sábado, 25 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 37



Capítulo 37


Estaba más aburrido de lo que pudiese imaginar fuese posible. Victorio andaba desaparecido con su nueva novia. Candela y su amigo le habían anunciado muy sonriente, una semana después de la fiesta en la piscina, que ya eran pareja. Había sospechado algo cuando escuchaba a Rocio y a él bromear, pero pensaba que era una manipulación más de la rubia para hacerle pensar que ya no había nada entre ellos. Y al parecer no lo había. La feliz pareja le había contado como Rochi los había ayudado a estar juntos. Era posible que no fuese tan egoísta como pensaba, se dijo Gaston. Pero no, no era él quien hablaba. Echaba tanto de menos a alguien que le hiciese compañía que la intentaba justificar. Pero ella no lo merecía.

Semanas atrás, cuando al fin había conseguido salir del vestuario en el que lo había encerrado, consiguió regresar a la fiesta, para poder torturarse aun más. Nada más verla aumentó la rabia contra ella. Ya ni siquiera disimulaba su interés porque la consintiesen. Estaba en una esquina abrazada a ese amigo suyo. Seguramente el show que le había armado en el vestuario la habría ayudado a engañar a ese pobre incauto. Uno más que añadir a su lista. Si es que no estaba ya en ella.

¡Quería verla! No podía creerse que echase tanto de menos a esa pequeña víbora. Porque sin duda lo era. Una semana antes se la había encontrado arrancando todos los carteles que había puesto un niño. No había visto de qué se trataba, pero de lejos había visto la foto de un perrito. Seguramente lo habría perdido y la muy arpía le estaba fastidiando en la búsqueda. No podía creerse que pudiese ser tan cruel. Sabía que era superficial, consentida y perversa, pero no se imaginaba que pudiese haber estado tan equivocado con ella.

Pese a todo, seguía soñando con ella todos los días. Y no necesariamente dormido. Podía recordar una y otra vez, como sus esbeltas curvas se movían suavemente, agitando el agua, al introducirse en la piscina muy lentamente. Había estado seguro de dos cosas ese día: ella sabía como hacer que saliese todo el oxígeno de sus pulmones y de que jamás sería capaz de dejar de fantasear con su delicioso cuerpo. Rememoraba sin cesar como el agua le caía por sus turgentes pechos, su cabello mojado goteando por su suave espalda, sus delicadas caderas contoneándose como una auténtica sirena,... ¡Era perversa! Deliciosamente perversa.

Ya había pasado el tiempo suficiente para ser capaz de admitir que la quería de vuelta en su cama. Le daba igual que fuese el mismo diablo con tacones. La quería de vuelta entre sus brazos o acabaría haciendo una locura. La perseguía sin que ella no supiese, quedándose horas mirándola sin hacer nada. Ya había dejado de fingir ser su amiga y como él imaginó, no se aparecía para estar con el grupo. Todos le echaban a él la culpa. Realmente, solo los hombres, ya que las chicas estaban encantadas. Sobretodo Daniela. Pero a Gaston le había dado igual aquello. Lo único que podía pensar es que ya no la veía como antes, y la necesitaba ver diariamente para mantenerse cuerdo. Había algo que le transmitía que hacía que el nudo que se formaba en su garganta cuando llevaba mucho tiempo sin verla, desapareciese con una sola sonrisa suya. Se empapaba de su imagen cada vez que ella se paraba para saludar a algunos de sus amigos. Las primeras veces lo había destrozado con una mirada fulminante de puro odio, pero ya se había acostumbrado a ella. Cualquier cosa era mejor que no verla. Se despreciaba a si mismo por necesitarla tanto.

¡La necesitaba! No le había quedado más remedio que admitirlo. Aunque fuese la peor de las personas. En realidad, sabía que no lo era, en el fondo solo era una niña consentida que buscaba atención. Pero él no soportaba que no fuese la chica de la que él estaba... ¿En que demonios estaba pensando? No echaba tanto de menos a la que fue su amiga como para pensar que estaba... No, no podía ni pensarlo. Él había querido mucho a su Rochi, la chica con la que se montó y cayó de una moto por primera vez. Pero que se muriese por recuperarla no significaba nada más que el hecho consagrado de que nunca más reaparecería. Había desaparecido para siempre. Y lo peor es que eso no le dolía tanto como imaginar con qué hombre estaría compartiendo la cama en ese momento la pequeña perversa en vez de con él.

Ya había dejado de intentar convencerse de que podría estar con otra mujer. Estaba demasiado obsesionado con ella, se dijo. Tenía que conseguirla. Volverían a compartir la cama aunque fuese lo último que hiciese en su vida. Tenía decidido que ella aceptaría la propuesta que le hizo sí o sí. Le haría el amor hasta saciarse y así poder olvidarla. Acabaría cansándose de ella y la dejaría en cuanto el deseo desapareciese. 

Pero para ello tenía que verla, y eso se estaba volviendo algo imposible en los últimos días. Había desaparecido del mapa. No la encontraba por ningún lado, y se negaba a preguntar por ella a nadie. Pero si esa noche no la veía en su trabajo, no le quedaría de otra que preguntarle a Victorio o alguna de las bailarinas, que habían sido sus cómplices en el espionaje. Aunque ellas no fuesen conscientes del delito.


Una pequeña y cálida lengüetada despertó a Rochi de su merecido descanso. Llevaba días sin poder dormir. Había estado tan deprimida por todo lo sucedido con Gaston que había decidido volcarse en su nuevo trabajo. 

Aunque solo iba a ser una experiencia más para un futuro trabajo, había resultado muy fructífero. Pese a no haber acabado aun en la universidad ya tenía un puesto en la empresa. No podría ascender hasta ser licenciada, pero le quedaban pocos meses para eso. 

El día anterior había acabado la mudanza a su nuevo departamento. Adoraba a sus padres y su casa nueva, pero necesitaba independencia, y un lugar más cerca de su nuevo trabajo. 

La pequeña lengua volvió a lamerla. Abrió los ojos y cogió a la perrita junto a ella. Ahora Cafre era su única compañía. Se la había comprado a un chico que había puesto carteles porque no podía mantener a los cachorritos de su mascota. Lo había ayudado a vender a los demás cachorros y se había quedado con el más pequeña de ojos miel. Se veía tan débil y necesitada. Pensó que ayudarla a sobrevivir la ayudaría también a ella. Se ofreció a quitar los carteles para que el chico no tuviese que desplazarse hasta su universidad de nuevo, y adoptó a su nueva compañera, como el único ser vivo que deseaba ver en esos momentos.

Cande y Vico no dejaban de llamarla para saber cómo estaba ¿Cómo querían que estuviese? El hombre que amaba la despreciaba y no quería saber nada de ella. Oh, sí que quería algo, se rectificó irritada, ¡su cuerpo! Solo era eso para él, un polvo. Tantos años juntos, tanta intimidad y solo podía recordar de ella que le cumplió en la cama. 

Él había estado cuando se enteró de que nunca podría tener hermanos y le dijo que él lo sería, le prometió que no dejaría que nada ni nadie le hiciese nunca daño. Después la abandonó y dejó que le hiciesen daño. Y ahora volvía a pasar. Otra vez se había dejado engañar de la misma manera. Y de nuevo volvía a querer más de lo que tenía y llorar destrozada sobre la almohada hasta quedarse dormida por el agotamiento.

Rama había sido muy comprensivo con ella cuando lo había llamado para avisar de que no iría a trabajar ese fin de semana. Desde que en la fiesta la vio correr del vestuario y la paró para ver cómo se encontraba, se había convertido en su paño de lágrimas. No quería entristecer con sus penas a los nuevos novios por eso fingía estar bien ante ellos. Solo Rama había visto como estaba en realidad. Pero no se engañaría por tercera vez. No se haría amiga de otro hombre para que acabase haciéndole daño. Había compartido eso con él porque sabía que era un buen chico pero no fantasearía con una amistad más fuerte que el deseo carnal. Ni siquiera deseaba ver a nadie en esos momentos. Solo a su pequeño perrito.

Había pensado en lo que Gaston le había dicho. No se podía creer que de verdad se lo estuviese planteando. Pero lo hacía.Se decía que quizás estando juntos, aunque solo fuese en la cama, él acabaría enamorándose de ella, o que pasarían algún tiempo juntos y él volvería a verla de una forma especial. Pero sabía que el único motivo por el que pensaba en la idea de hacerse amante de Gaston era que lo deseaba tanto que le dolía. 

Amaba a ese hombre, y la idea de poder estar con él, aunque él no la correspondiese, le resultó tentadora.

Había pensado en esa idea cada vez que, con fingido interés, se había acercado a él para saludar al amigo que lo acompañase en el momento. Siendo su único deseo el tenerlo cerca durante unos minutos. Pero la forma en que la había tratado, la idea de ser una muesca más en su cama y la mirada de desprecio en su rostro provocaban el querer matarlo allí mismo. Había conseguido que pasasen las semanas e incluso, meses, desde su encuentro sexual y posterior reconocimiento de sus sentimientos, sin tirársele encima y confesarle su amor. 

Si ya era patética dejando que él la tratase como un trapo, sin motivo, no iba a darle más munición para que la atormentase aún más. No se reconocía cuando se miraba al espejo. No podía creerse que estuviese de verdad tan mal por un hombre. Pero no era un hombre, se dijo pesarosa, ¡era Gaston! Su Gas. Creía que siempre lo tendría a su lado, que nada lo alejaría de ella. Le gustaría tanto poder hacer algo para que así fuese. Pero ¿el qué? ¿Haciéndose su amante? Tampoco tenía claro que él le hubiese ofrecido tal cosa. Seguramente estaría con una cada noche y ya ni la recordaría. Estaba segura de ello. Ella no significaba nada para él. Gaston estaría feliz sin tenerla a su lado. La habría sustituido por alguien mejor tanto en su cama como en su vida.

Fin Capi...


*Mafe*

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