viernes, 1 de junio de 2012

Inesperado Capítulo 13


 Para comenzar Junio les dejo este lindo cap...


Capitulo 13:

Una vez que recolectaste todas las cosas con las que habían trabajado en el colegio, decidiste despedirte de tu amiga, para poder volver a tu casa a copiar ese sin fin de hojas.

Un taxi, dos vueltas de llave en la cerradura, y ya estabas allí. Dejaste tus cosas sobre el sillón, y como primer paso, caminaste rápidamente hacia el baño. Luego, pasaste por tu cuarto para buscar tu carpeta – ahora un poco más llena, y con miles de fotos pegadas en la parte de adelante – y tu pequeña cartuchera.

Comenzaste a copiar por Matemática, y terminaste con Lengua. – Si justo hoy tenías que faltar, no había un día más agitado que este.
Aún así, tu buen humor continuaba y estabas con ganas de comer algo dulce, no importaba qué. Por lo cual te acercaste a la heladera con el fin de encontrar algo que te satisficiera.
Un paquete de galletitas, y regresaste al sillón, no sin antes agarrar esa caja que estaba sobre el mueble, que hace unos minutos estaba atrayendo tu atención.

Mordiste una y la dejaste sobre la mesa, para revolver un poco aquel objeto. Papeles, fotos, y en lo más profundo la colección entera de cassettes que tenían con tu hermana. –Esos de la novela que amaban, y que tu mamá les compraba religiosamente cada año. Ella también se volvía una nena más.
Encontraste el que más te gustaba, y no dudaste ni un segundo en probarlo para ver si aún funcionaba. Por suerte sí, y en pocos minutos, volvías a cantar la canción de apertura. – Hay cosas que nunca ibas a olvidar.

Acariciabas tu panza al son de la música, y recordabas un poco como tu mamá les cantaba la tercera canción de aquel cassette. La imagen imborrable de ustedes dos cantando, y tu hermana que se enojaba porque mamá te hacía más mimos a vos- Claro, ella no entendía que ahora vos eras la más chiquita.
La extrañabas, y no había otra opción. Querías estar en ese sillón sentada con ella, y revivir esos momentos. Y que más adelante sea tu hija, la que con su ayuda, cantara las mismas canciones como cuando tenías cuatro años.

Te sobresaltaste cuando Eugenia abrió la puerta, y saludó con énfasis. Enseguida, bajaste la música y seguiste revolviendo la caja.

-    ¿Todavía siguen vivos? – Colgó sus cosas en el perchero, y revolvió la caja también.

-    Si, ¿Qué hacés con todo esto vos?

-    Ah, un día los encontré en el altillo de casa y me los traje. – Te explicó, y sonrió al encontrar una foto – A vos, ¿Cómo te fue?

-    Muy bien – Sonreíste, y te pusiste de pie – ¿Viste a estos dos, que me tienen loquita? – Te movías de acá para allá. Rocío sos un aparato. - No son ni dos, ni dos.

-    ¿Eh? – Tanta movida para que tú hermana no entienda ni J.

-    ¡Un varón y una nena, Eugenia! – Y tanta ciencia para develarle el sexo de sus sobrinos.

-    ¡Hay bueno, no entendía che! – Se rió, y ya la tenías arriba tuyo como una garrapata. – Entonces, felicitaciones mamá – Un beso en tu mejilla, y vos ibas por una segunda noticia.

-    No sé cuándo pero lo sé – Rebuscada para hablar como vos sola – Me voy a vivir con Ti. – Esbozaste una sonrisa chiquitita.

-    Me parece perfecto – Y este momento ambas se basaban en sonrisas – Siempre y cuándo no me abandones, eh.

-    No quédate tranquila, que no. ¿Cómo vivo sin este proyecto de hermana que quiero con locura? – Más dulce de lo común. Si ya lo habíamos notado.

-    Y no se puede, ¿No?

Una carcajada de ambas, y continuaron recordando momentos con esas fotos, y la música de fondo.
Más tarde, buscaste las toallas en tu habitación y te diste una ducha rápida antes de cenar. Mientras te cambiabas, agarraste el celular de la mesa de luz y le escribiste un mensaje a Gastón. Tan solo emitías un “Si”, porque sabías que iba a entender.

-    ¡Rocío, la comida! – Gritó quince minutos después tu hermana, y vos ya te estabas quedando dormida.

Tardaste más en ir hasta la cocina, porque tus pantuflas estaban desparramadas por tu habitación. Aún sí seguías con tu tranquilidad, y te reías sola. Eugenia debía estar que ardía, pensabas. Detestaba que la hicieras esperar.

-    Se te enfría - No te miró, estaba hipnotizada con la novela de la noche.

-    Bueno – Sin preocupación alguna.

Probaste el primer bocado, y la verdad que no estaba mal. Cada día entendías más, quien se había llevado todas tus dotes gastronómicos.
Cuando la bendita telenovela – que no te gustaba para nada – fue al corte aprovechaste para hacerle cuanta pregunta pasó por tu cabeza. Ella, respondía con gusto y las retrucaba para que también respondieras. Disfrutabas de esas charlas improvisadas con tu hermana, sobre todo porque era otro personaje de la familia.

-    ¡Hay Rocío! – Exclamó de repente, mientras lavabas los platos.

-    ¿¡Qué te pasa loca!? – Otra vez te había hecho asustar.

-    ¡El sábado es tu cumpleaños!

-    Si ya sé, ¿Y que hay de nuevo con eso?

-    ¿Cómo qué?, ¡Tu cumple!, ¡Dieciocho! – Y decir que tenía una sonrisa de oreja a oreja era poco.

-    Ni pienses que vas a hacer algo, es un día normal para mí.

-    ¡Rocío, no seas amarga! – Se cruzó de brazos.

-    No me mires así, no me gusta festejarlo. Además… - Te quedaste pensando – No, no quiero. – Apagaste la televisión, y te fuiste a tu habitación.

No te siguió, ni volvió a hablar con vos del tema. Esa noche te dormiste escuchando música en tu Mp4, y descansaste tranquila.
A la mañana siguiente, otra vez tu despertador volvía a taladrarte la cabeza avisándote que tenías que levantarte. El frio ya era una realidad, y salir de tu cama era todo un complejo. Ni bien, apoyaste tus pies en el suelo un escalofrío recorrió tu cuerpo, por lo que, enseguida buscaste tu uniforme. Rápidamente te vestiste con él, y frente al espejo te arreglaste el pelo. Fuiste al baño, realizaste lo mismo de siempre y fuiste por tu desayuno matutino.
Por alguna rara razón, Eugenia todavía seguía en su cama, por lo cual, fuiste hasta su cuarto a avisarle que debía levantarse. Ella algunas veces apagaba el despertador, y así se le pasaba la hora.
Pero, esta vez no era su alarma apagada la que la hacía permanecer allí, sino que había cierta persona a su lado, y vos ni enterada hasta esa hora de la mañana. Nicolás, dormía tranquilamente a su lado. Y vos, ibas a ser la encargada de cortar todo aquello. Un portazo – que hasta el vecino escuchó- y fin de la escena de película. Eras mala cuando querías.

Agarraste la campera del perchero junto a tu bolso, y saliste de tu casa largando una carcajada.
La vecina, que todas las mañanas salía a pasear su perro, te observó con cara rara. El vecino de al lado, que salía para el trabajo, se rió con vos – o de vos. - , y Gabriel que justo pasaba por la cuadra se detuvo a hablarte.

-    ¡Pero que humor, che! – Te saludó, y esbozaste una sonrisa.

-    Las cosas que una puede hacer en la mañana. –Te sonrió pícaro, y le pegaste - ¡No seas boludo!

-    ¿Qué hiciste haber? – Iban juntos hasta el colegio.

-    Nada, una pequeña – Achinaste tus ojos – maldad a mi hermana.

-    ¡Hay, Igarzabal, Igarzabal!, No cambia más usted.

-    ¿Y por casa como andamos Señor Gómez?

-    Y ahí vamos, Igarzabal.

-    ¿Volvió?, ¿La remó?, ¿Qué hizo? – Hablaban de Luz, su novia – o ex, en este momento-

-    Intento vio, pero está jodida la situación. – Les divertía tratarse de usted.

-    Consejo del día: Prepare los remos Gómez, eso le pasa por descuidar a su chica.

-    ¡No, Rocío me tenés que ayudar a mí! – Chau juego, Gabo reclamaba tu apoyo.

Gabriel Gómez, tu mejor amigo – primer novio, a los trece.- Hacía casi dos años, que no se veían, ya que, a los dieciséis tuvo que viajar a Córdoba, por un trabajo de su papá.
Hasta el mes pasado, en que regresó a su ciudad natal para terminar el colegio con sus amigos de toda la vida. Además, su corazón siempre había quedado en Mar del Plata.
Ni bien llegó, te contacto y dio la casualidad que vivían a dos cuadras de diferencia. Desde entonces, caminan juntos hasta el colegio.
La primera tarde que se reencontraron, él se llevó una gran sorpresa. Tu pancita, y tú cara de alegría, porque sin dudas, era alguien importante en tu vida. Ahí también, tuviste el agrado de descubrir que tus hijos iban a tener otro tío más, porque ya había muerto de ternura cuando le contabas cada uno de los detalles, como te enteraste, esos miedos que a veces no te dejaban dormir, y como crecían esos terremotos cada día, para finalizar con una frase que marcó ese momento, y nunca vas a olvidar. “Qué valiente que sos Rochi, vas a ser una gran mamá, sábelo”. Y mucho menos ese abrazo después de tanto tiempo.

Una mañana común en el colegio, te entregaron algunas pruebas y todas habían sido notas buenas, excepto Matemática. Pero bueno, sabías que era un caso perdido.
En los primero recreos, recorriste con Candela los pasillos del colegio y fueron a divertirse un rato al salón de al lado – La otra orientación de 3ro del polimodal.

Un grupo permanecía hablando en una esquina del salón, valla uno a saber de qué, otros jodían afuera a los otros alumnos que pasaban – Eran de esos que no crecían nunca, ¡pero que se les iba a hacer!, y ustedes que hablaban a los gritos en el centro del salón.
Vos siempre estabas en todos lados igual, podías estar hablando en la ronda, observando por la puerta para cubrir alguna que se mandaban, o hasta guiñarle el ojo a Gabriel que no se daba por vencido e intentaba recuperar a Luz, que le había bajado la persiana completamente.
En la última hora, tuviste la prueba de historia, que a tu parecer te había ido bastante bien. Y así, una vez que sonó el timbre, volviste a salir del colegio. Feliz, contenta y no sabías porqué.

Como siempre, volvías con tus tres amigas hasta que ellas doblaban, y ahora Gabriel te dejaba en la puerta de tu casa, el debía seguir un par más.

-    Hasta mañana, señorita. – Una vueltita, y adentro. Ese juego que tenían desde los trece.

-    ¡Esperá! – Volteó – ¡Me debes la tarde de mates, Gabrielito!

-    ¿Eso es una invitación?– Asentiste. Te guiñó el ojo y volvió a caminar.

Apoyaste la mochila en la pared de la ventana para buscar las llaves, y diste las dos vueltas para ingresar. Dejaste las cosas en el perchero, y reíste al ver la nota de tu hermana que resaltaba con rojo “Me las vas a pagar querida hermanita”, otra carcajada y fuiste a calentarte la comida en el microondas.
Mientras el susodicho giraba calentando el puré con milanesas de la noche anterior, fuiste hasta el baño a realizar tus necesidades y lavarte las manos para comer. En el camino, sacaste tu celular de la campera y te encontraste con un mensaje nuevo. Gastón.

2 comentarios:

  1. ME ENCANTOOO!!! QUIERO SABER QUE LE ESCRIBO GAS EN EL MENSAJE!!! ESPERO MAS NOVES BESOS

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  2. Leo siempre y nunca comento :) me encanta esta nove...es muy tierna! quiero mas cap! quiero saber que dice el mensaje de el bombon rubio! jaja!

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