domingo, 19 de febrero de 2012

Dilema... y un... no hay tal crisis! capitulo 27






Esa tarde había sido por demás extraña, conmovedora, triste y alegre, había pasado tanto en 3 horas que me sentía mareada y sobre todo hambrienta, mi panza me pedía a gritos comida.

Nose cuando tiempo estuvimos abrazados pero el cielo oscurecía y yo ya no aguantaba el hambre.

Al llegar al auto mire hacia atrás y sonreí, ese hermoso lugar había sido testigo de ese primer beso y esa tarde extraña pero hermosa, me divertía la forma en que ocurrió todo, aun así sentía un nudo en el estomago y me odia por saber que me estaba confundiendo.

Ya en camino el sueño me vencía hasta que mi celular interrumpió en silencio.

(Conversación- telefónica)

- alo – conteste medio dormida.

- Rocío - hablo la dura voz de mi padre. Se me desencajo el rostro.

- Si, dime?? A que se debe el honor te tu llamada?? – conteste con hostilidad.

- Necesito alguna excusa para llamar a mi hija?? – pregunto sin inmutarse.

- Debería responder que no, pero en nuestro caso supongo que si. – mi voz sonó fría.

- No te llamo para discutir – su tono era cordial, al margen – Te llamo para invitarte a cenar.

Su propuesta me tomo por sorpresa.

- para que?? – pregunte con cautela.

- Tu tía Gimena y Cant han venido, tu primo Nicolás también esta – reí.

- Nicolás no, Tacho – lo corregí. Me alegraba saber que ellos estaban allí, hace más de un año que no pisaba la casa de mis padres.

- Nicolás es su nombre Rocío – hablo con severidad – y si lo deseas – hubo una pausa – Gastón también puede venir. - No supe que contestar a eso, obviamente mi padre no estaba enterado de todo lo sucedido y francamente nose si sabe lo de mi embarazo.

A mi padre nunca le gusto la relación con gaston y al enterarse lo echó, gas y yo nos seguimos viendo en secreto hasta que me arme de valor y decidí irme. Muchas peleas entre mi padre y yo fueron por esa causa, no me arrepiento de ninguna, me formaron.

- a que hora?? – pregunte.

- a las 9, aquí – hubo una pausa- es aquí, en tu casa.

- no discutiré eso en este momento allí estaré. – respondí ahogando un suspiro.

- nos vemos hija – respondió con la voz cansada y corto.

(Fin. Conversación – telefónica)

- esta todo bien?? – pregunto Ramiro doblando la esquina para llegar a mi casa. Le sonreí.

- Si no te preocupes. – se estaciono frente a mi puerta.

- Gracias por escucharme y perdona por hacerte pasar un mal rato – dijo mirándome dulcemente.

- No te preocupes, esta tarde fue tan sorpresiva como interesante – reí – nos ayudo a ambos.

Ramiro miro mi boca y rozo su pulgar con mi labio inferior.

- no me beses – le pedí.

- No lo are – rió por lo bajo. – hoy – concluyo. Y yo le pegue un suave golpe en el hombro.

- Adiós rochi – dijo mientras salía del auto – adiós Ramiro – y el carro arranco.

Había intentando mantener apartada de mi mente la cena y la conversación con mi padre, pero a medida que el ascensor subía el tema se volvía cada vez más inquietante.

Ya en mi departamento me percate de la hora, las 7, yo no podía andar haciendo eso, debía cuidarme y me había saltado el almuerzo, fui a la cocina y me comí una manzana para aguantar hasta la cena a las 9.

En la ducha me tome mi tiempo, al salir ya fresca me dispuse a untarme crema en el cuerpo para consentirme un rato y me pare frente al placar, ok, mi dilema diario.

Saque un vestido blanco con un cinturón negro justo debajo del busto haciendo que la falda sea volada y disimulara la panza, el frío se sentía, una chaqueta negra corta y unas zapatillas negras estilo bailarina, un brillo y rimel fue todo lo que me puse maquillaje, mi cabello caía suelto y ondulado, me perfume y a las 8 y 30 ya conducía camino a la que una vez fue mi casa.

Mi padre vivía en la urbanización “El Márquez”, la zona de ricos y famosos, quedaba a la vista de la autopista principal pues se encontraba en una enorme colina que atravesaba el lado sur de la ciudad. Vivir allí era como ser parte de la realeza cosa que realmente me daba pena.

Al llegar a la enorme reja que dividía la zona VIP del mundo real, me detuve, hace mas de un año que no venia, desde la ultima gran pelea con mi padre, no fue la mayor ni la mas importante, pero fue la gota que colmo el vaso. Recordaba perfectamente cual había sido la mayor pelea con mi padre, esa noche jamás la olvidaría; dije (grite) cosas que no debía, me grito razones sin pensar, nos gritamos sin escucharnos y no pensamos, ahí el lazo padre hija que siempre guarde se rompió, sigo sin perdonar ni entender razones, no lo merecía.

Esta noche me tocaba enfrentarme a uno de los pocos miedos que me quedaban por vencer, siempre pensé que lo haría tomada de la mano de gaston, pero la vida me había demostrado que era hora de aprender a pelear sola, mi padre representaba ese pasado al que no podía soltarme para mirar al futuro. Mire de nuevo la gran reja, hoy se cerraría todo, era hora de hablar con la verdad y esperar que el tiempo cerrara las heridas, lo necesitaba, siempre lo había hecho, necesitaba a mi padre, tenía que intentarlo, se lo debía y me lo debía a mí misma.

Me adelante hasta el puerto de guardia para que abrieran la reja. Un policía se encontraba recostado en su silla mirando un partido.

- disculpe pero no puede entrar sin invitación personal. – hablo sin mirarme

- perdón?? – ahora no podía entrar a mi propia… me detuve a mitad de ese pensamiento, a la que una vez fue mi casa.

El guardia por primera vez me miro y se atraganto con el café.

- señorita igarzabal mil perdones, pase adelante – se notaba nervioso, abrió la reja. Le sonreí con amabilidad y avance.

La casa estaba tal y como la recordaba, una enorme mansión de 3 pisos con un porche impresionante que estaba decorado a la antigua, estilo romano, con una perfecta entrada de césped y múltiples flores recién podadas.

Apague el auto respire hondo y camine hacia la entrada, atravesé el camino de piedra hasta el primer escalón donde de repente me vino un recuerdo.

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