viernes, 1 de junio de 2012

Amor Escondido Cap 8



Capitulo 8



-Dos días seguidos -murmuró Pablo especula­tivamente-. ¡Cualquiera diría que estás ena­morado, Gaston!

Rochi se había dado cuenta de que la puerta del salón se había abierto, y por el repentino hormigueo que recorrió su espalda, sabía que la persona que ha­bía abierto la puerta era Gaston.
Pero no dejó lo que estaba haciendo, sino que continuó cubriendo de seda lila un maniquí.
Aunque sus manos temblaban y le costaba tra­bajo respirar.

¡Alai tenía los ojos verdes!

¡Gaston era el padre de Alai!

Tenía que serlo. Era cierto que Eugenia había te­nido relaciones con Peter durante un tiempo, ¡pero Peter tenía los ojos castaños...! Era demasiada coincidencia que la hija de Eugenia tuviese los ojos verdes de Gaston.
No le extrañaba que Eugenia no hubiese tenido reparos en dejar a su hija en su casa. ¡Probable­mente pensaba que cuidar a Alai unos días era lo mínimo que Gaston podía hacer!

Rochi había dejado a la niña rápidamente, in­tentando que la señora Garcia no se diese cuenta de que solo tener a Alai en brazos la ponía enferma.

Había salido precipitadamente de la casa, para alejarse de los recuerdos de lo que había sucedido entre Gaston y ella la noche anterior. Y había ido a re­fugiarse en su salón.
¡Lo último que deseaba, o necesitaba, era que Gaston la siguiese hasta allí!

¿Qué estaba haciendo allí ese adúltero?

Rochi no estaba segura de poder aplicar ese ca­lificativo a Gaston mientras su matrimonio era solo un papel... ¡pero después de pasar la noche juntos si se lo podía aplicar!
Deseaba gritar, golpear algo... ¡preferiblemente a Gaston!

Pero lo que hizo sin embargo fue dejar tranquila­mente los alfileres con expresión indiferente, y mi­rar interrogativamente a Gaston.

-¿Qué puedo hacer por ti, Gaston? -dijo ella áspe­ramente, con los ojos mieles llenos de resentimiento.

Él entornó los ojos ante su agresividad. ¡Unos ojos verdes...!

-Como ves, estoy muy ocupada -añadió ella, se­ñalando al maniquí.

Gaston frunció el ceño, examinándola, con los la­bios apretados.

-Creía que hoy no vendrías a trabajar -murmuró él.
-¿Por qué no? -replicó ella desafiantemente-. Tú lo has hecho.

Gaston se encogió de hombros, sin apartarse de la puerta que había cerrado.

-Tenía un par de cosas que resolver en la oficina antes de poder tomarme el día libre -respondió él, sin dejar de mirarla inquisitivamente-. Me ha sorprendido volver a casa y encontrar solo a la señora Garcia cuidando a Alai.

Rochi había dejado a la niña con la señora Garcia porque no se sentía capaz de cuidarla ella en ese momento. No había duda de que quería a la niña, que a pesar de todo, Alai era completamente inocente en todo aquello. ¡Pero no podía mirarla sin ver esos ojos verdes...!

-Alai hoy habría sido un estorbo -dirigió una mirada de disculpa a Pablo cuando él emitió un so­nido de protesta-. Como te he dicho -Rochi se volvió a Gaston-, estoy muy ocupada.
-¿Demasiado ocupada para ir a comer? -la invitó.

¡Sí! Y no porque estuviese realmente ocupada... sino porque de ninguna manera podría comer nada, y por supuesto menos en compañía de él.

-Me temo que sí -respondió ella como si tal cosa-. Pero no dejes de comer por mí -añadió con desdén.

La boca de Gaston se tensó ante su tono.

-No tengo hambre precisamente -dijo él sin mo­verse.
-Pues yo sí -dijo Pablo, obviamente harto de esa conversación-. Si me disculpas, Rochi -le lanzó una burlona sonrisa cuando ella le clavó la mirada-. Anoche le insinué a Alan que hacía siglos que no me invitaba a comer, así que me ha propuesto hacerlo hoy -se volvió para recoger su chaqueta-. ¡Qué os divirtáis!

La rápida salida de Pablo dejó una tensión que era difícil ignorar. Gaston se había apartado para dejar salir al otro hombre, pero por lo demás mantuvo su postura defensiva delante de la puerta.

-Solo he ido a la oficina porque quería tomarme el día libre. Creía que pasaríamos el día juntos -dijo Gaston quedamente.

Ella hizo un esfuerzo por encogerse de hombros.

-¿No habría sido mejor que me consultases an­tes?
-Rochi...
-¿Gaston? -replicó ella, como había hecho la no­che anterior.
¡Excepto que no era una ronca invitación!
-¡No lo entiendo! -estalló Gaston impaciente­mente, adentrándose en la habitación-. ¿Qué demo­nios pasa, Rochi? Anoche...
-Fue muy agradable, Gaston -lo interrumpió ella tranquilamente-. Creía que habías disfrutado tanto como yo.
-Por supuesto que disfruté, maldita sea...
-Entonces deja de hacer de ello una cuestión de estado -lo cortó Rochi con despreocupación. -Se dio la vuelta para no ver la sombría palidez del rostro de Gaston, y retomó los alfileres para fijar la seda.

¡Sin orden ni concierto!

Iba estropear la tela, y a Pablo probablemente le daría uno de sus habituales ataques de histeria, pero Rochi tenía que hacer algo, no podía seguir mi­rando a Gaston. ¿Cómo era capaz de mostrarse herido por su frialdad? ¡ No era justo!

Se dio cuenta de que Gaston había cruzado la habi­tación hasta donde ella fingía trabajar cuando sintió una mano de acero en su brazo, girándola brusca­mente. Rochi levantó la cabeza desafiantemente hacia él, obligándose a mirarlo los ojos.

El enfrentamiento de miradas continuó lo que a Rochi le pareció una eternidad.
Fue Gaston quien rompió finalmente la gélida tensión entre ellos, soltándola bruscamente y retrocediendo con un nervio latiéndole en la mandíbula apretada.

-¿No dijiste que no te arrepentirías, Rochi? -la retó acusadoramente. Ella tragó saliva.
-No me arrepiento de lo de anoche, Gaston -le ase­guró.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo por mantener la serenidad ante el desconcierto de la cara de Gaston. Lo que realmente deseaba era arrojarse en sus bra­zos y olvidar esa maldita conversación que había te­nido con la señora Garcia esa mañana. Pero no podía olvidarla...
Gaston sacudió la cabeza.

-¡Desde luego no tienes aspecto de querer repe­tirlo! -bramó él ferozmente. Ella sonrió forzada.
-Bueno, en este momento no -replicó burlona­mente, señalando al maniquí en el que estaba traba­jando.
-¡Ni nunca, por la forma que te has comportado desde que he llegado! -gritó él. Ella lo miró mordazmente.
-No creo que este sea un lugar apropiado para hablar de lo que sucedió anoche.
-¿Hay algún lugar apropiado para hablar de eso? -preguntó él enérgicamente, pasándose la mano por la rubia espesura de su pelo-. No sé si te acuerdas, pero anoche yo creía que deberíamos haber ha­blado...
-Oh, fantástico -replicó ella-. Échame a mí la culpa de lo que sucedió anoche, Gaston.

Rochi lo miró furiosamente, aliviada de tener algo en lo que concentrar el vaivén de sus senti­mientos.
Gaston sacudió la cabeza.

-No he dicho eso -dijo él cansinamente-. Nadie tiene la culpa de lo de anoche, maldita sea. ¿Pero qué ha sucedido con que eso de que te gustaba y me respetabas demasiado para odiarme? -le recordó ás­peramente-. ¡Porque me da la maldita impresión de que me odias!
-Creo que te estás imaginando cosas, Gaston -le dijo ella, restándole importancia-. Por supuesto que no te odio.

¡No por la noche anterior, por lo menos...! Aquello era algo que había deseado durante mucho tiempo...
Él avanzó hacia ella.

-Rochi...
-No, no te odio, Gaston -repitió ella, aterrada de que la volviese tocar y su cuerpo traidor volviese a estremecerse como lo había hecho cuando él la ha­bía agarrado el brazo-. Pero tampoco pretendo ac­tuar como una adolescente enamorada solo porque hayamos pasado la noche juntos -añadió mientras Gaston fruncía el ceño peligrosamente-. Ya no somos niños, Gaston, y lo de anoche fue... agradable...
-¡Fue fantástico, maldita sea! -la interrumpió Gaston con crispación, apretando los puños a sus cos­tados.
-Posiblemente -admitió ella mordazmente-. No lo sé muy bien... probablemente porque no tengo tanta experiencia como tú para... comparar.

Para empezar, Gaston era diez años mayor que ella, y esos diez años él no los había pasado en celibato. Además, ella había pasado esos mismos diez años sacando adelante su negocio, con poco tiempo para relaciones. Excepto la breve relación con Peter...

-Estuviste con Peter -le recordó Gaston con des­dén, como si hubiese adivinado sus pensamientos. Rochi levantó sus oscuras cejas.
-¿Me estás pidiendo que haga esa compara­ción...?
-¡No, maldita sea, no! -de nuevo el nervio pal­pito en su mandíbula apretada-. Peter es la última persona de la que he venido a hablar...
-Has dicho que habías venido a invitarme a co­mer -le recordó ella con tirantez, ansiosa por termi­nar esa conversación-. Y ya te he explicado que es­toy muy ocupada. ¿No podríamos continuar esta conversación en casa esta noche?

¡Antes de que se pusiese completamente en ridí­culo delante de Gaston y se echase a llorar!
Gaston sacudió la cabeza lentamente.

-Por lo que veo, no tenemos nada más que decir­nos...
-Yo no he dicho eso -lo interrumpió ella rápida­mente, temiéndose el final de su matrimonio-. Pero ahora no, Gaston, ¿de acuerdo? -añadió en tono esperanzador.
-«Ahora no, Gaston» -la imitó él furiosamente-. ¡Pareces una mujer que lleva casada veinte años, no uno! -dijo él mordazmente-. Muy bien, Rochi, ha­gámoslo a tu manera. Hablaremos luego, en la inti­midad de nuestra casa -se dirigió a la puerta con paso decidido, abriéndola de un tirón-. ¡Pero no esperes que vaya a gustarte nada de lo que tengo que decirte!

El salón retumbó con el portazo que dio, y a Rochi empezaron a temblarle las piernas mientras se dejaba caer en una silla.
¿Qué iba a hacer?
¡Todavía amaba a Gaston!

Pero ya no podía seguir casada con él. No por lo de la noche anterior. Aquello era un bonito recuerdo que probablemente la perseguiría el resto de su vida.

Pero era imposible que ignorase el hecho de que Alai...

-¿Qué ocurre, Rochi? -Pablo la miró con el ceño fruncido cuando volvió de comer y la encontró desplomada en la silla-. Y no me digas que nada -añadió con firmeza cuando ella fue a hablar-. Te conozco desde hace mucho tiempo, para que me vengas con esas.

Ella sonrió lánguidamente.

-¿Por qué crees que ocurre algo, Pablo?
-No lo creo. ¡Lo sé! -Pablo se sentó junto a ella-. Los dos habéis estado diferentes esta semana...
-Querrás decir Gaston -dijo Rochi mordazmente. Pablo sacudió la cabeza.
-Quiero decir los dos. Mira, sabes que me preo­cupo por ti, Rochi -tomó una de sus manos entre las suyas enormes-. Y lo que más deseo es que seas feliz... y no me digas que lo eres -de nuevo la impi­dió hablar, con una recriminatoria mirada-. Si esto es ser feliz, ¡entonces yo he sido feliz durante años pero no me he dado cuenta!

Rochi le apretó una de las manos.

-¿No podríamos dejarlo, Pablo? Por ahora -aña­dió suplicantemente cuando él iba a protestar-. Te hablaré de ello, te lo prometo, pero ahora no -aña­dió con la voz estrangulada
-Ves -saltó Pablo enseguida, señalando las lágri­mas de sus ojos-. Nunca te había visto llorar, y ya lo has hecho dos veces en dos días -sacudió la ca­beza-. Siempre has sido tan equilibrada, tan segura de a dónde dirigías tus pasos...
-Creo que he dado un paso en falso -lo interrum­pió ella con la voz quebrada, intentando sonreír.
-¿En tu matrimonio con Gaston? -Pablo frunció el ceño-. Porque si eso es lo que piensas, Rochi, es­tás equivocada. Gaston es lo mejor que te ha ocurrido nunca -dijo con certeza-.¿O tiene esto algo que ver con Peter Dalmau?
-¿Peter? -Rochi lo miró perpleja.
-Llamó ayer aquí, Rochi -le dijo Pablo.
-¿Llamó Peter?

Pablo asintió con la cabeza.

-Mientras estabas comiendo con Gaston. Tengo que admitir que al ver el estado en que volviste, de­cidí no decírtelo -admitió apesadumbrado-. Lo siento, Rochi -suspiró mientras ella lo miraba con los ojos como platos-. Pero sabes que nunca me gustó ese hombre.

A pesar de ello, a Rochi le sorprendió la tar­danza de Pablo en hablarle de la llamada de Peter...

-¿Dijo por qué llamaba? Pablo puso mala cara.
-Algo de que se iba de la ciudad durante unos días -recordó con desdén-. Como si a ti te interesase... Porque no te interesa, ¿verdad, Rochi? -la miró inquisitivamente-. ¡Ro, no! Ahora estás ca­sada con Gaston...
-No estoy segura de cuánto tiempo más lo estaré -admitió ella.
-¡Qué! -exclamó Pablo, horrorizado-. Pero si os queréis. Tú...
-Yo amo a Gaston -lo corrigió ella, demasiado can­sada para intentar ocultar sus sentimientos-. No es­toy segura de lo que Gaston siente por mí, pero desde luego no es amor.
-¡Tonterías! -dijo Pablo con impaciencia-. Por supuesto que te ama. Siempre te ha amado. ¿Cómo no iba a amar a una persona tan maravillosa como tú...?

Ella no pareció impresionada por su declaración.

-Creo que no eres muy objetivo, Pablo -lo re­prendió, dándole unas palmaditas en el brazo cari­ñosamente-. Pero gracias de todas formas.

Pablo siguió frunciendo el ceño.

-No estarás teniendo una relación con Peter Dalmau otra vez, ¿verdad, Rochi? Ella se rio, sacudiendo la cabeza.
-¡Créeme, mi opinión de Peter no es mejor que la tuya!
-¿Entonces por qué...? Maldita sea, Rochi, no es asunto mío... lo sé... pero es que... ¡Gaston vale cien veces más que Peter!

Mil veces más, para Rochi. Al menos hasta esa mañana, cuando había visto los ojos de Alai...
Rochi suspiró.

-Gaston no es lo que aparenta ser -dijo ella enig­máticamente-. ¿Ahora, te importa que me vaya a casa, Pablo? Me... me duele la cabeza.

No era exactamente dolor de cabeza, era una pre­sión sobre ella. ¡Y sobre su corazón!

-Tú eres la jefa -dijo Pablo indulgentemente, volviéndose al maniquí en el que habían estado tra­bajando^. Dios mío, Rochi. ¿Qué demonios...?

La risa de Rochi interrumpió su predecible re­acción ante el estado de la tela.

-Quítala y vuelve a empezar -le aconsejó mien­tras recogía su bolso antes de irse.

Pablo todavía parecía horrorizado ante la tela arruinada cuando Rochi salió.

-¡Creo que es buena idea que hayas decidido de­jarlo...!

Rochi se dio cuenta de que había decidido dejar otro aspecto de su vida. Aunque una parte de ella no quería decir adiós a Gaston, había otra parte que sabía demasiadas cosas para que continuasen.
Cuando Rochi llegó a casa su dolor de cabeza era muy real. Todo lo que deseaba era meterse en la cama y dormir. ¡Esperaba así poder olvidar las últi­mas cinco horas!

Pero parecía que no había muchas esperanzas de que hiciese eso cuando llegó a casa, y se encontró a Eugenia cómodamente instalada en la cocina, con Alai balbuceando en sus brazos, tomando café con la señora Garcia

Fin Capi...

*Mafe*


2 comentarios:

  1. ah no justo tuvo q llegar eugenia!
    muy buena la nove

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  2. Eugenia!!!!.. Epsero que gas no sea el padre de esa niña!!. solo espero eso!!!

    AME EL NUEVO DISEÑO DE LA PAGINA!.. Felicitaciones a quien o quienes lo hicieron!! :)

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