jueves, 24 de mayo de 2012

Antes y despues de odiarte capitulo 5



Los dedos con los que Gaston sujetaba el vaso se crisparon hasta blanquearle los nudillos. Se quedó inmóvil, sin aire en los pulmones, sin sangre en las arterias, sin corazón en el que latirle la rabia que le constreñía las entrañas.

No había pensado que sentarse allí le iba a despertar tantas emociones ni que verla llegar le tensionaría hasta reventarle todos los músculos. De haberlo imaginado no habría entrado en el café ni siquiera para ocupar ese lugar junto a la barra. Se habría limitado a quedarse en los Jardines, al otro lado de la calle, vigilando desde allí los movimientos que se sucedían junto al último ventanal.

Había permanecido unos minutos eternos ante la puerta luchando contra su intención de cruzar esa línea, contra su voluntad de hacer algo de lo que probablemente tuviera que arrepentirse. Pero se había engañado a sí mismo diciéndose que solo se trataba de comprobar si realmente ella acudía cada sábado, que ni ella ni los recuerdos que guardaba ese lugar podrían ya atormentarle el corazón.

Y apenas hubo entrado ya no estuvo seguro de nada.

Provoca curiosidad, ¿no es cierto? le preguntó el camarero al ver la fijeza con la que miraba a rocio, quien acababa de ocupar el rincón al fondo. Las primeras veces pensé que tenía alguna cita insistió.

Gaston trató de despejarse frotándose los ojos. Consciente de que su actitud llamaba la atención, se volvió hacia la barra. Sentía la boca seca y áspera, y tomó un pequeño trago de cerveza.

Una chica tan guapa no debería pasar ni una sola tarde de su vida con la única compañía de una taza de café siguió diciendo el camarero con una sonrisa cómplice.

—¿Viene mucho? consultó Gaston, que seguía apretando el vaso como si pretendiera exprimir el vidrio.

Las tardes de los sábados. Alguien, desde el otro extremo, reclamó sus servicios y él aceleró su explicación mientras se alejaba. Juraría que no ha faltado ni uno en los casi tres años que llevo trabajando aquí.

gaston se centró en la espuma fina y persistente de su cerveza, para no conducir la mirada hasta la rinconera. Si jamás la había visto allí hasta la tarde en la que ella fingió la casualidad de un encuentro, no hallaba explicación a que, tras haberle engañado y jodido la vida, acudiera todas las condenadas tardes como si la costumbre la hubiera establecido ella.

«¡Zorra maldita que disfrutaba de una libertad que a él le había cercenado y aún no bastándole con eso le robaba también esa parte del pasado que nunca le perteneció!»

El corazón comenzó a batirle en las sienes y la sangre a recorrerle las venas hasta agolparse en su cabeza. No iba a contenerse. Si seguía un minuto más allí se levantaría del taburete y se acercaría a ella para decirle no sabía qué, pero nada que esa mujer quisiera escuchar. No; no se contendría por sí mismo. Por eso sacó apresuradamente su cartera, dejó un billete junto a su cerveza inacabada y se levantó sin esperar el cambio.

Salió por la puerta del otro extremo del local, dándole a ella la espalda. Quiso así evitar el riesgo de verla de nuevo y dejarse vencer por las ganas de encararla y arrojarle todo su desprecio.





Hay muchas formas de forzar puertas sin que se note que lo has hecho comentó peter dejando una llave sobre la mesa. Te voy a enseñar la que considero que es más rápida y sencilla.

Podríamos llamarlo lección para un ladrón inepto bromeó Gaston a la vez que la tomaba entre los dedos.

Ahora que nombras lo de ladrón peter se atusó la perilla, nervioso, hay algo que... me gustaría que quedara claro. No por ti, que ya lo sabes sonrió con una mueca torpe. Es por lali. Imagino que le contarás esto y... y no me gustaría que pensara que me dedico a entrar en las casas. Tú sabes que jamás he hecho algo así.

No te preocupes por tonterías garantizó Gaston, que continuó analizando la llave y preguntándose cómo se podía abrir algo con eso. Ella sabe cómo eres. Tiene muy buena opinión de ti.

peter sonrió aliviado. Su mueca torpe se convirtió en una sonrisa casi boba.

—¿Y qué dice de mí? Traqueteó en la madera con sus dedos inquietos.

Que eres muy buena persona. Que tengo mucha suerte por haberte encontrado. ¡Cosas de esas!

—¿No cree que soy un poco... le costó dar con la palabravulgar? Lo digo porque seguramente está acostumbrada a tratar con otro tipo de gente.

—¿Tú, vulgar? Arrugó la frente, atónito. ¡No fastidies! ¿Cómo vas a ser tú vulgar? De todos modos, lali está por encima de todas esas tonterías. Aunque la veas tan... iba a describirla, pero al recordarla sonrió y escogió una sola palabra perfecta, ella valora a las personas por lo que son. También por la inteligencia. Dice que tú la tienes, y mucha.

Peter se infló de satisfacción. Hasta entonces había creído que lali, la hermosa y distinguida mujer, solo le veía como al amigo de gaston. Un hombre demasiado simple como para perder tiempo analizándolo. Pensó que estaría bien saber qué opinaba también de su físico, pero le pareció una pregunta demasiado superficial. De todos modos, eso no le preocupaba demasiado. Las mujeres que habían ido pasando por su vida se habían encargado de subirle el ego hasta donde correspondía a su cuerpo atlético y a sus sagaces ojos castaños.

Es una mujer impresionante. Se arrepintió de haberse mostrado tan franco y pasó con rapidez a otro asunto

Salieron juntos al rellano y dejaron la puerta entornada. Peter se agachó, introdujo la llave en la ranura y le mostró que era imposible girarla.

--Si encajas la llave correcta, los cilindros suben el tramo que cada uno necesita para coincidir todos en la parte superior. Se alinean y te dejan abrir. Se preparó moviendo los dedos con la teatralidad de un mago peter lo utilizó para dar un golpe seco en la llave y esta se introdujo hasta el fondo. Casi al mismo tiempo giró y el cerrojo se abrió con una suavidad asombrosa.

—¿Cómo has hecho eso? preguntó Gaston.

Fácil. Sacó la llave y se puso en pie. Si la giras en ese momento el mecanismo se acciona como si hubieras metido la llave correcta. No fuerzas nada, por lo tanto no dejas ningún rastro, que es lo que queremos.

No hubiera hablado con esa tranquilidad sobre no dejar rastro si hubiera sabido lo poco prudente que estaba siendo él, pensó Gaston. No aprobaría que la hubiera esperado en el interior del Iruña ni que, llevado por su rabia, llevara días acechándola cada anochecer, a la salida de la tienda, para seguirla a distancia por las calles. No, no habría dicho eso de haber sabido cuánto le estaba costando mantenerse a distancia y no ponerse ante ella para arrojarle esas palabras que le abrasaban la mente y la boca.

Justo lo que necesito dijo al comprender que tenía superado el primer obstáculo. Tal y como lo explicas no parece difícil.

Y no lo es. Prueba.

Ocupados como estaban, no repararon en los sonidos apagados que provenían del piso de enfrente ni en el ligero roce que alguien provocó al abrir la mirilla.

Gaston se agachó junto a la cerradura. Introdujo la llave y contuvo la respiración preparándose para el momento decisivo. Tenía la sensación de que si estaba lo bastante cerca escucharía el sonido de los cilindros y eso le indicaría cuándo estaban alineados. Y así fue. En un breve instante se sucedieron el sonido del golpe con el encendedor, el que produjo la llave al encajar en el fondo y otro más suave que correspondía a los cilindros elevándose. Después, un brevísimo silencio y vuelta a caer.

—¡Lo tengo! exclamó, aunque ni siquiera lo había intentado. Sé cuándo debo girar.

No hubo más pruebas ese día.

Pero disponían de tiempo. Gaston había aprendido a tener paciencia, aunque esta amenazara con esfumarse cuando estaba cerca de Rocio. Pero, apartando esa debilidad que le costaba controlar, seguía siendo un hombre reposado. Sabía que su plan funcionaría solo si medía cada paso que diera.

Sus marcadas ojeras y su frecuente desatención no se debían a la inquietud o la prisa por ejecutar su venganza. Esa la tenía bien planeada y llegaría en el momento preciso. El pensamiento que le hostigaba impidiéndole descansar, tanto de día como de noche, era otro bien distinto que nunca pensó que llegaría a perturbarle.
                                                                                                                                      adaptacion libro A.iribika

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