nuevo la volvió hacia él—. Todos los días en la madrugada tengo que tomar agua, no sé por qué, pero mi boca se seca y no puedo dormir hasta no haberme hidratado —arrugó la nariz haciendo una graciosa mueca y se encogió de hombros—. Sé que es extraño.

—No lo creo, conozco cosas más extrañas que eso…

—Pero estás diciendo que es extraño, aun así.

—Bueno, por lo menos tú no te levantas por leche en las madrugadas y la derramas en el suelo.

—Creí que era un “tic” —dijo divertida. Era la primera vez desde que se habían conocido que podía hablarle sin sentirse tan nerviosa.

—Deberíamos dejar de hablar de cosas extrañas, me harás quedar mal —le guiñó el ojo.

El rostro de Maria estaba teñido de un ligero rubor rojo natural que la hacía ver incluso aun más hermosa que con maquillaje, Nico lo había notado rápidamente y creía que era mejor verla de esa manera a como lucía en la revistas, no es que él hubiese buscado una revista en donde ella saliera o algo…

—¿Agua natural o de sabor? —preguntó el muchacho tomando dos vasos de cristal de la alacena.

—Agua natural está bien —contestó la rubia entrelazando sus dedos sobre su estomago.

Sin decir o hacer algún movimiento observó detenidamente a Nico servir el agua dentro de los vasos de cristal como si fuera un fenómeno verdaderamente interesante de apreciar, algo que no se debía de perder de vista ningún instante porque podía hacer algo maravilloso.

Nico se acercó a ella y le extendió el vaso.

—Gracias —dijo alejando su mirada de él.

—De nada.

Maria bebió el agua de un solo trago pero fue Nico quien sólo acercó el vaso a sus labios dándole un medio trago para dejar el vaso sobre la barra de la cocina.

—¿Por qué casi nunca hablas? —le preguntó el muchacho, su mirada no la seguía a los ojos sino que estaba fija en sus manos y la presión que había empezado a ejercer sobre el vaso—. Me parece extraño que siendo modelo no hables demasiado con la gente.

—Tú no eres como la demás gente —murmuró para sí misma, sacudió su cabeza y dijo, levantando un poco más la voz—. Aun siendo modelo no me relaciono muy bien con las demás personas —Nico frunció el ceño y levantó la mirada hacia el rostro de la rubia—. Tengo un cuerpo bonito y una cara bonita con maquillaje, eso es lo que a la gente le gusta ver y yo lo detesto —confesó sintiéndose segura en mucho tiempo—. Por eso no me llevo bien con las demás personas. No lo necesito.

—Pero tu trabajo requiere estar entre personas. Todo el tiempo —buscó su mirada pero Maria veía hacia el suelo nuevamente—. ¿Por qué trabajas en algo que no te gusta?

Ella sacudió la cabeza y las ondas doradas danzaron alrededor de su cabeza y hombros.

—Porque es en lo único que soy buena…

—Maria, no te conozco —la interrumpió Nico acercándose a ella—. No sé ni siquiera tu apellido o si Maria es tu nombre verdadero —ella asintió—. Es hermoso —la vio sonreír—. Pero una chica como tú no “sirve” sólo para lucir bonita frente a las cámaras y para personas que no conoce. Creo que eres una gran chica, te ves joven y pienso que lo único malo en ti es que no has encontrado tu vocación… mejor dicho tu pasión —ella levantó su rostro para enfrentarlo—. Yo tengo 25 años y apenas he decidido que quiero estudiar artes, estoy iniciando la universidad. Tú con 20 años aun tienes tiempo de elegir lo que quieres hacer de tu vida, aun puedes equivocarte y romper las reglas, no debes a apresurarte a decir cosas como “es en lo único que soy buena” cuando ni siquiera has vivido lo suficiente como para saberlo. Piénsalo.

Maria soltó una sonrisa y negó con la cabeza.

—No tengo 20 años…

—¿19?

Negó riendo.

—Tengo 23 años —se encogió de hombros y volvió a reír ante la expresión de sorpresa en el rostro de Nico—. Y… gracias por esas palabras —se aclaró la garganta—. Mi nombre es Maria Del Cerro, tengo 23 años y detesto a la mayoría de las personas con las que trabajo, además que odio mi trabajo.

Nico le tomó la mano para estrecharla.

—Mucho gusto, señorita Del Cerro. Yo soy Nicolas, tengo 25 años, soy estudiante de artes, detesto a las personas con las que crecí y… me gustan los tatuajes, cualquier tipo de pintura en realidad, ya sea en piel o lienzo —se encogió de hombros y al analizar sus palabras dichas hizo una mueca—. Olvida eso —dijo con desagrado. Aun seguía sosteniendo su mano—. ¿Sabes? Me haces decir estupideces.

—Pero yo no te dije que dijeras estupideces.

—Tu presencia provoca eso, supongo —rodó los ojos—. En fin, es un placer conocerla —y acercó la pálida mano a sus labios para dejarle un pequeño beso.

Maria había conocido a cientos de chicos pero estaba segura de que ninguno había sido como Nico, tan… caballeroso y tan… hermoso.

—Igualmente —le contestó—. Un placer.

—Y por cierto —pasó una de sus manos por el cabello de Maria para acomodarlo detrás de su oreja y con una sonrisa le dijo—. No necesitas maquillaje para verte hermosa.

Los ojos de Maria se abrieron completamente pero antes de poder tener una alguna otra reacción una voz los interrumpió.

—¿Son…? —dijo Brenda con los ojos entre abiertos por el sueño, al distinguirlos soltó una largo bostezo y tomó el vaso que Nico había dejado sobre la barra de la cocina—. Son ustedes —dio un largo trago al agua hasta dejarla casi por la mitad de vaso—. ¿Saben? Estaba dormida, pudieron haber estado teniendo sexo salvaje y no me habría dado cuenta, pero en lugar de eso juegan a contarse el cabello, que malotes —el rostro de Maria probablemente no podía haberse visto jamás más rojo que en ese momento y Nico estaba seguro de que jamás había apretado sus dientes hasta ese comentario de la mini rubia que se encontraba ahora terminando el agua que ni siquiera había sido servida para ella—. Son los veinteañeros más aburridos que he conocido en mi vida —dejó el vaso vacio sobre la barra y los vio como si fuera la niña más inocente en el planeta—. ¿Qué?

—Vete a dormir —dijo Nico sacudiendo su cabeza—. Las niñas deberían estar dormidas a esta hora.

—Tengo 18 años así que ya soy mayor, necesito beber agua en la madrugada y cerraré la puerta con seguro Maria, si no vienes ahora no te dejaré entrar —sin agregar nada más se giró sobre sus talones para dirigirse de nuevo a las escaleras medio tambaleándose ya que aun se encontraba medio dormida.

Maria volteó a ver a muchacho y le sonrió tímidamente.

—Buenas noches —le entregó el vaso que no había soltado—. Muchas gracias.

—De nada, fue un placer tomar agua a la 1 de la mañana con usted, señorita Del Cerro.

—Sólo Maria.

—Señorita Del Cerro —le volvió a repetir levantando el vaso de cristal hacia ella como si ofreciera un brindis, Maria no entendió nada pero Nico tenía sus propios secretos—. Buenas noches.

Ella asintió rápidamente y corrió hacia las escaleras para alcanzar a Brenda.

Cuando Brenda escuchó los pasos de pies descalzos sobre la madera detrás de ella negó con la cabeza y lanzó un suspiro.

—Nena, si hubieras tardado dos segundos más te habría dejado afuera y hubieses tenido que dormir con Nico muy juntitos en el pequeño sillón —le dijo cuando la tuvo a su lado—. Al parecer no entendiste la indirecta.

—¿Cómo se supone que iba a saberlo? —dijo la rubia frunciendo el ceño—. Además ni siquiera quiero eso.

La rubia rodó los ojos y ambas entraron a la habitación.

—Creo que aun eres una niña, tienes mucho que aprender —cerró la puerta detrás de ella y corrió hasta la cama para dejarse caer—. Te puedo enseñar cuando quieras. Excepto hoy, tengo mucho sueño.

Maria le sonrió y caminó sin prisas hasta la cama, se sentó sin cubrirse con las cobijas, dudaba poder dormir de nuevo. Además tenía una estúpida sonrisa pegada a su rostro.

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