¿Por
qué no le había dicho la verdad aún? ¿Por orgullo? ¿Por ego? ¿O porque la
existencia de Santiago lo había llevado a querer a demostrarle que era su verdadera
esposa? Gastón era muy competitivo, posesivo, defendía su territorio. La había
mantenido atrapada como a una mariposa, a quien había impedido el vuelo durante
cinco años, pero en el momento en que ella había podido escaparse y levantar
sola el vuelo sin previo aviso, había querido establecer un desafío. No había podido
soportarlo. Y si le contaba la verdad, ¿perdería Gastón su interés en ella? De
pronto Rocío se sintió incómoda ante esa realidad. No le parecía muy conveniente
jugar con una persona como Gastón.
-
Esto es para ti – le dijo él extendiéndole una caja ante sus ojos.
Cuando
la abrió le encandiló el brillo del zafiro y el diamante que formaban el
hermoso anillo.
-
Es exquisito – atinó a decir ella, con cierta timidez, y luego por fin, se
atrevió a mirarlo.
-
Es un anillo para la eternidad...
-
Sí, lo sé – dijo ella haciendo esfuerzos por no llorar de emoción.
-
¿Por qué estás tan impresionada? Es un regalo simplemente. Bebe tu vino antes
de que se caliente – la incitó Gas.
Él
sabía perfectamente por qué ella estaba tan asombrada. Gastón jamás le había
comprado un regalo. Nunca le había dado más que dinero. Incluso en las
Navidades y cumpleaños no le había regalado más que dinero. Había ingresado
cuantiosas sumas en su cuenta, pero jamás le había dado nada para desenvolver.
Y todas las joyas se las había comprado ella. Muchas veces en las cenas que
preparaba, le preguntaban por alguna pieza especialmente bonita, y ella decía
que Gastón se la había regalado, pensando en que efectivamente el dinero era de Gastón, pero sabiendo que no era del todo cierto lo que decía. Y el recuerdo
amargo de otro tiempo en ese momento le dio ganas de llorar.
-
No lo quieres – afirmó él con una actitud hostil, que la sorprendió.
-
¡Por supuesto que sí! – dijo ella poniéndoselo junto al anillo de boda
rápidamente, en la sospecha de que si no lo hacía en cualquier momento se lo
quitaría y lo arrojaría al mar.
Gastón aflojó la tensión del rostro. Ella entonces se dio cuenta de que a él también
le inquietaba la situación, y de que se sentía culpable de esos terribles años
de regalos impersonales.
-
Mi padre solía regalarme dinero también. Y nunca esperé otra cosa de él. La
única vez que me hizo un regalo...
-
¿Fui yo? Y yo no fui un regalo propiamente dicho, ¿no? – dijo él con una risa
forzada y triste.
-
Iba a decir que lo único que me regaló fue el escritorio de mi madre. Y ya
sabes que no vale gran cosa. Es bonito, pero él no sentía nada especial por ese
mueble. De hecho estaba en el ático, y lo tuvo que hacer restaurar, pero él
dijo... ¿Sabes lo que dijo? – terminó ella con entusiasmo.
-
¡No me interesa en lo más mínimo! – dijo él con impaciencia, y una sombra que
expresaba intensas emociones.
Gastón se acercó a ella para que le prestara atención.
-
Lo que quiero decirte es... - dudó Gastón -. ¡Dios! ¡Desearía no haberme pasado
cinco años siendo un cerdo, y un arrogante, haciéndote pagar lo que Max hizo
conmigo! ¡Aunque ahora no veo las cosas de ese modo! – Gastón daba golpecitos
nerviosos en la muñeca de Rocío, expresando lo difícil que le resultaba admitir
esos sentimientos y simplemente no podía pensar en el escritorio del que le
hablaba ella.
-
Ahora comprendo tu manera de comportarte en todo ese tiempo...
-
Tú tenías diecisiete años y estabas encaprichada conmigo...
Ella
bajó la vista y bebió el vino.
- Y
creo que entonces también tuve la vaga idea de que eras inocente y de que no
sabías nada del chantaje de tu padre. Podría haber sido más amable. Tú eras
casi una niña. Era más inocente de lo que es actualmente Candela. Cuando os veo
juntas ahora, veo cosas que no quise ver hace cinco años.
-
Eso no importa ahora...
-
Debo haberte hecho mucho daño.
-
Sí. Pero ya lo he superado – Rocío forzó una sonrisa inestable. Se sentó de
rodillas y alargó la mano hasta la caja de la comida para desenvolverla -. ¿Qué
quieres comer?
-
¿La comida? – explotó Gastón.
Se
acercó a ella y, sujetándola fuertemente y tomándole la cara entre sus manos,
le dijo:
-
Olvídate de la comida – le dijo Gastón algo enfadado. Pero también empleaba un
tono de disculpa y deseo.
Y
olvidó rápidamente la comida, tan pronto como él acercó la boca a la de ella. Rocío
perdía el control en sus brazos. Le deseaba una pasión que la consumía. No se
trataba de una seducción de los sentidos, sino de un asalto repentino, en el
que se despojaban de la ropa en un acto desesperado. La excitación se abrió
paso, borrando todo, excepto la necesidad que tenía del cuerpo de Gastón.
Rocío echó la cabeza hacia atrás cuando él se dispuso a recorrerla, con gemidos de
placer y satisfacción. A partir de ese momento no hubo más que sensaciones,
alcanzando juntos el éxtasis. Y finalmente la dejó en una quietud casi
sobrenatural.
Gastón le dijo algo en griego abrazándose a ella.
-
¿Te he hecho daño? – preguntó él entonces.
La
había sorprendido una vez más. Rocío entonces le recorrió la espalda morena con
su mano, en un gesto que también indicaba posesión. Pero era evidente que Gastón
siempre la sorprendía, dentro y fuera de la cama.
-
No – dijo ella sonriendo.
-
¡Dios mío! Podría estar aquí todo el día – dijo él, y se giró con ella encima
-. Cada vez que te miro estás más hermosa, agape
mou. A los diecisiete parecías un ángel, pura, inmaculada. Ahora eres una
mujer, con los labios hinchados de mis besos, tu pelo hecho un lío – murmuró él
entusiasmado -. Pero todavía me quitas el aliento.
-
¿Si?
-
¿Y todavía lo dudas? La última vez que hice el amor en la playa era un
adolescente – la incorporó al mismo tiempo que él se levantó, y con una sonrisa
burlona le dijo - Ahora comamos.

HERMOSO EL CAP MAS.PODES SUBIR HOY HERMOSO DESASTRE ESTOY DESESPERADA POR LEERLA
ResponderEliminarhermoso cada vez se pone mejor esta nove!
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