miércoles, 25 de abril de 2012

Amor Escondido Cap 5



Capitulo 5

EL desayuno a la mañana siguiente, a pesar de la presencia de la balbuceante Alai, fue muy silencioso. Gaston comía en un silencio se­pulcral, y Rochi era incapaz de romper ese silen­cio.
¡Porque no había nada que decir! Todo se había dicho la noche anterior. Ya era cuestión de esperar a ver qué sucedía.
¡Pero desde luego no era el mejor momento para que la señora Garcia entrase discretamente en el co­medor para decirle que Peter estaba al teléfono!
Rochi miró con incertidumbre a Gaston. Él la miró ceñudamente por encima del borde de la taza de café que tenía en la mano. Entonces se enderezó y dejó cuidadosamente la taza en el plato.
-Dígale que la señora Dalmau se pondrá en­seguida -instruyó Gaston al ama de llaves, esperando a que saliese de la habitación antes de dirigirse de nuevo a Rochi - Recuerda lo que te dije anoche, Rochi -le dijo con tirantez-. También te sugiero que recuerdes lo que sucedió hace quince meses -añadió con desdén.
-No lo he olvidado, Gaston -le aseguró ella mor­dazmente.

Él señaló la otra habitación con la cabeza.

-Vete a hablar al salón. ¡No me apetece oír la conversación! -añadió irritado.

Rochi se levantó lentamente, mirando con incertidumbre a la niña que yacía alegremente en su silla junto a la mesa. Tal vez se estaba acostumbrando, pero levantarse a darle el biberón de madrugada no le había parecido tan horrible como el día anterior.
Sabía que se estaba encariñando con la pequeña e indefensa criatura, pero era imposible no querer a una niña tan adorable. De hecho, a pesar de la mo­lestia inicial que había supuesto la llegada de Alai, sabía que la casa iba a parecer muy silenciosa y vacía sin su alegre presencia.

-Déjala conmigo -bramó Gaston al ver la vaci­lación de Rochi-. ¡En este momento, Alai es la mujer menos complicada que conozco!

Con una mueca compungida, Rochi entró en el salón contiguo y descolgó el teléfono.

-Hola, Peter -lo saludó secamente, acomodán­dose en el sofá.
-¡Rochi! -él parecía encantado de oírla por fin-. ¿Dónde está el ogro? -preguntó en tono de complicidad, refiriéndose a su hermano mayor.
-Si te refieres a Gaston, está desayunando -respon­dió ella fríamente.
-Claro que me refiero a Gaston -dijo Peter sin re­mordimientos-. ¿Cómo está?- Rochi frunció el ceño. No por la pregunta, sino porque no sabía qué responder. Si le hubiese pre­guntado hacía dos días... pero después del fin de se­mana, ¡no lo sabía!
-Gaston está muy bien -respondió evasivamente-. Peter...
 -¿Y tú, cómo estás tú? -continuó Peter rápida­mente.
-Perfectamente -aseguró ella irónicamente, consciente de que él estaba demorando lo que quería decir-. ¿Por qué me has llamado, Peter?-Él soltó una ligera carcajada.
-Creo que llevas demasiado tiempo viviendo con mi hermano mayor, Rochi. ¡Empiezas a parecerte a él!
-Podría ser peor -replicó ella mordazmente.
-Todavía me odias -reconoció Peter, apesa­dumbrado.
-Odio es una palabra demasiado fuerte para lo que siento por ti, Peter -le aseguró ella-. El odio, como el amor, es un sentimiento que hay que ali­mentar, o muere... y no pienso en ti lo suficiente para que me provoques ningún sentimiento.-De hecho llevaba meses sin pensar en Peter. ¡Porque se había enamorado de Gaston!
-¿Significa eso que al menos me has perdonado? -preguntó Peter suavemente.
-El perdón es algo que uno tiene que ganarse -le dijo ella.-Peter suspiró profundamente.
-Siempre fuiste una mujer muy dura, Rochi.
-¿Qué quieres, Peter? -preguntó ella con im­paciencia.
-Si quieres que te diga la verdad...
-Eso sería una agradable novedad... ¡viniendo de ti!
-Me lo merezco -aceptó Peter con pesadum­bre-. Yo... tú...
-Esa vacilación no es propia de ti, Peter -se burló Rochi-. Debe de ser algo serio.
-Lo es -reconoció él-. La cuestión, Rochi, es que estoy intentando localizar a Euge -le dijo sin rodeos.

Eugenia...

Debería haberse imaginado que Peter realmente no quería hablar con ella; que ya no tenían nada que decirse.
¡Qué irónico era todo! Gaston estaba sentado en la habitación de al lado en ese momento, probable­mente imaginando toda clase de cosas, y lo único que quería Peter era localizar a Eugenia.

-¿Y por qué me llamas a mí? -le preguntó a Peter fríamente-. Eugenia y yo no nos hablamos desde hace... un tiempo.
-Quince meses, para ser exactos...
-¿Oh, quieres que seamos exactos, Peter? -lo interrumpió Rochi, impaciente.
-Rochi... -empezó él en tono de disculpa.
-No puedo ayudarte a localizar a Eugenia, Peter -continuó ella-. Por la sencilla razón de que no tengo ni idea de dónde está. ¿Has intentado telefonearla?
-¡Por supuesto que...! Perdona -murmuró Peter, arrepentido de su arrebato de furia-. La he telefoneado, y no está en su apartamento. No sabía donde más intentarlo...
-Soy tu último recurso, ¿hmmm? -dijo Rochi mordazmente-. Pues siento desilusionarte, Peter, pero yo tampoco sé nada de Euge

El que Eugenia hubiese dado instrucciones a su niñera de que dejase a su hija en su casa, para Rochi no significaba saber algo de ella.

-Maldita sea -refunfuñó Peter por lo bajo-. No se qué hacer.
-¿Has probado en el periódico para el que tra­baja...?
-Eugenia trabaja por su cuenta ahora -respondió Peter-. ¡Maldita sea, podría estar en cualquier parte!
-Es una mujer adulta, Peter -dijo Rochi, sor­prendida de que él supiese tanto de la vida de su her­mana-. Pero si consigues encontrarla, dile que me llame, -se apresuró a añadir-. Hay algo de lo que quiero hablar con ella.
-Claro -dijo Peter distraídamente-. Siento mu­cho haberte molestado, Rochi.
-No ha sido ninguna molestia -le aseguró ella se­camente.
-Saluda a Gaston de mi parte, ¿quieres? -añadió él en tono esperanzador.
-¿Por qué no lo saludas tú mismo? -respondió ella impacientemente.
-Ya sabes por qué -murmuró él-. Está claro que tú no eres rencorosa, pero Gaston sí.
-No lo sabrás si no hablas con él -le señaló ella con sentido práctico.
-Lo dejaré para otro momento, si no te importa -dijo él-. Gracias por tu ayuda, Rochi -añadió an­tes de colgar.

Rochi dejó el auricular lentamente. No tenía ni idea de por qué Peter estaba intentando localizar a Eugenia. Pero fuese lo que fuese, tenía cosas más importantes en las que pensar.
¡Gaston, por ejemplo!
¿Qué iba a decirle respecto a la llamada? Porque tendría que decirle algo. ¡Aunque probablemente no se creería una palabra de lo que le dijese!

Gaston levantó la vista y dejó de jugar con el bebé cuando Rochi volvió al comedor. La miró interrogativamente con el ceño fruncido, pero no dijo ni una palabra mientras ella se servía una taza de café ni cuando se sentó enfrente de él otra vez en la mesa.
Rochi le ofreció una radiante sonrisa.
-Peter me ha dicho que te salude -le informó como si tal cosa.- Gaston levantó sus claras cejas.
-¿Se supone que tengo que estar impresionado? -dijo arrastrando las palabras mordazmente. Ella se encogió de hombros.
-Le he dicho que debería hablar contigo, pero no está demasiado seguro de tu reacción.- Gaston torció el gesto.
-¡Me pregunto por qué!
-Yo...
-¿Qué más quería, Rochi? -bramó Gaston impa­cientemente.

Temerosa de la reacción de Gaston, Rochi abordó cobardemente el resto de la conversación con Peter, en lugar de la cuestión principal.

-Quería charlar -dijo ella, ante la acusadora mi­rada de Gaston-. Me preguntó cómo estábamos. In­cluida Eugenia -añadió como si tal cosa.
-Para eso podía haber hablado conmigo -dijo Gaston en tono de burla.
-Ya te lo he dicho -le recordó Rochi-. No es­taba seguro de tu reacción.
-¡Mi reacción habría sido muchísimo más serena si hubiese preguntado por mí en lugar de por mi es­posa! -bramó Gaston, levantándose bruscamente-.
-¿Qué piensas hacer el resto del día? -preguntó con recelo.

¡Obviamente creía que Rochi pretendía encon­trarse con Peter en algún momento!
Rochi suspiró.

-Gaston, si de verdad quieres saber la razón por la que ha llamado Peter...
-Creía que ya me habías dicho la razón -la inte­rrumpió él acusadoramente.
-Está intentando localizar a Euge, Gas, esa es la verdadera razón por la que ha llamado -soltó ella de mala gana, sacudiendo la cabeza-. Por lo visto, yo era su último recurso.
-¿Está intentando qué? -preguntó Gaston incrédu­lamente.
-Encontrar a Eugenia...
-No te creo -dijo Gaston con desdén, sacudiendo la cabeza-. ¡Eugenia no tendría más interés en hablar con Peter del que tengo yo!

Rochi frunció el ceño.

-Yo no he dicho que Eugenia quisiera hablar con Peter, solo que él quería localizarla -lo corrigió suavemente-. Y yo no miento -añadió quedamente, mirando sus furiosos ojos sin pestañear.

Gaston se quedó mirándola sin decir nada, pensati­vamente. Finalmente sacudió la cabeza, con desdén.

-Me parece que encuentro más creíble tu primera explicación, Rochi...
-¡Pues resulta que la verdad es esta! -protestó ella.
-Estoy seguro de que conoces la historia de Pe­dro y el lobo... -dijo él mordazmente.
-Pero...
-Y ahora me parece que tienes que atender a Alai -miró a la niña que empezaba a moverse in­quieta en la silla-. Hoy tengo que revisar algunos papeles en mi estudio, pero cenaré contigo esta no­che -añadió significativamente.

En otras palabras, iba a estar en casa todo el día, por si ella intentaba salir. ¡Para encontrarse con Peter, sin duda!

-Muy bien -dijo ella con tirantez, levantando a Alai y saliendo del comedor delante de él-. Creo que llevaré a Alai a dar un paseo en el cochecito después de darle el biberón -le informó con decisión.

¡No pensaba convertirse en una prisionera en su propia casa!
-Buena idea -convino él-. Dame una voz cuando estés lista para salir. Iré contigo. Me vendrá bien un poco de aire fresco -añadió cuando Rochi se vol­vió bruscamente para mirarlo.
-Condenado aire fresco -murmuró Rochi para sí misma mientras le preparaba el biberón a la niña.

¡Gaston ni siquiera confiaba en ella para salir a dar un paseo con la niña!
Parecían ridículos paseando por el parque, juntos. Al menos eso le parecía a Rochi una hora después. Ella llevaba el cochecito mientras Gaston paseaba a su lado. Para todo el mundo parecían como cualquier familia. ¡Unos padres sacando a pasear a su adorada hija el domingo por la tarde!
Rochi casi se ahoga cuando Gaston sugirió que se detuviesen en el estanque a dar de comer a los patos, sobretodo cuando extrajo un trozo de pan del bolsi­llo de su chaqueta.
Sacó a Alai del cochecito y se agachó, colocándosela sobre la rodilla y dándole a Rochi el pan para que lo partiese y lo arrojase a las aves.
¡Rochi no podía creer que estuviese haciendo aquello! Estaba totalmente fuera de contexto con la forma en que se había desarrollado su matrimonio hasta ese momento.

-Tal vez deberíamos tener un hijo -murmuró Gaston pensativamente.-Rochi lo miró sorprendida.
-¿Qué demonios...?-Gaston levantó la mirada hacia ella.
-Te gustan los niños, ¿verdad?

Hasta hacía dos días ella ni siquiera se lo había planteado. Pero Alai, con su balbuceo y su com­pleta vulnerabilidad, se había ganado el corazón de Rochi...
¿Y por qué no? Alai era su sobrina, después de todo. Pero en cuanto a un hijo propio... era algo en lo que nunca había pensado.El hijo de Gaston...
Solo de pensar en tener un hijo de él se ponía a temblar. Gaston sería un padre maravilloso, por la na­turalidad con la que manejaba a Alai.
¿Qué estaba pensando?
¡Ellos no podían tener un hijo por la sencilla ra­zón de que no tenían esa clase de matrimonio!

-Los de otros -confirmó ella bruscamente-. Pero un niño entre nosotros realmente complicaría las cosas. El torció el gesto irónicamente.
-¿No lo están ya? -murmuró burlonamente, le­vantándose con Alai en brazos-. Voy a dar un pa­seo hasta el otro lado del estanque para enseñarle los peces.

En otras palabras, aquello era cosa entre Gaston y Alai. ¡Para eso sacaba ella a la
niña a dar un pa­seo!

Rochi fue a sentarse en un banco, frente al es­tanque, sintiendo que le fallaban las piernas después de su reciente conversación.
Un hijo. Seguramente Gaston no estaba sugiriendo...

-¿Niño o niña?

Rochi se volvió bruscamente al oír la voz, en­contrando a una joven con un cochecito sentada a su lado en el banco.
-¿Perdón? -dijo Rochi, disculpándose.

La joven, que debía de tener tres o cuatro años menos de los veintinueve que tenía Rochi, una me­lena rubia y unos amistosos ojos azules, señaló con la cabeza hacia el estanque, donde Gaston estaba ense­ñándole los peces a Alai.

-Le preguntaba si tiene un niño o una niña. Rochi dejó de fruncir el ceño.
-Pues... una niña -dijo sin dar muchas explica­ciones-. Tiene seis semanas.
-El mío tiene seis meses -la joven señaló con la cabeza al niño dormido en la sillita junto a ella-. Tiene el sueño un poco cambiado. Se pasa la noche despierto y duerme todo el día -sonrió tristemente.
-Pobrecita -se compadeció Rochi de ella. La joven se encogió de hombros.
-Se ve que su marido adora a la niña -murmuró ella con aprobación, volviendo a mirar hacia el es­tanque.

Rochi siguió su mirada, y se quedó sin aliento al ver a Gaston riéndose en el momento que las mani­las de Alai intentaban tocar el agua.

-Pero se parece mucho a usted -añadió la joven suavemente.
-Sí... -reconoció Rochi.
-Tiene suerte de que su marido se interese tanto por la niña -dijo la joven con nostalgia-. El mío está viendo el fútbol en alguna parte.

Y el marido de Rochi solo estaba con ella en ese momento porque temía que fuese a encontrarse con el hombre que él pensaba que era su amante... ¡su propio hermano!

-No creo que la novedad dure mucho -le aseguró Rochi a la otra mujer mordazmente-. De momento Alai es pequeña y no da problemas... pero espere a que ande y hable. ¡Veremos entonces cuántas ve­ces viene Gaston de paseo con nosotras!

La joven se rio con ganas mientras se levantaba.

-Creo que será mejor que vaya a preparar la co­mida. Ha sido agradable hablar con usted -añadió afectuosamente antes de volverse y dirigirse a la sa­lida del parque.
Rochi siguió sonriendo incluso después de que la mujer se hubiese ido. Había sido divertido, fingir por unos minutos que Gaston y ella eran los padres de Alai, reír y bromear con alguien sobre hijos y ma­ridos.

-¿Quién era? -preguntó Gaston suspicazmente. Rochi suspiró, mientras su sonrisa se desvane­cía al levantar la vista hacia él.
-No tengo ni idea -le dijo sinceramente.
-Estabais hablando -señaló él. Rochi respiró hondo para controlarse.
-Por lo visto hablar es algo que hacen las madres cuando van al parque con sus hijos -replicó ella sarcásticamente, levantándose para poner a Alai otra vez en el cochecito.

 Cuando se enderezó, se encontró con que Gaston se­guía mirándola con el ceño fruncido. ¿Por todos los santos, quién creía que era esa mujer? ¿Una amiga de Peter que le había transmitido un mensaje?

-¡Probablemente sea porque están atadas en casa con un bebé todo el día sin hablar con nadie! -aña­dió Rochi mordazmente.
-¿Es eso lo que para ti es la maternidad? ¿Estar atada? -murmuró Gaston.
-No exactamente -respondió ella con desdén, empezando empujar el cochecito-. Pero estoy se­gura de que para esa joven sí.
Gaston empezó a andar a su lado.
-No tiene que ser así. Hay niñeras...
-Gaston, creo que este sentimiento paternal que es­tás demostrando es maravilloso... pero estoy segura de que es pasajero -le dijo ella-. Los niños no se quedan del tamaño de Alai mucho tiempo. Cre­cen, se vuelven parlanchines, preguntones, no pa­ran...
-Vale, vale, ya me he enterado, Rochi -la inte­rrumpió Gaston impacientemente-. ¡Lo que intentas decir es que la maternidad no es para ti!

No, Rochi no estaba diciendo eso en absoluto, pero tal como se habían deteriorado las cosas entre Gaston y ella, ni siquiera podía considerar el tener un hijo en su matrimonio.

-Soy una mujer profesional, Gaston -le dijo fría­mente-. Lo sabías cuando te casaste conmigo. Él levantó sus rubias cejas.
-¿Ah, sí?
-¡Sí! -insistió ella con firmeza-. ¡Ahora te toca a ti empujar esta maldita cosa!

Rochi le dejó el cochecito, temblando de nuevo por la intensidad de la conversación, y disculpándose internamente con Alai por molestarle su presencia.
La verdad era que estaba empezando a querer a la niña, y sabía que no era buena idea encariñarse con ella. Cuando le conviniese a Eugenia, volvería y se llevaría a Alai con ella.
Cuando volviese Eugenia... ¡Quién sabía cuándo!
Rochi no se sintió más tranquila al llegar a casa poco después. La señora Garcia le informó de que Eugenia había telefoneado mientras estaban fuera, ¡y que iba a tener que quedarse en América varios días!
Y de nuevo su irresponsable hermana no había dejado ningún teléfono de contacto.
Rochi se sintió furiosa por el egoísmo de su hermana.

-Parece que he la «mujer profesional» tendrá que seguir «atada» unos días más -dijo Gaston, arras­trando las palabras burlonamente cuando el ama de llaves volvió a la cocina.

Los ojos mieles de Rochi brillaban furiosa­mente cuando lo miró.

-En absoluto -soltó en tono desafiante-. Alai tendrá que venirse al trabajo conmigo por la mañana.

No sabía qué iba a hacer con la niña mientras trabajaba, pero la burlona actitud de Gaston la había puesto a la defensiva.
¿Y porque no iba a llevarse a Alai al trabajo?
¿Qué había de malo en ello?

Fin Capi...

*Mafe*

1 comentario:

  1. Hay gracias por subir otro capitulo!!!!!! espero que gas deje de ser tan inseguro y que le diga que la ama!!!!!

    ResponderEliminar