jueves, 31 de marzo de 2016

Elogia Buenos Aires Capitulo 2

Ya son las siete. Ya dejé atrás la plaza que me trajo tu recuerdo tierno y fugitivo de aquellos días, porque ya en aquellos días estabas huyendo de mi amor, de tu amor por mí. Le huiste siempre, hasta cuando más lo buscabas. Y tu tremendo miedo a mi ternura, a todo lo que significase un vínculo permanente.
¿En qué estéril soledad de vos sin mí estarás ahora? ¿A quién irás a comunicarle tus proyectos y a mostrarles tus planos minuciosamente hechos y rehechos mil veces?
¿A quién le contarás a través de las mesas de mil cafetines y bares inverosímiles, tu infancia reflexiva, tu adolescencia deslumbrada y herida, y las contradicciones inmensas en que te debatías constantemente?.
Nunca podré olvidarme-¿o si?-de nuestras charlas a media voz en las confiterías de los barrios y en los del centro y del sur, y en todos los lugares por donde anduvimos perdidos en el anonimo de nuestra gran ciudad, tan solos y tan rodeados, tan ciegos y lúcidos, aprendiendo con el dolor el idioma de un amor imposible, de un gran amor que vos hacías imposible. Aquello que cono lo más hermoso -la vida-había nacido para morir.Nunca más.
Yo te lo dije muchas veces y vos lo aceptaste, porque sabías que era cierto.
Y por eso, porque lo sabías, porque tenías miedo de que fuese más fuerte que vos y desbaratara tus planes tan largamente proyectados, quisiste destruirlo. Y yo callé. No tenía argumentos frente a tu verdad, verdad que te dolía, pero a la que estabas aferrado. Vos...tan indeciso para todo. Calle, si. ¿Qué podía decirte? ¿Que te quería? Me réplicabas que también vos me querias, pero que eso no te hacía renunciar a tus planes de vida definitivamente resueltos antes de conocerme a mi.
-yo pensaba enamorarme mucho más tarde. Tengo que conquistar-y te sonreias entre irónico y triste- el mundo. Se lo debo a mi padre, que todo lo espera de mi. Tengo que ser un arquitecto absolutamente novedoso, revolucionario, y para eso...hay que estar sólo, decidido a cualquier sacrificio. Somos demasiado jóvenes, nos hemos encontrado demasiado temprano, y Tampoco puedo pedirte que me esperes sin término...
Era tu verdad, no la mía, pero yo te quería tanto que no podía renunciar a vos allí mismo, desde "el vamos", antes de que fuera peor y más tarde. Y te aceptaba como fuese, tal vez con una secreta esperanza de cambios, pero sabiendo que la tremenda decisión vendría de tu parte en cualquier momento. ¿Adelantarla yo? No, no podía, y esperaba llena de miedo, amor y dolor. Era joven y libre. Mi presente y mi futuro me pertenecían. Podía permitirme el goce doloroso de regalártelos.
Ah, pero ésta es también otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario