sábado, 17 de mayo de 2014

UN AMOR PELIGROSO 2, capitulo 17

17
La Navidad vino y se fue sin que lo note. Bueno, lo hice. No
puedes evitar ver cuando tu familia entera se aparece para
víspera de Navidad adornando con alguna variedad suéteres
rojos escoceses, rayados, cuadriculados o a lunares, brillando con luces
y tintineando con campanas. El feo suéter de Navidad era una nueva
tradición, una que esperaba desaparezca junto con el departamento
que vendía esas monstruosidades. Dos horas en la familia y todos excepto yo estaban en un tren expreso. Yo,
la única adolescente ahí, tan sobria como una monja a punto de tomar
sus votos.
La vida ya no tenía más sentido. Estaba a punto de parar de
intentar dárselo, en primer lugar.
Me acurruqué en el viejo sillón reclinable del abuelo, mirando
hacia los centello de las luces navideñas, intentando imaginar qué
estaría haciendo Gaston en ese exacto minuto.
Experimentando un momento de debilidad, deslicé el celular
fuera de mi bolsillo y tipié: “Felices Fiestas. XXX&O” presionando enviar
antes de que pudiera repensarlo. Esperé gran parte de la noche,
comprobando la pantalla para estar segura de que no había
respondido.
Nunca lo hizo.
Encontrando que no podía dormirme nuevamente la mañana del
Año Nuevo, caminé como un zombie hacia la cocina, yendo
directamente por una taza de café.
—Y yo que pensé que era la única que sufría insomnio en la
familia.
Ni siquiera me sobresalté, me hallaba demasiado privada de
sueño. Mamá se levantó de su silla en la mesa y se dirigió hacia la
alacena donde el abuelo guardaba sus tasas de café. Vertiendo una
para mí, agregó la azúcar y la crema sin preguntarme.
—Gracias. —Bostecé mientras ella dejaba la tasa en frente de mi
silla.
—De nada —dijo, sentándose nuevamente y mirándome como si
estuviese esperando por algo.
Muy temprano para saber qué exactamente, y con mi mamá,
nada era lo que parecía. Podría estar esperando a que le comparta
cada meta y sueño, tanto como podría estar a punto de decirme que
ese barrido de cabello que me ha estado favoreciendo últimamente no
era un buen look para mi cara con forma de corazón
Me quemaría a través de la tasa de café antes de que se
aclarara la garganta.
—Estoy oficialmente harta de esperar a que te sinceres con lo que
sea que te tiene tan deprimida, no puedes caer más bajo —dijo,
dejando su tasa en la mesa—. ¿Qué está pasando contigo? Sé
que es algo relacionado con Gaston, sólo que no me puedo imaginar qué
es.
Me encogí cuando usó mi primer nombre completo y me
estremecí cuando mencionó a Gaston. Incluso eso me lastimaba oír.
Suspiré, tomando un largo trago de café antes de apoyarlo.
—No estoy segura si se supone que deberíamos estar juntos —dije,
no ofreciendo nada más. Esto era, entre el meollo de mis
preocupaciones, el punto de partida.
Mi mamá asintió con la cabeza, tomándose unos momentos para
pensar antes de responder.
—¿No estás segura de si se supone que deben estar juntos o si no
deberían estar juntos?
Mi cerebro no trabajaba lo suficiente para tener este tipo de
conversaciones. —¿Hay alguna diferencia?
—Por supuesto —dijo apretando la tira de su nuevo albornoz—.
Para suponer tienes que asumir. El “debería” es una bestia
completamente diferente. Implica deber y obligación. Es un periodo
donde, supongo, hay un signo de interrogación —dijo, mirándome a
través de la mesa—. Entonces sí, hay una diferencia
Sip, debería haber haberme quedado en la cama y continuar
dando vueltas. Eso hubiese sido mejor que estar teniendo esta
conversación con mi mamá antes del amanecer.
—Supongo. No lo sé —dije.
—¿Quieres saber lo que estoy pensando? —preguntó mamá, su
voz y cara preocupadas.
—Claro —dije, necesitando algún consejo sólido de mamá. En los
meses que siguieron a mi último año, habíamos logrado reconstruir la
buena relación que perdimos después de la muerte de mi hermano. Incluso
colocó a escondidas algunas pocas servilletas con notas en los
paquetes CARE que ella y papá me habían enviado a la escuela.
—Desde la perspectiva de un forastero, tú y Gaston probablemente
no se supone que estén juntos —empezó suavemente, mirando mi cara
por mi reacción—, pero al mismo tiempo, ustedes dos deberían estar
juntos.
Sacudí la cabeza, intentando despejarme. No podía mantener el
ritmo. Este tipo de conversaciones parecían como una contradicción
gigante.
—Está bien, mamá. Eso fue tan claro como el barro —dije,
entrecerrando los ojos mientras un dolor de cabeza emergía—. ¿Me
estás diciendo que deberíamos o no deberíamos estar juntos?
—Deberían —respondió inmediatamente.
Feliz de que lo aclarará y, aunque yo quería llegar más lejos en la
explicación de lo que refería a deber/suponer, no lo podía hacer sin
darme a mí misma una migraña.
—¿Cómo puedes estar tan segura de eso cuando yo no lo estoy?
—Oh, cariño —dijo, acariciando mi mano—. Es porque estás
dejando que los cuentos de hadas que creciste escuchando y los
ideales infundidos de amor nublen tu mente. El amor no es fácil.
Especialmente ese que es del bueno. Es difícil, y querrás arrancar tus
pelos tantos días como sientas el viento en tu espalda. —Hizo una
pausa, sonriendo para sus adentros—. Pero vale la pena. Vale la pena
luchar por ello. No dejes que lo que no es real te deje ciega de lo que sí
es. La vida no es perfecta, estamos seguros como la mierda de que no
lo es, entonces ¿Por qué deberíamos esperar que el amor lo sea?
—Lo entiendo, enserio lo hago. Pero vamos, mamá —dije
arrastrando mi dedo sobre el borde de la taza—, el amor sólo no es
suficiente algunas veces.
—Bebé —dijo, mirándome como si hubiese dicho algo muy
inmaduro—, firmaría mi nombre en sangre que no lo es.
Gemí, hundiéndome en mi silla. Esta pequeña conversación
madre-hija no me llevaba a ningún lado.
—Estoy tan malditamente confundida ahora, mamá. Estoy tan
confundida que no creo que nada que puedas decir o explicar, podría
aclarar todo para mí.
Se mantuvo en silencio por un minuto, su frente se arrugó junto
con la esquina de sus ojos mientras trabajaba sobre algo en su mente.
—El amor es lo que los llevó a estar juntos. Pero es la sangre,
el sudor y las lágrimas del trabajo duro lo que los mantiene juntos —
empezó, eligiendo sus palabras con cuidado—. El amor no es sólo amor,
cariño. Es trabajo duro y confianza, y lágrimas con incluso algunos
atisbos de devastación. Pero al final del día, si puedes mirar a la persona
a tu lado y eres incapaz de imaginar a nadie más a quien preferirías
tener allí, el dolor y angustia y los altibajos del amor valen la pena.
Y las nubes de confusión comenzaron a separarse.
—En el amor hay tanto sufrimiento como dulzura. Si tiene esos dos
ingredientes, le llaman amor. No pueden llamarlo agridulce
—¿Estás diciendo que todas las relaciones experimentan el mismo
tipo de altibajos que Gaston y yo? —pregunté, tomando otro sorbo de
café—. Porque pienso que más gente elegiría estar sola si ese fuese el
caso.
—eres una persona pasional, emocional. Gaston no es muy
diferente. ¿Cuál esperas que sea el resultado cuando vuelvan juntos?
Ustedes dos no multiplican los picos y valles juntos; tú de forma
exponencial los afectas —dijo, levantándose y tomando la cafetera del
recipiente.
—Y no hay duda de que para algunas personas, la vida sería
mucho más fácil si nunca se enamorasen. Para nunca tener que
depender de un hombre como si fuese más esencial que el aire que te
mantiene viva. —Llenó mi tasa, luego de la suya, antes de dejar la jarra
entre nosotras. A juzgar por la conferencia de amor-atón de mi madre
aquí, la agotaríamos pronto—. La vida sería más suave y sabrías más
acerca de qué esperar día a día para mantener el amor fuera de tu
vida. —Hizo una pausa, mirando por la ventana hacia los primeros rayos
del amanecer que brillaban a través de esta—. Pero estarías sola.
—¿Entonces estás diciendo que yo debería elegir a Gaston sobre la
vida de ermitaña en soledad? —pregunté, levantando las cejas hacia
ella.
—Estoy diciendo que deberías elegir a Gaston si, al final del día,
cuando el mundo se vuelva contra ti, puedas decir con absoluta
certeza que quieres a Gaston a tu lado. ¿Puedes decir que los buenos
tiempos valen por sobre los malos?
Mi cuerpo y mi mente se ponían más alertas mientras la cafeína
pulsaba en mis venas, y mi cabeza empezó a trabajar por cuenta
propia después de semanas de preocupación e incertidumbre.
Ya era hora.
—¿Cuándo te volviste su fan Número Uno? —pregunté, sonriendo
hacia ella. Mi mamá había ido de la aversión hacia Gaston cuando lo
conoció por primera vez, a no gustarle a lo largo de todo mi último año,
a tolerarlo desde que él y yo hemos estado juntos en la universidad. No
me había dado cuenta de que ella había cruzado hacia la tierra de la
aceptación.
—Cuando demostró una y otra vez que es tuyo —respondió con
sencillez—. Puedo perdonar las culpas del pasado de un hombre, sus
carencias presentes, y sus futuros errores si a cada minuto de cada día
él me ama como si fuese su religión —dijo, tomando un respiro—. Gaston
te ama así. Sólo me tomó un tiempo verlo, por lo tanto tiene el sello de
aprobación de mamá ahora.
No respondí, mi mente se sentía cansada del trabajo intenso. No
tanto re-pensando las cosas, pero si realineando expectativas y
presunciones e incluso un poco de mi modo de ver el mundo. Había
estado tan enfocada en las razones por las que Gaston y yo no
deberíamos estar juntos, que estuve ciega de las razones por la que sí
deberíamos. Y ahora que “veo la luz”, esas razones valieron cada
dificultad que se presentaron en nuestro camino.
—¿Trabajando las cosas por allí, cariño? —dijo mi madre,
sorprendiéndome. Me había ido tan lejos recorriendo los caminos de mis
pensamientos, que todo se había desvanecido.
Tomé una respiración lenta, sintiendo un sangrado de confianza
en mis venas, ahogando todo tipo de duda. —Todo resuelto, creo —dije
sintiendo el peso del chaleco que había estado usando por mucho
tiempo levantarse—. Gracias mamá. Por el café, por escuchar, y por la
charla “Vuelve con Gaston”.
—De nada—dijo arqueando las cejas mientras me
estudiaba—. Pero ¿Qué demonios estás haciendo todavía en esa silla?
Mis ojos se entrecerraron—¿Estaba abogando por lo que creo
que hacía?
Agitando sus manos hacia la puerta trasera, dijo—: Ve a buscar a
tu hombre. Ve y sean felices y miserables juntos.
Sip, ella lo hacía.

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