domingo, 27 de abril de 2014

Juguemos a Casarnos... Capitulo 15 ( Penúltimo capitulo)



Como ya veran en el titulo, es el penúltimo capitulo y queria hacerles dura esta historia bastante tiempo.
El proximo Viernes asegurado tienen el sigueinte capitulo que sera el final, pero no se preocupen tendra un Epilogo.

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¿Jugamos a casarnos? 


—¿Ya terminaron de fotografiar a los pájaros? —preguntó Rocio al ver como su hermana y su novio peleaban a muerte por el último trozo de emparedado.

Habían ido al parque ya que Gastón y Brenda decidieron empezar el día con un espíritu competitivo, ambos querían tomar la mejor fotografía pero no tenían modelo y aunque habían pensado en Rocio como una buena opción esta se negó rotundamente, les dio la opción de fotografiar a los pájaros que duraban horas cantando en el parque público y ambos habían aceptado emocionados.

Mientras ellos habían estado fotografiando cualquier cosa que se moviera Rocio había estado observándolos sentada debajo de la sombra de un árbol y acompañada de Whisky.

—Hermana, dile que sea caballeroso y me dé el último trozo de emparedado —dijo Brenda con tono aniñado, casi convencía a Gastón.

—He sido demasiado caballeroso dándote toda mi comida el día de hoy —se quejó el muchacho—. Si sigues comiendo así engordarás y no te verás linda con esa estatura… —ante la mirada de odio que le lanzó la pequeña rubia decidió callarse y como disculpa le ofreció el último trozo del emparedado.

—Olvídalo —dijo la muchacha—, tus sucias manos ya lo han tocado y probablemente hasta le pusiste veneno o qué se yo. Ni siquiera se lo daría a Whisky.

—No te metas con mi perrito —dijo Rocio prestándoles atención.

—Claro, haces el sordo cuando me quejo de tu novio, pero cuando hablo de tu mascota eres la primera en escuchar —intentó cruzarse de brazos pero la cámara que colgaba de su cuello se lo impidió. Su hermana mayor le sonrió y arrugó la nariz.

Gastón terminó el trozo de emparedado mientras observaba a las dos hermanas reír por algo que él no comprendió.
Brenda se marchó primero dejando a los dos enamorados solos o eso les hizo creer. Cuando los dos se besaron ella desde alguna parte del parque les tomó fotografías, satisfecha se marchó, después de todo sí había logrado hacer mejores fotos que Gastón. Un par de horas más tarde ya estaban en internet y con la reciente noticia valían mucho más…

—¿Qué te parece si jugamos a casarnos? —preguntó Gastón caminando detrás de ella.

Rocio se detuvo en seco y volteó hacia él.

Sus manos estaban entrelazadas así que él tuvo que detenerse rápidamente antes de chocar con ella.

—¿Jugar? —preguntó sonriendo.

—Sí, ya sabes, como el juego de la casita —ante el rostro de incomprensión de Rocio él le empezó a explicar—. Es decir que vayas a vivir conmigo, así podemos prepararnos para un posible futuro.

—Va enserio ¿eh? —bajó su vista para ver como su perro movía la cola esperando que ellos avanzaran junto a él—. Sí el viene conmigo podría considerarlo.

—Claro que viene, es parte de la familia.

—¿Cuándo? —preguntó entusiasmada. Su mano había empezado a temblar así que soltó la mano de su novio—. ¿Cuándo Jugaríamos a casarnos?

—Hoy mismo, ¿Por qué no?

—Sí, ¿Por qué no?

Cuando Rocio les platicó a sus padres el repentino plan que había formado con Gastón ellos tardaron en darle una respuesta, la amaban y también a Gastón, pero llevaban apenas un par de meses como novios oficiales, además que sería su segundo hijo en salir de casa, primero Victorio y ahora Rocio, tenían mucho en que pensar pero desde luego esa era decisión de su hija, si ella así lo quería entonces con lágrimas en los ojos la verían marchar y le desearían lo mejor.

***

Rocio salió de su clase para encontrar a su novio rodeado de una multitud de chicas, era lo común, no había día en que Gastón no fuese acosado por las demás estudiantes de la facultad y otras que ni siquiera iban en la facultad. Al principio le había molestado pero ahora ya no le importaba más, después de todo llevaba casi tres meses repitiéndose la misma escena, incluso la muchacha ya se sabía de memoria los diálogos de las fans de su novio.

—Considera salir conmigo algún día, guapo —dijo una rubia que parecía estar hecha de maquillaje.

—Zorra —Rocio no pudo evitar decirlo en voz baja, ella misma se sorprendió.

Caminó hasta acercarse a la multitud de chicas y escarbó entre ellas hasta llegar junto a Gastón.

—Ya, suficiente por hoy —agitó su mano para apartarlas—. Mañana a la misma hora estará aquí así que déjenlo en paz.

Esa actitud con la que llegó Rocio podía haber hecho enfurecer a todas las chicas pero había dos razones por las que sólo reían como si fuera la mejor broma del mundo: la primera era que sí hacían algo malo en contra de ella Gastón jamás les volvería a dirigir la mirada, la segunda era que ese día era el cumpleaños de Rocio.
Algunas de ellas felicitaron a Rocio porque así lo quisieron y otras sólo para quedar bien, muchas de ellas tenían la esperanza de que ambos terminaran en un par de meses así que mientras más buenas aparentaran ser más posibilidades tendrían con Gastón en un futuro. Ingenuas, si supiera lo que en ese momento pasaba por la cabeza del muchacho.

Gastón tomó posesión de la cintura de su novia y juntos empezaron a caminar hasta salir de la multitud. Él parecía notar algo que Rocio no veía, los chicos se la comían con la mirada, él no era el único que tenía fans. Desde que ella había participado en obras de teatro en el estado se había vuelto más reconocida y además que ser novia del modelo que recientemente había renunciado a su trabajo la hacía aun más famosa.
Sí, Gastón había decidido renunciar a esa carrera que ya no le satisfacía como al inicio, renunció un poco antes de su cumpleaños pero aun era contactado para seguir siendo modelo en diferentes agencias, en lugar de que su fama hubiera decaído un poco había aumentado y amenazaba con seguir así durante mucho tiempo más.

Pero no le importaba, lo único que le importaba estaba a su lado con un vestido casual de color blanco y como no, tenía detalles en color amarillo.

—Tus padres me pidieron que te distrajera hasta la noche para que no llegues a la fiesta antes de tiempo —dijo Gastón sonriente mientras seguían su camino hasta el auto.

Rocio levantó una ceja y lo volteó a ver.

—Se supone que debes distraerme sin que yo me dé cuenta para que eso sea una sorpresa ¿no? —el rostro de Gastón lució sorprendido.

—¿Fingirás sorpresa?

—Claro —le guiñó un ojo.

—Bien. Además la sorpresa que te tengo nos tomará casi toda la tarde —el muchacho empezó a apresurar más su paso—, tenemos que correr.

Rocio lo siguió entusiasmada.

—¿Otra sorpresa más? —la sonrisa en su rostro se agrandaba conforme se acercaban al auto amarillo.

—Una mucho más grande que llevarte el desayuno a la cama.

—Para mí eso es suficiente.

Levantó la mirada del libro que estaba leyendo para ver que habían pasado de largo justo por la avenida en donde Gastón debió haber girado, Rocio sabía que algo estaba fuera de control ya que esa carretera conducía a otro estado.

—¿Creo que te pasaste de largo? —dijo finalmente al ver que estaban demasiado lejos.

Su novio sólo negó con la cabeza sin despegar su vista de la carretera.

—¿Es parte de esa sorpresa? —le preguntó y lo vio asentir—. ¿Y requiere que vayamos a otro estado? —le asintió de nuevo—. ¿Por qué?

—Digamos que allá hay algo que no puedo traer tan fácilmente —le contestó sin añadir ni una pista de lo que tenía planeado.

—Pero…

—Tranquila, mi amor, está todo calculado.

Decidió no decir nada más y observar el paisaje que fue un poco de ciudad, después una zona un poco desértica y de nuevo más ciudad. Durante el camino hablaron y entre pláticas intentó sacarle una pista del lugar a donde se dirigían pero Gastón era demasiado listo para decirle algo.

—¿Puedes abrir la guantera? —preguntó Gastón señalando con la mirada el lugar.

Ella obedeció y dentro sólo había pañuelo de seda dorada.

—Necesito que te cubras los ojos sin hacer trampa.

—No sé si es buen idea, estoy empezando a creer que esto es un secuestro y le pedirás unos millones a mi familia —dijo viendo el pañuelo dorado.

—Creo que tu familia estará de acuerdo —dijo el muchacho sonriente.

—¿Qué me secuestres?

—Que te cubras los ojos.

La rubia rodó los ojos y los cubrió con el pañuelo que se sentía suave sobre su piel y esperó durante varios minutos hasta que sintió que el auto de su novio se detuvo.

—¿Ya me puedo quitar la venda? —preguntó llevándose las manos detrás de su cabeza para apartarla pero las manos de Gastón la detuvieron.

—Aun no, espera un poco más.

La emoción que sentía Gastón apenas si podía contenerla, al fin, después de tantos años le daría aquello que Rocio le había pedido, y no, no eran la pareja de tejones que le pidió un par de meses atrás cuando pasaron por la tienda de mascotas, era algo mucho más especial.
El muchacho la ayudó a salir del auto y se detuvo detrás de ella para poder guiarla sosteniéndola de los hombros.

—No hagas trampa —le susurró al oído provocándole instantáneos escalofríos.

—Sería imposible hacerlo, amor. Con lo grueso de esta tela no podría hacerlo aunque quisiera —y era verdad, ya había intentado echar un vistazo.

Con Gastón como su guía avanzaron por un camino que parecía estar cubierto de gravilla, al menos el sonido de piedras removiéndose, tronando y hundiéndose le hacía pensar a Rocio que se trataba de eso. El temor a tropezarse era mucho menos que la curiosidad de saber a donde la estaba llevando su novio, habían pasado casi tres horas de viaje y alrededor de media hora con los ojos vendados.

—Ya casi llegamos —le susurró y su corazón se aceleró.

De pronto el ambiente cambió, el aire era mucho más cálido que el de afuera y había muchos olores mezclados, todos ellos parecían ser aromas de plantas… más bien de flores…

¿Era un invernadero?

Al fin se detuvieron.

—Permíteme quitarte la venda.

Rocio sintió el aroma de un olor dulce, vainilla o tal vez… ¿chocolate?

El pañuelo dejó libres sus ojos y la imagen frente a ella la dejó en blanco. Los ojos se le inundaron de lágrimas pero no dejó caer ninguna.

Su novio, el amor de su vida, había recordado cuanto ansiaba poder conocer aquella flor llamada “Chocolate cosmos” o “La flor de chocolate”, la misma flor que significa “El fin del amor” y sin embargo para ellos había sido una forma de iniciar el suyo.

—¿Te gusta? —¿Cómo podía hacerle esa pregunta?

—Me fascina —contestó casi a punto de saltar de felicidad. Se acercó más a una flor, y absorbió el aroma hasta que sus pulmones se llenaron completamente, dejó salir el aire y lo hizo una vez más.

Gastón la contempló, vio como ella tomaba una flor delicadamente entre sus manos y acariciaba cada pétalo, la acercaba a su nariz olía la flor y acariciaba de nuevo las demás flores que estaban a su alrededor. Él había intentado por todos los medios poder llevar muchas de esas flores del invernadero hasta su casa, pero la universidad que se encargaba de hacer esos clones de aquella flor extinta no lo permitió, en cambio le ofrecieron una visita privada el día que él quisiera y otra cosa más…

—Sr. Dalmau —lo llamó un joven que al parecer se estaba escondiendo para que Rocio no lo viera—. Ya tenemos listo su pedido.

El pecho de Gastón se hinchó con el aire que había tomado.

—Bien —dijo reteniendo el aire—. Un segundo por favor —el joven asintió. Soltó el aire y asintió decidido—. Listo.

El joven se acercó a Gastón con un ramo de flores de chocolate, las tomó con una mano y la otra se escondía dentro del bolsillo del pantalón.

—Bien —murmuró para sí mismo una vez que el joven se había marchado y mientras observaba a su novia. Tomó aire una vez más y lo dejó salir, estaba listo—. Rocio —la llamó y ella volteó casi inmediatamente.

Gastón tenía un enorme ramo de flores y una sonrisa nerviosa en su rostro, ella, que estaba a un par de metros lejos de él, se acercó sin despegar su vista de las flores.

—Dijeron que estaba permitido llevarnos este pequeño ramo de flores —la sonrisa de su novia se ensanchó—. Feliz cumpleaños, mi amor —le extendió el ramo de flores y en cuanto ella lo tomó con sus dos manos Gastón la atrajo a él y la besó, fue un beso corto pero les bastó a ambos.

—Tiene una nota —dijo Rocio viendo el ramo, con una mano tomó el sobre pequeño y de color amarillo, sintió el sobre un poco raro pero no le tomó importancia.

Lo notó hasta que al introducir los dedos para sacar la tarjetita sintió algo grueso, apoyó el ramo sobre su brazo izquierdo de modo que su mano quedaba libre, el sobre estaba en su mano derecha y cuando lo puso boca abajo sobre su mano cayó algo, no se dio cuenta de que había cerrado sus ojos hasta que en lugar de ver lo que había en su mano lo sintió.

Era frio y pequeño, sabía que tenía una forma circular.

Abrió sus ojos para encontrarse con un anillo.

La reacción que Gastón había esperado de su novia no era la que tenía en ese momento, no esperaba que la sonrisa en su rostro se borrara, ni que el color de su piel se mezclara con el de su vestido de color blanco, no esperaba esa mirada temerosa con que lo vio.

Tenía un nudo en la garganta pero aun así le preguntó.

—¿Quieres casarte conmigo? —la vio tragar.

—No —contestó inmediatamente y Gastón casi cayó hacia atrás. Rocio parpadeó confundida, cerró su mano en un débil puño y dejó salir un aire que no sabía que había estado conteniendo—. Espera… yo… sí —asintió—, no… eso… —su cabeza estaba revuelta y las palabras que quería decir no se acomodaban en el orden que debían hacerlo. Intentó calmarse, sus manos estaban temblando y las sentía sin fuerza—. Sí quiero casarme —dijo finalmente viendo a su novio—, contigo —hizo una pausa—, pero aun no —asintió un par de veces—. Quiero casarme contigo pero aun no. Sabes, olvida la primera respuesta. Es un sí. Sólo un SÍ.

Gastón estaba realmente confundido, pero al parecer su novia le había dicho que sí a la propuesta de matrimonio.

—¿Sigues vivo? —le preguntó preocupada.

—Eso creo.

—Bien —sonrió nerviosa.

Abrió su mano y observó el anillo, una sonrisa de felicidad empezó a adornar su rostro y luego tuvo que morder sus labios para no llorar.

—Claro que quiero casarme contigo.

Gastón la abrazó y besó su sien.

—Gracias —le susurró—. Casi me matas.

Entre su abrazo no se dieron cuenta de que las flores casi se asfixiaban entre ellos dos.

—Espera —dijo Rocio y dejó las flores sobre una maceta—. Tú tienes la culpa —le dijo volviéndolo a abrazar—. Pero sí quisiera esperar un poco más de tiempo. Pienso que es muy pronto para casarnos.

—No tiene que ser pronto.

—Pero tampoco no muy después ¿verdad? —subió sus manos hasta el cuello de su novio.

—No. Podría ser justo en medio.

—Me parece genial.

—¿A dos años?

Rocio negó agitando su cabello castaño que ahora ya estaba más largo.

—¿Un año?

—Perfecto.

—Perfecto.

***

Llegaron a su ciudad hasta las 8 de la noche y aunque su intención era descansar después del largo y agitado día que habían tenido no les fue posible porque la casa de Gastón estaba llena de familiares, amigos y conocidos cercanos de su novia, ellos también querían pasar un día junto a la cumpleañera.

La pequeña Mía había empezado a llorar y vio como su mejor amiga Candela y su hermano mayor Victorio  intentaban tranquilizar a la pequeña, se preguntaba si ella algún día podía hacer bien ese tipo de papeles. Gastón también se preguntaba lo mismo.

Todas las personas que Rocio quería y apreciaba estaban ahí.

Qué bien.

Tenían una gran noticia que darles.

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