Holas Gastochi, me recuerdan??? en realidad no las culparía por olvidarse de mi o de mi nove, bueno soy *Mafe* quiero pedir disculpas por mi desaparición este año, ha sido un tanto pesado entre la U y el trabajo, pero ya sali a vacaciones de la universidad y prometo ponerme al día y aprovechar cada espacio que tenga para seguir la nove, acá les dejo un capi bastante largo creo yo como disculpa y sin más...
Capitulo 59
Creo que pocas cosas he temido en mi vida tanto como aquella cena. Estuve nerviosa durante todo el día. A las cinco de la tarde, me sentía como si tuviera el estómago lleno de cemento y estaba convencida de que no podría comer ni un bocado.
De todos modos, el orgullo me empujó a sacar del armario mi mejor vestido, uno rojo de lana de manga larga y con el cuello en pico que dejaba ver el inicio de mis pechos. Era ceñido en la parte del tronco, y la falda tenía un ligero vuelo. Me pasé al menos tres cuartos de hora alisándome el cabello. Después me apliqué una leve capa de sombra gris en los párpados, un toque de brillo de labios y ya estaba lista para la cena. A pesar de mi estado de ánimo taciturno, sabía que nunca había tenido mejor aspecto.
Me dirigí a la habitación de mi hermana y descubrí que la puerta estaba cerrada con llave.
—Aleli —la llamé—, son las seis. Ya es hora de irnos, sal de la habitación.
—Necesito unos minutos más —respondió ella con voz apagada.
—Date prisa, Aleli —la apremié con cierta exasperación—. Déjame entrar y te ayudaré.
—Puedo hacerlo yo sola.
—Quiero verte en el salón dentro de cinco minutos.
—¡De acuerdo!
Yo resoplé y me dirigí al ascensor. El salón estaba vacío, aunque un fuego crepitaba y chisporroteaba en la chimenea. Sorprendida, me dirigí al mueble bar, me serví una Coca-Cola con un chorro de ron Zaya y lo mezclé con el dedo índice. Ingerí un trago de aquella mezcla medicinal y el frío líquido descendió por mi garganta produciéndome un vivo ardor. Quizás había echado demasiado Zaya.
Para mi desgracia, cuando estaba a medio tragar, me volví ligeramente y vi que Rama entraba en la habitación. Durante unos segundos, luché para no escupir el líquido y, cuando conseguí tragarlo, empecé a toser con vehemencia y dejé el vaso sobre el mueble.
Rama acudió junto a mí al instante.
—¿Se te ha ido por el otro lado? —me preguntó solícito mientras me frotaba la espalda realizando círculos con la mano.
Yo asentí con la cabeza y seguí tosiendo mientras mis ojos se humedecían. Él pareció preocupado y divertido al mismo tiempo.
—Es culpa mía. No pretendía asustarte.
Continuó apoyando la mano en mi espalda, lo cual no ayudó nada a que yo recobrara el ritmo de la respiración.
Enseguida me di cuenta de dos cosas, la primera es que Rama estaba solo, y la segunda, que estaba muy sexy con su jersey negro de cachemira, sus pantalones grises y sus mocasines negros de Prada.
Yo tosí por última vez y, sin poder evitarlo, me encontré mirando los ojos claros y cristalinos de Rama.
—Hola —lo saludé de una forma penosa.
—Hola —me saludó él con una leve sonrisa.
La proximidad de Rama provocó que una peligrosa ola de calor inundara mi cuerpo. Me sentía feliz de estar junto a él, pero también me sentía miserable por un sinfín de razones, y humillada por el deseo que me embargaba de lanzarme entre sus brazos. La agitación que sentí al experimentar todos aquellos sentimientos al mismo tiempo casi superó mi capacidad de aguante.
—¿Daniela ha... ha venido contigo?
—No. —Durante un instante, pareció que iba a añadir algo más, pero se contuvo y echó una ojeada a la habitación—. ¿Dónde está todo el mundo?
—No lo sé. Creí que Pedro había dicho a las seis.
Su sonrisa se volvió irónica.
—No sé por qué estaba tan interesado en reunimos a todos esta noche. La única razón de que haya venido es porque esperaba que encontráramos unos minutos para hablar tú y yo más tarde. —Se produjo una breve pausa y Rama añadió—: Solos.
Un estremecimiento de nerviosismo recorrió mi espalda.
—De acuerdo.
—Estás muy guapa —declaró Rama—. Claro que siempre lo estás. —Antes de que pudiera responder, él continuó—: Mientras venía, Jack me ha telefoneado y me ha dicho que no podrá acompañarnos esta noche.
—Espero que no haya caído enfermo.
Intenté parecer preocupada, aunque, en aquel momento, Jack no me preocupaba en absoluto.
—No, se encuentra bien, pero, por lo visto, su novia lo ha sorprendido con dos entradas para un concierto de Coldplay.
—A Jack no le gusta nada Coldplay —declaré, pues lo había oído realizar comentarios en este sentido.
—Lo sé, pero le gusta acostarse con su novia.
En aquel momento, Julia y Aleli entraron en el salón y Rama y yo nos volvimos hacia ellas. Julia iba vestida con una falda de tela fina de color lavanda, una blusa de seda a juego y un pañuelo de Hermés anudado al cuello. Para mi consternación, Aleli iba vestida con tejanos y un jersey rosa.
—Aleli, ¿todavía no te has vestido? —le dije—. Te he dejado preparada la falda azul y...
—No puedo ir —replicó ella con júbilo—. Tengo muchos deberes, de modo que iré con tía Julia a la reunión de su grupo de lectura y los haré allí.
Julia nos miró con pesar.
—Acabo de acordarme de que hoy se reúne el grupo de lectura y no puedo dejar de ir. Mis compañeras son muy estrictas con la asistencia. Dos faltas injustificadas y...
—¿Dónde está papá? —la interrumpió Rama.
—El tío Pedro nos ha dicho que os digamos que le duele la pierna y que se quedará en casa viendo una película con su amiga Vivian —contestó Aleli con inocencia.
—Como vais tan guapos y arreglados, lo mejor será que vayáis a cenar sin nosotros y que os divirtáis.
Las dos desaparecieron como si actuaran en una comedia de enredo y nos dejaron allí, totalmente desconcertados. Se trataba de una conspiración.
Atónita y avergonzada, me volví hacia Rama.
—Yo no he tenido nada que ver con esto, te prometo que...
—Lo sé. Lo sé. —Rama parecía algo exasperado, pero entonces se echó a reír—. Como ves, a mi familia no le importa un comino la sutileza.
Al ver una de sus raras sonrisas, una oleada de placer recorrió mi cuerpo.
—No es necesario que vayamos a cenar—declaré—. Debes de estar cansado después del viaje a Nueva York. Además, supongo que a Daniela no le gustaría mucho la idea de que saliéramos solos.
Su sonrisa se apagó.
—En realidad, Daniela y yo rompimos ayer.
Yo creí que no lo había oído bien. Tenía miedo de sacar conclusiones a partir de sus palabras. Sentí que mi pulso se aceleraba por debajo de mi piel, en mis mejillas, en mi garganta y en la parte interna de mis brazos. Sin duda, mi expresión debía de ser de una confusión patética, pero Rama no dijo nada, sólo esperó mi respuesta.
—Lo siento —pude decir por fin—. ¿Por eso fuiste a Nueva York? ¿Para... romper con ella?
Rama asintió con la cabeza y colocó un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja mientras su pulgar rozaba el borde de mi mandíbula. Yo enrojecí y permanecí en tensión, pues sabía que, si relajaba aunque sólo fuera un músculo, me desplomaría.
—Me di cuenta de que, si estaba tan obsesionado con una mujer que no podía dormir por las noches, no tenía sentido que saliera con otra, ¿no crees? —declaró Rama.
Yo no podría haber pronunciado una palabra aunque me fuera la vida en ello. Deslicé la mirada hasta su hombro y sentí un deseo intenso de reposar mi cabeza en él. Su mano jugueteó con mi cabello con una suavidad electrizante.
—Entonces..., ¿les seguimos el juego? —oí que Rama me preguntaba después de unos instantes.
Yo recobré fuerzas y lo miré. Estaba guapísimo. El fuego de la chimenea derramaba un juego de luces y sombras sobre su piel y producía destellos en sus ojos. Los ángulos de sus facciones resaltaban con nitidez. Necesitaba un corte de pelo. Su espeso cabello empezaba a curvarse en el borde superior de sus orejas y en su nuca. Yo recordé su tacto entre mis dedos, que era como una seda áspera, y experimenté un ardiente deseo de tocar su cabeza y de acercarla a la mía. ¿Qué me había preguntado? ¡Ah, sí, que si les seguíamos el juego!
—Odiaría darles esa satisfacción —respondí.
Él sonrió.
—Tienes razón. Por otro lado, tenemos que comer. —Su mirada se deslizó por mi cuerpo—. Y estás demasiado guapa para quedarte en casa esta noche. —Rama apoyó una mano en la parte baja de mi espalda y me empujó con suavidad—. Salgamos de aquí.
Su coche estaba aparcado en la entrada. Rama me ayudó a entrar en su coche aerodinámico y me abrochó el cinturón de seguridad. Yo me relajé en el asiento e inhalé el olor a piel lustrosa mientras contemplaba el salpicadero. Rama condujo con una mano, cogió un móvil que colgaba de la consola delantera y me lanzó una mirada breve.
—¿Te importa si realizo una llamada rápida?
—No, claro que no.
Cruzamos la verja de la finca. Se trataba de una noche corriente para algunas personas, mientras que, para otras, estaban sucediendo cosas inimaginables.
Rama pulsó una tecla y alguien respondió a su llamada. Él habló sin siquiera saludar.
—Hace sólo dos horas que he llegado de Nueva York, papá. No he tenido tiempo ni de deshacer el equipaje. Te sorprenderá, pero, como verás, no siempre hago las cosas según tu agenda.
Pedro le contestó.
—Sí —respondió Rama—, lo entiendo, pero te lo advierto, de ahora en adelante ocúpate de tu propia vida amorosa y no interfieras en la mía. —Rama cerró el móvil con un movimiento rápido—. ¡Viejo metomentodo! —murmuró.
—Se entromete en los asuntos de todo el mundo —declaré yo casi sin aliento ante la implicación de que yo formaba parte de su vida amorosa—. Es su forma de demostrar afecto.
Rama me lanzó una mirada sarcástica.
—¡Ya!
Una idea cruzó por mi mente.
—¿Él sabía que ibas a romper con Daniela?
—Sí, yo mismo se lo conté.
Pedro lo sabía y no me había dicho nada. Quería matarlo.
—De modo que ésa es la razón de que se tranquilizara después de hablar contigo por teléfono —reflexioné en voz alta—. Me imagino que no era un gran fan de Daniela.
—No creo que Daniela le importara mucho, ya sea en un sentido o en otro, pero se preocupa mucho por ti.
El placer se desparramó en mi interior como si fuera un montón de fruta que no pudiera sostener más.
—Pedro se preocupa por mucha gente —declaré como restándole importancia a su afirmación.
—En el fondo, no. Con la mayoría de las personas es bastante reservado. Yo he heredado esa forma de ser de él.
Sentí el impulso de contárselo todo, de relajarme por completo en su presencia, pero se trataba de un impulso peligroso. Por otro lado, aquel coche era como un oscuro capullo de lujo y me inspiró un sentimiento de intimidad hacia aquel hombre al que apenas conocía.
—Pedro me habló de ti durante años —le expliqué yo—. Y también acerca de tus hermanos y tu hermana. Siempre que acudía a la peluquería, me ponía al corriente de lo que ocurría en la familia. Por lo que me contaba, daba la impresión de que tú y él siempre estabais discutiendo, aunque se notaba que era de ti de quien se sentía más orgulloso. Incluso cuando se quejaba de ti, lo hacía con orgullo.
Rama sonrió levemente.
—En general, no es tan parlanchín. Mi padre es el último hombre a quien me imaginaría haciéndose la manicura. Como supondrás, fue la causa de más de un comentario especulativo en la familia.
Lo que Rama pensaba de mí me importaba mucho.
—Yo nunca le pedí nada —declaré con ansiedad—. Nunca pensé en él como un..., ya sabes, un amante generoso. Nunca me hizo regalos ni...
—Valeria —me interrumpió Rama con dulzura—. No pasa nada. Lo comprendo.
—¡Oh! —Solté un suspiro largo—. Bueno, ya sé lo que parecía.
—Enseguida me di cuenta de que no había ese tipo de relación entre vosotros, pues deduje que cualquier hombre que se acostara contigo querría hacerlo continuamente.
Se produjo un silencio.
Su provocativo comentario encauzó mis pensamientos en dos direcciones, una de deseo y la otra de una profunda inseguridad. Pocas veces había querido tanto a un hombre como quería a Rama, pero yo no era suficiente para él. No tenía experiencia ni habilidades y, mientras practicaba el sexo, me distraía con facilidad. Nunca conseguía acallar los caprichos de mi mente, la cual, en medio del acto sexual, se ponía a pensar cosas como: «¿He firmado ya la autorización para la salida escolar de Aleli?» o «¿Podrán eliminar la mancha de café de mi blusa blanca en la tintorería?». En pocas palabras, yo era un desastre en la cama. Y no quería que aquel hombre se enterara.
—¿Hablaremos de aquello? —preguntó Rama.
Yo sabía que se refería al beso.
—¿A qué te refieres? —contesté.
Él rió con suavidad.
—Supongo que no.
Continuara...
*Mafe*
@gastochi_a_mil

PORFINNNNN!! Extrañaba esta noveee!!.. Espero el proximo cap! :)
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