-
Ayer... – dijo ella sin saber muy bien qué iba a decir, pero con la firme
intención de acortar el abismo que se había alzado entre ambos.
-
Quería matarte – murmuró Gastón con una entonación neutra -. Pero no me había dado
cuenta de lo que lo amargada que estabas. Nunca se me había ocurrido ponerme en
tu lugar. Tú siempre parecías contenta. No mostrabas ningún signo de
infelicidad.
-
No estabas allí para verlo, y además yo aprendí a esconder mis sentimientos.
-
¿Por qué te quedaste conmigo? Necesito saberlo – dijo Gastón -. Ahora me doy
cuenta de que no podía ser por dinero, cuando estabas dispuesta a perderlo todo
e irte con... Santiago. ¿Entonces por qué seguiste a mí lado durante tanto tiempo?
Rocío tenía las mejillas encendidas. La mirada de él era como una acusación que
pesaba sobre ella.
-
La primera vez que te vi... bueno, sé que te parecerá estúpido ahora, pero para
mí fue amor a primera vista.
-
No me parece estúpido – dijo él.
Era
difícil decirle esas cosas, y Gastón quería ayudarla haciendo ver lo que estaba
diciendo no era una tontería. Pero a Rocío le costaba hablar de los
sentimientos. Había sido tan fácil decir “Te quiero” a Santiago cuando él se lo
había dicho la primera vez...
-
¿Te ha pasado alguna vez? Quiero decir, algo así, ¿como un amor a primera
vista? – susurró ella, de modo casi inaudible.
-
Sí – contestó él -. Fue algo instantáneo, y me dio mucho miedo. Estaba como
atontado, había perdido el control. No me gustó.
Rocío bajó la cabeza. Era evidente que se refería a Mariana Esposito. Él tenía entonces
dieciocho años, recordó Rocío. Pero le dolía de todos modos saber que otra mujer
había sido capaz de despertar en Gastón un sentimiento tan intenso. Y se imaginó
que si Lali no hubiese estado tan preocupada por sus estudios, Gastón hubiese
seguido enamorado de ella.
-
Me estabas contando como te sentías... – le recordó Gastón.
-
Era tan inocente... Al principio pensé que tú sentías lo mismo. Tú solo estabas
ligando conmigo, pero yo no tenía experiencia, y no me di cuenta – dijo ella
con amargura -. Así que puedes echarme la culpa por lo que hizo Max. Si no me
hubiese enamorado de ti y lo hubiese demostrado tan claramente, tal vez él no
hubiese pensado nunca en chantajearme...
-
No fue culpa tuya, sé que te eché las culpas en el banco, pero dije lo que
primero que se me ocurrió. Tú no tenías la culpa, pero eras la hija de Max, y
la presión con la que había vivido hasta su muerte combinada con el
descubrimiento de la caja que no contenía lo que yo buscaba, me hicieron perder
la cabeza. Tal vez sea un poco tarde, pero lamento el modo en que te enteraste
de los tratos de tu padre.
Rocío estaba extrañada de que no hubiesen llegado ya a la casa de su madre. Por lo
que había dado a entender Gastón, no era muy lejos. Pero luego pensó que tal vez
no quería que conociera a su familia en un momento de tensión como ése que
atravesaban: prefería guardar las apariencias.
-Creo
que es importante que seamos sinceros el uno con el otro. Me has dicho que tú
me amabas al principio de nuestro matrimonio... ¿Cuándo dejaste de amarme? –
preguntó él bajando la mirada.
-
Simplemente te excluí de mi vida. No recuerdo cuándo.
-
¿Entonces por qué seguiste conmigo?
-
Mi padre estaba tan orgulloso de mi boda contigo, que también quería ganarme tu
amor.
Gastón suspiró profundamente.
-
Mira, de todos modos no pretendo que te sientas mal por ello. Tuviste la mala
suerte de dar conmigo, y que yo estuviera como estaba contigo. Max nunca me
hizo caso, y luego tú tampoco. No fue un trato ventajoso. Pero era algo a lo
que estaba acostumbrada, a que me organizaran la vida.
-
Pero te hice daño. Debo haberte hecho mucho daño continuamente – la voz de Gastón sonaba severa.
-
Si no tienes grandes aspiraciones y el suficiente respeto por ti misma, aceptas
que te hieran, porque en cierto modo crees que tu lo has provocado. Y yo lo
provoqué.
-
Tú no provocaste ni el diez por ciento de todo lo que yo te he hecho pasar.
Rocío dejó de mirar a la nada y fijó los ojos en Gas. Se pasaba nerviosamente los
dedos por el pelo, y estaba pálido.
-
¿Por qué te tienes que sentir culpable? – preguntó ella confundida -. Nosotros
no estábamos casados realmente.
-
Pero ahora sí lo estamos. Tienes el vaso vacío. Déjame que te sirva otro trago
– dijo él.
Rocío se sentía un poco mareada. Si no hubiese sido porque estaba bebiendo zumo de
naranja, habría jurado que estaba afectada por el alcohol.
-
¿Hemos pasado por esta calle antes? – preguntó ella viendo una iglesia que
resultaba familiar.
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Tal vez Giorgio esté tratando de encontrar un atajo – dijo Gastón.
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Me da la sensación de llevar toda una vida metido en este coche.
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Las conversaciones importantes pueden tener ese efecto.
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Pensé que eran indignas de ti.
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No, cuando mi matrimonio está en juego.

necesito YA el proximo cap!!!!!!
ResponderEliminaryo tambien qiero el proximo cap
ResponderEliminarquiero ya el proximo capitulo!!
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