viernes, 15 de junio de 2012

Inesperado Capítulo 20


Capitulo 20:

27 de Junio del 2009


Ibas con Candela riendo en medio de la calle. Eran alrededor de las seis de la tarde, y en las calles marplatenses soplaba un viento que te congelaba el cuerpo, pero a ustedes nada de eso les había importado, y aunque parecían unas cebollas por la cantidad de ropa que llevaban encima, decidieron caminar hasta tu departamento.

Una vuelta de llave para abrir la puerta de entrada, saludaron al encargado e hicieron el mismo recorrido de siempre.
El espejo del ascensor provocó, que ese minuto en el que ascendían al 4to piso, contemplaras tu panza con ternura. Y le regalaras una caricia, también.
Candela no emitía ninguna palabra solo te observaba con una sonrisa enorme, pero seguramente su cabeza repetía infinitas palabras dulces. Como siempre, porque le encantaba verte así.

Cruzaron el pasillo hasta llegar a la puerta de madera con una C en la parte superior. Ingresaste como todos los días, pero esta vez te llevaste una linda sorpresa. El resto de tus amigas se encontraban allí, y ahí entre todo ese grupete, se encontraba Gastón sonriendo como loco también.

-    ¿Y a que se debe esta reunión? – Preguntaste con una sonrisa, mientras dejabas el saco y tu bolso en una silla.

-    Sorpresa, sorpresa – Respondió Joaquina alcanzándote una taza de té – Primero, tomate algo calentito que afuera hace un frío bárbaro. – Y si, todas se convertían en madre cuando de vos se trataba.

Te tuvieron un rato de tema en tema, y sin ni siquiera haberte dado alguna pista. Candela aprovechó para ponerlas al tanto de su relación con Victorio, que claramente ya no había vuelta que darle. Lo úben que obtuvo con respuesta fue “Dejalo”, así sin más. Y ella no dijo nada. En ese instante de silencio, apareció Joaquina para dar la nota.

-    Candelita, es la mejor solución. No podés estar con un flaco que te deja como segunda opción – Y eso le dolió, lo viste en su cara. – Te merecés algo mejor, amiga.

Y sí, sabías que ella se merecía algo mejor. Pero, aún así esos ojos y sus palabras de arrepentido la podían, y cuanto. Entonces, volvían a lo mismo. Candela volvía a confiar, a creer que esta vez iba a ser distinto, pero no. Tarde o temprano se enteraba de que Victorio se había mandado alguna de la suyas. Y otra vez, volvía a sufrir.

Mientras tanto ustedes la aconsejaban, e intentaban hacerla reaccionar. Gastón las observaba cual partido de tenis. Pero claro, él tenía que aparecer. Como todo nene, no podía ser menos.

-    Cortala, porque te echo. – Y se pasó con uno de sus comentarios, vos no lo ibas a dejar.

Y lograste tu cometido porque en cuestión de segundos no emitió prácticamente sonido.

-    ¡Pollerudo! – Le gritó Candela, y le sacó la lengua.

Todos ustedes estallaron en risas.

-    A ver, a ver si alguien me explica a que se debe esta reunión. – Te impusiste ante el grupo unos minutos después.

Se hizo el silencio, y sonó el portero. Gastón corrió a atender, y sonrió valla a saber uno porqué.
Unos cinco minutos después, dos personas más lo acompañaban, y claro que los conocías bien. Eran su mamá, y su papá.

-    ¡Chiquita, tanto tiempo! –Renata, su mamá, desde que te conoció te apodó así.
-    Hola Reni, ¡Qué sorpresa verlos por acá!
-    Gastón nos llamó, y nosotros aprovechamos el fin de semana. – Isidro, su papá.

Renata González. Alta, rubia por elección, y ojos verdes. Ella era una mujer muy carismática, siempre te hacía sentir cómoda. Además, su hijo era su debilidad. Lo sabés, y además, lo comprobabas cada vez que lo escucha hablar y sonríe a más no poder. Hasta le brillan los ojos.
De lo poco que conoces de su vida, sabés que ellos viven en Bahía Blanca. Que trabaja como empresaria, y que Gastón también fue algo inesperado para ellos. A los veinte, él irrumpió en sus vidas.
Isidro Dalmau. Él es el calco de Gastón. A simple vista parece un tipo serio y algo estructurado, pero solo basta con cruzar un par de palabras para darse cuenta lo bueno que es. Con respecto a su vida, él trabaja como Publicista en la misma empresa que su mujer. Además, sabés que Boca es su perdición, que sigue enamorado de Renata como el primer día, y que Gastón fue lo mejor que le pasó en la vida.

Se acomodaron, y charlaron un poco. Obviamente esta fue la oportunidad de Candela y aprovechó para vengarse. Él solo se reía, a la vez que repetía “No la escuchen, esta loca”, provocando que Candela se enojara aún más. Porque claro, todavía no lo había perdonado.

Luego de hablar un rato, y ponerlos al tanto sobre sus hijos, y algunas cosas más, decidiste mostrarles como había quedado la habitación de los mellizos. Ellos siguieron tus pasos, abriste la puerta y encendiste la luz, pero al ingresar te encontraste con una gran sorpresa. Estaba completamente amueblada, y hasta el placard ya contenía ropa en dos gamas: rosa y celeste.
Al ver eso, lo buscaste con la mirada y lo úben que hacía era sonreír. Vos con una mirada le pedías que te explicara como había llegado todo eso ahí.

-    ¿Te gustó?

-    Si, ¿Pero como…? – Y ya sabía que ibas a decir.

-    Gracias a ellos – sus papás - , tus amigas locas – y todas rieron por el apodo- y tus papás.

-    Un regalo adelantado, digamos – Sintetizó Candela.

-    Pasa que en tres días entrás a los siete meses, y ustedes lo úben que hacían era soñar con eso. Nosotros no podíamos hacer menos por ustedes, se lo merecen – Y las palabras de Renata te hicieron emocionar

De ahí en más, tus palabras solo fueron de agradecimiento, y emoción. En verdad, la habitación había quedado hermosa. Tal y como alguna vez la habían pensado.
Mientras observabas con detalle, la mamá de Ti se acercó a darte un cariñoso abrazo, y tus amigas no tardaron en copiar aquella acción. Gastón observaba la situación desde lejos, pero ni bien lo viste, no fue necesario que dijeras nada porque, obviamente, adivinó que lo querías ahí junto a vos.
Primero lo abrazaste, y le susurraste algo al oído. Luego, él te besó con delicadeza, y se ganaron los suspiros del resto de la habitación.

Una vez que volvieron a los sillones, la ronda de mates se extendió bastante. Alrededor de las ocho de la noche, tus amigas ya se habían ido. Y los papás de Ti también lo hicieron un poco después, no sin antes prometerles cenar con ellos mañana por la noche.

-    Ves, yo si te quiero mucho. ¡Mirá las cosas que hago por vos! – Y Candela, era la única que había permanecido con ustedes.

-    ¿Vos?, ¿A ver que hiciste por mí? - ¿Ya dijimos que Gastón disfrutaba con todo su ser pelear a Candela?

-    Dejé que Rocío dibujara esos garabatos en la pared – En el fondo, muy fondo, sabías que le habían gustado – Participé del regalo anticipado… y por sobre todas las cosas, aunque no me caigas demasiado bien – Se contradecía sola. Vos sonreías por lo que estabas escuchando – te soporto, porque sé que la haces feliz. – Se cruzó de brazos, y se ofendió aún más.

Gastón reprimía con todas sus ganas una carcajada, y vos susurrabas un “Basta”. Con esa última frase había comprado todos los números en la lotería. Y claramente, te dieron muchas ganas de abrazarla. Y a pesar de que sea una loca linda, y una nena cuando quiere, era tu amiga. Y sin dudas, una de las mejores que podías encontrar.

-    ¿Te comiste un payaso o algo así? – Le preguntó con enojo.

-    Sabías que – Lo miraba expectante – A pesar de que, vos a mí no me soportes, yo sí. Y te quiero mucho – Se había sentado al lado de ella, y jugaba con uno de sus rulos. Ella esbozó una pequeña sonrisa. - ¿Hasta el techo alcanza? – Candela lo fulminó con la mirada, y la abrazó.

-    ¡Sos un tarado! – Se quejo entre sus brazos.

-    ¡Fue una joda! – Y ponía cara de buenito – Te quiero mucho más que eso, boluda.

-    Okey, parezco un potus yo acá. O se amigan ya, o me voy. – Y un poco de presión no les venía nada mal, sino estaban así hasta pasado mañana.

Te hicieron burlas y te sacaron la lengua, como los nenes que eran. Pero no te importó, y te sentaste arriba de Gastón, y lo besaste.

-    No, no ahora el potus voy a ser yo. ¡No vale! – Y les fue imposible, no reírse con ella.

-    Yo te quiero Candelita, pero si en este mismo instante cruzas la puerta me harías un favor. - Le pidió él.

-    ¿Me estás echando? – Elevó su ceja.
-    Literalmente – Se hizo el pensativo – Si.
-    Dale, mañana nos vemos. – Vos fuiste un poco más dulce.
-  
Y sin decir nada más, agarró sus cosas. Te dio un beso a vos, y otro a la panza. A Gastón, solo le dijo un “Chau” así nomás.

-    No vengas a buscar consejos después, vos. ¡Andá, andá con Vico! – Él, ¿quién sino?

No respondió, pero hizo sonar la puerta en todo el edificio.

-    ¿Por qué tenés amigas tan locas, amor? – Y con vos estaba hecho una dulzura.

-    Porque…porque no sé. – Levantaste los hombros – Besame – Y sonreíste con ganas.

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