miércoles, 27 de junio de 2012

Inesperado Capítulo 26


Penultimo capítulo
Capítulo 26
Un nuevo despertar, y una nueva etapa. Guardapolvos color rojo, y mochilitas que anunciaban que Tomi y Paz comenzaban el jardín.
Fue tarea de Gastón ir a despertar a Pachi, porque Tomi se había pasado a su cama a la noche.
Y como siempre la misma canción de todas las mañanas – esa que ya escuchaba desde la panza. A Paz, se le caía el mundo cada vez que su papá comenzaba a cantar aquella canción.

-    Hola Papi – Y esa dulzura que nunca perdía.

-    Hola Mona – Y su sobrenombre surgió por lo inquieta y ocurrente que es su chiquita.

-    ¡No Princesa! – Y lo resaltaba, mientras Gastón la cargaba en sus brazos.

-    Bueno, Princesa Mona – Él reía porque sabía que eso no le gustaba para nada.

-    No, Pachi. – Ahora se le caía el mundo a él.

Le dio un beso en la frente, y le contó un secreto. Este se trataba sobre la maldad que iban a realizar esta mañana, ya que, él sabía que Rocío y Tomi se habían quedado dormidos otra vez.

-    Un, dos, tres – Susurró, y ambos corrieron para tirarse en la cama.

-    ¡Buen día! – Gritó Pachi bien fuerte, siguiendo al pie de la letra las reglas de su papá.

-    ¡Ay Ti, no cambiás más! – Y esa sos vos, que ya lo querés matar.

-    Mamá está gruñona hoy – Hizo una mueca, que provocó la risa de sus hijos - ¿Qué hay que hacerle a mamá cuando está así?

-    ¡Mimos! – Gritaron a dúo.

Y no pudiste decirle que no a sus hijos, por lo que, te destapaste y recibiste un gran abrazo de ambos. Al otro lado de la cama había quedado Gastón, que miraba alegremente la situación.

Unos minutos más tarde, fuiste a vestir a tus hijos porque iban a llegar tarde, mientras Gastón preparaba el desayuno en la cocina.

-    No, yo quiero – Pachi ya estaba haciendo un berrinche porque quería ponerse las zapatillas sola. – Yo soy una nena grande – Esbozó su sonrisa compradora, y la dejaste. En eso era igual al padre.

Si Paz hacía una cosa, Tomás también la quería, por lo que, ambos pidieron ponerse sus zapatillas ellos solos.
Por eso, aprovechaste que estaban entretenidos para ir hasta la cocina, y verificar que Ti no necesitara ayuda.

-    Yo no puedo creer que hayan heredado esa sonrisa. – Bufaste con diversión. Él esperaba frente al microondas que las tazas se terminaran de calentar.

-    ¿Cuál? – Sabía muy bien de que hablabas.

-    Esa, esa que estás haciendo – Sonreíste, y te acercaste para abrazarlo.

-    Pero esto es un don – Y se hacía el vivo, porque sabía lo que producía en vos.

-    Si, seguro – Totalmente irónica, aunque él estuviese diciendo la verdad.

-    ¿Mimos míos no querés? – Te preguntó unos segundos después. – Hoy, temprano no pude darte ninguno.

-    Todos los que tengas – Y lo besaste un poco, porque uno de los mellis te llamaba.

-    Bueno, pero me parece que vamos a tener que esperar – Te guiñó el ojo, y supiste que eso iba con doble sentido.

-    No cambias más, Ti – Mordiste tu labio, y caminaste hasta la habitación.

Cerca de las diez de la mañana, ya se encontraban en el Jardín de Infantes. Junto a ustedes también estaban tu mamá, y tu hermana, que también quisieron ser partícipes de este momento.
Esperaron a que el resto de los padres se hicieran presentes, y recibieron una charla de bienvenida, la cual finalizó con la invitación de sus hijos a pasar a sus salitas correspondientes.

-    No quiero ir, papi – Pachi seguía aferrada a su mano. Tomás ya había ido con la maestra sin ningún problema.

Te acercaste para ver que pasaba, porque Gastón se había agachado y le hablaba con amor a tu hija.

-    No, me quiero quedar con vos. – Puso puchero, y se cruzó de brazos. En eso si, era igual a Rocío.

-    Si, vas te prometo que cuando los venimos a buscar te canto la canción.

-    No – Y en lo cabeza dura, también.

-    ¿Una bolsa grande de caramelos? – Esbozó una gran sonrisa.

-    No.

-    ¿Y que querés que te regale?

-    Un abrazo. – Y lloró.

Y esa pitufina era uno de los amores de tu vida. Le hiciste upa, y le diste un gran abrazo. Después, te dijo un secreto: ella quería un beso más.
Le diste un beso vos también, y la llevaron con la maestra que la esperaba en la puerta.

-    ¿Vamos Paz? – Le dijo después de mirar el cartelito de su delantal.

Ella no contesto, pero los saludó con la mano y entró con una sonrisa.

Decidieron caminar hasta el departamento, porque no quedaba tan lejos.

-    Te dejó mudo la chiquita – Lo miraste con diversión – Ya sé que te voy a regalar para el día del padre.

-    ¿Qué? – Preguntó, mientras te abrazaba por la espalda.

-    Un babero, porque se te está cayendo la baba. – Rieron por tu ocurrencia.

-    Vos, lo decís de celosa

-    ¡Como voy a estar celosa de mi hija!

-    Y si, porque ahora los mimos no son todos para vos.

-    ¡Mentira! – Elevaste las cejas, y levantaste los hombros.

-    Seguís siendo una nena, amor. – Observó tus facciones con dulzura.

No dijiste nada más en todo el camino. Volviste a emitir palabra cuándo ya se encontraban en la puerta del departamento.
Le recordaste que eras su nena, y por primera vez en tu vida, lograste admitirle algo: extrañaba sus mimos.

-    ¿Y vos decís que cumpla lo de hoy a la mañana?

Y cuando quisieron acordar, ya estaban sumergidos en besos cruzando la cocina en dirección a su habitación. Allí, la ropa pasó a ser parte de la decoración del piso, y ustedes una fusión de cuerpos perfecta.


24 de Marzo del 2013



Eran las doce del mediodía, y como cualquier domingo estaban reunidos en familia. Pero este no era uno cualquiera porque era el cumpleaños de Eugenia, y como tal ameritaba una buena celebración.
En la mañana temprano, antes de que los mellis se fueran a pasear con Gastón, los cuatro pasaron por la casa de tu hermana para dejarle un rico desayuno. Y como era de esperar, ni el día de su cumpleaños iba a amanecer temprano. No les revoleó con nada, porque Paz y Tomás estaban esperándola del otro lado de la puerta, porque sino, no imaginas lo que hubiera sido de ustedes.

-    ¡Feliz cumple Tía! – Y los más chiquitos se abalanzaron sobre ella.

-    ¡Pero cuantos abrazos!, gracias mis amores. – Y les dio un gran beso a cada uno.

-    ¡Mirá lo que tiene Papá! – Gritó con entusiasmo Tomi.

Y en ese preciso momento, Gastón apareció con un gran paquete. Vos, caminabas detrás de él con una gran sonrisa.

-    Eso lo hice yo, con mamá – Y Paz le señaló las galletitas.

-    Y mirá, te hicimos un dibujo. – Tomi, le entregó un sobre.

-    ¡Hay pero que lindo! ¡Cuántas cosas para la tía, che! – Los hizo pasar a todos, y se acomodaron en la sala.

-    No sabés como esperaban este día, ya me tenían loca – Acotaste, mientras le robabas una galletita de la bandeja.

Euge los invitó a desayunar, y aunque ya lo habían hecho en sus casas, no se pudieron negar al pedido de sus chicos. Cerca de las once, dejaron la casa de Euge, ya que, la noche anterior les habían prometido a los nenes que mañana por la mañana iban a ir a la playa.

-    Tía, te puedo decir un secreto. – Ese era Tomás, que todavía estaba a upa de Euge.

-    Si… pero una cosa – Y Eugenia ya iba a comenzar a sobreactuar. Lo presentías – No me digas que ya conseguiste novia, porque me pongo celosa. – Es un personaje.

-    No, eso no. – Respondió como un experto

-    Ah, mejor. Ya me estaba asustando – Y si había algo que amaba, era seguirle el juego a sus sobrinos.

-    Te quiero mucho. – Lo dijo despacito, pero todos pudieron escuchar bien. Vos, lo hubieras comido a besos en ese instante.

-    ¿Gastón, ya le estás enseñando tus tácticas? – Rió, y le dio un beso gigante.

-    ¿Y para mi beso no hay? – La más chiquita, que aclamaba su lugar.

-    Si, otro grande para vos… Sos mi mona linda – Y le dio otro beso en la nariz.

-    ¡Mona no! – Se cruzó de brazos, e intento irse pero no pudo abrir la puerta.

Y después de eso, acordaron verse más tarde en la casa de sus padres para seguir festejando.

Eran las dos de la tarde, y hacía poco habían acabado de almorzar. Ustedes charlaban en las mesas, y los mellizos jugaban con Candela – que también había sido invitada – un poco más atrás.
De repente, vez que Paz viene refregándose los ojos, y con un gran puchero. Miras para atrás, y vez que tu mejor amiga, y Tomás, se están matando de risa.

-    ¿Qué paso, hija? – La sentás en tus rodillas, y le acomodas las trenzas.

-    Me dicen cosas, mamá. – Gastón las mira, y se ríe. No necesitas preguntarle porqué, él dice que enojadas son tal para cual.

-    ¡Candela! – Gritas con diversión, y ella se hace la “yonofui”

-    No le hagas caso, ¿o no que vos sos la princesa de papá? – Pachi asintió con dulzura

-    Mami, decile que no lo haga más – Y le seguís el juego, Candela sonríe

Al rato, todo había pasado y jugaban juntos otra vez. Luego de comer el postre, y cantar el feliz cumpleaños, decidiste mostrar tu regalo más especial, para tu gusto. Ese video que recopilaba momentos increíbles vividos juntas, ese que tu mamá te había ayudado a editar en su Academia.
Fueron hasta la sala para poder utilizar el Dvd. Emilia organizó todo, y solo restó esperar a que la música, las fotos y videos comenzaran a pasar.

-    La tía está triste – Se preocupó Tomi, porque a Euge le había sido imposible no emocionarse.

-    No, chiquitín, la tía está bien. – Y lo abrazó para poder seguir mirando.

-    ¡Esos somos nosotros de chiquitos! – Gritó Paz, al verse con su gorrito color rosa junto a Tomás, con pocos días de vida.

Eugenia te abrazó, y luego, les agradeció a todos en general. De repente, el timbre sonó y tu papá fue a abrir la puerta.

-    Bueno, cartón lleno. – Gritó desde allí con diversión.

Mariano Font. El novio de tu hermana hace dos años. Lo conoció en su trabajo, ambos cocinan en el mismo restaurant, y desde allí no se separaron más.
Eugenia afirmó una y otra vez, que solo eran amigos, pero vos sostenías que iban a terminar en algo más, y a decir verdad, tan mal no te fue.
Nicolás era un pasado bien pisado para ella, y se podría decir que, con Marian encontró el amor.

Compartieron un poco más la tarde, porque con su llegada la charla se renovó. Casi a las cinco de la tarde, se despidieron de su familia y volviste a felicitar a tu hermana, por sus veintisiete nacimientos.

-    La próxima vez, no me hagas llorar tanto con tu regalo – Rió y te dio un beso.

-    Era necesario, ¿Te gusto? – Seguían hablando en la puerta.

-    Me encanto – Sonrió – Gracias por todo, chiqui.

-    A vos, significas mucho para mí. – Y esa era una confesión que no hacías hace tiempo.

Se dieron un abrazo, y corriste para alcanzar a Gas con tus hijos.

2 comentarios:

  1. No quiero que se termine!!
    Muy bueno el cap y tierno

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  2. Ay me encanto el cap! Los mellis ja ya no estan mais chiquitinhos! No quiero que se termine! Quiero ya otro cap!! *-*

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