miércoles, 27 de junio de 2012

La regla no escrita capitulo 27


No quiero que ella lo ame.

Una cosa era querer a gaston cuando no sabía que ella lo siente de la misma manera que yo. Que el hecho de que él llene su corazón como llena el mío. Lo ama, y su deseo de estar con él no es por su conocimiento de que a él no le gusta de la manera que ella lo quiere. Es por lo que le gusta, más de lo que a él le gusta. Es por lo que lo ve y no sabe qué hacer al respecto. Está asustada. No quiere ser dejada. Quiere ser amada, y así me quedo con ella. La miro probándose un vestido, tengo cuidado con la madre de eugeni, a quien le gusta salir rápidamente y ofrecer consejos, palabras venenosas que hacen que los hombros de eugenia se hundan incluso cuando se siente imparable. Y no se siente de esa forma esta noche.


—Te ves genial —le digo a eugenia después de que su madre se arrastre y la hace sonreír temblorosamente, y su madre dice                                                                                                                        --eugenia, ciertamente tienes una amiga leal. ¡Eres una chica afortunada! Su voz es una farsa llena de azúcar, y cuando se va, eugenia me sonríe. —Muy bien, ahora totalmente te estoy dando otro brownie para comer cuando te lleve a casa. Incluso puedo poner una vela en él para celebrar tu genialidad. Y voy a decirle a gaston sobre esto también, así conoce como de maravillosa eres. gaston. Esta noche. Lo ama. Y él va a romper con ella.                                                                                 —Yo…                                                                                                                                                                      —No me digas que no puedo alabarte —dice—. Ahora solo déjame terminar mi maquillaje y nos iremos. Suena el timbre de la puerta entonces, y la madre de eugenia grita:                                          —eugenia, hazte cargo de eso, y dile a mi citaque estaré lista abajo. Y si pregunta si somos hermanas, ¡Di que sí! Me levanto y eugenia me mira en el espejo, el pánico y la vergüenza destellando en sus ojos.                                                                                                                                      —Como te dejaría hacer eso —le digo—. Por favor.                                                                                             —Eres una estrella —eugenia dice, y asiento, luego cabeceo escaleras abajo. No quiero pensar en esta noche. Es todo en lo que puedo pensar. Al menos consigo hacer esto. Abro la puerta principal con una floritura, lista para pinchar a la madre de eugenia un poco, y luego me detengo, la boca abierta, la manija de la puerta hincándose en mi mano porque me estoy agarrando a ella muy fuerte.                                                                                                                                                                             —¿rocio? —dice gaston.


Nos miramos fijamente el uno al otro por un momento, en silencio, y luego gaston dio un paso adentro dubitativo, aun mirándome.
Debería retroceder, estoy demasiado cerca de la puerta, estoy tan cerca que puedo extender mi mano y tocarlo, apretar su camisa y atraerlo, tirarlo hacia mí, y él está mirando hacia mi boca, puedo verlo, puedo sentirlo, y todo dentro de mí está gritando su nombre, gritando por él. Y luego eugenia baja las escaleras. No la veo -la oigo- y ella aclara su garganta, y dice.  —Hola, llegas temprano —y me giro para verla, y digo                          —. No es la cita de tu mama —estúpidamente, ciegamente, y veo su mirada parpadear hacia mí. Ella se ve hermosa y feliz.
—Lo sé, reconozco a mi propio novio —ella ríe, pero no llega a sus ojos y me está mirando de forma extraña. Al menos, pienso que lo hace. No lo sé, no puedo asegurarlo, la culpa y el pánico están haciendo un desastre de mi interior. De mí.                                                            —Sí, yo, aquí esta él —digo, aun hablando. ¿Por qué aun estoy hablando? gaston dice:                                                                    —Hola —a eugenia, y sé que el collar debería estar hirviendo contra mi cuello pero cosas como esa solo suceden en los cuentos de hadas y en vez de eso solo lo toqueteo, con la mirada de eugenia en mí pero luego alejándose, alejándose hacia gaston.                                                    —Así qué, te perdono por desvanecerte durante la escuela después de haber estado todo “tenemos que hablar” —ella dice, caminando hacia él, y la he visto caminar de esta forma tantas veces, luciendo perfecta, que de alguna forma pareciera deslizarse a través del suelo. El rostro elevado suavemente. Lista para un beso.                                                         —La verdad, traté de encontrarte —dice gaston—. Pero no estabas en ninguno de los sitios donde busqué y yo…                                               —Ahora me encontraste —dice eugenia, y va a besarlo, ella se está acercando más y más.                                                                     —Iré… iré a llamar a mis padres para que uno me venga a buscar —digo, y eugenia dice                                                                  — Solo toma mi auto. Haré que gaston me deje en tu casa mas tarde. Mucho más tarde. Escucho a su madre moviéndose arriba, veo a eugenia dar una sonrisa maliciosa a gaston y haciéndolos moverse, su mano en el brazo de él, y ella consigue hacerlo, por supuesto que lo hace. Su sonrisa, tan llena de promesas, de ellos, es todo lo que veo cuando comienzo a alejarme, cuando la veo acortar la última distancia entre ellos. Escucho el sonido suave de un beso, de sus voces susurrando, y ¿Cómo puedo querer que él termine con ella y aun estar tan asustada de cuan triste ella va a estar? ¿Cómo puedo estar tan jodida?
—Espera —eugenia dice—. ¿A los bolos? ¿Tu gran plan para hoy en la noche es jugar bolos? ¿Acaso no ves mi blusa?                                                                                                                                      —Pensé… —gaston se aclara la garganta—. Me gustan los bolos. eugenia murmura.                           —Deberías. Espera, ¿Esto es amor? ¿Esta es eugenia enamorada? No lo entiendo. Pero sé que tengo que salir de aquí. Solo hay un detalle. Necesito las llaves de eugenia, y están justo donde ella las dejó, con su bolso en el extraño banco junto a la puerta principal. Están justo donde ella y gaston están, y justo cuando decido que me escabulliré, esperaré a que se vayan, y luego volveré ya las conseguiré de alguna forma, ella dice:                                                                                                                  —Hey, rocio. Me giró y la veo. —Sé que escuchaste todo eso —ella dice—. Y si tengo que ir a jugar bolos, necesito gente a mí alrededor para al menos asegurarme de que me divertiré. Así que tú vienes —ella apunta a la cocina—. Ve a llamar a tus padres. gaston, mi mamá está aquí, así que mejor es que esperes en tu auto. Voy a ponerme unos zapatos que no serán desperdiciados por estar sentada en el cuchitril del oh-tan-adorable Antro de los bolos.                                                            —Oh —dice gaston, y me mira rápidamente de nuevo, tan rápido, antes de volver a salir, haciendo que mi corazón, mi estúpido, y traidor corazón, palpite a pesar de todo. Cuando él se va, eugenia no sube a su habitación, sino que se encamina a la oficina de su madre.                                                         —¿Qué estás haciendo? —digo, pero ella no responde. Suspiro y llamo a casa.



1 comentario:

  1. enserio me azes sufrir con las novelas kiero k pase algo con los rubios k esten juntosssss

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