jueves, 15 de mayo de 2014

Corazones latiendo, capitulo 25

25
Rochi
los días. Habían pasado dos días desde que había visto a
Gaston. Se había detenido por la tienda una vez. Y, por
desgracia, lo vi por la ventana cuando cantaba su melodía.
Lucía como el infierno.
Quería abrazarlo, tocarlo; ¿estaba molesto conmigo o algo así? Él
me envió un mensaje un par de veces, pero realmente no habíamos
pasado el rato y eso apestaba. Me hizo darme cuenta de algunas
cosas sobre mí misma.
En primer lugar, era patética. Y en segundo lugar, realmente me
gustaba. Más allá de gustarme. Ni siquiera podía dormir ya porque
los recuerdos de él conmigo en la cama seguían inundando mi
conciencia, me hace revolver y dar vueltas como loca.
Había llegado el momento. Tenía que ser valiente, de lo contrario,
iba a perderlo. Al menos sabía que no podía soportar perderlo.
Sentía como si estuviera haciendo progresos, ¡y era todo debido a
Gaston!
Incluso alejé los anuarios esparcidos en mi habitación. No tuve el
corazón para tirar la sudadera de Pablo, así que la escondí en mi
closet.
Pero al menos no la llevaba puesta. ¿Ven? ¡Progreso!
Sonreí para mis adentros y limpié los mostradores. Solo tenía una hora
y luego iba buscar y atrapar a ese chico y besarlo. Me estremecí solo
de pensarlo.
—Alguien está feliz hoy —anunció una voz familiar. Ni siquiera había
oído el cascabel encima de la puerta. Vicco entró, con las manos en
los bolsillos de sus jeans. Hermoso al igual que su hermano, solo que
esta vez, cuando pensé en ello, me hizo sonreír en vez de llorar.
—¿Necesitas una solución caramelo? —Sonreí. Él me devolvió la
sonrisa—. Vicco, ¿qué pasa? ¿Necesitas demasiada azúcar?
—No. —Movió los pies y se negó a mirarme directamente a los ojos.
Carajo, ¿cuál era su problema?
—Por lo tanto, ¿estás aquí para mirar al suelo? Sabes que puedes
hacerlo fuera, ¿no?
Esta vez sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa.
—Haces las cosas difíciles a un chico, Rochi.
No me gustó el tono de su voz.
—Bueno, me han dicho que soy difícil.
—Más que difícil. —Sacó un pedazo cuidadosamente doblado de
papel de su bolsillo y jugueteó con él—. Yo, Este, tengo algo para ti.
—Aw, un poema, no deberías —bromeé.
—Rochi —gruñó y metió la nota en el bolsillo—. No importa. Esto no
está bien. Te... te veré más tarde. —Y así salió disparado.
—Extraño —dije en voz alta. Si no lo conociera pensaría que
acababa de pasarme una nota que decía: ¿Te gusto? Si es así, haz
un círculo en sí. Si no lo es, haz un círculo en no. El tipo parecía súper
nervioso.
Oh, bueno. No tuve mucho tiempo para pensar en su reacción,
teniendo en cuenta cuatro clientes entrando cuando él se fue.
Una hora más tarde estaba caminando por la playa. Le había
enviado un mensaje de texto a Gaston y le dije que me encontrara
allí. No sé por qué estaba nerviosa. Quiero decir, nos habíamos
besado antes. En realidad, nos habíamos besado más de un par de
veces, y cada vez que lo hicimos podría haber jurado que escuché
música.
Sonreí. Estaba sonriendo mucho más ahora. Tal vez había algo más
en todas esas cosas que lamento.
—Hola, cariño. —La voz familiar de Gaston hizo que mi cabeza se
levantara con atención. Estaba de pie junto a mí. Un par de Jeans
abrazaban sus caderas. Llevaba converse y una camiseta negra
ajustada que decía Sacudido, no revuelto.
—Bonita camiseta —señalé.
Él se echó a reír.
—Sí, fue un regalo de cumpleaños de Eugenia. Nicolas me hizo jurar que lo
usaría al menos una vez y tomara una foto para ella. Al parecer,
pensaba que era divertido.
—¿Por qué?
—Es una larga historia, una cosa de cita de películas con Nicolas que
me llevó a decirle que era como James Bond. ¿Sabes qué? Ni
siquiera es gracioso. No importa. —Tiró de mí en un abrazo de lado y
besó mi cabeza—. Entonces, ¿cómo estás?
—Hmm. —Lentamente di un paso atrás.
Sus cejas se movieron hacia arriba.
—¿Esa es tu respuesta? ¿Hmm?
—No. —Le sonreí—. Esta es. —Agarré su cabeza y lo besé en la boca
antes de que pudiera acobardarme. Recorrí su labio inferior con mi
lengua; él abrió la boca y luego envolvió sus brazos alrededor de mí
en respuesta. Escalofríos corrieron por mis brazos mientras su lengua
danzaba con la mía. El calor se extendió por todo mi cuerpo cuando
sus manos empezaron a recorrer lentamente por mi espalda.
Alguien silbó. Me aparté. Solo quería darle un pequeño beso, no
mutilarlo en público.
—Bueno, no sé tú, pero seguro me siento mejor. —Él sonrió y me besó
una vez más antes de tomar mi mano y caminar conmigo por el
paseo marítimo—. Ahora, ¿qué tienes en mente?
—Tú —contesté con honestidad—. ¿Estás bien?
Dejó de caminar. Mierda, ¿por qué su rostro se veía como si hubiera
confesado robar su cachorro?
—Este, seguro. —Se rascó la cabeza y miró hacia otro lado—. Solo,
tuve algunas cosas pasando con nuestro agente. Ellos todavía
quieren hacer el programa a pesar de que Nicolas y yo estamos
ávidamente en contra. Quieren poner en marcha el programa este
otoño e impulsarlo en primavera, así podemos grabar mientras
lanzamos. Algo acerca de golpear el mercado adolescente, para
subir la venta de los boletos. Aunque no lo sé.
—Deberías hacerlo. —Me encogí de hombros—. Quiero decir, ¿qué
tan malo puede ser? La gente ya los sigue y toman fotografías.
Además, ¿los reality shows no solo se emiten un par de semanas?
—¿Cómo es que sabes la agenda de un reality show? —Se rio.
—Sé que piensas que vivo debajo de una roca. —Lo empujé a un
lado—. Pero, no estoy totalmente desconectada del mundo.
Maldijo.
—Seis semanas. Serían seis semanas de rodaje.
—¿Y te gustaría filmar aquí?
—Sí. —Sus ojos se movieron de mis labios a mis ojos luego de regreso
otra vez. ¿Habíamos dejado de caminar de nuevo?—. Pero podrías
estar en el show también, Rochi. Quiero decir, alguien con quien
hable, alguien con quien esté involucrado estaría en el show. Esa es
una decisión muy importante no solo para ti, sino para mí. No me
gustaría arruinar la vida de alguien. —Palideció al instante y me soltó
la mano.
—Bueno, quiero decir. Yo... —Mierda, ¿por qué dije lo que tenía en
mente?—. Yo, Este… yo…
—¿Te comieron la lengua los ratones? —Rio Gaston.
Más como que Gaston Dalmau tiene la posesión de cada gramo de
sentido común cuando estoy en su presencia.
—Me gustas —espeté.
—Hmm. —Gaston se alejó de mí y se sentó en el borde de concreto
en el paseo marítimo—. Cuando dices gustar, ¿quieres decir a como
me gusta el helado?
Rodé los ojos y fui a sentarme a su lado.
—Tal vez.
—¿Gustar como... cuánto me gusta la forma en que sabes? —susurró
en mi oído. Me estremecí y traté de escabullirme, pero él me tenía
atrapada con el otro brazo—. ¿Gustar como lo mucho que me gusta
la forma en que tu cabello huele a coco?
Extendí la mano para tocar mi cabello. Gaston jugaba con un
mechón de mi cabello y lo llevó a su cara, inhalando lentamente.
Oh, Dios mío, era tan caliente. Me retorcí, pero todavía no me dejó ir.
—¿Gustar como lo mucho que me gusta la forma en que tus caderas
se balancean cuando caminas? ¿O la forma en que tu voz suena en
el teléfono? O qué tal... —Hizo una pausa, oh Dios mío, no podía
aguantar mucho más de esto. Él me estaba matando con su
cercanía. ¿Por qué tenía que ser tan sexy?—. Lo mucho que me
gusta la forma en que mi nombre suena en tus labios. La forma en
que tu nombre suena en los míos, o la forma en que nuestras manos
encajan perfectamente juntas. ¿Qué hay de la forma en que bebes
chocolate caliente? Carajo, podría verte beber chocolate caliente
todo el día.
Y me iba a desmayar.
—Rochi. —Abrió los ojos y me sujetó la barbilla con la mano y
murmuró a través de mis labios—. Me gustas mucho también.
E inserte sensaciones alteradoras de mente aquí. Sin darme cuenta,
mis manos se habían apoderado de su rostro y apreté los labios
contra los suyos. Necesitaba que fuera real. Quería tanto que ambos
sintiéramos lo mismo.
—Quiero que él se haya ido. —Gaston terminó el beso y miró hacia
las olas—. No voy a pedirte que elijas, porque me asusta que sea él.
Me asusta que elijas a alguien que no te pueda dar esto. —Me
agarró la mano y la puso sobre su pecho. El latido de su corazón se
estrelló contra mi mano—. Quiero ser tu primero y último. Quiero ser tu
todo. Pero estoy dispuesto a esperar hasta que estés lista para ello.
Para este sentimiento. Quiero que lo aprendas de memoria. Que
memorices la vida, Rochi. Porque eso es lo que quiero para nosotros.
Quiero que nosotros lo vivamos.
¿Cómo sabía siempre lo que hay que decir? Tiré mis brazos alrededor
de su cuello y lo abracé. Las lágrimas ardían en el fondo de mis ojos.
Odiaba que me conociera lo suficiente para saber que básicamente
me estaba pidiendo darme por vencida. Me encantaba que
estuviera dispuesto a esperarme. Y me odiaba aún más que lo
estaba obligando a hacerlo, cuando sabía que mi corazón ya era
suyo para ser tomado.

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