miércoles, 11 de julio de 2012

El hijo del Magnate Capítulo 6


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 Capítulo 6
— ¿Cómo? ¿Por qué pagaría un hombre por eso? Además, un multimillonario ruso no ofrecería el matrimonio a una don nadie.
—Ese tipo estableció todo como en un negocio, con un contrato, pago por adelantado y un acuerdo de divorcio tras la conclusión del servicio. Buscaba una inglesa atractiva con carrera, así que me ofrecí. Hasta estuve a punto de decirle a sus abogados que conmigo podían tener dos por el precio de una —bromeó.
A Rocío no le hizo ninguna gracia.
—Veamos si lo he entendido bien... has aceptado casarte con un hombre por dinero —afirmó.
— ¿Por dinero? No.    , lo he hecho por mamá —puntualizó—. Si no fuera por ella, jamás lo habría aceptado. – Rocío, tensa, pensó en la explicación de su hermana. Todo lo que Eugenia había hecho últimamente, desde dejar su trabajo de bibliotecaria en Londres hasta ir a casa para ayudar, lo
había hecho por su madre, Anna Igarzabal. Las dos la adoraban, pero había caído en una depresión profunda y sólo era una sombra de la mujer encantadora, atenta y enérgica del pasado.
Desgraciadamente, las buenas intenciones de las gemelas se habían visto frustradas durante dos años por una serie de acontecimientos desastrosos. Primero, la muerte de Stefano, su hermano, y del novio de Eugenia, Peter, en un accidente de tráfico: después, cuando empezaban a superarlo a duras penas, el diagnóstico de cáncer de su padre.
Anna había sido una roca para toda la familia. El tratamiento del cáncer era difícil y problemático, pero no había permitido que ni sus hijas ni su esposo cayeran en la desesperación. No podía imaginar que unos meses después, el hombre con quien había estado casada treinta años se marcharía con una mujer mucho más joven.
Había sido una experiencia muy traumática, incluso para la propia Rocío. Siempre había
creído que su padre era un hombre honrado, pero a pesar de ser contable y de tener un buen sueldo, reclamó a Anna su parte de la casa y de la tienda que llevaba su madre. Una actitud difícilmente excusable, porque la casa la había heredado Rocío de sus padres y la tienda la llevaba Rocío sola. Ahora, sus padres no se hablaban y ellas estaban atrapadas entre dos fuegos.
—Devuelve el dinero —declaró con vehemencia—. No puedes casarte con un hombre al que ni siquiera conoces.
—No, claro que ya no puedo casarme con él. ¡Estoy embarazada de Nicolás! Y por si fuera poco, quiere que nos casemos antes de dos semanas. –
Rocío no se llevó ninguna sorpresa con la declaración de su hermana. Eugenia siempre hacía las cosas así, deprisa y corriendo: que se hubiera enamorado, se hubiera quedado embarazada y tuviera intención de casarse de inmediato entraba dentro de lo normal No tenía paciencia. Y si el sentido común se interponía entre sus objetivos y Rocío, lo desestimaba.
—Sólo hay una solución. Tienes que casarte con el ruso, Rocío: porque si no te casas, no tendré más remedio que abortar.
Rocío se levantó de la silla, espantada.

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