domingo, 17 de junio de 2012

Inesperado Capítulo 21

Esta vez uno más cortito pero no por eso menos importante...

Capitulo 21:

8 de Julio del 2009


Eran las ocho de un miércoles, y Gastón continuaba durmiendo con una tranquilidad envidiable, a pesar de que no habías sido muy cuidadosa al salir de la cama.
Llevabas una bandeja en tus manos, la cual contenía una taza de té de frutilla y medialunas – Su combinación preferida. Le era indistinto desayuno, merienda o la medianoche misma.

Te tomaste tu tiempo para despertarlo. El suficiente como para poder apreciar sus facciones, sus ojos, su frente apenas arrugada, y esa boca a la que no te podías resistir. Nunca lo ibas a lograr.Que mejor forma de empezar el día que con un beso tuyo.
Entonces, olvidaste tu lado maligno, y esas tremendas ganas de arrancarle su pacifico descanso en dos segundos, y optaste por un beso dulce. Uno que le provocara una sonrisa.

-    Hey, son ocho y cuarto. – Te miró con los ojos entreabiertos, la luz del velador le molestaba – Feliz cumple, Ti- Otro beso, este con más pasión, pero sin perder la dulzura.

-    Gracias, rayadita – Y si, cumpliste tu objetivo. Esa fue la primera sonrisa de sus veinte.

-    Esto es para vos – Le acercaste la bandeja – Y… tengo algo más. – Te hiciste la misteriosa, y fuiste hasta la cocina.

Un par de minutos después estabas en la habitación observando la reacción de Gastón al abrir sus regalos. El sí rompía el envoltorio, y sonrió abiertamente al ver el libro que le habías comprado hace unas semanas.

-    Gracias, chiquita – Te atrajo hacia su cuerpo, para que te sentaras con él.

-    Igual, la idea fue más de tu mamá que mía – Eras sincera.

-    Eso no importa, lo que vale es la intención, y que tengo el libro que quería leer hace rato.

-    Bueno – Sonreíste – Hay otro también.

El segundo era más tradicional, y si lo habías elegido completamente. Un sweater azul marino, y una camisa acuadrillé en gamas del celeste, y azul también.
Sonrió, les volvió a agradecer, y también te pidió besarte un ratito más, aunque vos le repitieras que iba a llegar tarde al trabajo.

-    Uno más, uno más – Te lo pedía a centímetros tuyos. No te podías resistir.

En realidad fueron dos, y tal vez uno se escabulló por ahí. Luego, él se fue a bañar, y vos fuiste hasta la cocina a lavar las cosas. En el camino, encendiste el equipo de música que Eugenia te había prestado, porque sabía que vos sin música no vivías.

-    Okey, quiero cumplir años más seguidos. – Apareció quince minutos, después.

-    ¿Para qué?, ¡Te haces más viejo! – Elevaste tus cejas con diversión.

-    Para verte así, nunca cantas tanto vos. Y eso que no lo hacés mal – Te mordiste el labio, y le besaste.

-    No mientas, siempre soy así. Y… no canto bien.

-    Como quieras, pero el día que estés arriba de un escenario no te olvides de mí.

-    El día que nunca va a llegar, siempre me voy a acordar de vos.

-    ¿Escucharon a su mamá mellis?, transmítanle a ella que canta bien. Y si pueden, díganle que no lo deje de hacer nunca – Le hablaba con dulzura a tu panza de siete meses, y un poquito más – Y esto es un secreto entre papá e hijos… La amo. – Y le dio un beso.

-    Yo te amo más, loco lindo. Pero no creo que quieras llegar tarde, hoy.

-    Valió la pena, valió la pena. – Un último beso, y fue hasta el cuarto a buscar un sweater.

Busco su mochila, las llaves, el celular, y te tiró un beso desde la puerta.

-    Pará, pará – Corriste hasta ahí.

-    No me voy, pero dejá de correr. – Ahora menos, que menos podías hacer esfuerzos. Él y su Bendita sobreprotección.

-    Bueno, bueno es que es importante. – Agarraste su mano, y la apoyaste en tu panza – Feliz cumple, papá. – Su cara fue para la foto.

Gastón podía sentir mil veces a sus hijos patear, pero cada vez los sentía eran únicas. Y vos te dabas cuenta como se deshacía ante Paz y Tomás. El amor que irradiaban sus ojos, la emoción que le agarraba, y esas ganas locas de tenerlos en sus brazos para darle muchos besos, y agradecerles tanta felicidad.

-    Te amamos. – Un beso corto, y se fue con una sonrisa gigante.

Ya en la calle, todavía el corazón le seguía latiendo a mil. Camino unos metros, y unos minutos después sintió como un auto tocaba bocina, giró para ver quien era, y justamente al quién intentaban llamar era a vos. Lo supiste por quién conducía. Agustín, tu amigo desde el colegio con el cual también cursabas.

¡Estás en otra, Ti! – Chocaron sus manos por la ventanilla, y pegaste media vuelta para ocupar el asiento de acompañante. – ¡Feliz cumpleaños, capo! – Y no sabías como hacia, pero todas las mañanas tenía el mismo buen humor.

-    Gracias, Guti – Rió, porque en serio que sus hijos lo habían descolocado. – Los mellizos se despertaron temprano, y con Rocío me dieron la sorpresa más linda – Paz y Tomás eran su debilidad.

-    Como te tienen, eh. ¡Te cambia la cara cada vez que hablas de ellos! – Agustín volvió a reír, y cambió la radio porque las noticias ya lo habían cansado.

Y el resto del camino continuaron hablando de esas tres personas que cambiaron tu vida, y un poco de tu cumpleaños también. Te comentó que con los chicos querían armarte una fiesta, pero vos objetaste que preferías algo sencillo. Obviamente, Guti no puedo evitar reír, acompañado de su frase “Quien te ha visto, y quien te ve”. Porque, claro quienes compartieron la adolescencia con vos, se arriesgarían sin miedo a decir que te cambiaron por otro, y recién se dan cuenta. No sos el mismo. No, desde que Rocío apareció, y mucho menos, desde que Paz y Tomás irrumpieron en tu vida.
Antes tenías el parche pegado al ojo, estabas con cuanta chica querías, ibas a todas las fiestas que se organizaban, y nada te importaba. Hasta que, Victorio te trajo a las amigas de su algo, en ese momento – Candela -.
Al principio, vos también pensaste que ella iba a ser la próxima, una más del montón. Pero no. No habías acertado esta vez. Porque Rocío no era esa clase de chica, ella se hacía respetar. Y como ya se sabe no le habías caído para nada bien, esos aires de ganador que utilizaste con ella no te habían dejado una buena imagen.
Ahí fue donde caíste en la trampa. – La más linda de tu vida, pensas ahora. – Porque Rocío no te daba ni la hora, y cuando quisiste acordar ya te habías enamorado de esos bucles castaños, sus ojos miel, que te movían absolutamente todo, y esa boca que deseabas besar con locura.

-    Okey, si estoy hasta las manos – Admitiste con diversión, Agustín no dejaba de cargarte – Pero, es el amor de mi vida. ¿Qué querés que te diga?

-    En mi vida, imaginé escuchar eso de vos. – Abrió exageradamente sus ojos, y risas otra vez.

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