sábado, 25 de febrero de 2012

Amigos Desconocidos Cap 39




Capítulo 39


Nunca en su vida había conocido a un hombre tan despreciable, se dijo Rocio furiosa. Admitía que lo amaba y que no podía estar sin él. Se había planteado convertirse en su amante todos los días desde que él lo insinuó. Pero escucharlo de sus propios labios con tanta frialdad hacía que cualquier esperanza de que pudiese ser algo más, desapareciese.

- Lo he pensado -admitió Rocio con reservas.

Gaston suspiró aliviado. Había contenido el aliento desde que confesase sus intenciones hacía ella, temeroso de que lo echase de allí de una patada. Por una parte estaba furioso por corroborar que ella pudiese aceptar tal degradación, la cual jamás se le habría planteado discutir con su buena amiga. Pero la parte de felicidad por tenerla de nuevo entre sus brazos fue mayor. 

Pero no había dicho que sí, solo se lo había pensado. Tenía que decirle que sí. O sería capaz de secuestrarla y no dejarla salir nunca de su cama. En el estado en el que estaba sería capaz de cualquier cosa.

- ¿Y qué has decidido? -preguntó Gaston serio. Se recordó que debía respirar mientras esperaba impaciente la respuesta.

No sabía qué responder. Hasta un segundo antes de verlo la respuesta era "no". Pero en el mismo instante en el que lo vio su decisión se tambaleó. Ya lo había perdido. Si no funcionaba no perdería nada. Salvo su integridad, orgullo, autoestima,... además, de estar segura de que le haría daño. 

- Dependerá de los términos -respondió con la misma frialdad que él.

¿Eso era un sí? Gaston se vio a si mismo dando saltos de alegría en su mente. Exteriormente puso cara de disgusto. No tenía claro a que se refería, pero había posibilidades de que no hiciese falta secuestrarla.

- ¿Quieres un contrato o algo así? -bromeó Gaston.
- Algo así -afirmó Rochi desconcertándolo.

¿Qué tenía en mente esa malévola mujer? No tenía la menor intención de ceder a sus chantajes. Era una manipuladora y lo sabía. No había nada que ella pudiese hacer para convencerlo.

Habría seguido maquinando en contra de ella, pero se quedó embobado con la suave piel que la bata dejó entrever al cruzar las piernas ¡Era perversa! Pero era aún más bella.

Rocio no se iba a dejar pisotear por ese cretino. Aceptaba ser tan estup¡ida como para convertirse en su amante porque lo amaba pero no se dejaría humillar. Ya lo estaba haciendo bastante bien como para empeorarlo. Su concepto de si misma había descendido a grados inferiores del lodo, y no dejaría que él la hundiese más.

- No me voy a meter en tu cama sabiendo que me odias -explicó Rochi intentando aguantar la oleada de dolor y reprimendas que vagaba en su interior.
- Ya te dije que no te odio -repuso Gas con avidez.
- Solo me desprecias -dijo ella y él no pudo corregirla ¡Lo sabía! se grito a si misma conteniendo las lágrimas. Era lo que siempre había temido, ser una mala persona y que él la odiase por ello. Se había esforzado tanto en creer que él tenía razón cuando le decía que era especial y única. Pero ya nadie lo pensaba. Todos sabían que no era más que una chica sin gracia a la sombra de lo que fingía ser. Intentó recomponerse y continuó segura de poder llegar a un trato- Me da igual cuales sean tus sentimientos -espetó mientras él la fulminaba con la mirada- pero no voy a soportar que me insultes ni trates mal.
- Yo nunca he hecho tal cosa -musito Gaston intentando recordar cómo la había tratado esas últimas semanas.
- Lo has hecho -afirmó ella con fingida tranquilidad- Si tú quieres mi cuerpo, yo quiero mi dignidad.
- Hablemos entonces de tus términos.

No podía creerse que se le estuviese vendiendo en un contrato hablado. Era lo que él quería, pero le sorprendía que aceptase. Era aún más frívola que su madre. Seguramente querría que le hiciese regalos, toda su atención y que la siguiese como el perrito faldero que siempre fue. Si ella aceptaba volver a su cama, él aceptaría todas sus condiciones. Pero no dejaría que ella lo viese tan dispuesto a ceder.

Rocio nunca se había sentido más humillada en toda su vida. Se dijo que lo hacía para recuperarlo, que estando cerca de él podría reconquistarlo, al menos, como amigos. Pero nada la convencía de que lo que estaba haciendo era lo más deshonroso que había hecho en su vida. Y lo peor era que, para él, parecía que le estaba haciendo un favor invitándola a su cama. No sabía por qué la buscaba a ella y no a otra cualquiera. Seguramente pensaba que ella era la única ¡mbécil que aceptaría semejante trato. Pero lo haría solo si él aceptaba tratarla con respeto.

- Yo no soy Daniela -aclaró Rocio irritada por los recuerdos- No vas a tener la puerta abierta a mi dormitorio siempre que tú quieras.
- La propuesta es precisamente esa -protestó furioso. La quería tener siempre que él quisiese. No quería tener que hacer méritos para poder poseerla. Ella quería tenerlo a sus pies y no lo iba a permitir.
- No. La propuesta es, y vamos a ser claros, que me convierta en tu amante -afirmó ella levantándose y caminando frente a él- Pero hasta una amante tiene sus principios.
- ¿Y cuales son los tuyos? -preguntó airado pensando que ella pudiese ser la amante de otros hombres ¿Habría tenido esa conversación con otros? ¿Con el dueño de ese departamento?
- Volverás a tratarme como antes -ordenó la rubia cruzándose de brazos tajantemente.
- No he dejado de hacerlo. Nadie ha notado nada diferente entre nosotros hasta que tú te has desaparecido -explicó Gaston confuso.
- No solo frente a los demás. Me tratarás con dulzura y respeto, siempre -concluyó esperando la aceptación.
- ¿Tengo que ser un hipócrita que te pone buena cara aunque este enfadado? -preguntó crítico.
- No. Tienes que volver a tratarme como a un ser humano y no un desecho. Puedes enfadarte cuanto quieras siempre que discutas conmigo de una forma civilizada y no me insultes sin fundamentos -informó Rochi.
- Me parece justo -aceptó él algo más relajado- ¿Algo más?
- Nadie puede conocer nuestro trato -respondió Rochi autoritaria.

Dudaba de que fuese para preservar su buen nombre, ya que ella misma se encargaba de echarlo por tierra siempre que tenía oportunidad. Seguramente no quería que sus otros amantes se enterasen. Y eso lo ponía más furioso. Si ella tenía sus exigencias él también las tenía.

Rocio se alarmó al verlo levantarse furioso y plantarse frente a ella con el rostro sombrío.

- Como te he dicho, yo no soy Daniela -dijo antes de que él pudiese gritarle nada- No quiero exhibirte como un trofeo. Mi intimidad es solo asunto mío. No tiene por qué enterarse todo el mundo -explicó Rochi viendo como se relajaba la expresión en el rostro de Gaston.
- De acuerdo. Yo tengo otra condición -afirmó él serio.
- ¿Cual? -preguntó alarmada y sorprendida.
- No habrá ningún otro hombre -ordenó posesivamente Gaston reprimiendo el deseo de abrazarla.
- Solo si no hay ninguna otra mujer -repuso ella más relajada. Sería una relación exclusiva. Podía respirar aliviada.

Si pudiese estar con otra mujer no estaría tan desesperado como para ir a rogarle que volviese a su cama. Ese era el problema que no podía estar con otra que no fuese ella. Pero no se lo diría.

- Si no hay otro remedio -dijo Gaston con fingido pesar- ¿Tenemos un trato?
- No. Aún queda algo -aclaró ella- No solo será sexo. Volveré a estar con el grupo y haremos cosas juntos como antes.
- Vale. Yo también tengo otra condición. Dos en realidad -se corrigió sonriendo malévolamente.
- Adelante ¡Suéltalo! -le pidió Rochi con fingida tranquilidad.
- La primera es que no pasaremos más de dos noches separados -informó él mientras observaba atentamente la expresión de ella.
- De acuerdo -aceptó Rocio. Si fuese por ella ni cinco minutos. 
- Y la otra... -dudó unos segundos y continuó- Da igual si estamos enfadados o no, el lugar donde estemos o quien esté delante, tengo derecho a un beso por día.

¿Solo uno? Ella había pensado en ciento, miles... No le gustaba como pensaba ese hombre. Cada vez estaba más segura de que esa relación iba a ser una tortura para ella.

- Quiero decir -intentó aclarar Gaston al ver la cara de sorpresa de ella- que tengo una especie de carta bajo la manga. A parte de los besos que nos podamos dar voluntariamente y por mutuo deseo, yo puedo pedirte un beso aunque tú no quieras.
- ¿Un beso contra mi voluntad? -preguntó intentando comprenderlo.
- Estoy seguro de que no vamos a estar muy amistosos todos los días. Así me aseguro de tener al menos un beso como yo lo desee -explicó él deseando finalizar el trato.
- Ya veo- pudo decir Rochi. Ella estaba de acuerdo en eso.
- Entonces ¿hay trato? -preguntó ansioso.
- Sí hay trato -le confirmó Rocio con media sonrisa.

Ninguno de los dos supo como sellar el pacto. El ambiente se puso tenso, sus miradas recorrían una y otra vez el cuerpo del otro, y ambos notaron como se les secaba la boca, el corazón les latía más rápido y una extraña molestia inundaba su estomago. Pero no había dolor en todo aquello, solo era nuevo y desconcertante. No había con otra persona con la que les pasase eso. Cada uno contemplaba la visión del protagonista de sus fantasías de las últimas desesperadas semanas. Al fin, nada se interpondría entre ellos. Podrían dar rienda suelta a su deseo.

Fin Capi...

*Mafe*

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