martes, 24 de abril de 2012

Inesperado Capítulo 9

Para mi SUPER AMIGA ALESS!!!!!! Te quiero amiga!!!!!!!!!!!!! Que el resto no se pongan celosas que es para ustedes tambien!!! Pero aless lo re necesitaba!

Ahora tienen para rato jaja, 7 catillan de word no es poca cosa, casi un libro jajajajajajja
Capitulo 9:

Diez minutos después, estaban frente a la casa que las había visto crecer. El miedo te invadió, pero aún así descendiste del auto, y con decisión caminaste hacia la entrada. El timbre y su música. Y encontraste del otro lado de la puerta, a una mujer casi igual a vos, con una sonrisa y una expresión de sorpresa, fundidas en su cara. No sabías que hacer, que decir.
Puesto que no reaccionaste, ella te abrió paso y dejó que entraras libremente. Enseguida, ese olor tan peculiar a su comida ingresó por tu nariz. Unas ganas repentinas de probar cual sea la especialidad que hacía, también llegaron a vos.
No respondiste a aquella necesidad, fuiste directamente a tu habitación. Revolviste un poco el armario, y encontraste aquel bolso que alguna vez habías llevado a un campamento. Metías con rapidez la ropa, todo lo que encontrabas a tu paso. No importaba qué. Solo querías salir de allí.

-    Rocío, yo… yo quería darte esto. – Se acercó con tranquilidad. Te extendió un sobre. – Me gustaría que la leyeras, ya que no querés hablar.

-    Bueno, después la leo. – La guardaste en el morral que llevabas colgado.

-    ¿Cómo estás? – Se sentó en tu cama.

-    Bien.

-    ¿Y los bebés? – Claro, Eugenia la informaba de todo.

-    También.

-    ¿Querés quedarte a comer?

-    Eugenia me está esperando.

-    Ambas.

-    Ella tiene que trabajar, y yo tengo cosas que hacer. – Seguías siendo dura.

El silencio volvió a aparecer, junto a la rapidez en que guardabas tus cosas. Con ellas también, recolectaste tus adoradas fotos. Y aquellos objetos importantes en algún momento de tu vida.

-    Tu papá, está muy arrepentido.

-    Es fácil arrepentirse cuándo las cosas pasan.

-    Rocío, él quiere verte. En serio, creo que se merecen una charla.

-    ¿Es una broma no?, ¡Casi tres meses después, así cualquiera lo hace! – Aún llevabas ese resentimiento. – Pasé muchas cosas gracias a sus escenitas, ya no quiero más. No las necesito. Aprendí a vivir sin ustedes, todo esto ya no me duele – No era tan así. Pero aún recordabas con dolor todo lo sucedido. Eso hacía que lastimes a los otros también.

Rápidamente cerraste el bolso, y como entraste, estabas dispuesta a salir. Pero la voz de tu madre te retuvo un poco más.

-    ¡Rocío, no seas tan egoísta! – Exclamó con dolor.

-    ¿Egoísta yo? – Y de repente, todos tus sentimientos afloraron- ¡Egoísta fue él en tratarme así solo porque voy a tener un hijo!, ¡Y egoísta fuiste vos cuándo no intentaste hacer nada, ni siquiera frenarlo cuándo me fue a buscar! – Tus lágrimas iban en caída libre.

Optaste por no decir nada más, solo la observaste con enojo y te fuiste corriendo de allí. Tu madre quedó destruida.
Eugenia intentó hablar en el camino, pero solo le respondiste que manejara. Que luego hablarían. Cumplió con tu pedido, y cuándo quisieron acordar, ya te estaba despidiendo en la puerta, pidiéndote que te cuidaras, que cualquier cosa la llamaras.
Asentiste y calzaste la llave en la cerradura. Ingresaste, y cerraste la puerta de un portazo. Dejaste el bolso en la entrada, y te tiraste en el sillón. Te sostenías con tus manos, como intentado calmar esa angustia que provenía desde el centro de tu pecho. Esa visita a la casa de tus padres no te había hecho para nada bien.
Recordaste aquel sobre que tu madre te había dado, y decidiste leer, para ver si allí encontrabas algo que te hiciera cambiar de opinión. Algo que, te quitara un poco de dolor, y resentimiento.

Rochi, todavía no entiendo como llegamos a estar tan lejos. Como nuestros abrazos, y risas pasaron a ser un abismo. Y como nuestras notas compartidas, un gran recuerdo. Pero solo eso. Se siente tu falta. La ausencia de tu frescura. Extraño verte llegar, preparar la comida solo para vos, escuchar tus anécdotas cotidianas, y cada una de las cosas que hacías al llegar.
No sé porque todo esto tuvo que darse así. Me duele demasiado que estés pasando toda esta situación lejos de mí. Pero aún así, quiero que sepas que yo no guardo ningún enojo con vos. Que me tenés, y siempre va a ser así, pase lo que pase.
Con respecto a tu padre, él también lo siente. Hace unos días tuvimos una charla, y me confesó que también te extrañaba. Y que estaba arrepentido por todo lo que había hecho. También me dijo que estaría encantado de poder conocer a tus hijos, y que fue un gran error, haber golpeado a Gastón. Una completa estupidez.
Sabemos que algún día, vas a querer tener tu propio lugar para vivir, por lo que, queremos darte este dinero. Podés hacer con él lo que quieras. Lo hemos juntado para vos y tu futura familia. Y no te olvides, si necesitas algo nosotros vamos a estar. En cuanto a Euge, ella también te va a dar un dinero para tus gastos. Con el colegio, sos libre de elegir. Si elegís continuar va a ser como siempre. No tenés de que preocuparte.
Te amo con todo mi corazón. Espero que algún día nos perdones. Quiero volverá ver tu sonrisa, y conocer a mis nietos. Un beso enorme. Emilia.

Y esa carta te había aclarado un poco el panorama. Entendías las charlas que Eugenia te proponía a diario sobre el colegio, aunque ella te incentivaba a terminarlo. Por un futuro mejor, te repetía siempre.
También habías comprendido, la suma de dinero que ella te entregaba cada semana sin pedírsela. Solo te decía que te pertenecía, pero sin ningún detalle más.
Con respecto a lo de tus papás, con una carta no te bastaba para poder perdonarlos de una vez por todas. Pero podías sentir lo mucho que te extrañaban. No estaban cantando, y saltando de felicidad, como algunas veces pensabas para convencerte de que no le importabas en lo absoluto.
Volviste al sobre una vez más, y viste el montón de billetes para tu propia casa. No sabías si aceptarlo o no. Pero lo que sí sabías era que no ibas a regresar por un tiempo, por lo que, otra opción no te quedaba. Tu hermana no iba a hacer ese favor por vos, por el simple hecho de que querían ayudarte.

Fuiste a guardar todo a tu habitación. El bolso lo apoyaste en la cama, y el sobre con el dinero lo metiste dentro de tu mesa de luz.
Cambiaste tu jean y remera, por la malla. Sobre ella te colocaste un vestido floreado, y el par de ojotas blancas. Ibas a pasar a buscar a Gastón, y a Candela, para ir a la playa.
Agarraste el dinero que encontraste sobre la mesa de la cocina, tomaste tu morral, y caminaste bajo el sol de las dos de la tarde.

El encargado del edificio, te vió a punto de tocar el portero, por lo que te hizo señas de que te abría la puerta. Un saludo cordial, y un agradecimiento por el favor, y fuiste al ascensor. Subiste los pisos correspondientes, y una vez allí, buscaste la puerta del departamento. Ni bien la encontraste, comenzaste a tocar el timbre con una canción en tu mente.

-    ¡Qué pasa! – Por lo visto, dormía la siesta.

-    ¿Te desperté amor? – Esbozaste una sonrisa traviesa.

-    ¿Hacía falta que me mates a timbrazos? – Todo se le había pasado cuando vio tu cara
.
-    ¡Y bueno, yo que sabía que dormías!. ¿No fuiste a almorzar con Cande?

-    No, al final la acompañé hasta la casa, y me vine. ¿Vos resolviste tu asunto?

-    Si, fui a lo de mis viejos a buscar las cosas. – Y, le hiciste puchero.

-    ¿Cómo te fue mi amor? – Si, un puchero tuyo le aflojaba la estantería.

-    Mal, como me va a ir. Lo bueno es que saqué todo.

-    ¿Vos estás bien? – Te tenía abrazada, y te acariciaba el pelo.

-    No, pero igual vine a pasar tiempo con vos y Cande. ¿Vamos a la playa? – Sonrisa compradora, por las dudas.

-    Bueno, esperá que me pongo una remera y vamos. – Fue hasta su habitación, vos lo seguiste.

Buscó una remera en un cajón, y se la puso. Luego, fue al baño y se lavó la cara. Por último, se revolvió un poco el pelo, y te sonrió ampliamente.

-    ¿Qué tenés ahí?

-    ¿Dónde?

-    Ahí – Y se acercó para besarte.

-    Hay Dalmau, Dalmau. – Esbozaste una gran sonrisa. – Vamos, que si no, no salimos más.

-    ¿Por qué?,¿Se te ocurre algo? – Enarcó su ceja.

-    ¡Hay basta!, ¡Sabés que no me gustan esos chistes! – Lo golpeaste mientras te reías.

-    ¡Ya lo sé!, pero disfruto verte como un tomate. – Mordiste tu labio – Hola mami tomate – Imitó una voz – Te van a decir nuestros hijos.

-    ¡Basta! – Estiraste la primera vocal.

Largó una carcajada y dieron por finalizada sus burlas. Gastón agarró sus llaves para cerrar, e hicieron el mismo recorrido que habías hecho hace unos minutos. Otro saludo al encargado, y se encontraron en la vereda. Comenzaron a caminar en sentido a la casa de Candela. Mientras tanto, vos le avisabas por mensaje que se fuera preparando.

-    ¿Y por qué estás mal? – Retomó la charla anterior.

-    No sé, una mezcla de todo. Volver a mí casa, ver a mi mamá, cruzar algunas palabras con ella y terminar discutiendo, y como si algo me faltaba, leí una carta que me entregó.

-    ¿Decía algo que no te gustó? – Preguntó con tranquilidad.

-    No, al contrario. Ellos me extrañan, y mi papá me pidió disculpas. Quiere verme.

-    ¿Y entonces porqué esa cara?

-    No sé

-    Rocío, en serio te hablo. Quiero escucharte.

-    Y por que sí… después de todo lo que me hizo pasar, viene ahora a disculparse, ¿Entendes?

-    Bueno, pero mejor tarde que nunca. Gordita, no tenés que hacerte tanto problema, y decile a señor orgullo que te deje un poco tranquila.

-    Si, no sé. Con el tiempo veré que hago – Suspiraste, y frenaste a Gas para darle un beso. – Ahora quiero estar con mi novio, y mi amiga – Tu sonrisa volvió

-    ¿Estamos con un ataque de mimos hoy?

-    Por ahí lo que necesito son los tuyos - Dejaste un beso chiquito, sobre su labio inferior.

Y esbozó otra de sus sonrisas perfectas, y te hizo caballito. Vos ibas riendo como una loca. -Pobre de los vecinos, si dormían-.
Tras caminar seis cuadras más llegaron a la casa de tu amiga. Tocaron timbre, y enseguida salió a atenderlos. Le avisó a su mamá que ya habían llegado, y cerró la puerta. Los saludó, y te entregó una botella de agua.

-    ¿Y esto?

-    Para que tomes, sabía que no ibas a traer nada.

-    No tengo sed.

-    Pero hace calor, tenés que tomar igual. – Gastón largó una carcajada.

-    Lo único que me faltaba. ¿Vos también te vas a unir a su bando? – Exagerada, como ninguna.

-    Si, ¿No ves?. Ya tengo en la frente el cartel que dice “Nuevo miembro. Estoy para ayudarle” – Copió la frase del supermercado. Vos pusiste cara de pocos amigos.

Cinco minutos después se encontraban ingresando al balneario que quedaba a pocas cuadras de la casa de Candela. Les costó bastante encontrar un buen lugar, pero al final, descubrieron un espacio libre entre tres sombrillas. -Fue perfecto, porque tenían sol, y sombra a la vez.- Candela desplegó la lona que llevaba dentro de su bolso, y enseguida se sentaron para que no se volara. No hizo falta que pasara mucho tiempo para que empezaras a insistir para que alguno de los dos te acompañara al mar. Gastón cedió, y volvió a cargarte en sus hombros hasta llegar allí.

-    ¡No, no me bajes! – Le gritabas aún en sus hombros, sin parar de reír.

-    ¡Claro, que viva!, vos quisiste venir, ¿Y ahora no te querés mojar? – Y ahí fuiste a parar.

-    Se veía lindo desde arriba. – No habíamos mencionado esa diferencia. Gas, te llevaba unos centímetros.

-    Yo te veo mejor desde acá. – Lo volvías loco, de eso no había dudas. - ¡Dale, vamos más para allá! – Tomó tu mano, y te llevó un poco más adentro.

-    ¡No, no mira las olas que hay! – No tenías miedo, si respeto.

-    Dale, yo te cuido rayadita. – Ahora ibas junto a él.

Saltaron olas por un largo rato. Hasta que Gastón pidió prestada una tabla, con la excusa de barrenarla un ratito. Al principio todo marchó bien, pero luego una ola lo pasó por encima, y tus carcajadas se escucharon por todo Mar del Plata. Por querer hacerte el vivo, le dijiste cuando asomó su cabeza del agua. Su cara no fue la mejor.
La devolvió, y el hombre que se la había prestado, también reía. Pero claro, disimuló un poco cuándo Gastón se acercó. Tras ese acontecimiento, decidió salir del mar. Vos seguías sus pasos y aún te reías a sus espaldas, porque encima se había ofendido, y esta vez iba en serio.

-    La que se enoja por boludeces después soy yo. – Canturreabas, mientras buscaban su lugar. - ¡Sos un nene, mi amor! No te podés enojar porque te tapó una olita. – Lo cargabas con diversión.

Encontraron su lugar, y se llevaron una sorpresa. Candela no estaba sola. Estaba a los besos con Victorio, su novio. Carraspeaste, y sonreíste mientras levantabas tus cejas.

-    ¡Victorio tenés que aparecer más seguido, así tu novia no se queja de que le saco a la amiga! – Ellos se conocían también.

-    ¡Con razón no te quejaste cuándo vino conmigo, eh!, Te lo tenías guardado Candelita. – Te secabas un poco con la toalla para que no se te pegara tanto la arena - ¿Cómo andas Vic? – Te acercaste a darle un beso.

-    ¡Bueno, bueno!, Dejen de mandarme al frente. – Cande se quejó, y produjo una risa generalizada.

-    ¿Mates? – Preguntó Gastón viendo el termo a un costado.

-    Si, estábamos en eso.

-    Claro – Estiraste la primera vocal – Mirá ya están listos, y todo – Seguías burlando a tu amiga.

-    Vega te callás, o revelo tu pasado oscuro – Quiso sonar severa.

-    Ni se te ocurra, volvamos a los mates mejor. – Y siempre entre amigas, tenían algo que nunca iban a contar.

-    ¡No vale, no vale!, yo quiero saber.

-    No se puede, secretos de amigas chiquito. – Y le cerraste la boca de un beso.

Permanecieron en la playa casi hasta las siete de la tarde. Juntaron sus cosas, y emprendieron el mismo camino hasta sus casas. Aunque esta vez, con Gastón doblaron unas cuadras antes para dejarlos solos a sus amigos.
Ibas abrazada a tu novio, la tarde en la playa te había dejado agotada. Lo invitaste a tu casa para que te hiciera compañía. No querías estar sola hasta que Euge volviera de la facultad.

-    Gas me voy a bañar. ¿Me esperás?

-    Si, andá tranquila, yo veo que puedo hacer con todo esto. – Le pegó un vistazo a la heladera, y a la alacena.

-    No, dejá pedimos algo.

-    No, ustedes dos deben vivir comiendo del delivery… Y además, vos necesitas una dieta equilibrada, por lo que, yo te voy a cocinar algo rico, y vas a ver como te olvidás de pedir comida.

-    ¡Ah, no te conté! – Te acercaste a la cocina para que te escuchara mejor – Ayer cociné yo – Y sonreías con satisfacción

-    ¡Vas a hacer llover Rochi! – No lo podía creer – Gracias – Y elevó sus brazos.

-    ¡Exagerado!, ni que hubieras escalado el Everest.

-    No lo escalé, pero logré algo casi imposible. – Mordiste tu labio inferior, y fuiste darte una ducha.

1 comentario:

  1. Yaaa.... Hay son unos dulces... como se aman.. y se tratan... pobre ro con el tema de sus viejos... pro bueno.. para eso lo tiene a gas.. qe es un dulce de leche..

    espero el siguiente (no te desaparezcas) un beso y mil gracias por subir..

    ResponderEliminar