lunes, 16 de junio de 2014

Mi Nombre es Valery Cap 65



Capitulo 65


Valeria, no haré nada que pueda hacerte daño.

Yo asentí levemente sin embargo, él me había hecho daño en el pasado, pensé. Comprendía las razones por las que se había ido de Welcome. Comprendía por qué creyó, en su momento, que no tenía elección. Y no lo culpaba. El problema radicaba en que yo había continuado con mi vida y, después de años de lucha y de una gran soledad, al final había conectado con otro hombre. 

Mi príncipe encantado por fin había aparecido, pensé con desconsuelo, y llegaba demasiado tarde.

«No necesariamente», insistía mi mente. Gastón y yo todavía podíamos estar juntos. Los viejos obstáculos habían desaparecido y los nuevos...

Siempre hay una alternativa, pero saberlo resulta de lo más incómodo.

Me dirigí hacia la luz y abrí el pequeño bolso que colgaba de mi brazo. No sabía si podría arreglar mi maquillaje. La fricción de la piel, la boca y los dedos de Gastón había eliminado la fina capa de colorete. Me empolvé la cara, utilicé la yema del dedo anular para limpiar las manchas de delineador de ojos del párpado inferior y me apliqué brillo de labios. La diminuta pegatina que había colocado cerca del borde exterior de mi ojo había desaparecido. Quizá los demás no lo notarían. Todo el mundo estaba bailando, bebiendo o comiendo y lo más probable era que, a aquellas alturas, yo no fuera la única a la que se le hubiera estropeado el maquillaje.

Cuando llegué al jardín posterior de la casa, vi la oscura figura de Ramiro, alta y precisa como la hoja de un cuchillo. Se acercó a mí con pasos relajados y me cogió por el brazo, que estaba helado.

¡Eh! —declaró—. Te estaba buscando.-Yo esbocé una sonrisa forzada y breve.
Necesitaba un poco de aire fresco. Lo siento. ¿Hace mucho que me esperabas?

Las facciones de Ramiro eran sombrías.

Jack me dijo que te vio salir con alguien.
Sí, me encontré con un viejo amigo. Alguien de Welcome, ¿te lo puedes creer? —Creí que había hablado con gran despreocupación, pero, como siempre, Ramiro se mostró muy receptivo y me volvió de cara a la luz.
Querida, sé qué aspecto tienes cuando alguien te ha besado...

Yo me quedé sin habla. Los diminutos músculos de mi cara temblaron de culpabilidad y los ojos se me humedecieron con lágrimas de súplica.

Ramiro me observó sin demostrar ninguna emoción. Sacó el móvil del bolsillo interior de la chaqueta y le dijo al chófer de la limusina que nos recogiera en la entrada.

¿Nos vamos? —pregunté a pesar de la áspera bola que atenazaba mi garganta.
Sí.

 Ramiro realizó otra llamada.

Jack. Sí, soy yo. Valeria tiene dolor de cabeza. Demasiado champán. Nos vamos a casa, ¿Puedes despedirnos de...? De acuerdo, gracias. Y échale un ojo a papá. —Jack hizo un comentario y Ramiro rió un poco—. Estadísticas. Más tarde.
Plegó el móvil y volvió a guardarlo en su chaqueta.
¿Pedro está bien? —pregunté yo.
Sí, pero Vivian está enfadada porque muchas mujeres andan detrás de él.

Aquello casi me hizo sonreír. Uno de mis tacones se hundió en un bache del suelo y, sin pensarlo, me agarré a Ramiro. Él enseguida me sujetó y me rodeó la espalda con el brazo mientras seguíamos caminando. Aunque estaba furioso, Ramiro no permitiría que me cayera.

Ramiro habló con el chófer con toda tranquilidad.

Phil, dé vueltas durante un rato. Ya le indicaré cuándo podemos volver a la ciudad.
Sí, señor.

Ramiro pulsó unos botones. La mampara de separación se cerró y el minibar se abrió. No podría decir si Ramiro estaba enfadado o no. Se lo veía relajado, con una calma que casi daba miedo y que empezaba a parecerme peor que los gritos. 

—. ¿Quien es él?

En mis relatos acerca de mi infancia, cuando le conté a Ramiro mis recuerdos sobre mi madre, mis amigas y todo lo relacionado con Welcome, nunca nombré a Gastón. Le había hablado de él a Pedro, pero todavía no había conseguido mencionárselo a Ramiro.

Intenté mantener la voz firme y le hablé de Gastón: que lo conocía desde que tenía catorce años, que, mi madre y mi hermana aparte, él había sido la persona más importante para mí en el mundo, que lo había amado.

Me resultó muy extraño hablarle a Ramiro de Gastón, y mi pasado y mi presente chocaron. Entonces me di cuenta de lo diferente que era la Valeria Gutierrez del campamento de casas prefabricadas de la mujer en la que me había convertido. Tenía que reflexionar acerca de esta cuestión. Tenía que reflexionar acerca de muchas cosas.

¿Te acostaste con él? —me preguntó Ramiro.
Quería hacerlo —reconocí yo—, y lo habría hecho, pero él no quiso. Me explicó que, si nos acostábamos, le resultaría imposible dejarme. Y tenía ambiciones.
Ambiciones que no te incluían.
Los dos éramos demasiado jóvenes y no teníamos nada. A la larga, creo que fue mejor así. Gastón no podría haber logrado sus objetivos arrastrándome a mí como a una piedra de molino colgada del cuello. Y yo no podía dejar a Aleli.

No sé qué leyó Ramiro en mis expresiones, en mis gestos o en los breves silencios entre mis palabras, lo único que sé es que, mientras hablaba, sentí que algo se resquebrajaba, mi aplomo inflexible se rompió como una capa de hielo sobre el agua en movimiento y Ramiro la pisoteó sin piedad.
De modo que lo amabas, él te abandonó y ahora quiere otra oportunidad.
Él no ha dicho eso.
No es necesario que lo diga, pero resulta obvio que tú sí que quieres otra oportunidad —declaró Ramiro con rotundidad.
Yo me sentía agotada e irritable. Mi cabeza parecía un tiovivo.
No sé si es eso lo que quiero.
Los pequeños rayos de luz del minibar se reflejaron con crudeza en sus facciones.
¿Todavía estás enamorada de él?
No lo sé.
Los ojos se me humedecieron.
No llores —declaró Ramiro perdiendo la calma—. Yo haría casi cualquier cosa por ti. Creo que hasta mataría por ti, pero no voy a consolarte mientras lloras en mis brazos por otro hombre.

Yo pellizqué los bordes de mis ojos con la punta de los dedos y me tragué las lágrimas, que abrasaron mi garganta como si fueran ácido puro.

Volverás a verlo —comentó Ramiro al cabo de un rato.
Yo asentí con la cabeza.
Tenemos..., tengo que aclarar las cosas.
¿Follarás con él?
Aquella cruda palabra, que Ramiro utilizó a propósito, fue como una bofetada en mi rostro.
No tengo planeado hacerlo, no —respondí con frialdad.
No te he preguntado si tienes planeado acostarte con él, sino si vas a hacerlo.
Yo empecé a enfadarme también.
¡No! No me acuesto con alguien con tanta facilidad. Tú ya lo sabes.
Sí, lo sé. Y también sé que no eres el tipo de mujer que acude a una fiesta con un tío y termina besuqueándose con otro, pero lo has hecho.
Yo me ruboricé de vergüenza.
No pretendía hacerlo. Verlo constituyó una gran impresión para mí. Simplemente..., sucedió.
Ramiro dio un respingo.
En lo que a excusas se refiere, cariño, ésa es la peor.
Lo sé, y lo siento. No sé qué otra cosa puedo decir. La verdad es que amé a Gastón mucho tiempo antes de conocerte a ti, y tú y yo acabamos de empezar una relación. Quiero ser justa contigo, pero, al mismo tiempo, tengo que averiguar si lo que sentía por Gastón todavía existe, lo que significa que tengo que mantener en espera nuestra relación hasta que lo averigüe.

Ramiro no estaba acostumbrado a que lo mantuvieran en espera. Esta situación no encajaba con él. De hecho, lo sacó de sus casillas. Ramiro alargó los brazos y tiró de mí hacia él mientras yo daba un brinco.

Hemos hecho el amor, Valeria, y no hay marcha atrás para eso. Él no puede aparecer de repente y arruinar nuestra relación tan fácilmente.
Sólo hemos hecho el amor una vez —protesté yo.
Él arqueó una ceja en actitud sarcástica.
De acuerdo, varias veces —reconocí yo—, pero sólo una noche.
Ya es suficiente. Ahora eres mía y te quiero más de lo que él te quiso o te querrá nunca. Recuérdalo mientras te aclaras. Mientras él te cuenta lo que tú quieres oír, sea lo que sea, recuerda que... —Ramiro se interrumpió de repente. Respiraba con dificultad y sus ojos ardían de tal manera que se podría haber encendido un fuego con ellos—. Recuerda esto —terminó con voz gutural y me apretó contra él.

Sus brazos estaban demasiado tensos y su boca demasiado dura. Nunca me había besado de aquella forma antes, con ansiedad inflamada por los celos. La situación lo había empujado más allá de sus límites. Ramiro me tumbó con ímpetu sobre la tapicería de piel de la limusina y, mientras se echaba encima de mí sin separar sus labios de los míos, noté que su aliento ardía.
Yo me retorcí. No sabía si quería apartarlo o acercarlo más a mí. Con cada sacudida mía, Ramiro se hundía más y más entre mis muslos exigiendo que lo aceptara, que lo tomara. La dureza de su cuerpo me hizo recordar las cosas que me había hecho en la cama, el placer embriagador que me había hecho sentir, y todos los pensamientos y las emociones que experimentaba se empaparon de deseo. Lo quería con todas mis fuerzas y me dejé ir ciegamente. Me puse a temblar de pies a cabeza y me contorsioné contra la presión de su carne, que aumentaba de dureza y de grosor debajo de la fina lana de su pantalón. Exhalé un gemido grave y deslicé las manos hasta sus caderas.
Los siguientes minutos fueron como un sueño enfebrecido en el que forcejeamos con frenesí. La fina tela de mis bragas se enredó en la hebilla de una de mis sandalias y se resistió a los esfuerzos de Ramiro por liberarla, hasta que, al final, Ramiro rasgó la tela con sus manos. Me subió el vestido hasta la cintura y mi piel quedó aplastada contra la piel fría del asiento. Una de mis piernas colgaba, extendida y licenciosa, hasta el suelo y no me importaba, pues la necesidad latía en todas las células de mi ser.

Sus dedos agarraron el borde superior de mi vestido y tiraron hacia abajo hasta que mis pechos, con una delicada sacudida, quedaron libres. Yo gemí al sentir el calor de su boca en mi pecho, el borde de sus dientes, los lametazos de su lengua. Ramiro deslizó una mano entre nuestros cuerpos y tiró de los botones de su pantalón. Yo abrí mucho los ojos al sentir su miembro, listo y caliente, exigiendo entrar. Mi vista se nubló cuando mi cuerpo cedió al contacto húmedo, a la impactante invasión de lo duro en lo blando. Mi cabeza se relajó en la sólida firmeza de su brazo y su boca recorrió con gula mi cuello expuesto. Ramiro empezó a empujar en mi interior con un ritmo fuerte que me sacudió y me hizo jadear.

El coche se detuvo frente a un semáforo en rojo y todo permaneció inmóvil, salvo los empujones y la fricción interior. A continuación, el coche tomó un desvío y avanzó con una velocidad cada vez mayor, como si hubiéramos entrado en la autopista. Yo acepté a Ramiro una y otra vez, mientras intentaba acercarlo a mí tanto como me era posible. Clavé las uñas en su ropa. Necesitaba su piel, pero no podía alcanzarla. Necesitaba... Necesitaba... Sus labios volvieron a los míos e introdujo la lengua en mi boca. Ramiro me llenaba por todas partes, penetrándome más y más hasta que los espasmos, suaves y dulces, irradiaron de mi cuerpo al de él. Me estremecí e interrumpí el beso mientras inhalaba grandes bocanadas de aire. Ramiro contuvo el aliento y lo soltó en un siseo, como la leña verde en una hoguera.

Borracha de endorfinas, me sentí tan fláccida como una funda de almohada vacía mientras Ramiro me incorporaba en el asiento. Sostuvo mi cabeza con su brazo y soltó una maldición. Yo nunca lo había visto tan alterado, sus pupilas negras casi habían ocultado los iris grises de sus ojos.

He sido brusco contigo —declaró con voz entrecortada—. ¡Maldita sea! Lo siento. Yo...
Está bien —susurré mientras los últimos temblores de placer todavía recorrían mi cuerpo.
No, no está bien. Yo...
Lo hice callar con un beso. Él permitió que deslizara la boca sobre la de él, pero no respondió a mi beso, sólo me sostuvo y después volvió a cubrir mi pecho con la parte superior de mi vestido, bajó la falda sobre mis piernas y me tapó de nuevo con la chaqueta de su esmoquin.

No hablamos más durante el resto del viaje. Yo todavía me sentía sobrecargada de sensaciones y apenas fui consciente de que Ramiro pulsaba un interruptor y hablaba con el conductor. Sin dejar de sostenerme con un brazo, se sirvió otra copa y la bebió despacio. Sus facciones no reflejaban nada, pero yo percibí la tremenda tensión de su cuerpo.

Sostenida con firmeza por el brazo de Ramiro y arrullada por el movimiento del coche y el calor que despedía su cuerpo, me adormecí un poco. Me desperté bruscamente cuando el coche se detuvo y la puerta se abrió y parpadeé varías veces cuando Ramiro me sacudió levemente y me ayudó a bajar del vehículo.

Yo era muy consciente de que iba muy desarreglada y de que las razones eran obvias y lancé una mirada rápida y avergonzada a Phil, el conductor. Él no nos miró de una forma deliberada y se mantuvo impertérrito.

Estábamos en 1800 Main. Ramiro me contempló con fijeza, como si esperara que yo me negara a pasar la noche en su piso. Yo intenté sopesar las consecuencias de quedarme o irme, pero mi mente estaba demasiado confusa. Entre el maremágnum de mis pensamientos, sólo destacaba uno: decidiera lo que decidiera respecto a Gastón, Ramiro no se retiraría con cortesía.

Arropada con la chaqueta de Ramiro, crucé el vestíbulo y entré en el ascensor con él. La rápida subida de éste y la altura de mis tacones hicieron que me tambaleara. Ramiro me sostuvo y me besó hasta que me quedé sin aliento y se me enrojeció la cara. Cuando Ramiro tiró de mí para que saliera del ascensor, di un traspié y él me cogió en brazos con soltura y me llevó hasta su piso.

Nos dirigimos directamente al silencio expectante del dormitorio y Ramiro me desnudó en la oscuridad. Después de la precipitada copulación en el coche, la necesidad había dejado paso a la ternura. Ramiro se deslizó encima de mí como una sombra mientras buscaba mis zonas más blandas, mis nervios más sensibles. Cuanto más me acariciaba, más ardía yo de deseo. Mientras respiraba de una forma profunda, lo agarré ansiosa por beber de sus fuertes músculos, de su elástica carne y de la sedosa textura de su cabello. Él consiguió con paciencia que me abriera y me relajara, y su boca y sus dedos ahondaron en mi carne con delicadeza hasta que extendí mis extremidades y mi cuerpo se arqueó en una súplica temblorosa para recibirlo. Gemí con cada penetración, una y otra vez, hasta que él traspasó todas las fronteras y lo sentí en mi interior, sumergido, poseyéndome y siendo poseído.

Continuara...

*Mafe*
@gastochi_a_mil

2 comentarios:

  1. locooo... despues de todo eso.. ramiro sigue siendo muy tierno.. le pide perodn y todo! jaja.. y por un lado tambien Gaston estuvo mal.. la dejo sola. que dificil desicion! jaja

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  2. Sigo queriendo a gaston, él la quiso y la quiere sin necesidad de todas estas escenas prohibidas (? ah jajajajaja soy gasteria y espero no sufrir con un mal final de ellos.

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