sábado, 5 de mayo de 2012

Amor Escondido Cap 6




Por el amor Dios, deja a la niña unos minutos, Pablo, y pongámonos a trabajar! refunfuñó Rochi, frunciendo el ceño a su ayudante que se paseaba por el despacho con Alai apoyada so­bre uno de sus anchos hombros.
¿Qué había de malo en llevarse a la niña al tra­bajo? En realidad no había nada de malo en ello, ex­cepto que Pablo trataba a Alai igual que al gato malcriado que tenía en su apartamento, teniéndola en brazos constantemente, y sin dejar de decirle monerías.
Pablo la miró recriminatoriamente.

-Shh -la chistó-. ¡Vas a despertarla!
-Se supone que los bebés duermen aunque haya ruido -le dijo Rochi cansinamente.

Obviamente Pablo no tenía ni idea de lo ridículo que estaba en su nuevo papel de niñera.
Solo había una manera de describir a Pablo Martinez, con el pelo morocho teñido de punta, el rostro lleno de marcas y un cuerpo grande y fuerte. ¡Pare­cía el gorila de un sórdido club nocturno!
Pero esa suposición era totalmente falsa. Pablo era uno de los hombres más encantadores que Rochi había conocido, y no era capaz ni de matar una mosca. Y en cuanto al rostro lleno de cicatrices provenía de su adolescencia, cuando decidió ser ho­nesto sobre su sexualidad y recibió varias palizas por su franqueza.
Pero el mundo de la moda era menos sentencioso sobre tales cosas, y Pablo era un maravilloso ayu­dante; era capaz de dar vida a cualquier diseño de Rochi. Llevaban trabajando juntos cinco años, y Rochi esperaba que eso no cambiase nunca.

-Deja a la niña, Pablo -le dijo pacientemente-. Dormirá mejor en su capazo.

Pablo adoraba a los bebés. Una adoración que Alai había correspondido desde el primer mo­mento. Pero después de casi tres horas de mutua adoración, Rochi ya estaba más que harta.

-A trabajar, Pablo.-Él suspiró, dejando a Alai en el cochecito.
-Estás muy refunfuñona hoy, Ro -se quejó él, arropando a la niña.

Rochi no estaba refunfuñona, exactamente, sino más bien irritable. ¡Y sabía muy bien por qué!

El sábado por la noche estaba tan convencida de que Gaston realmente quería consumar su matrimonio, que había esperado que entrase en su habitación por la noche. Pero después de leer durante media hora una vez que se acostaron, Rochi tuvo que aceptar que iba a dormir sola, después de todo.
¡Era pura frustración lo que la hacía estar tan irri­table!

-No me llames Ro -replicó ella cuando Pablo por fin volvió a la mesa donde trabajaban-. ¡Sabes que no me gusta!
Pablo levantó sus oscuras cejas al sentarse a su lado.
-¿Va todo bien en casa de los Dalmau? -Rochi lo miró con perspicacia.
-¿Qué quieres decir? Él hizo una mueca.
-Normalmente no estás de malhumor, Ro... Rochi -se apresuró a corregir Pablo-. Esta mañana estás un poquito... nerviosa.
Ella suspiró.
-Lo siento -murmuró-. Será que no estoy acos­tumbrada a que me despierten por la noche... -se in­terrumpió al ver las cejas de Pablo levantadas burlo­namente-. ¡Un bebé, me refiero! -añadió enfadada.

Aunque Pablo y ella llevaban años trabajando juntos, y eran muy buenos amigos, él no sabía nada del arreglo de su matrimonio.

-Por supuesto -le siguió la corriente Pablo, ocul­tando su burlona sonrisa-. Supongo que, dadas las circunstancias, Gaston no se siente demasiado incli­nado a ayudarte.

Las circunstancias eran que Alai era la hija de Eugenia, la mujer que había dejado plantado a Gaston...
Ella se encogió de hombros.

-En realidad está siendo muy bueno con Alai -lo defendió-. Él... -se interrumpió cuando la puerta que daba a la calle se abrió repentinamente detrás de ella.

-Hola, Gaston -saludó Pablo afectuosamente cuando miró por encima del hombro de Rochi ha­cia la puerta-. ¡Precisamente estábamos hablando de ti!

Rochi puso un gesto de dolor ante su sinceri­dad, respirando hondo para controlarse y adoptando una expresión de amable sorpresa antes de volverse hacia Gaston.
No lo había visto esa mañana, ya que él se había ido antes de que ella bajase con la niña, pero por su traje negro, su camisa blanca como la nieve y su corbata clásica, se veía que había estado en la ofi­cina.

-Algo bueno, espero -dijo Gaston, entrando y ce­rrando la puerta tras de sí, cesando instantáneamente el ruido de la calle.

El salón, como le gustaba llamarlo a Rochi, era en realidad una casa enorme con varias habitaciones que había sido acondicionado para oficinas. Había ropa, en diferentes grados de preparación, esparcida por todas las habitaciones mientras Pablo y ella, junto con una modista que iba los jueves y los vier­nes, los confeccionaban para la siguiente colección de RoIgarzabal.

-¿Cómo iba a permitir que alguien dijese algo desagradable sobre ti? -bromeó Pablo. Para alivio de Rochi, los dos hombres, tan diferentes en su masculinidad, habían congeniado desde el primer momento. De hecho, Pablo y su compañero, Alan, a menudo cenaban con Rochi y Gaston.
Pero en ese momento, mientras los dos hombres compartían sus bromas, a Rochi no le hubiese im­portado que no se llevasen tan bien.

-¿Querías decir algo desagradable sobre mí, Rochi...? -Gaston la miró con las cejas levantadas.
-Sí, claro -respondió ella burlonamente-. En rea­lidad estaba diciéndole a Pablo lo bueno que estás siendo con Alai -añadió rápidamente.
-«Muy bueno», han sido las palabras exactas de Rochi -intervino Pablo mordazmente-. Pero es tan encantadora que no me extraña.
-¿Rochi? -dijo Gaston con sorna. El otro hombre sonrió.
-Bueno, por supuesto Rochi es un encanto... ¡no hace falta decirlo!, pero me refería a Alai. ¡Algo de lo que Gaston era plenamente consciente!
-¿Qué puedo hacer por ti, Gaston? -dijo Rochi, interrumpiendo las bromas.

Gaston raramente iba al taller, y si lo hacía era para decirle que tenía que salir de viaje inesperadamente. Pensar que fuese a irse en ese momento, con todo... pendiente entre ellos, a Rochi le parecía inacepta­ble...
Gaston la miró con sus insondables ojos verdes.

-Pasaba a ver si estabas libre para comer -murmuró él finalmente.

Rochi lo miró asombrada. ¿Comer? ¡Gaston nunca la había invitado a comer! Al menos, no lo había hecho en los catorce meses que llevaban casa­dos...
Quizás...
¡Peter...! ¡Invitándola a comer, Gaston estaba ase­gurándose de que no estuviese libre para encon­trarse con Peter!

-No tengo ninguna cita -le respondió fríamente-. Pero estoy muy ocupada. Y además está Alai...
-Con una excusa es suficiente, Rochi -la inte­rrumpió Gaston bruscamente, con una mirada glacial.
-No estamos tan ocupados, Rochi -dijo Pablo, ajeno a la tensión que existía entre la pareja-. Toda­vía quedan meses para el desfile. Y ya me has ense­ñado antes a dar de comer a Alai. Me encantaría quedármela un par de horas -añadió con entusiasmo.

Rochi no pudo evitar sonreír.

-Estará completamente malcriada al final del día -se quejó ella-. Pero... de acuerdo. ¿Si te parece bien, Gaston?

Lo miró a través de sus pestañas, sintiéndose re­pentinamente tímida al pensar en salir a comer con su marido... aunque el motivo de la invitación fuese la sospecha.

-Está bien -aceptó él concisamente, molesto por sus excusas iniciales.

Rochi se puso una chaqueta de seda color ci­ruela claro sobre una camiseta negra ajustada. La chaqueta hacía juego con los pantalones sueltos que llevaba. Se pasó los dedos por el pelo antes de le­vantarse.

-Lista -le dijo a Gaston, siguiéndolo hacia la puerta, y allí se volvió-. ¿Estás seguro de que te las arreglarás bien, Pablo?
-Claro que estoy seguro -respondió Pablo indignado-.Tengo hermanas pequeñas, ¿recuerdas? -aña­dió con nostalgia.

Pablo no había tenido suerte con su familia en cuanto a la comprensión de su sexualidad. Esas tres hermanas a las que se refería estaban casadas, y te­nían hijos; niños a los que a su tío Pablo no le permi­tían ver...
Rochi le sonrió con cariño.

-¡Que te diviertas!
-Oh, lo haremos -le aseguró Pablo. Rochi miró a Gaston a través de las pestañas cuando estuvieron en su coche, de camino al centro,
y no fue muy alentador ver la dureza de su facciones y la frialdad de sus ojos. El silencio entre ellos es­taba cargado de tensión.Rochi contuvo las lágrimas que repentinamente invadieron sus ojos, y se puso a mirar por la ventanilla, para que Gaston no viese que estaba a punto de llorar.
-¿Prefieres francesa o italiana? Rochi dio un respingo en el asiento cuando Gaston rompió el silencio repentinamente.
-¿Perdón...? -dijo ella, volviéndose hacia él con el ceño fruncido.
Gaston la miró impacientemente antes de volver a fijar su atención en la carretera.
-¿Te apetece comer comida francesa o italiana? -repitió él secamente.

Rochi no estaba de humor para comer nada. De hecho se arrepentía de que entre los dos hombres la hubiesen obligado a salir con él. Pero ya que había aceptado la invitación...

-Italiana estaría bien -le dijo roncamente.

Evidentemente Gaston era conocido en el restau­rante al que la llevó, ya que el camarero lo saludó por su nombre antes de llevarlos a una mesa cerca de la ventana.
Rochi miró a Gaston con las cejas levantadas una vez que estuvieron sentados, uno en 
frente del otro.

-¿Es uno de tus restaurantes favoritos? -le pre­guntó-Él levantó la vista del menú que estado leyendo.
-Está justo al lado de mi oficina -dijo, encogién­dose de hombros.

Rochi ya se había dado cuenta de eso... ¡y tam­bién sabía que tenía una secretaria joven y guapa!

-Qué práctico -dijo ella burlonamente. Gaston la miró sin entender.
-¿Y eso qué significa? -bramó.-Ella levantó las cejas ante su agresividad.
-Exactamente lo que he dicho. Este restaurante es práctico para que vengas a comer cuando estás en la oficina.
Gaston suspiró profundamente.
-Rochi...
-¿Gaston? -replicó ella como si nada.
-¿Por qué no olvidamos la tensión del fin de se­mana por un momento -sugirió él-, y disfrutamos de una comida juntos?

Gaston no tenía ni idea de cuánto deseaba Rochi que aquello fuera posible. Pero la verdad era que es­taba demasiado consciente de él, y de sus sentimien­tos hacia él, para sentirse relajada en su compañía.

-Si eso es lo que quieres, Gaston.
-Es lo que quiero -suspiró él-. Pensaba que al menos nos gustábamos, Rochi, pero estos últimos días... -sacudió la cabeza seriamente-. Ya no estoy seguro.

A Rochi ciertamente él le gustaba. Probable­mente más de lo que debería. En ese momento no se atrevía ni a mirarlo, y fijó su atención en el menú, con el pulso acelerado.

-Creo que estás exagerando en cuanto a lo que sucedió el fin de semana, Gaston -le dijo en tono me­surado-. Nada ha cambiado entre nosotros.
-¡Yo no llamaría nada al hecho de que casi hici­mos el amor! -dijo él bruscamente. El color invadió las mejillas de Rochi. Ella se refería al tema de Eugenia y Peter...
-Nadie salió herido, Gaston -dijo ella, restándole importancia.
-¿No? Yo... -se interrumpió cuando el camarero volvió a su mesa para tomarles nota.

Los siguientes minutos los pasaron eligiendo la comida. ¡Un respiro por el que Rochi se sintió más que agradecida! Los dos besándose, acariciándose, «casi» haciendo el amor, como había dicho Gaston, era un preciado recuerdo en el que únicamente po­día pensar estando sola.
Se inclinó hacia delante cuando el camarero se fue, poniendo la mano brevemente sobre la de Gaston. ¡Y ese roce momentáneo fue suficiente para enviarle a Rochi una descarga eléctrica que le subió por el brazo y le recorrió todo el cuerpo!

-Hagamos lo que has sugerido, Gaston, y disfrute­mos de la comida -dijo ella roncamente-. Ninguno de nosotros podrá trabajar esta tarde si tenemos una indigestión -bromeó, en. un esfuerzo de reducir la tensión.
Él la miró durante unos largos segundos con los ojos verdes entrecerrados, y entonces asintió lenta­mente con la cabeza.

-¿Una tregua, Rochi?
-Una tregua, Gaston -convino ella. Gaston hizo un gesto de reconocimiento con la ca­beza.
-¿Cómo va la colección?

Rochi agradeció el cambio de tema. Tal vez la comida saliese bien, después de todo... Ella sonrió un poco compungidamente.

-Bien, cuando pueda apartar a Pablo de Alai. Gaston se rio.
-Sería un maravilloso padre, es obvio que adora a los niños.
-Mmm -reconoció ella con nostalgia. Y no solo Pablo. Gaston también sería un padre ma­ravilloso...
-He hecho que te pongas triste otra vez -murmuró Gaston disgustado consigo mismo-. ¡Pa­rece que nunca acierto contigo! -sacudió la cabeza.
No era solo Gaston. Últimamente Rochi estaba muy sensible y cualquier cosita le causaba un cam­bio de humor radical.
-Tengo la regla -mintió ella.
Gaston pareció relajarse con su explicación, y dio un sorbo del vino tinto que el camarero acababa de servirles.
-Por esa razón siempre he agradecido haber na­cido hombre -Gaston puso cara de disgusto.
-Pero tiene sus compensaciones -dijo Rochi con una sonrisa-. Podemos quedarnos embarazadas y dar a luz -le explicó ante la interrogativa mirada de Gaston.

Instantáneamente se arrepintió de su franqueza. ¿Cuándo había considerado ella quedarse embara­zada y dar a luz como una compensación? Los últi­mos días, reconoció internamente. Desde la llegada de Alai...
Tres días antes se había preguntado cómo iba a arreglárselas con un bebé en la casa, y cómo iba a cuidarlo, pero en ese momento sabía que iba a echar muchísimo de menos a Alai cuando Eugenia fuese a recogerla.
La boca de Gaston se torció desdeñosamente.

-Creo que la mayoría de las mujeres encontrarían discutible la realidad de esa afirmación.-Rochi se rio.
-La realidad de ello probablemente -reconoció-. Pero nadie nos prohibe soñar, Gaston -añadió risueña­mente..
-Creía que tus sueños eran solo de telas y moda -bromeó él.
-Lo son -admitió ella, recostándose en la silla cuando les sirvieron el primer plato-. Esto está deli­cioso -murmuró con placer después de probar la pasta que había pedido-. ¡Aunque voy a oler a ajo todo el día!
-No importa, lo mío también tiene ajo -dijo Gaston, quitándole importancia.

Rochi se preguntó por el significado de ese co­mentario, pero no dijo nada, sino que siguió co­miendo.
Una comida excelente, y la compañía también, ya que Gaston se puso a contarle divertidas historias sobre la pesadilla del negocio que estaba intentando cerrar en ese momento.
Rochi lo estaba pasando tan bien que hasta que no volvían al salón un par de horas después no se dio cuenta de que Gaston no le había dicho la razón de su inesperada invitación a comer. Porque una cosa sí sabía de Gaston: siempre tenía una razón para todo lo que hacía.
Se volvió en su asiento para mirarlo.

-La comida ha sido encantadora, Gaston, pero to­davía no me has dicho por qué hemos comido jun­tos.
Él enarcó sus rubias cejas
-¿Tiene que haber una razón?
-Sí, creo que sí -respondió ella lentamente.- Gaston suspiró.
-He ido a ver a Peter esta mañana, Rochi.. -¡Otra vez, Peter! Maldito...
-¿Sí? -dijo ella, sentándose tensamente en su asiento-. ¿Y a él sí le has creído cuando te ha dicho que solo me había llamado porque estaba intentando localizar a Eugenia? -preguntó con sus ojos mieles brillando de indignación.
-No me dijo eso... no me dijo nada, Rochi-añadió cuando ella abrió la boca para objetar-. Por la sencilla razón de que no estaba. Se ha ido, Rochi. ¡Y el conserje del edificio donde vive dice que no tiene ni idea de cuándo volverá!
Ella se encogió de hombros despectivamente.
-¿Y qué tiene eso que ver conmigo, Gaston? -pre­guntó ella, mirándolo desafiantemente.

La camaradería que había resurgido entre ellos durante la comida, se había evaporado como si nunca hubiese ocurrido.
Gaston detuvo el coche delante del taller antes de responderle, girándose en su asiento, con el brazo en el respaldo de ella.

-No me gustaría que te hiciesen daño, Rochi-le dijo roncamente.
-Peter no podría hacerme daño, Gaston...
-Hay algo más, Rochi -la interrumpió con fir­meza, jugando distraídamente con el cabello rubio que le caía a Rochi por los hombros-. No sé cómo decírtelo... -murmuró él con gravedad.
-Suéltalo ya, Gaston -le dijo ella irritada-. ¡Nada de lo que puedas decirme de Peter puede impresio­narme!
Gaston asintió con la cabeza impacientemente.
-Es mi hermano pequeño, y por esa razón lo quiero... pero sé que la próxima vez que lo vea voy a darme el gusto de golpearlo.
Rochi sacudió la cabeza. . 
–Eso es algo entre tú y Peter.-Gaston suspiró.
-¿Alguna vez has llamado al apartamento de Peter, Rochi? -la miró inquisitiva mente.

Los ojos mieles de Rochi le lanzaron una mi­rada furiosa.

-Ya te lo he dicho. ¡No le he llamado nunca a ninguna parte! Tú...
-Solo te lo pregunto porque Peter ya no vive solo, Rochi -la interrumpió Gaston-. Ha estado compartiendo su apartamento estos últimos ocho meses. Con una mujer -añadió significativamen­te.

Rochi se quedó mirándolo, sin saber qué decir ¡Peter estaba viviendo con una mujer y todavía es­taba intentando hablar con Eugenia...! Gaston iba a te­ner que hacer cola detrás de ella si quería pegar a Peter. ¡Ella quería ser la primera! Eugenia podría ser una irresponsable, pero seguía siendo su her­mana.
Rochi tragó saliva, pálida bajo el maquillaje.

-¿Conociste... a esa mujer? -preguntó inexpresi­vamente.

Gaston sacudió la cabeza.

-Tampoco estaba allí -respondió él áspera­mente-. Pero el hecho de que lleven viviendo juntos ocho meses, implica cierta permanencia -añadió, lanzando a Rochi otra inquisitiva mirada.
Ella levantó las cejas con desdén.
-¡Nada de lo que hace tu hermano implica per­manencia!
-Eso es, Rochi -dijo Gaston con aprobación-. No te pongas triste, enfádate.

Era Eugenia la que tenía que enfadarse con Peter, no ella. ¡Solo esperaba ver a su hermana an­tes que Peter!

-Tengo que irme, Gaston -le dijo con el ceño frun­cido-. Pablo ya lleva bastante tiempo cuidando a la niña -dijo, girándose para abrir la puerta-. ¿Vendrás a cenar esta noche? -añadió distraídamente mientras Gaston le abría la puerta.
-Sí -afirmó él, mirándola ceñudamente-. ¿Y tú? Rochi lo miró sorprendida.
-Por supuesto. Hasta que Eugenia vuelva para re­coger a Alai estoy bastante atada -añadió mor­dazmente.
-Desde luego -Gaston asintió con la cabeza brus­camente-. Entonces hasta luego.

Rochi salió corriendo, aliviada al cerrar la puerta del salón detrás de ella, consciente de que Gaston no había subido al coche, sino que estaba ob­servando cada uno de sus movimientos.

-¿Qué tal la comida? -preguntó Pablo mientras Rochi se recostaba con debilidad en la puerta.
-Muy bien -dijo ella, colgando su chaqueta-. ¿Cómo está Alai?
-Ha comido, y se ha quedado profundamente dormida -la informó Pablo felizmente, mirando al cochecito.
-Bien -Rochi suspiró aliviada.
-Gaston parecía un poco... serio hoy -comentó Pablo sagazmente, volviéndose hacia Rochi.
-Gaston siempre esta serio -dijo ella secamente, arrepintiéndose enseguida de su irritabilidad-. No preguntes, Pablo. Es demasiado difícil de explicar.

Rochi levantó las manos y sacudió la cabeza, sintiendo de nuevo la amenaza de esas ridiculas lá­grimas. En realidad no eran solo una amenaza, sino que empezaron a rodar abrasadoramente por sus mejillas.

-¡Ro!

Pablo se mostró completamente afligido, rodeán­dola con sus brazos, y estrechándola tiernamente con­tra su pecho mientras le daba palmaditas en la espalda.
Rochi lloró como no lo había hecho en años, con profundos e incontrolados sollozos que le sacu­dían todo el cuerpo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Lloraba por la necesidad de Gaston. Por el deseo de Gaston. Por el amor de Gaston. ¡Lloraba por Gaston! Lo amaba tanto que aquello la estaba destrozando.
Y no sabía qué hacer al respecto. Él parecía que seguía enamorado de su hermana. Y Gaston creía que todavía tenía alguna relación con Peter....

-¿Interrumpo algo?

La voz de Gaston sonó fría entre la vorágine de sentimientos en la que Rochi parecía haber caído.
Levantó la vista con sorpresa, quedándose sin aliento al ver la violencia del rostro de Gaston, que la miraba desde la puerta.

-Tu bolso -dijo levantándolo para explicar su inesperada reaparición, mirando a Rochi tan fría­mente que le produjo escalofríos-. Te lo has dejado en el coche. Pensé que podrías necesitarlo -añadió con desdén-. Pablo.

Saludó con la cabeza despectivamente al otro hombre antes de girarse sobre sus talones y mar­charse tan repentinamente como había aparecido, dando un portazo.

-¿Pero qué demonios...? Rochi - Pablo la miró con el ceño fruncido-. ¿Qué demonios está pasando entre Gaston y tú?

Ella empezó a reírse. Era una risa sin humor, una risa que se mezcló con las lágrimas que de nuevo empezaron a brotar.
¿Qué estaba pasando entre Gaston y ella?
¡Ojálalo supiese!

Fin Capi...

*Mafe*

1 comentario:

  1. Me encanto este cap me encanta esta nove espero que gas se de cuenta que rochi lo ama!!!

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