Puse mi mochila en el suelo y me derrumbé en la silla,
inclinándome para tomar mi portátil de mi bolso. Cuando me levanté para ponerla
en mi escritorio, Gaston se sentó en el escritorio siguiente.
—Bien. Así puedes
tomar apuntes por mí—dijo. Mordía una pluma y me sonrió, sin duda su mejor
sonrisa.
Le lancé una mirada
de disgusto.
—Ni siquiera estás en esta clase.
—Qué si no. Por lo
general me siento allá —dijo, apuntando con la cabeza a la fila superior. Un
pequeño grupo de chicas me estaban mirando y me di cuenta de una silla vacía en
el centro.
—No tomaré notas por
ti —le dije, encendiendo mi computadora.
Gaston se inclinó
tan cerca que podía sentir su aliento en mi mejilla.
—Lo siento… ¿Te ofendí de alguna manera?
Suspiré y sacudí la
cabeza.
—Entonces, ¿Cuál es
tu problema?
Mantuve mi voz baja.
—No me acostaré contigo. Debes darte por
vencido ahora mismo.
Una sonrisa se formó
en su rostro antes de hablar.
—No te he preguntado
si dormirías conmigo —sus ojos se dirigieron al techo en concentración—. ¿O sí?
—No soy una de esas
Barbie o una de tus groupies allá arriba —le dije, mirando a las chicas detrás
de nosotros—. No estoy impresionada por tus tatuajes, o tu encanto, o tu
forzada indiferencia, por lo que puedes detener tu plan, ¿De acuerdo?
—Está bien,
Pajarita. —Él era impermeable contra a mi rudeza—. ¿Por qué no vienes con Lali
esta noche?
Reí ante su
petición, pero él se acercó más. —No estoy tratando de chamullarte. Sólo quiero
pasar el rato.
.
— ¿chamullarme?
¿Cómo consigues tener sexo hablando de esa manera?
Gaston se echó a
reír, sacudiendo su cabeza.
—Sólo ven. Ni
siquiera coquetearé contigo, lo juro.
—Voy a pensarlo.
El Profesor Camilo
entró y Gaston se volvió al frente de la habitación. Una sonrisa permaneció en
su rostro, haciendo el hoyuelo en su mejilla notorio. Entre más reía, más
quería odiarlo, sin embargo era justo eso lo que hacía imposible odiarlo.
— ¿Quién me puede decir cuál presidente tenía una amante?
—preguntó Camilo.
—Asegúrate de
escribir eso —susurró Gaston—. Necesitaré saber eso para las entrevistas de
trabajo.
—Shh —le dije,
escribiendo cada palabra de Camilo.
Gaston sonrió y se
relajó en su silla. Mientras la hora pasaba, él alternaba entre bostezar y
apoyarse contra mi brazo para mirar el monitor. Hice un esfuerzo tremendo para
ignorarlo, pero su proximidad y sus abultados músculos de su brazo lo hacían
difícil. Jugó con la pulsera de cuero negro alrededor de su muñeca hasta que
Camilo terminó la clase.
Me apresuré hacia la
puerta y el pasillo. Justo cuando me sentía a una distancia segura, Gaston
Dalmau estaba a mi lado.
— ¿Has pensado en
ello? —preguntó, colocándose sus gafas de sol.
Una rubia se puso
delante de nosotros, con los ojos abiertos de esperanza. —Hola, Gaston. —dijo,
jugando con su pelo.
Me detuve,
retrocediendo por su tono de voz dulce y luego caminé a su alrededor. La había
visto antes, hablando normalmente en el área de los dormitorios de las chicas,.
Su tono de voz sonaba más maduro y me pregunté por qué ella creía que Gaston
encontraría su tono de niña atractivo. Ella balbuceó en una octava más alta por
un tiempo más hasta que él estaba nuevamente a mi lado.
Sacando un
encendedor de su bolsillo, él encendió un cigarrillo y exhaló una nube espesa
de humo. — ¿En dónde estaba? Ah, sí… tú estabas pensando.
Hice una mueca.
— ¿De qué estás
hablando?
— ¿Has pensando en
venir?
—Si digo que sí,
¿Dejarás de seguirme?
Consideró mi
estipulación y luego asintió.
—Sí.
—Entonces iré.
— ¿Cuándo?
Suspiré.
—Esta noche. Iré
esta noche.
Gaston sonrió y se
detuvo en seco
—Genial. Te veré
después, Pajarita —gritó detrás de mí.
Doblé la esquina
para ver a Lali junto a Agustin fuera de mi dormitorio. Nosotros tres
terminamos en la misma mesa en clase de orientación para primer año, y supe que
él sería la tercera rueda a nuestra bien engrasada máquina.
— ¿Gaston Dalmau?
Jesús, Rochi, ¿Desde cuándo comenzaste a pescar en la parte profunda? —dijo
Agustin, con desaprobación en sus ojos.
Lali sacó el chicle
de su boca en una larga cuerda.
—Sólo lo estás
empeorando por ignorarlo. Él no está acostumbrado a eso.
— ¿Qué sugieres que
haga? ¿Dormir con él?
Lali se encogió de
hombros.
—Te ahorrará tiempo.
—Le dije que iría
esta noche.
Agustin y Lali
intercambiaron miradas.
— ¿Qué? Él prometió
dejarme de molestar si decía que sí. Tú irás esta noche, ¿verdad?
—Bueno, sí —dijo
Lali—. ¿En verdad vendrás?
Sonreí y pasé junto
a ellos hacia el dormitorio, preguntándome si Gaston podría cumplir su promesa
de no coquetear. Él no era difícil de descifrar; o él me veía como un reto, o
lo suficientemente un atractiva para ser una buena amiga. No estaba segura cuál
me molestaba más.
Cuatro horas después,
Lali llamó a mi puerta para ir a casa de Peter y Gaston. Ella no se contuvo
cuando salí al pasillo.
— ¡Qué asco, Rochi!
¡Pareces una vagabunda!
—Bien —dije,
sonriendo a mi atuendo. Mi cabello estaba recogido encima de mi cabeza en un
moño desordenado. Me había lavado el maquillaje de la cara y sustituí mis
lentes de contacto por mis gafas con montura negra. Luciendo una andrajosa
camiseta y pantalones de chándal, terminando con un par de chanclas. La idea se
me había ocurrido horas antes, no ser atractiva era el mejor plan. Obviamente,
Gaston estaría desanimado inmediatamente y detendría su ridícula persistencia.
Si él estaba en busca de un amigo, entonces sería muy poca cosa para ser vista
a su lado.
Lali bajó la
ventanilla y escupió su goma de mascar.
—Eres tan obvia.
¿Por qué no rodaste en mierda de perro para completar tu atuendo?
—No estoy tratando
de impresionar a nadie —le dije.
—Obviamente.
Nos detuvimos en el
estacionamiento del apartamento de Peter y yo seguí a Lali a las escaleras.
Peter abrió la puerta, riendo cuando entré.
— ¿Qué te pasó a ti?
—Está tratando de no
impresionar —dijo Lali.
Lali siguió a Peter
a su habitación. La puerta se cerró y me quedé sola, sintiéndome fuera de
lugar. Me senté en el sillón cercano a la puerta y me quité mis sandalias.
Su apartamento era
más agradable que el típico apartamento de soltero. Los posters predecibles de
mujeres medio desnudas y señales de tránsito estaban en las paredes, pero
aparte de eso estaba limpio, los muebles eran nuevos y el olor a ropa sucia y
de cerveza no estaba presente.
—Ya era hora de que
llegaras —dijo Gaston, colapsando en el sofá.
Sonreí y empujé las
gafas sobre el puente de mi nariz, esperando a que él prestara atención a mi
apariencia.
—Lali tenía un
ensayo que terminar.
—Hablando de
ensayos, ¿Ya has comenzado el de historia?
Él ni siquiera se
inmutó por mi cabello desordenado y fruncí el ceño ante su reacción.
— ¿Tú?
—Lo terminé esta
tarde.
—Pero no se
entregará hasta el próximo miércoles. —le dije, sorprendida.
—Sólo para borrarlo
de la lista. ¿Qué tan difícil puede ser un ensayo de dos páginas?
—Me imagino que soy
floja, entonces —me encogí de hombros—. Es probable que lo comience hasta este
fin de semana.
—Bueno, si necesitas
ayuda, házmelo saber.
Esperé a que se
riera, o mostrara algún signo de que estaba bromeando, pero su expresión era
sincera. Levanté una ceja.
—Tú me vas a ayudar con mi ensayo.
—Tengo una A en esa
clase —dijo un poco molesto ante mi incredulidad.
—Él tiene A en todas
sus clases. Él es un jodido genio. Lo odio —dijo Peter mientras entraba en la
habitación de la mano de Lali.
Vi a Gaston con una
expresión dudosa y sus cejas se levantaron.
— ¿Qué? ¿No crees
que un hombre cubierto de tatuajes y que intercambie golpes para ganarse la
vida no pueda obtener buenas calificaciones? No estoy en la escuela porque no
tenga nada mejor que hacer.
— ¿Por qué tienes
que luchar, entonces? ¿Por qué no aplicas para becas? —Le pregunté.
—Ya lo hice. Se me concedió la mitad de mi matrícula. Pero
hay libros, gastos, y tengo que obtener la otra mitad. Lo digo en serio,
Pajarita. Si necesitas ayuda con algo, sólo pregunta.
—No necesito tu
ayuda. Soy capaz de escribir un ensayo. —Quería dejarlo en eso. Debí haberlo
dejado en eso, pero lo nuevo que había revelado roía mi curiosidad—. ¿No puedes
buscar otra cosa que hacer para ganarte la vida? Algo menos, no sé, ¿sádico?
Gaston se encogió de
hombros.
—Es una manera fácil de ganar dinero. No puedo
ganar lo mismo trabajando en el centro comercial.
—Yo no diría que es fácil
si tú estás recibiendo golpes en la cara.
— ¿Qué? ¿Estás
preocupada por mí? —Me hizo un guiño. Hice una mueca y él rió entre dientes—.
No soy golpeado con tanta frecuencia. Si tratan de golpearme, me muevo. No es
tan difícil.
Me reí una vez más.
—Actúas como si
nadie más haya llegado a esa conclusión.
—No es solamente
lanzar un golpe, recibirlo y contraatacar. Eso no va a ganar una pelea.
Puse los ojos en
blanco.
— ¿Quién eres tú…? ¿Dónde aprendiste a luchar?
Peter y Lali se
miraron y luego sus ojos se posaron en el suelo. No me tomó mucho tiempo para
reconocer que había dicho algo malo.
Gaston no parecía
afectado.
—Tuve un padre con
problemas alcohólicos y mal temperamento y cuatro hermanos mayores que portaban
el gen de idiotez.
—Oh. —Mis orejas
ardían.
—No te avergüences,
Pajarita. Papá dejó de beber, los hermanos maduraron.
—No estoy
avergonzada. —Jugueteé con las puntas sueltas de mi cabello y luego decidí
soltarlo y arreglarlo en otro moño, tratando de ignorar el silencio incómodo.
—Me gusta tu aspecto
al natural. Las chicas no vienen aquí así.
—Fui obligada a
venir aquí. No se me ocurrió que debía impresionarte —le dije, enfadada de que
mi plan hubiese fracasado.
Sonrió con su
sonrisa infantil, divertida, la cual incremento mi ira, esperando a que
cubriera mi inquietud. No sabía cómo la mayoría de las chicas se sentían a su alrededor,
pero había visto su comportamiento. Estaba experimentando un desorientado y
nauseo sentimiento en lugar de un sentimiento cálido de colegiala, y entre más
él intentaba hacerme reír, más inestable me sentía.
—Ya estoy impresionado. Normalmente no tengo que rogar para
que las chicas vengan a mi apartamento.
—Estoy segura. —le
dije, haciendo una mueca de disgusto.
Él era tan seguro de
sí mismo. No sólo estaba descaradamente consciente de su físico, él estaba
acostumbrado a que las mujeres se le lanzaran por lo que él consideraba mi
actitud fría como algo refrescante en lugar de un insulto. Tendría que cambiar
de estrategia.
Lali apuntó el
control remoto al televisor y la encendió.
—Hay una buena
película esta noche.
Gaston se puso de pie.
—Estaba a punto de
ir a cenar. ¿Tienes hambre, Pajarita?
—Ya comí —me encogí
de hombros.
—No, no lo has hecho
—dijo Lali, antes de darse cuenta de su error—. Oh… es cierto, se me olvidaba
que tú tomaste una ¿pizza? Antes de irnos.
Hice una mueca ante
su miserable intento de arreglar su metida de pata, y luego esperé la reacción
de Gaston.
Él cruzó la
habitación y abrió la puerta.
—Vamos. Tienes que
tener hambre.
— ¿A dónde vamos?
—Dondequiera que tú
desees. Podemos ir a una pizzería.
Miré a mi ropa.
—Realmente no estoy
vestida.
Él me observó por un
momento y luego sonrió.
—Te ves bien. Vamos,
que estoy muriendo de hambre.
Me puse de pie y me
despedí de Lali, pasando a Gaston para bajar las escaleras. Me detuve en el
estacionamiento, mirando con horror como él se montó en una motocicleta de
color negro.
—Uh… —No supe que
decir, arrugando los dedos de mis pies expuestos.
Me lanzó una mirada
impaciente.
—Oh, sube. Iré
lento.
— ¿Qué es eso?
—pregunté, leyendo la escritura en el tanque de gas demasiado tarde.
—Es una Harley Night
Rod. Ella es el amor de mi vida, así que no rayes la pintura cuando te subas.
— ¡Estoy usando
sandalias!
Gaston se me quedó
mirando como si hubiera hablado en un idioma extranjero.
—Y yo llevo botas.
Sube.
Se puso sus gafas de sol y el motor rugió cuando lo trajo a
la vida. Me subí y busqué algo a que agarrarme, pero mis dedos se deslizaron
del cuero a la cubierta de plástico de la luz trasera.
Gaston me agarró de
las muñecas y las envolvió en torno a su cintura.
—No hay nada de que
aferrarte excepto de mí, Pajarita. No me sueltes. —dijo, empujando la moto
hacia atrás con los pies. Con un movimiento de su muñeca, salió a la calle, y
se dirigió como un cohete. Los mechones de mi cabello que colgaban golpeaban
contra mi cara, y me escondí detrás de Gaston, sabiendo que terminaría con
bichos en mis gafas si miraba por encima de su hombro.
Él aceleró el
acelerador cuando nos detuvimos en la entrada del restaurante, y una vez que
estacionó, no perdí tiempo para volver a la seguridad del concreto.
— ¡Eres un loco!
Gaston se echó a
reír, apoyando su motocicleta sobre el pie de apoyo antes de bajar.
—Conduje al límite
de velocidad.
— ¡Sí, si
estuviéramos en la autopista! —dije, soltándome el moño para desenredar mi
cabello con los dedos.
Gaston me vio
retirar el pelo de mi rostro y luego se dirigió a la puerta, manteniéndola
abierta.
—No dejaría que nada
te pasara, Pajarita.
Pasé junto a él para
entrar al restaurante, mi cabeza aún no estaba en sintonía con mis pies. El
aroma a grasa y condimentos llenaban el aire mientras lo seguía a través de la
roja alfombra. Eligió una mesa en la esquina, lejos de los grupos de estudiantes
y familias, y pidió dos cervezas. Escaneé la habitación, mirando a los padres
persuadir a los niños a comer, y mirando a otro lado ante las miradas curiosas
de los estudiantes.
—Claro, Gaston —dijo
la camarera, escribiendo nuestras bebidas. Ella parecía un poco drogada ante su
presencia mientras regresaba a la cocina.
Acomodé mi cabello
detrás de mis orejas, de repente avergonzada por mi apariencia.
— ¿Vienes aquí a
menudo? —Pregunté mordazmente.
Gaston se inclinó
sobre la mesa con los codos, sus ojos color verde fijos en los míos.
—Así qué, ¿cuál es
tu historia, Pajarita? ¿Eres una odia-hombres en general o sólo me odias a mí?
—Creo que sólo a ti
—me quejé.
Se echó a reír una
vez más, divertido por mi estado de ánimo.
—No puedo
comprenderte. Tú eres la única chica que ha estado disgustada conmigo antes del
sexo. No te pones nerviosa cuando hablas conmigo y no tratas de llamar mi
atención.
—No es un truco.
Simplemente no me caes bien.
—No estarías aquí si no te gustara.
Mi ceño
involuntariamente se suavizó y suspiré.
—No digo que eres
una mala persona. Simplemente no me gusta ser un objetivo por el sólo hecho de
tener una vagina. —Me concentré en los granos de sal en la mesa hasta que oí un
sonido ahogado de la dirección de Gaston.
Sus ojos se agrandaron
y se estremecía de la risa.
— ¡Oh, Dios mío! ¡Me estás matando! Eso es.
Hemos de ser amigos. No voy a aceptar un no por respuesta.
—No me importa ser
amigos, pero eso no quiere decir que tratarás de meterte en mis bragas cada
cinco segundos.
—No dormirás
conmigo. Lo entiendo.
Traté de no sonreír,
pero fallé.
Sus ojos se
iluminaron.
—Te doy mi palabra. Ni siquiera pensaré en tus
bragas… a menos que quieras que lo haga.
Apoyé los codos
sobre la mesa y me incliné en ellos.
—Y eso no sucederá, por
lo que podemos ser amigos.
Una sonrisa picara
apareció en su rostro mientras él se inclinaba un poco más cerca.
—Nunca digas nunca.
—Entonces, ¿cuál es
tu historia? —Le pregunté—. ¿Siempre has sido Gaston “perro rabioso” Dalmau o
sólo desde que llegaste aquí? —Utilicé dos dedos en cada mano como comillas
cuando dije su apodo, y por primera vez su confianza se desvaneció. Él parecía
un poco avergonzado.
—No. Bauer comenzó
eso después de mi primera pelea.
Sus respuestas
cortas estaban comenzando a fastidiarme.
— ¿Eso es todo? ¿No
me dirás nada acerca de ti mismo?
— ¿Qué quieres
saber?
—Las cosas normales.
De dónde eres, lo que quieres ser cuando seas grande… cosas así.
—Soy de aquí, nací y
crecí, y estoy matriculándome en justicia criminal.
Con un suspiro,
desenrolló sus cubiertos y los enderezó junto a su plato. Él miró sobre su
hombro, y noté su mandíbula tensarse un poco por los que nos rodeaban. Dos
mesas ocupadas por el equipo de fútbol estalló en carcajadas, y Gaston parecía
estar molesto por lo que se reían.
—Estás bromeando.
—le dije con incredulidad.
—No, soy un local.
—dijo él, distraído.
—Me refería sobre tu
especialidad. No pareces ser el tipo de justicia criminal.
Sus cejas se juntaron, de pronto concentrado en nuestra
conversación. — ¿Por qué?
Recorrí los tatuajes
que cubrían su brazo.
—Sólo voy a decir
que pareces más criminal y menos justicia.
—No me meto en
problemas… en su mayor parte. Papá era muy estricto.
— ¿Dónde estaba tu
mamá?
—Ella murió cuando
yo era niño, —dijo como sin nada.
—Yo… yo lo siento.
—dije, sacudiendo la cabeza. Su respuesta me pilló con la guardia baja.
Rechazó mi simpatía.
—No me acuerdo de
ella. Mis hermanos lo hacen, pero yo sólo tenía tres años cuando murió.
—Cuatro hermanos,
¿eh? ¿Cómo logras mantenerlos en regla? —Me burlé.
—Los mantengo por
quien golpea más fuerte, lo que también es de mayor a menor. Thomas, los
gemelos… Mauricio y Jesus, y Marcos. Nunca, nunca estés sola en un cuarto con
Mauricio y jesus. Aprendí la mitad de lo que hago en el Circulo de ellos.
Marcos era el más pequeño, pero él es rápido. Él es el único que puede azotarme
un golpe, ahora.
Negué con la cabeza,
atónita ante la idea de cinco Gaston corriendo en un hogar.
— ¿Todos tienen tatuajes?
—Más o menos.
Excepto Thomas. Él es un ejecutivo de publicidad— ¿Y tu papá? ¿Dónde está?
—Por allí —dijo. Su
mandíbula tensa nuevamente, cada vez más irritado con el equipo de fútbol.
— ¿De qué se están
riendo? —Pregunté, señalando a la mesa ruidosa. Él negó con la cabeza,
claramente sin querer compartir. Me crucé de brazos y me retorcí en mi asiento,
nerviosa sobre lo que estaban diciendo que le causó tanto enfado.
—Cuéntame.
—Se están riendo de
mí por tener que llevarte a cenar, primero. No es por lo general… lo mío.
— ¿Primero? —Cuando
la comprensión se posó en cara, Gaston hizo una mueca de dolor al ver mi
expresión. Hablé antes de pensar—. Y yo que tenía miedo de que se estuvieran
riendo de ti por ser visto conmigo así vestida, y ellos creen que voy a dormir
contigo —me quejé.
— ¿Por qué no
querría ser visto contigo?
— ¿De qué estábamos hablando? —Pregunté, tratando de evitar
el sonrojo en mis mejillas.
—De ti. ¿Cuál es tu
especialidad? —preguntó.
—Oh, eh… educación
general, por el momento. Todavía estoy indecisa, pero me estoy inclinando hacia
contabilidad.
—Tú no eres de aquí,
sin embargo. Debes ser un trasplante.
—. Igual que Lali.
— ¿Cómo llegaste
hasta aquí?
Cogí la etiqueta de
la botella de cerveza.
—Sólo teníamos que
escapar.
— ¿De qué?
—Mis padres.
—Oh. ¿Qué hay sobre
Lali? ¿Ella tiene problemas con sus padres, también?
—No, ellos son
geniales. Ellos prácticamente me criaron. Ella sólo vino a lo largo; ella no
quería que viniese sola.
Gaston asintió con
la cabeza.
—Así que, ¿por qué
aqui?
— ¿Qué pasa con el
tercer grado? —Le dije. Las preguntas estaban dirigiéndose de una pequeña
charla a lo personal, y estaba comenzando a sentirme incómoda.
Varias sillas
entrechocaron cuando el equipo de fútbol abandonó sus asientos. Intercambiaron
una última broma antes de serpentear hacia la puerta. Los que estaban en la
parte trasera empujaron a los de adelante para escapar antes de que Gaston
hiciera su camino a través de la habitación. Se sentó, obligando a la
frustración y la ira a desvanecerse.
Levanté una ceja.
—Ibas a decir por
qué elegiste aqui—dijo.
—Es difícil de
explicar, —le dije, encogiéndome de hombros—. Creo que sólo se sentía bien.
Él sonrió cuando
abrió el menú.
—Sé lo que quieres
decir.
adaptacion de Jmcquire
quiero mas cap!!
ResponderEliminarMe encanta la nove espero ansiosa el 3° cap!
me encanta la novela subi rapidoooo besos
ResponderEliminarme encantoooooooooooo estoy delirando con esta novela me encanta por eso QUIERO MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
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