miércoles, 23 de mayo de 2012

Amor Escondido Cap 7




Capitulo 7



Rocio entró en el comedor silenciosamente, muy alta y esbelta con un vestido negro corto, sin apenas mirar a Gaston al sentarse en­frente de él en la mesa.


No lo había visto al volver a casa del salón hacia una hora. Había estado ocupada con la niña y luego se había duchado y se había vestido para cenar.

Pero la última vez que había visto Gaston la había mirado con tal desdén que había tenido que reunir todo su valor para bajar y enfrentarse a él.

Respiró hondo, levantando la cabeza desafiantemente, y se obligó a mirarlo.

-Antes de que empecemos a cenar tal vez debería explicarte lo que pasó antes...
-Ya lo ha hecho Pablo -la cortó Gaston secamente, torciendo el gesto burlonamente cuando Rochi lo miró sorprendida-. Fue a verme a la oficina.
-¿Eso hizo?-Gaston asintió con la cabeza.
-Pensaba que yo podía haber malinterpretado la situación entre vosotros cuando entré en el salón -dijo él con desdén-. ¡Parecía que tenía la necesi­dad de decirme que el hecho de que estuvieses en sus brazos era algo completamente inocente!
-Por supuesto que era completamente inocente-replicó ella irritada-. Los dos sabemos que está contento de su relación con Alan. Y en cuanto a mí...-se interrumpió, mirándolo incómoda.
-No estás contenta de tu relación conmigo -ter­minó Gaston fríamente.
-Pues... -Rochi interrumpió su protesta cuando la señora Garcia entró con el salmón ahumado y lo dejó en la mesa.
-Come, Rochi -le dijo Gaston bruscamente una vez que volvieron a estar solos-. No estoy de humor para otra discusión -añadió fatigadamente, levan­tando su cuchillo y su tenedor.
Rochi hizo lo mismo.
-No tengo ninguna intención de discutir contigo, Gaston -le aseguró ella tranquilamente-. Ha sido un día muy largo. Lo único que quiero es cenar e irme derecha a la cama.

Gaston torció la boca burlonamente.

-¡Ignorándome no va a hacer que desaparezca, Rochi!
-Sería imposible ignorarte, Gaston -replicó ella, mirándolo ferozmente con sus ojos mieles-. La ver­dad es que trabajar todo el día y cuidar a la niña es muy cansado.

La expresión de Gaston se oscureció.

-¡Eugenia es de lo más egoísta... ! -Gaston se inte­rrumpió, sacudiendo la cabeza con indignación-. ¿Quieres que me ocupe yo de Alai esta noche, para que descanses?
¡Era desconcertante cómo Gaston pasaba del en­fado a la preocupación en cuestión de segundos!
-Puedo arreglármelas... gracias -dijo ella con afectación.
-Rochi, solo estaba... ¡Oh, al infierno! -Gaston arrojó sus cubiertos al plato antes de levantarse-.Ya he tenido bastante. ¡Me voy a mi estudio!

Rochi lo vio marcharse antes de dejar ella tam­bién sus cubiertos y ocultar el rostro entre las 
ma­nos.

¿Cuánto tiempo podrían continuar así?

Rochi no estaba segura de lo que la había des­pertado. Cuando llegó al pasillo, no salía ningún so­nido de la habitación de Alai. Lo que no la sor­prendía; solo hacía una hora que le había dado de comer y la había vuelto a acostar.
Pero algo la había despertado, un ruido que no era habitual en la casa a las dos de la madrugada. ¿Qué...?

-Ya te he dicho que tu comportamiento es ina­ceptable, Eugenia -oyó que decía Gaston casi gritando en el piso de abajo-. Te vas así, sin decir una pala­bra a nadie, y... sí, ya se que tienes trabajo. ¡Me de­cías eso muy a menudo en el pasado!

Rochi no había oído hablar a Eugenia, lo que significaba que Gaston debía de estar hablando por te­léfono con ella.
Se quedó en lo alto de las escaleras, clavada en el sitio, sabiendo que había sido la voz de Gaston lo que la había despertado.
¿Habría llamado Eugenia? ¿O habría sido Gaston el que la había telefoneado?
Porque si había sido eso último, entonces Gaston había sabido todo el tiempo dónde estaba Eugenia. Lo que llevaba a muchas otras preguntas.

  -Pasado mañana no está bien, Eugenia -dijo Gaston con aspereza, respondiendo a algo que Eugenia le había dicho-. Quiero que estés aquí mañana. Sí... mañana, Eugenia -insistió él con firmeza-. No es justo que dejes a Alai con Rochi de la forma que lo has hecho. Ella... espera un momento. Creo que he oído algo -murmuró impacientemente.

Ese algo había sido Rochi que había golpeado accidentalmente el jarrón de encima de la mesita del pasillo, sujetándolo rápidamente para que no se ca­yese. Rochi retrocedió en las sombras del pasillo cuando sintió que Gaston miraba hacia arriba en la os­curidad.

-No era nada -dijo Gaston, volviendo al teléfono minutos después-. Eugenia, ya he oído tus excusas antes, docenas de veces... ¿recuerdas? -dijo él fatigadamente-. Es demasiado tarde para explicaciones -añadió con dureza-. ¡Haz el favor de volver donde tienes que estar! -y colgó bruscamente.

Rochi se movió rápidamente sin hacer ruido, corriendo descalza por la alfombra del pasillo hasta alcanzar el refugio de su habitación. Cerró la puerta, recostándose en ella, con el corazón palpitándole erráticamente bajo su pijama de seda azul.

Sintió náuseas. ¿Gaston y Eugenia...? No podría so­portarlo.

Se apartó bruscamente de la puerta como si la abrasase cuando sonaron unos débiles golpes al otro lado.

¡Gaston!

-Rochi, sé que estás despierta -le dijo él en voz baja.

¡Podía estar despierta, pero eso no significaba que quisiera hablar con él! Tenía miedo de que si hablaba con Gaston en ese momento, podía decir algo de lo que más tarde se arrepintiese.

-Ro, por favor abre la puerta...

Ella abrió la puerta de golpe, fulminando con la mirada a Gaston, que estaba en el pasillo, cubierto solo con su batín de seda negro.

-¡No me llames así! -exclamó ella furiosamente. ¿Cómo se atrevía? ¡Cuando acababa de hablar con su hermana!
Él levantó las manos defensivamente.

-Perdona -suspiró profundamente-. Era Eugenia...
-Ya sé quién era -replicó ella con el rostro en­cendido de ira.

Gaston la miró interrogativamente.

-¿Y entonces por qué no has bajado a hablar con ella?
¡En lugar de esconderse en las sombras!, parecía implicar su tono.
-Por lo que oído, ya has dicho tú todo lo que era necesario.
Él entornó sus ojos verdes.
     -¿Y qué se supone que significa eso? -preguntó en un tono peligrosamente suave. Rochi se encogió de hombros.
-Le dijiste a Eugenia que volviese.
«Donde tenía que estar», recordó Rochi para sí misma. ¿Significaba eso que Eugenia tenía que estar con Gaston...?
-Por supuesto que lo he hecho -admitió él-. Tu hermana cree que es la única que tiene trabajo, que el resto del mundo gira en torno a ella. Yo no... ¡Demonios, no quiero hablar de Eugenia! -murmuró Gaston irritado, sacudiendo la cabeza-. Me enferma hablar de ella. Me parece que no hemos hablado de otra cosa en estos últimos días.
Rochi lo miró con ojos aprensivos.
-¿De qué quieres hablar entonces, Gaston? Él sonrió con desgana.
-¿A las dos y media de la madrugada? Preferiría no hablar de nada -Gaston suspiró, impaciente con la situación-. La verdad es que me he despejado -dijo finalmente-. ¿Te apetece tomarte una taza de cacao conmigo?

Ella ya no estaba segura de lo que quería. Sabía que amaba a Gaston, pero... ¡si estaba teniendo una re­lación con su hermana otra vez...! Por mucho que le doliese, si ese fuese el caso, sería el fin de su matri­monio...
-Solo es una taza de cacao, Rochi -bromeó Gaston-. ¡No es una decisión de vida o muerte!
-Está bien -dijo ella bruscamente, recogiendo su bata, y poniéndosela antes de seguir a Gaston por las escaleras.

El tictac del reloj del abuelo en el pasillo sonaba demasiado fuerte en sus oídos.
Gaston no encendió la luz de la cocina cuando en­traron, sino únicamente la luz del fogón, proyec­tando un cálido resplandor sobre los armarios de ro­ble de la cocina.
Rochi se dio cuenta con consternación de que era ese extraño momento de la noche otra vez, cuando nada parecía real.

-¿Quieres que lo prepare yo? -preguntó ronca­mente.
-Por supuesto que no -se negó él con firmeza-. Soy muy capaz de prepararle una taza de cacao a mi esposa.

Su esposa... sí, eso era ella. Pero de palabra solo...

De nuevo Rochi se preguntó si las cosas serían diferentes entre ellos si no fuese así.
Mientras bebía el cacao que Gaston le había prepa­rado, se preguntaba si sería capaz de hacerlo. ¿Cam­biaría su situación si hiciesen el amor?
¡Sólo había una manera de averiguarlo!

-Eh, no tienes que tomarte al pie de la letra lo de no hablar -bromeó Gaston, interrumpiendo sus pensa­mientos, al sentarse enfrente de ella.

Dios, qué guapo era. Tenía el cabello rubio albo­rotado, la dureza de su rostro se había suavizado con " la tenue iluminación de la habitación, y el calor de su cuerpo parecía alcanzarla y envolverla.

-¿Rochi...? -dijo él en tono vacilante, con la mirada entrecerrada sobre su encendido rostro.
Encendido porque deseaba a Gaston, lo deseaba tanto que sentía un dolor físico. ¡Y tal como estaban las cosas entre ellos en ese momento, sabía que te­nía poco que perder!
¿Y qué si se ponía en ridículo? Tenía veintinueve años, por el amor de Dios, no era ninguna adoles­cente. Además, era la esposa de Gaston, y si alguna mujer tenía derecho a compartir su cama con él, era ella.
¡No renunciaría a él sin luchar!

-Gaston -replicó ella con la voz ronca, dejando la taza vacía y aguantándole la mirada, sin ocultar su deseo.

Gaston se levantó lentamente, rodeó la mesa y la puso de pie, agarrándole suavemente la barbilla con la mano, sin dejar de mirar su rostro encendido y sus febriles ojos.

-Rochi, ¿estás segura de que es esto lo que quieres? -murmuró él finalmente, con el ceño frun­cido-. Me doy cuenta de que hoy ha sido un día difí­cil para ti...
-¿Gaston, por qué no dejas de hablar y me besas? -refunfuñó ella, deseando dejar a un lado el desas­troso día.
-¿No te arrepentirás? -Gaston vaciló-. ¿No me odiarás mañana?

Ella lo rodeó con sus brazos, apretándose contra él.

-Me gustas y te respeto demasiado, Gaston, para odiarte -le aseguró ella, levantando la cabeza incitantemente.

Por fin la boca de Gaston descendió hacia ella.
Era como si desde el sábado por la noche, desde que había estado con Gaston en sus brazos, no hubiese sucedido nada; la ardiente pasión se reavivó instan­táneamente, encendiendo a Rochi, curvando su cuerpo contra la cálida dureza de Gaston.
Era tan agradable sentir sus hombros anchos y musculosos bajo los dedos, su pecho ligeramente cubierto de vello rubio cuando le retiró el batín, la desnudez de sus muslos fuertes y poderosos.

-Rochi...
-Sin hablar -le recordó ella, cubriéndole los la­bios con los dedos.

Él sonrió, besándole con ternura cada uno de los dedos antes de quitarle la mano, pero agarrándosela con fuerza.

-Solo iba a sugerir que subiésemos arriba... a me­nos que quieras que te haga el amor sobre la mesa de la cocina -la provocó él con la voz ronca.
Ella se rio.
-Muy original... pero no creo que sea muy có­moda.

Sus manos permanecieron unidas mientras su­bían lentamente las escaleras. De pronto Rochi se sintió un poco tímida, pero decidida, sin embargo a terminar aquello. ¡Cualquier cosa con tal de dificul­tar a Gaston que pusiese fin a su matrimonio!
Por acuerdo tácito fueron al dormitorio de Rochi, donde la lamparilla de noche de la mesilla se­guía encendida.

-Déjala -le dijo Gaston suavemente cuando ella fue a apagar la lámpara-. A no ser que te importe...
-No -le aseguró ella rotundamente-. No me im­porta.

Con la respiración entrecortada, Gaston le desabro­chó la bata y se la deslizó por los hombros antes de dejarla caer sobre la alfombra a sus pies, seguida rá­pidamente por la camisa de seda azul
.
-Qué hermosa eres, Rochi -murmuró el guturalmente, tomando cada uno de sus pechos en las manos antes de inclinar la cabeza para besar sus ar­dientes pezones.

Ella gimió, sintiendo que se le doblaban las pier­nas. Arqueó la espalda mientras la lengua de Gaston le acariciaba húmedamente cada pecho, temblando de placer.

Los labios de Gaston trazaron una estela de fuego por sus costillas hasta su ombligo, acariciándole con la lengua la pequeña caverna antes de que sus labios descendiesen todavía más abajo. Los pantalones azules de seda cayeron al suelo cuando él desabro­chó el único botón que los sujetaban, dejándola completamente desnuda delante de él.
Rochi se quedó sin aliento, enredando los dedos en la rubia espesura de su pelo, arqueando su cuerpo de necesidad mientras los acariciantes labios de Gaston se movían por sus muslos.

Con los ojos nublados de pasión, Gaston levantó la vista hacia ella.

-Si quieres que pare...
-No -le aseguró ella jadeantemente-. ¡Por favor!
-¡Dios, Rochi...!

Él se abrazó a sus muslos brevemente antes de le­vantarse.

-Ahora a mí -la invitó él roncamente, retroce­diendo ligeramente para que ella llegase al cinturón de su batín.

Los dedos de Rochi forcejearon torpemente con el sencillo nudo. Estaba temblando de deseo, y al mismo tiempo deseaba saborear el cuerpo de Gaston como él acababa de hacer con ella.

Completamente desnudo, solo había una palabra para describir a Gaston, la misma palabra que él había utilizado para describirla a ella hacía unos minutos: hermoso.
Parecía una extraña palabra para asociarla con el duro y arrogante hombre que era su marido, pero aun así era la única palabra que Rochi podía pen­sar para describir su ágil cuerpo, el vello oscuro de su pecho, descendiendo hasta sus musculosos mus­los, y sus piernas, largas y fuertes.
Rochi se movió, besándole el pecho como él la había besado a ella, siendo recompensada cuando él se quedó sin aliento al intentar permanecer inmóvil delante de ella. Intentar... porque cuando Rochi descendió con los labios y las manos por su cuerpo como él había hecho con ella, a Gaston le resultó cada vez más difícil soportar sus besos y sus caricias.

-¡Basta, Rochi! -gimió-. ¡A no ser que quieras que pierda totalmente el control!

Gaston la levantó sin esfuerzo, con el rostro cris­pado casi de dolor. Abrió la cama antes de acostarla con suavidad, uniéndose a ella enseguida, recla­mando de nuevo su boca.
Era como ahogarse, verse arrastrada por una marea de ingravidez, sin poder pensar en nada, solo sentir. Sentir como Rochi no había sentido en su vida.
Ninguna parte de ella quedó sin ser acariciada y besada por él; cada curva, cada hueco fue explorado y capturado.
Y el cuerpo de Gaston se le hizo tan familiar a Rochi como el suyo, acariciando amorosamente cada músculo, cada terso contorno, mientras lo besaba.
Estaba tan excitada que los sonidos que salían de su garganta habían pasado del placer a la súplica.

-Todavía no -gimió el, con la cabeza en sus pe­chos-. ¡No quiero que esto acabe nunca!
Ella tampoco. ¡Quería que fuese su principio...!

-Por favor, Gaston -suplicó ella, tomando su rostro entre las manos y mirándolo con el rostro encendido de pasión-. Dilo, Gaston -le pidió con anhelo-. ¡Di mi nombre! -se le quebró la voz de emoción.
  -¿Rochi...? -dijo él aturdido-. ¡Rochi, Rochi, Rochi! -repitió él temblorosamente. Ella soltó una jadeante carcajada.
    -Hazme el amor, Gaston. ¡Por favor!

Con una última mirada ligeramente perpleja, Gaston se movió, y por fin fueron uno...
Estaban tan íntimamente unidos que Rochi no sabía dónde acababa ella y dónde empezaba Gaston, pero cuando él empezó a moverse lentamente dentro de ella, eso dejó de tener relevancia.

La había colmado de abrasador placer antes, pero en ese momento se sintió consumida, completa­mente perdida, cayendo por un precipicio una y otra vez hasta que Gaston perdió totalmente el control, ar­queando su cuerpo ligeramente antes de rendirse a su propio placer, arrastrándola con él a una cima de sensación que ella no sabía que existía.
Solo el sonido de sus respiraciones jadeantes lle­naba el aire cuando Gaston alcanzó las sábanas y las echó sobre sus cuerpos. Rochi apoyó la cabeza en su hombro y él la estrechó entre sus brazos.
Rochi sabía que debería decir algo, cualquier cosa, pero no habría podido hablar aunque lo hu­biese intentado. Estaba con el hombre al que amaba, abrazada protectoramente contra el calor de su cuerpo. Y él se iba a quedar exactamente donde es­taba, no iba a volver a su dormitorio después de ha­cer el amor, como ella había temido. De momento era suficiente..
.
Rochi no tenía ni idea de qué hora era cuando se despertó a la mañana siguiente, pero el sol bri­llaba detrás de las cortinas de su dormitorio, así que debía de ser hora de desayunar. Aunque no tenía ningún apetito. ¡No de comida, por lo menos...!

Se sonrió, recordando todo lo que había sucedido la noche anterior, pero esa sonrisa se desvaneció cuando se dio la vuelta y descubrió que estaba sola en su enorme cama, que Gaston no estaba a su lado.
¿Había sido todo un sueño, como los que había tenido otras noches...?

No, no había sido un sueño. Su cuerpo todavía le dolía de hacer el amor, un dolor placentero. Recor­daba que Gaston la había despertado en algún mo­mento de la noche. La segunda vez que habían he­cho el amor, conociéndose ya el uno al otro, había sido incluso más placentera que la primera.

¿Pero dónde estaba Gaston?

Se sentó en el borde de la cama, con las mejillas encendidas al mirarse y verse completamente des­nuda, y las marcas de la pasión de Gaston en los pechos.
Pero se alegraba de esas marcas. Eran la confirma­ción de que la noche anterior era real, no un sueño.
Estaba tarareando por lo bajo, después de vol­verse a poner el pijama de seda azul, sentada delante del espejo, peinándose el cabello rubio, cuando lla­maron a la puerta del dormitorio.
Sin dejar de sonreír, se giró en el taburete.

-Adelante -invitó con la voz ronca.

-El desayuno, señora Dalmau -dijo la señora Garcia, entrando en la habitación con una bandeja- El señor Dalmau ha pensado que preferiría desa­yunar en la cama después de una mala noche -le ex­plicó el ama de llaves mientras colocaba la bandeja en la mesilla.
¡Una mala noche...! Muy oportuno.

Rochi se alegró de que la señora Garcia estu­viese ocupada con la bandeja en ese momento, dándole unos minutos para disimular su desilusión por­que no fuese Gaston quien estaba en la puerta.

-Qué amable de su parte -murmuró ella un poco tímidamente-. ¿Dónde está Gaston? -preguntó como si tal cosa mientras se levantaba para servirse una taza de café.
El ama de llaves pareció sorprendida por la pre­gunta.

-Se ha ido a la oficina, como siempre.
-Oh -Rochi contuvo su desilusión.
-Le dio el biberón a Alai antes de irse, así que ella está muy contenta -le informó el ama de lla­ves-. Se la traeré en unos minutos, si quiere. Una vez que haya desayunado, por supuesto.
-Estupendo -dijo Rochi distraídamente.

Seguía desilusionada porque Gaston se hubiese ido a trabajar como siempre. ¡Habría sido agradable despertarse en la cama con él, tal vez para volver a hacer el amor...!
Aun así Rochi se sentía feliz y contenta esa ma­ñana, y decidió que nada estropearía esa sensación de bienestar.
Y los siguientes minutos nada lo hizo. El café es­taba caliente y fuerte, como a ella le gustaba, y los cruasanes estaban recientes y deliciosos. Incluso cantó mientras se duchaba antes de ponerse un ves­tido ceñido del mismo color miel de sus ojos.

Una mirada al reloj de la mesilla le indicó que eran poco más de las nueve, lo que significaba que debería irse a trabajar, pero ya que aquello había sido como su noche de bodas, decidió que tenía de­recho a estar un poco soñadora esa mañana.

Incluso Alai, cuando se la subió la señora Garcia media hora después, parecía a tono con el hu­mor de Rochi, completamente despierta y balbuce­ando felizmente en su sillita. Rochi no pudo resis­tirse a levantarla y abrazarla, y fue recompensada con lo que parecía una sonrisa.

-Es una niña preciosa, ¿verdad? -dijo la señora Garcia, resistiéndose a dejar la habitación.
-Preciosa -admitió Rochi sin vacilar-. ¡Va a ser una rompecorazones cuando sea mayor!
-Sin duda -admitió el ama de llaves-. Ese pre­cioso pelo rubio y esos ojos verdes van a ser una combinación letal.
-Tiene los ojos azules -le corrigió Rochi distra­ídamente mientras recogía un adorno del tocador para enseñárselo a Alai.

La señora Garcia se rio.


-Todo los recién nacidos tiene los ojos azules -dijo sacudiendo la cabeza-. Pero suelen cambiar al cabo de unas semanas, y los ojos de Alai ya están empezando a volverse verdes.

¿Verdes...?

¿Los ojos de Alai iban a ser verdes...?

Rochi miró a la niña con el ceño fruncido. La última vez que había mirado a Alai tenía los ojos azul claro, pero ya tenían alrededor un borde más oscuro, un borde verde esmeralda...
Rochi tragó saliva, dejando a la niña con cui­dado en su sillita.

Solo conocía una persona que tuviese los ojos de color verde esmeralda...

¡Y esa persona era Gaston!



Fin Capi...

*Mafe*

2 comentarios:

  1. No, no, no!! NO me gusto que rochi piense que esa nena es de GASTON! Y no despues de esa noche!!jaaja.. espeor el proximo!! Besotes

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  2. me encanto lo que paso con Gas y Rochi espero que Alai no sea hija de Gas !! muy buena la nove!! ;D

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